viernes, 13 de abril de 2018

Lectio Divina una Escuela de Vida







Para nosotras mujeres buscadoras de Dios en la intimidad del ser, es indispensable el encuentro con Dios en la Eucaristía en la Sagrada Escritura, son para nosotras nuestro alimento y fuente de donde brotan todas nuestras enseñanzas, nuestra evangelización.

Evangelizar -como dijo el Cardenal Ratzinger  en el 2010 en una conferencia en Roma Italia- es enseñar a vivir, enseñar los valores.

La vida humana no se realiza por sí misma. Nuestra vida es una cuestión abierta, un proyecto incompleto, que es preciso seguir realizando. La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo este proyecto de realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad?

Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Mostrar con nuestro ejemplo, el amor incondicional de Dios. Jesús dice al inicio de su vida pública: “He venido para evangelizar a los pobres” Lucas 4, 18. Es como si dijera: yo tengo la respuesta a su pregunta fundamental; yo les muestro el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, Yo soy ese camino.

La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia…. Toda actitud echa por gran ignorancia o necedad que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización.

Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona. De ahí que Jesús enseñara como quien tiene autoridad es decir, vivía lo que predicaba.

Padre Ignacio Larrañaga dice que "Lo que más necesitamos son seres humanos que vengan del desierto.






Por ello el mundo hoy necesita más que nunca, de una vuelta a la contemplación; el verdadero profeta de la iglesia del futuro, será ángel que venga del “desierto”, como Moisés, como Elías, como Juan el bautista, como Pablo de Tarso, pero sobre todo como Jesús, cargados de mística, o sea cargados de la sabiduría divina, con ese fuego divino de amor en el corazón, para ser amor, y con ese brillo especial de paz, de fe de fortaleza, de misericordia, que solo tienen los seres humanos acostumbrados a hablar con Dios, cara a cara, en fe adulta.

Hoy el mundo necesita que tu y yo seamos místicos (personas que amen al estilo de Jesús el Amado), ser hombres y mujeres que se dejan llenar del amor del Señor Dios, que se dejan interpelar por su Palabra, personas que quieren cambiar su mente, su estilo de pensar, su forma de hablar y de obrar, para amar con Jesús nos ama.

Pero para dejarnos amar por el Señor, necesitamos conocerle sobre todo en el Silencio, allá en nuestra profundidad en donde Él nos habita; y una forma muy íntima de hacerlo es, hacer de la Sagrada Escritura, tu libro de vida. Habría de ser en todo ser humano, en nosotros, una necesidad fundamental, ya que por la lectura constante de la Palabra, es como llegaremos a un profundo conocimiento de Cristo.

San Jerónimo expresa en su comentario al profeta Isaías que, “desconocer las escrituras, es desconocer a Cristo”.

Y San Gregorio Magno dirá: “Aprende a conocer el corazón de Dios en las Palabras de Dios”. 











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