Principios básicos de
sabiduría esencial
Aprender a hacerse
bien a sí mismo. Hacer el mayor bien a los demás y este principio comprende: No
estar disponible ni ceder ante los ataques, traiciones y chantajes con los que
algunos pretendan controlar nuestras vidas. No permitir que confundan bondad
con debilidad y disponibilidad incondicional. Practicar el bien preferentemente
con los más débiles, desprotegidos, desheredados y enfermos, con los animalitos
y seres vivos. Ocuparnos en vivir de la forma más plena, sencilla, simple,
divertida y disfrutadora posible. Ser solidarios en todo momento.
El sabio busca en sí
mismo lo que quiere. El necio, lo busca en los demás. Para el sabio, los deseos
que perturban, los deseos obsesivos son incompatibles. Cada vez desea menos y
disfruta más. La sabiduría y la felicidad se retroalimentan y son la
consecuencia directa de cómo vivimos y nos tratamos a nosotros mismos: Ámate,
abrázate, felicítate cuando hayas hecho las cosas bien y cuando no hayan salido
como esperabas, no te recrimines. Simplemente auto-regúlate y autocorrígete.
¡¡¡Ya tienes la ayuda de Dios!!
No rechaces a nadie.
No etiquetes, fluye con las circunstancias, pues es la manera en cómo
percibimos e interpretamos lo que nos sucede y a los demás, la primera causa por la que se pierde el
equilibrio, la paz, la armonía, la unidad.
El sabio y prudente,
escucha mucho y habla lo necesario. Cuida en todo momento de qué manera va a
decir las cosas, cómo hará las peticiones, cómo ayudará a otros a ¡¡Despertar!!
El sabio generalmente se fija más en sí mismo en el sentido de hablar con la
vida, “Hechos son amores y no buenas razones”, más que con palabras.
El sabio sólo vive el
hoy, aquí y ahora. El pasado es su maestro. El futuro lo fundamenta en la
paciencia en cómo vive cada instante del presente. El sabio no acumula, sino
que se desprende de casi todo. El sabio sabe que si algo le perturba no le
viene de fuera a diferencia del necio que atribuye sus fallos y fracasos a los
demás. Quien es exigente, perfeccionista e inteligente se acusa a sí mismo, en
cambio el sabio, busca la manera de encontrar alternativas y soluciones
disfrutando el peregrinar por la vida, pero no busca culpables porque el sabio
trata de mantenerse consciente las 24 horas del día a través de la consciencia
de su respiración.
Y es que la
atención interior es al mismo tiempo un medio y un fin, es al mismo tiempo el
fruto y la semilla. Cuando practicamos la oración del corazón, se desarrolla la concentración, (el vivir en
el hoy, aquí y ahora) y ese estar
atentos al único instante que se tiene,
es una semilla. El permanecer en el hoy, en el aquí y en el ahora, es la
vida de la conciencia: “Estar presentes sin enjuiciar, sin juzgar, significa estar
presentes a la vida y por lo tanto ese vivir despiertos es también fruto. Por
ello insistiremos en practicar la oración del corazón las 24 horas del día,
porque nos une al Amor, nos une a Dios y nos hace presentes a nosotros/as
mismos/as y nos libra del descuido y de la dispersión y hace posible vivir cada
minuto de la vida y nos capacita para la vida.
Si a tu lado camina un amigo
sin hablar, pero atento también a su respiración, puedes seguir sin ninguna
dificultad con tu atención mental. Pero si el amigo que camina a tu lado
comienza a hacerte preguntas, tu concentración mental ya resulta todo un reto.
Si interiormente piensas:
“desearía que este o esta dejara de preguntarme, así podría concentrarme”, ya
has perdido tu atención mental. Pero si en lugar de eso puedes pensar: “Si él o
ella desea hacer preguntas, contestaré, pero continuare con mi atención mental,
atento al hecho de que estamos caminando juntos por este sendero, atento a las
preguntas que haga y a las respuestas que yo le dé. Puedo continuar con mi
vigilancia de mi respiración”; si puedes hacer nacer este pensamiento, continuarás
en atención mental.
Es más árido practicar en
estas circunstancias que cuando uno está solo, pero si a pesar de todo
continuas con esta práctica, desarrollaras la habilidad de mantener un “estar
en tu propia ermita”, y casi nada ni nadie, te robará la paz.
De esta forma serás un/a
auténtico/a hesicasta que busca la comunión con Dios, con los demás, con la
creación entera.
Por último, al sabio (o la
sabia) sólo le interesa ser un instrumento de vida, de paz, de luz, de amor, de
servicio. Se mantiene en la humildad porque comprende el proceso en el que se
encuentran sus hermanos los seres humanos al mostrar visceralidad,
reptibilidad. No presta atención ni da demasiada importancia a quien le alaba o
le ofende porque se mantiene en esa consciencia de amor universal, de
misericordia, de compasión. Sabe que no hay felicidad ni sabiduría sin amor
incondicional.