sábado, 14 de abril de 2018

Sabiduría esencial



Principios básicos de sabiduría esencial




 

Aprender a hacerse bien a sí mismo. Hacer el mayor bien a los demás y este principio comprende: No estar disponible ni ceder ante los ataques, traiciones y chantajes con los que algunos pretendan controlar nuestras vidas. No permitir que confundan bondad con debilidad y disponibilidad incondicional. Practicar el bien preferentemente con los más débiles, desprotegidos, desheredados y enfermos, con los animalitos y seres vivos. Ocuparnos en vivir de la forma más plena, sencilla, simple, divertida y disfrutadora posible. Ser solidarios en todo momento.


El sabio busca en sí mismo lo que quiere. El necio, lo busca en los demás. Para el sabio, los deseos que perturban, los deseos obsesivos son incompatibles. Cada vez desea menos y disfruta más. La sabiduría y la felicidad se retroalimentan y son la consecuencia directa de cómo vivimos y nos tratamos a nosotros mismos: Ámate, abrázate, felicítate cuando hayas hecho las cosas bien y cuando no hayan salido como esperabas, no te recrimines. Simplemente auto-regúlate y autocorrígete. ¡¡¡Ya tienes la ayuda de Dios!!

 

No rechaces a nadie. No etiquetes, fluye con las circunstancias, pues es la manera en cómo percibimos e interpretamos lo que nos sucede y a los demás,  la primera causa por la que se pierde el equilibrio, la paz, la armonía, la unidad.

 

El sabio y prudente, escucha mucho y habla lo necesario. Cuida en todo momento de qué manera va a decir las cosas, cómo hará las peticiones, cómo ayudará a otros a ¡¡Despertar!! El sabio generalmente se fija más en sí mismo en el sentido de hablar con la vida, “Hechos son amores y no buenas razones”, más que con palabras.

 

El sabio sólo vive el hoy, aquí y ahora. El pasado es su maestro. El futuro lo fundamenta en la paciencia en cómo vive cada instante del presente. El sabio no acumula, sino que se desprende de casi todo. El sabio sabe que si algo le perturba no le viene de fuera a diferencia del necio que atribuye sus fallos y fracasos a los demás. Quien es exigente, perfeccionista e inteligente se acusa a sí mismo, en cambio el sabio, busca la manera de encontrar alternativas y soluciones disfrutando el peregrinar por la vida, pero no busca culpables porque el sabio trata de mantenerse consciente las 24 horas del día a través de la consciencia de su respiración.


Y es que la atención interior es al mismo tiempo un medio y un fin, es al mismo tiempo el fruto y la semilla. Cuando practicamos la oración del corazón,  se desarrolla la concentración, (el vivir en el hoy, aquí y ahora)  y ese estar atentos al único instante que se tiene,  es una semilla. El permanecer en el hoy, en el aquí y en el ahora, es la vida de la conciencia: “Estar presentes sin enjuiciar, sin juzgar, significa estar presentes a la vida y por lo tanto ese vivir despiertos es también fruto. Por ello insistiremos en practicar la oración del corazón las 24 horas del día, porque nos une al Amor, nos une a Dios y nos hace presentes a nosotros/as mismos/as y nos libra del descuido y de la dispersión y hace posible vivir cada minuto de la vida y nos capacita para la vida.



Si a tu lado camina un amigo sin hablar, pero atento también a su respiración, puedes seguir sin ninguna dificultad con tu atención mental. Pero si el amigo que camina a tu lado comienza a hacerte preguntas, tu concentración mental ya resulta todo un reto.

Si interiormente piensas: “desearía que este o esta dejara de preguntarme, así podría concentrarme”, ya has perdido tu atención mental. Pero si en lugar de eso puedes pensar: “Si él o ella desea hacer preguntas, contestaré, pero continuare con mi atención mental, atento al hecho de que estamos caminando juntos por este sendero, atento a las preguntas que haga y a las respuestas que yo le dé. Puedo continuar con mi vigilancia de mi respiración”; si puedes hacer nacer este pensamiento, continuarás en atención mental.



Es más árido practicar en estas circunstancias que cuando uno está solo, pero si a pesar de todo continuas con esta práctica, desarrollaras la habilidad de mantener un “estar en tu propia ermita”, y casi nada ni nadie, te robará la paz.

De esta forma serás un/a auténtico/a hesicasta que busca la comunión con Dios, con los demás, con la creación entera.



Por último, al sabio (o la sabia) sólo le interesa ser un instrumento de vida, de paz, de luz, de amor, de servicio. Se mantiene en la humildad porque comprende el proceso en el que se encuentran sus hermanos los seres humanos al mostrar visceralidad, reptibilidad. No presta atención ni da demasiada importancia a quien le alaba o le ofende porque se mantiene en esa consciencia de amor universal, de misericordia, de compasión. Sabe que no hay felicidad ni sabiduría sin amor incondicional.
 


















Terapia visual de pensamientos sabios 2