lunes, 9 de abril de 2018

Vivir de fe adulta

TRATAMOS DE VIVIR CONSTANTEMENTE EN FE ADULTA.

 


¿Y qué es fe adulta? Fe adulta, es aquella que no se basa en la emoción, que hoy está, y mañana ya no, sino en esa convicción, en esa certeza de que aunque algunas o muchas veces, no sienta su “Presencia”, Él, “no se va”.


Y esa fe adulta, nos va llevando a vivir, en los brazos del Padre Celestial, repitiendo sin cesar en nuestro corazón, una parte de la oración de Carlos de Jesús: “Yo no sé nada Padre mío, solamente sé que me amas, entonces quedo en silencio, y haz de mi lo que quieras, porque tú me amas, porque tú eres mi Padre”. 


 


Aunque la oración es gracia, es también un arte, que más que nunca el ser humano del siglo XXI necesita desarrollar, para recuperar el encanto de la vida, para recuperar el encanto de sí mismo y sobre todo, para recuperar el encanto de Dios. En la oración callada, llena de silencio amoroso y de soledad que recrea y enamora, –como dirá San Juan de la Cruz-, encontramos a nuestro Dios, y nuestro Todo. Encontramos al Sentido, así con mayúscula, por el cual despertar cada mañana, por el cual luchar, trabajar, perdonar y comprender, por el cual amar y ser solidarios y misericordiosos.


Con toda esta pedagogía progresiva, gradual, quienes han estado o están en los “Talleres para saber vivir”, automáticamente, van recuperando la alegría de vivir, superan la depresión, la sensación de desaliento, se dan cuenta que la tristeza no hace falta y simplemente la cambian por el amor a sí mismos, por la solidaridad con todo ser vivo, por la alegría de vivir; asumen con sabiduría y paz su historia doliente, y toman de la mano de Jesús, y María, su vida con responsabilidad y más salud mental y hasta física en algunos casos, sobre todo aquellos, en los que la enfermedad se originó por guardar resentimientos y odio, en el interior por falta de perdón incondicional. 


Finalmente, el objetivo fundamental de los “Talleres para saber vivir” es que la persona, se ame así misma INCONDICIONALMENTE y se deje amar por Dios, se vuelva o se convierta, a su único Dios, y de la mano de Jesús, y de María, vaya convirtiendo su inconsciente o subconsciente, su profundidad, en un “lugar habitable”, apacible, lleno de luz, lleno de vida, en donde sólo Dios habite, en donde sólo la paz, la bondad, la misericordia, la humildad, la limpieza mental, la obediencia a la Palabra de Dios, la perseverancia, la paciencia y el dominio propio entendido como buena voluntad, para realizar lo que se tenga qué realizar, vayan siendo los instrumentos por los que la persona misma, cada vez sea más feliz, es decir, que sufra menos, que se experimente plena, solidaria, a pesar de todo cuanto pueda sobrevenir en su vida, y vaya a su familia, a decirle a los suyos, no con palabras sino con hechos, que Dios está vivo en el corazón del hombre, que no lo ha olvidado, y de ahí, la sociedad en la que se desenvuelva, podrá presentirlo también.




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