lunes, 9 de abril de 2018

Modelo de un contemplativo

EL MODELO PERFECTO DE UN CONTEMPLATIVO….


Jesús nuestro Señor, es modelo perfecto del contemplativo cuando se retiraba a orar y cuando amó tanto, que dio su vida por cada uno de nosotros. El se dio a la tarea de aprender y perseverar en ese descansar en el latido del corazón de su Padre Dios mientras vivió en este mundo, cumpliendo con elegancia humana y divina su misión: la de amar hasta el extremo, la de ser el misionero de la misericordia del Padre, la de devolver a cada ser humano su dignidad, la de hacer en cada ser humano, conciencia de que somos valiosos pero que necesitamos querer amarnos mucho, pero mucho, tanto como Él nos ha amado.

Con frecuencia, Jesús nuestro Señor buscaba periodos de soledad para orar, así lo vemos en Marcos 1, 35 que dice: “De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar solitario”. Lucas 5,15.16 dice: “La fama de Jesús aumentaba cada vez más, y mucha gente se juntaba para oírlo y para que curara sus enfermedades. Pero Jesús se retiraba a orar a lugares donde no había nadie”. Lucas 6,12 dice: “Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios”. 

Sí, Jesús comprendió la necesidad urgente de orar, de apartar momentos específicos para tratar de amor con Dios y luego poder ir a la vida diaria, con ecuanimidad, a amar a los demás como el Padre lo había amado a Él.


Jesús por ejemplo, no enseñó a sus discípulos a predicar. Les enseñó a orar, porque sabía que todos los bienes se desprenden de una intimidad continua con el Padre Dios.
Así que la oración de Jesús nos ofrece una rica variedad de alimentos para el alma. El silencio, la quietud, la vida solitaria y el leer las Escrituras Hebreas eran sus prácticas de oración más comunes. Y es que Jesús como también nosotros, se sintió muchas veces cansado, inquieto, con ansiedad, angustia, miedo, tristeza, depresión, pero sabía en su corazón que Dios nos había hecho capaces de ir a reposar, a descansar en Él, porque sólo en Dios el ser humano encuentra su verdadera identidad, su plenitud, su felicidad, el equilibrio hasta corporal, cerebral, y la madurez que tanto anhela. 


En sus momentos de intimidad con el Padre Celestial Jesús el Señor aprendió a amar a los que por descuidar su interior optan por hacer venganza y causar el mal. Aprendió a bendecir a quienes le maldecían, a no pagar mal por mal, y a caminar dos quilómetros a quien le pidiera que caminara uno. 

Jesús en esa intimidad con Dios aprendió a darlo todo, no sólo un manto, sino la vida misma. Por eso nos dice, que intercedamos por quienes en su gran ignorancia y heridas no sanadas tratan de dañarnos, pero no pueden hacernos nada dirá en el Evangelio de Juan, pues a quien dañan es así mismos. 


El amor que Jesús irradió lo aprendió de su Padre en la intimidad, por eso nos enseña a bendecir a quien por no ser feliz busca incomodar. Con su vida, Jesús nos deja claro que necesitamos procurarnos el bien, para poder procurar el bien de cada ser humano, de cada animalito y de la creación entera.

Jesús nos enseña que desde las entrañas del Padre, es posible darle de beber y comer a quien tiene hambre o sed, sabiendo que si los demás o nosotros mismos hacemos el mal, es porque vivimos despistados, sin fe, heridos, replegados sobre nosotros mismos y así, no sabemos lo que hacemos. Y por su gran Amistad con su Padre es que ahora mismo no te condena, no te hecha en cara…simplemente, ¡Te ama!




Pero yo que te hablo y tú que escuchas, sí que sabemos lo que hacemos y no tenemos más pretexto para no amar más. Nuestra vida debe gastarse en estar con Dios y en amarnos tanto que podamos aceptar y amar a los demás como Dios nos ha amado primero.

Hoy aquí y ahora, tú corazón alcanza a vislumbrar que la oración es una llamada a amar, que la oración es también una respuesta a esa llamada. Que la oración es una escucha y una presencia. Que la oración es una lámpara, una llama encendida gracias a Jesús y una vigilia en la noche. Que la oración es un lenguaje callado de amor. Que la oración es búsqueda y encuentro, apertura dispuesta a lo maravilloso, un milagro lleno de Dios. Que la oración es Luz que disipa tinieblas, melodía susurrada con amor callado en el corazón.
Hoy ya presientes que la oración es la curación de las heridas, la redención del inconsciente maltratado, la reparación de las grietas, en donde se construyen puentes de misericordia sin fin, en donde las barreras se disipan y en donde la comprensión y la ternura sanan, abrazan y calientan aún al corazón más frío, rebelde y herido. Porque la oración es agua de vida fluyendo en nuestro interior, agua que murmura: “Ven al Padre, Ven a Jesús, Ven al Amor”.

Orar es ya el deseo de orar, es arar la tierra preparándola a la fertilidad; es hambre y comida para el hambre, es una donación y también un don, es compartir los agobios, es una disciplina que conduce a la libertad, es un "sí" incondicional a Dios, es compromiso, oblación, respiración serena, toque de escucha, liberación, es un desierto abrasador donde el acero del amor es templado en horno candente, es arder por la verdad, es deleitarse en la verdad, y la dulce verdad es Él mismo amándonos sin límites. 

Mi hermano, mi hermana que escuchas, Dios está listo siempre para amarte en el momento en que decidas entrar en intimidad con Él allá en tu profundidad. Estará siempre dispuesto a ayudarte en esa transformación que buscas. Él y tú, irán cambiando tus actitudes, tus pensamientos, tus palabras, tu forma de reaccionar, más al estilo del Amor Verdadero.

Por otro lado, no queremos terminar este mensaje antes de decirte que si en tus momentos preciosos de intimidad con Dios estás ante un texto bíblico, léelo pausadamente, ve subrayando lo que más te vaya “llegando”, lo que más te vaya desinstalando. Si hay algo que fuertemente te aquieta en tu interior, ¡Para, no sigas leyendo! sino repite ese fragmento en tu interior, rumiándolo una y otra vez, bajándolo al corazón hasta que se quede tatuado en tu ser y cuando vayas a tu vida diaria, fluya como agua viva y llene tu ser de amor por ti mismo y por el que tienes ahí, a tu lado. 

Cada tiempo que dediques al ejercicio de la oración será un tiempo fuerte de sabiduría en tu vida, pues ahora ya sabes que la auténtica intimidad con Él (que es Amar como Él, así, sin condiciones, te irá desinstalando de actitudes soberbias, orgullosas, egoístas y que tu intención al orar será la de pensar, hablar y obrar como Jesús pensaría, hablaría y obraría en tu lugar.

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