La oración es el mejor alimento no sólo para el alma, sino para todo
lo que somos: cuerpo, alma, espíritu, mente, corazón, ser.
La oración es
lo único que realmente nutre y sacia nuestra sed de Infinito. La
oración es ese abrazo mutuo, en el que Dios y el hombre se funden en uno
sólo, y este abrazo, se traduce y se transparenta en una vida honesta,
llena de misericordia para con uno mismo y para con cada prójimo.
El llamado más importante que Dios nos hace cada día, es el llamado
a 'estar' en su Presencia. Y ahí, ¡Nos espera una mesa de banquete
llena de los manjares más exquisitos jamás inimaginables!
Al aprender a estar en silencio y en quietud y al utilizar un nombre
sagrado como por ejemplo: Jesús ó Padre, ó Espíritu Santo, o al leer las
Escrituras, podremos escuchar el murmullo de Dios. Pero no pienses que
ese murmullo se manifestará por un sonido o visión espectacular, no,
pues eso sería querer manipular a Dios con nuestros sentidos que pueden
equivocarse. El murmullo de Dios es –como dirá Juan de la Cruz- esa
sabrosura que pasa de Espíritu a espíritu, de ser a ser, juntándose
Amado con amada; o como dirá en otro verso: “Cuando tú me mirabas, tu
gracia en mi, tus ojos imprimían, por eso me amabas y en eso mis ojos se
complacían: en adorar lo que en ti veían”.
Y también dice: “Ha entrado ya la esposa, en ese huerto tan deseado, y ya en su sabor reposa, y por ello el cuello ya ha reclinado, sobre los dulces brazos del Amado”. Y Dios le responde al alma diciendo: “Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano y fuiste reparada”.
Y es que el alma que busca de verdad a Dios, en la soledad pone su nido, haciéndola su única guía, a solas con su amado en soledad de amor herido. Por eso dice: “Gocémonos Amado y vámonos a ver en tu hermosura, al monte o al collado, en donde mana el agua pura, entremos más adentro, en la espesura. Allí me mostrarás aquello que mi alma pretende y se, que luego me darás, aquello que me diste el otro día”.
Y también dice: “Ha entrado ya la esposa, en ese huerto tan deseado, y ya en su sabor reposa, y por ello el cuello ya ha reclinado, sobre los dulces brazos del Amado”. Y Dios le responde al alma diciendo: “Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada, allí te di la mano y fuiste reparada”.
Y es que el alma que busca de verdad a Dios, en la soledad pone su nido, haciéndola su única guía, a solas con su amado en soledad de amor herido. Por eso dice: “Gocémonos Amado y vámonos a ver en tu hermosura, al monte o al collado, en donde mana el agua pura, entremos más adentro, en la espesura. Allí me mostrarás aquello que mi alma pretende y se, que luego me darás, aquello que me diste el otro día”.