Para
nosotras mujeres buscadoras de Dios en la intimidad del ser, es indispensable el
encuentro con Dios en la Eucaristía en la Sagrada Escritura, son para nosotras
nuestro alimento y fuente de donde brotan todas nuestras enseñanzas, nuestra
evangelización.
Evangelizar
-como dijo el Cardenal Ratzinger en el
2010 en una conferencia en Roma Italia- es enseñar a vivir, enseñar los
valores.
La
vida humana no se realiza por sí misma. Nuestra vida es una cuestión abierta,
un proyecto incompleto, que es preciso seguir realizando. La pregunta
fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo este proyecto de
realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino
que lleva a la felicidad?
Evangelizar
quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Mostrar con nuestro ejemplo, el amor incondicional de Dios. Jesús dice al inicio
de su vida pública: “He venido para evangelizar a los pobres” Lucas 4, 18. Es
como si dijera: yo tengo la respuesta a su pregunta fundamental; yo les muestro
el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, Yo soy ese
camino.
La
pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida
considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida,
con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en
los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de
amar, produce la envidia, la avaricia…. Toda actitud echa por gran ignorancia o
necedad que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta
una nueva evangelización.
Si
se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no
es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es
el Evangelio en persona. De ahí que Jesús enseñara como quien tiene autoridad
es decir, vivía lo que predicaba.
Padre Ignacio Larrañaga dice que "Lo que más necesitamos son seres humanos que vengan del desierto.
Padre Ignacio Larrañaga dice que "Lo que más necesitamos son seres humanos que vengan del desierto.
Por ello el mundo hoy necesita más que nunca, de una vuelta a la contemplación; el verdadero
profeta de la iglesia del futuro, será ángel que venga del “desierto”, como Moisés,
como Elías, como Juan el bautista, como Pablo de Tarso, pero sobre todo como Jesús,
cargados de mística, o sea cargados de la sabiduría divina, con ese fuego divino
de amor en el corazón, para ser amor, y con ese brillo especial de paz, de fe
de fortaleza, de misericordia, que solo tienen los seres humanos acostumbrados
a hablar con Dios, cara a cara, en fe adulta.
Hoy
el mundo necesita que tu y yo seamos místicos (personas que amen al estilo de Jesús el Amado), ser hombres y
mujeres que se dejan llenar del amor del Señor Dios, que se dejan interpelar
por su Palabra, personas que quieren cambiar su mente, su estilo de pensar, su
forma de hablar y de obrar, para amar con Jesús nos ama.
Pero
para dejarnos amar por el Señor, necesitamos conocerle sobre todo en el Silencio, allá en nuestra profundidad en donde Él nos habita; y una forma muy íntima
de hacerlo es, hacer de la Sagrada
Escritura, tu libro de vida. Habría
de ser en todo ser humano, en nosotros, una necesidad fundamental, ya que por
la lectura constante de la Palabra, es como llegaremos a un profundo
conocimiento de Cristo.
San
Jerónimo expresa en su comentario al profeta Isaías que, “desconocer las escrituras, es desconocer a Cristo”.
Y San Gregorio Magno dirá: “Aprende a conocer el corazón de Dios en las Palabras de Dios”.
Y San Gregorio Magno dirá: “Aprende a conocer el corazón de Dios en las Palabras de Dios”.