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martes, 13 de diciembre de 2022
lunes, 23 de abril de 2018
Amar como María
Amar y creer como
María
María
fue educada para ser realizada en Dios. Buscó incesantemente al Señor Dios en la intimidad de su ser. Vivió una gran
intimidad con Dios.
Te has preguntado ¿Cómo puedes llegar a vivir en gran intimidad con Dios? ¿Qué proporciona una auténtica relación con Dios?
El Espíritu la convirtió en la joven virgen Madre. Lo imposible se hace imposible para el que tiene fe. Por la fe es fuerte ante toda circunstancia incluyendo cuando su Hijo único muere como un maldito en una cruz. María fue fiel a la gracia de ser fiel. Creyó contra toda esperanza. Jesús aprendió de María esta fe. ¿Qué estás heredando a quienes viven contigo? ¿Cómo son tus pensamientos, palabras, acciones, tu voz….eres perdón, dulzura…..estás lleno de pensamiento de Dios?
Te has preguntado ¿Cómo puedes llegar a vivir en gran intimidad con Dios? ¿Qué proporciona una auténtica relación con Dios?
El Espíritu la convirtió en la joven virgen Madre. Lo imposible se hace imposible para el que tiene fe. Por la fe es fuerte ante toda circunstancia incluyendo cuando su Hijo único muere como un maldito en una cruz. María fue fiel a la gracia de ser fiel. Creyó contra toda esperanza. Jesús aprendió de María esta fe. ¿Qué estás heredando a quienes viven contigo? ¿Cómo son tus pensamientos, palabras, acciones, tu voz….eres perdón, dulzura…..estás lleno de pensamiento de Dios?
¿Para
qué has venido a esta tierra? ¿Lo sabes?
María,
la Pobre de Dios la Anawin: PROFUNDAMENTE HUMILDE ¡Hágase! ¡Yo soy la que ha
vivido desde toda la eternidad en el corazón de Dios….la que lo ha recibido
TODO DE DIOS…..la pobre…..cuyo ser descansa en las manos de Dios por ello podré
responder ¡¡¡Hágase!!! Tu voluntad es mi voluntad porque yo no podría pensar
nada más perfecto que tú. Vivió en
constante abandono en las manos de Dios.
María
fue fiel hasta el final de sus días. María extendió un cheque en blanco a Dios.
María fue disponible. Jesús, María y José no se atribuyeron a sí mismos ninguna
virtud: Bueno, sólo Dios, el Padre. Nosotros nos perdemos en la arrogancia, en
la soberbia. Una cosa es reconocer y asombrarse de los dones de Dios en
nosotros sin vernos nunca peyorativamente a nosotros mismos.
Un
pobre no dice ¿Por qué a mi? Porque un anawin no olvida a Jesús en la cruz,
porque no deja nunca de ser solidario. Cuando nos duele la vida decimos: “Yo ya no creo en Dios", pero hablamos así por
ignorantes, soberbios por no querer comenzar un camino en serio. Por no querer
orar.
María
aceptó creer con todo y sus riesgos (lo que pudiera pasar). María dijo Si a
todo: la persecución, el silencio de Dios, a la muerte de José, a
la pasión y la muerte de Jesús. María fue el abandono más silencioso en las
manos de Dios porque supo siempre en quién confiaba. Por su fe fue entera ante
las contrariedades, profunda, sencilla. ¿Desde dónde vives tu vida? Desde el
radio, la tv, el Ipod la computadora….o desde tus ansiedades….desde tu mucho
hablar vacío….tu cigarro, modas, desde tu enjuiciar y criticar a las personas, desde tu querer egoísta, alcohol, groserías, tus
calenturas hormonales de todo tipo….juntas sociales….¿para presumir? ¿Acaso te
gusta tu vida falsa? ¿A quién le has entregado ya tu vida?
A
María de Nazareth no se le dieron hechas las cosas. María no se dejó llevar de
lo primero que sintiera. Tú ¿Cómo reaccionas? ¿Eres un ser humano reflexivo? y
aún más… ¿meditativo? María era humilde y tú y yo….soberbios, infantiles y
nuestro ánimo sube o baja. María por ser pobre es segura, invencible. Un pobre
de Dios nunca se siente ofendido. Jesús no se defendió nunca porque sabía en
quién confiaba. Jesús era la nada, era como María el desaparecido, el vidrio
transparente desde el cual ambos reflejaron junto con José el rostro
maravilloso de Dios. ¿Por qué te sientes amenazado con tanto miedo? Porque te
apegas y te aferras a todo. Un pobre de
Dios sólo pone su corazón en su Gracia, en el Amor de Dios. Nada le turba
porque nada tiene y nada le puede asustar. Jesús y María no estuvieron atados a
nada ni a nadie. Pasaban tiempo en silencio a solas con el Padre orando desde
la profundidad de la fe. María fue pobre
y descalza en este peregrinar simplemente orientándose por la fe.
A
grandes experiencias de Dios en la fe surge una gran necesidad de servir a los
demás. María siempre ha estado presente orando y sirviendo. Se da cuenta de que ya no tenemos
vino….sal…..sabor…..alegría…..sentido de vivir,
por ello nos dice: “Hagan lo que Él les diga” María era abnegada, supo
esperar el momento adecuado. Y nosotros….hacemos que el de enfrente se sienta
mal. María nos enseña a hacer el bien
sin esperar nada de nadie. Te sonrío si me sonríes. ¡No hemos entendido el
evangelio!
María
por su humildad y fe consiguió lo que se necesitaba. Silencio interior: signo
de humildad y pobreza de espíritu. De sí misma apenas habla nada. El silencio
de María fue fecundo. El nuestro ¿cómo es? ¿Qué produce? Porque si no produce
amor, entonces has de decirle a María “Madre, María, enséñame a orar, enséñame
a amar”. Amén
domingo, 15 de abril de 2018
Libérate del rencor
CUANDO NO PERDONAMOS EL PRIMER PRISIONERO SOMOS NOSOTROS MISMOS.
Esta meditación sirve para iniciar el proceso de perdonar. Tal vez,
llevemos semanas o meses dolidos e irritados con alguien, pero un día
comprendemos que tenemos que pasar página y que necesitamos perdonar.
Así, aunque sepamos que tenemos razón, aunque vaya contra nuestros
principios, aunque parezca una especie de degradación, perdonamos.
Son momentos de claridad y lucidez en los que vislumbramos nítidamente
que el primero que sale perjudicado de estar enganchado a una historia
pasada es uno mismo. Luego, a veces, las menos, después de perdonar nos
damos cuenta de cuánto tiempo y energía hemos malgastado en el enfado y
resentimiento.
Lo cierto es que aunque muchas veces nos disguste
necesitamos perdonar, aunque vaya en contra de lo que sintamos, incluso
aunque tengamos razón. Más allá de normas de conducta o de ser más
espirituales y positivos; más allá de obligaciones, se trata de ser
libre y feliz.
El perdón que no es una emoción que hoy está y
mañana ya no, sino una actitud sabia, una decisión a ser libre, es una
estrategia fundamental para continuar con la vida en paz.
Imagina
que fueras por un camino y cada vez que te tropezaras con una piedra y
te hicieras daño, recogieras la piedra y te la echaras a una mochila
sobre los hombros. Con el tiempo cada vez llevarías más piedras, cada
vez te sería más costoso caminar, cada vez avanzarías más lentamente. El
rencor es como acumular piedras sobre la espalda y perdonar es dejarlas
caer, es soltar lastre, es liberarte de lo que te sobra.
Nos
hacen daño, es verdad; pero todos nos hacemos daño. Nos abrumamos en
nuestra mente, y nos domina el deseo, el miedo, la ignorancia, la ira,
etc. Actuamos controlados por nuestras emociones y a veces hacemos daño.
No es una justificación, pero cuando alguien nos daña es motivado por
algún miedo, deseo, enfado, o simplemente ha decidido seguir rigiendo su
vida por su cerebro reptil. No olvidemos que ahí somos depredadores.
Entonces desde esa depredación, la persona no es libre para obrar bondad
o sabiduría. Para ello, hay que querer vivir en nuestro neocortex, en
el Amor sin condiciones.
Nuestro mundo está como está porque es
habitado por personas que no hemos querido porque no lo hemos decidido,
educar las propias emociones. Por el contrario, educar lo primero que
sentimos, nos hace crecer en sabiduría y compasión, entonces el mundo en
el que la persona genera bondad, profundo respeto por sí misma y por la
creación entera, se mueve en el amor auténtico.
Hacernos daño
unos a otros -es duro decirlo-, pero forma parte de ser seres
depredadores. Por eso necesitamos perdonar. Necesitamos dejar de darle
tanta importancia, dejar de sorprendernos y decepcionarnos ante las
actuaciones de los demás.
Es fundamental para nuestro equilibrio
interior abandonar este apego negativo a lo que nos ha agredido. Cuando
nos dañan nos quedamos enganchados y apegados a quién produjo el
agravio. No queremos soltar. Nos sentimos con todo el derecho a
responder e indignarnos. Así es como empezamos a alimentar una herida
que no se acabará de cerrar hasta que nos demos cuenta y empecemos a
perdonar.
"SI SUPIÉRAMOS COMPRENDER NO HARÍA FALTA PERDONAR Y VIVIRÍAMOS EN LA PAZ" Ignacio Larrañaga
Puede que tardemos semanas o años pero al final sólo encontraremos paz
si sabemos perdonar, si dejamos marchar a quien nos hizo daño. Sin
embargo, a veces, lo posponemos demasiado tiempo y la muerte llega antes
que el perdón. ¿Hemos pensado alguna vez llegar a la muerte sin haber
perdonado? No puede ser un viaje fácil, demasiado lastre para volar
alto.
Todas las buenas acciones, acumuladas durante la vida, las
destruye un momento de enfado. El enfado es considerado como un incendio
que arrasa en unas horas un bosque que ha tardado décadas en formarse.
Todo lo bueno que hay en nosotros queda devastado por un instante de
ira, todo el trabajo espiritual asolado. Por otra parte, cuando uno está
comprometido con la práctica de la compasión tiene immperiosa necesidad
de abandonar todo lo que tiene que ver con la ira, el resentimiento o
la venganza; además, debe dejar de rechazar a quienes están enfadados
con uno mismo, está comprometido a aceptar las disculpas de los demás y
tiene que controlar la expresión de sus pensamientos de ira.
PERDONAR
Si entendemos el valor del perdón podremos emprender el camino para
hacerlo. Perdonar es un proceso. Cuando nos dañan recibimos una herida
psicológica de la que necesitamos sanarnos. Recuperar el equilibrio
interior requiere avanzar más allá del dolor del primer impacto y
entender lo que ha sucedido y lo que significa. En el primer momento,
cuando recibimos la agresión tenemos reacciones de dolor, ira o miedo;
luego, intentamos controlarnos y comienza el movimiento pendular entre
la frialdad y las emociones que podrían acabar con nuestra vida y la
vida de quienes nos rodean. Finalmente, empezamos a recuperarnos cuando
podemos comprender y explicarnos lo que ha sucedido.
Un aspecto
particular del proceso es digerir el daño recibido. Necesitamos aprender
a afrontar el dolor y procesarlo en nuestro interior. Como una herida
en la piel requiere un tiempo de atención, cuidado y limpieza, las
heridas emocionales también necesitan ser atendidas. No podemos ignorar
el dolor que sentimos con el argumento de que nos lo ha causado alguien.
Es absurdo. Si estamos heridos somos nosotros quienes debemos hacer lo
posible por sanarnos. Es fundamental hacernos cargo del dolor, aceptarlo
y dejar que se integre en las experiencias de la vida.
PERDONARSE A SÍ MISMO
Quizás uno de los aspectos más importantes del rencor y la ira, es la
culpa y la vergüenza. Más dañino que una agresión recibida es una
actitud hostil y negativa hacia nosotros mismos. Los efectos de
criticarnos, desvalorizarnos, censurarnos o castigarnos pueden ser mucho
más devastadores que cualquier daño externo.
Es fundamental
comprender que la culpa y la auto-condena no sirven ni resuelven nada.
NO OLVIDEMOS QUE LAS CULPAS NO EXISTEN. EXISTEN LAS CAUSAS. Si queremos
ser seres humanos maduros, estables, sabios, dejar de cometer errores,
ahí está la Sabiduría y todos los dones que ya tenemos y que nos los ha
dado Dios pues estamos bien equipados en nuestro cerebro. Estamos bien
equipado en nuestro ser. La culpabilidad sólo nos paraliza, nos limita y
nos desgasta. Por consiguiente, también necesitamos hacer un profundo
ejercicio de perdón con nosotros mismos. Necesitamos asumir nuestras
limitaciones, errores y fracasos. Necesitamos aceptar nuestra humanidad.
Si queremos evolucionar y avanzar hacia la armonía, el camino empieza
perdonándonos por todo lo que ha sucedido en la vida.
MEDITACIÓN
Antes de trabajar el perdón es imprescindible analizar profundamente
todo el daño, estragos e inconvenientes que nos causan el enfado, el
rencor o la culpa. Tenemos que ver claramente cómo hacemos crecer el
dolor por medio de estas reacciones y desear superarlas. Tenemos que
reconocer los efectos nocivos en nuestro cuerpo, en las relaciones
afectivas e incluso en nuestro desempeño profesional.
Una vez
hecho esto, estamos en la posición ideal para perdonar. Meditar en el
perdón consta dos facetas principales. Por un lado, necesitamos poner
conciencia en el dolor y por otro, cortar el vínculo negativo. Así pues,
lo primero es dejar de rechazar el dolor que sentimos y abandonar todo
tipo de juicios o raciocínios, interpretaciones y comparaciones.
Necesitamos dejarlo estar y hacernos plenamente conscientes de lo que
sentimos. Sea el daño que nos han causado, o el dolor de haber cometido
algún error o haber fracasado en algo, es esencial observarlo y hacerle
espacio en nuestro interior.
Reconocer que el fracaso sólo existe en
nuestra mente, porque así queremos llamarle a una experiencia que no
salió como esperábamos. Es fundamental que, en lugar de rechazarlo, lo
acojamos con aceptación, imparcialidad y contentamiento.
Lo
siguiente es romper el vínculo negativo con quién nos dañó o con
nosotros mismos. En el silencio de la meditación vamos dejando que la
persona que nos ha dañado siga con su vida o vamos dejando que la imagen
torcida de nosotros mismos se aleje a su lugar en un pasado que ya
quedó atrás para siempre. Bendecir, desear todo bien, nos libera y nos
bendice a nosotros mismos. De este modo recuperamos toda esa energía
malgastada en nuestro presente. Meditar, soltar, rendirse y entregarse
al Amor de Amores: Dios. Entonces, a través de la atención consciente se
"obra el milagro": el dolor puede disolverse en el espacio de nuestra
verdadera esencia. SOMOS AMOR.
Orar sin cesar
Ahora, vas a escuchar una historia llamada: “El relato del
peregrino ruso” que te ayudará a valorar aún más este camino de oración de la
oración sin cesar: Hubo una vez allá en las tierras frías de Rusia, un hombre
campesino de 33 años que al pasar por la iglesia y querer entrar para orar, oyó
esta frase: “Oren sin cesar”. Estas palabras penetraron profundamente en el
alma del joven que llamamos “El peregrino Ruso”. Pensó ¿Dónde encontraré una
persona que pueda explicarme qué significa “Oren sin cesar”?. Sin más se puso
en camino. Escuchó grandes pláticas sobre la oración, qué es la oración, por
qué se ha de orar, cuáles son los frutos de la oración, pero cómo llegar a orar
profundamente, de esto nadie hablaba.
Le dijeron de un
hombre que siempre estaba orando o leyendo libros espirituales y cuando el
peregrino le preguntó cómo orar le respondió que tardaría mucho tiempo en
enseñarle. El peregrino se marchó de ahí sin que nada le hubiera explicado,
pero eran tales sus deseos que pasaba las noches casi sin poder dormir pensando
en cómo orar sin cesar. Una mañana se puso en marcha con todos sus bienes es
decir con su Santa Biblia en el bolsillo y en la espalda una mochilita con pan
duro y nada más.
Pasó por un
monasterio es decir, por una casa donde vivían monjes. Tocó la puerta. Lo recibieron con
bondad, le invitaron a sentarse y a quedarse a comer a lo que él respondió: No
tengo necesidad de comida –querido hermano- pero quisiera que me explicaras
¿como puedo salvarme?. El hermano le respondió: “Vive según los mandamientos y
ora sin cesar pero esto, es cosa muy difícil si el mismo Dios no te da esta
gracia. Pasó la noche ahí y a la mañana siguiente después de agradecer la
amable hospitalidad de los monjes, partió sin que nadie le hubiera explicado
nada. En el camino encontró a un ancianito religioso, era un monje que vivía en
soledad con algunos otros hermanos. Lo invitó y le dijo: En nuestra casa se
recibe a los peregrinos, se les cuida y se les da de comer en la hospedería.
El peregrino, sin
ganas de ir allá le dijo: Mi descanso no depende del hospedaje sino de que me
enseñen a orar sin cesar. Yo no busco comida pues en mi mochilita, en mi
alforja llevo suficiente pan duro. El anciano respondió: Ven a nuestra casa
querido hermano mío; en ella tenemos stárets es decir, hombres que han
experimentado la lucha de la oración y han tenido la experiencia de Dios para
comunicarla a otros. Ven, te pondrán en el camino verdadero que lleva a la luz
de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de los padres del desierto.
Cuando estuvo en
presencia del stáret le dijo cual era su deseo. El stáret hizo la señal de la
cruz y comenzó a decirle: Da gracias a Dios porque es Él, Dios mismo quien te
ha dado ese invencible deseo que hay en ti de querer orar en todo momento. Has
ido entendiendo que no es la sabiduría humana sino la pobreza de espíritu y la
simplicidad de corazón lo que te conducirá a la luz celestial, a la verdadera
oración interior del corazón.
Sin la oración sin
cesar no es posible dar con el camino que conduce al Señor ni es posible
conocer la verdad ni ser iluminados en el corazón por la luz de Cristo. Primero
hay que adquirir la oración del corazón para luego poner en práctica todas las
virtudes. Y quienes no están familiarizados con las enseñanzas de los padres
del desierto, conocen mal estos asuntos y hablan poco de ello.
El staret me llevó
a su celdilla (un cuartito pequeñito) y me dijo: la oración de Jesús interior y
constante es la invocación continua y sin parar del nombre de Jesús con los
labios –si estás sólo- el corazón y la inteligencia en fe en su presencia, en
todo lugar y en todo tiempo, aún durante el sueño. Nuestros sentidos cuando les
cerramos todas las salidas por el constante pensamiento de Dios, nos comienzan
a reclamar porque por naturaleza tienen necesidad de estar en constante
movimiento. Conviene darles el santísimo nombre de Jesús el cual puede satisfacerles
completamente. Y quien quiera echar de sí mismo todo mal humor, no se ha de
contentar con orar un poco o 2 ó 3 horas. No. Sino que ha de decir todo el día
y toda la noche aún dormido: “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi”,
teniendo en cuenta que nadie puede decir Jesús es el Señor si no es por la
gracia del Espíritu Santo.
Todo el que se
acostumbra a esta invocación experimenta grande consolación y necesidad de
decir siempre esta oración. Después de algún tiempo de practicarla no puede
vivir sin ella y se la hace como de su misma sangre y carne. Le mantiene quieto
y le lleva a la contemplación. ¿Comprendes ahora qué es la oración sin cesar?
Ten, leerás este
libro de la Filocalia. En él está todo lo que se refiere a la oración de Jesús
y es una guía que no puede faltar en la vida de todo cristiano pues conduce a
la salud integral.
Escucha, quiero
leerte cómo se practica la oración de Jesús:
Simeón el Nuevo Teólogo dice: Permanece sentado en el silencio y la
soledad, inclina un poco la cabeza y cierra los ojos, respira suavemente, mira
con la fe el interior de tu corazón, recoge tus pensamientos, baña tu ser con
la presencia de Dios y al ritmo de tu respiración di, en voz baja si estás solo
o simplemente en el espíritu :”Jesús hijo de Dios ten misericordia de mi”.
Y continuó diciendo el staret al peregrino: Esfuérzate es decir,
ten la buena disposición de no hacer caso de los pensamientos y sentimientos
que te provoquen ansiedad. Se paciente y haz esto durante todo el día, todos
los días. Así, se retiró el stáret y yo, el peregrino Ruso me retiré pidiendo a
Dios la gracia de orar sin cesar. Después de estar 3 días en el monasterio, el
Señor me concedió la gracia de encontrar en una granja, trabajo como cuidador y
en mi pequeño cuartito comencé a hacer la invocación como se me había
explicado. Durante una semana en la soledad del campo, todo iba muy bien pero
más tarde experimenté pesadez, flojera, y un sueño que no podía vencer. Los
pensamientos cayeron sobre mi como unas nubes negras y busqué al stáret lleno
de desaliento y tristeza. Me recibió con bondad y me dijo:
Todo cuanto te pasa, no es sino la guerra que te declara el mundo
oscuro, porque no hay cosa que tema tanto como la oración del corazón u oración
de Jesús. Más el enemigo, sólo obra por la permisión de Dios y sin duda es
necesario que tu humildad sea puesta a prueba. Es demasiado pronto para llegar.
Dale gracias a Dios por este proceso de purificación, pues de otra manera
podrías caer en la soberbia y avaricia espiritual, esa que quiere más y más
goces espirituales a fuerza de sentir y más sentir en lugar de desear vivir por
fe.
Ten, coge esta
camándula o rosario con el que podrás hacer para comenzar unas tres mil
oraciones al día. De pie, sentado o caminando repite sin cesar: Jesús Hijo de
Dios, ten misericordia de mi pecador. Hazlo suavemente y sin prisas. Si
obedeces sin desesperar llegarás a contemplar la belleza de Jesús Vivo en tu
corazón.
Volví feliz a la
granja e hice fielmente lo que el stáret me había dicho y cuando por descuido
no decía la invocación sentía gran necesidad de rezarla y así comenzó a
resultarme suave y fácil. Me acostumbré tanto a ella que si me detenía un solo
instante sentía vacío como cuando se pierde algo muy importante pero cuando
volvía a la invocación mi ser se unificaba, se pacificaba, se aquietaba.
El stáret me vino
a ver a los 10 días y me dijo que necesitaría fortalecer la oración,
levantándome más temprano y acostándome un poco más tarde. Así lo hice. Una
madrugada fui despertado por el deseo de orar y comencé pidiendo al Señor por
los demás pero mi lengua y mi pensamiento encontraban dificultad en hacerlo ya
que no deseaba sino hacer la invocación de Jesús. El stáret al yo decírselo me
dijo: Dios te ha dado el deseo de orar y el hacerlo sin dificultad. Es esto un
efecto natural. Todo esto se debe a la práctica de la oración pero todavía no
has entrado al estado de perfección pues tus sensaciones se han mezclado en la
oración como es natural, poco a poco irás entrando en la purificación de tu
egoísmo...de tus pasiones. Es un don tan maravilloso que necesitas descubrir
pero sólo lo reciben aquellos que buscan al Señor en la simplicidad de un
corazón que desborda de amor.
Consagra todo el
día, hagas lo que hagas además de sentarte muy de mañana y por la noche a la
invocación del nombre de Jesús sin preocuparte de otra cosa. Entrégate
humildemente a la voluntad de Dios esperando siempre su ayuda a pesar de pasar
por aridez o por el horno de la purificación. No desesperes. El no te abandonará
y dirigirá tu camino.
Al poco tiempo
murió el stáret. Luego quedé solo, pero no estaba solo. No. El Señor dirigió mi
camino y ahora comprendo qué significa orar sin cesar. Mi espíritu se ha vuelto
sencillo. Nada temo. Nada me preocupa. Nada exterior me distrae. En mi ser no
tengo más que una sola necesidad: decir la oración de Jesús. Entonces una gran
alegría invade mi ser.
Seguí viajando. No
podía emplearme en ningún trabajo manual pues desde pequeño perdí el uso de mi
brazo derecho, así que me interné en el bosque. Iba descubriendo que la oración
entraba sola dentro de mi corazón o sea que mi corazón latiendo normalmente
decía la oración sin hacerlo con palabras.
Un día me
asaltaron unos ladrones, me golpearon y me quitaron el único tesoro de toda mi
vida: Mi Biblia que yo leía desde que era pequeñito y el libro de la Filocalia.
Al tercer día sin fuerzas me dormí y en sueños me vi en la celda de mi stáret
que me decía: Esto te va a servir para no apegarte a nada. Sólo entonces
volarás más libremente hacia el espíritu. Dios quiere que el cristiano renuncie a su
propia voluntad y a todo apego para poder ponerse completamente en los brazos
de la voluntad divina. Todo lo que Él permite es para el bien y salvación de
los hombres. Ten ánimo y cree que con la prueba, el Señor te hará salir de
ella.
Me levanté y con
mi cuerpo y mi espíritu renovados caminé y me encontré con un capitán del ejército
Ruso y cuál sería mi sorpresa: habían detenido a los dos ladrones. Con mi
pasaporte en mi sombrero me identifiqué y pregunté por mi Biblia y el libro de
la Filocalia. A los pocos segundos los tenía ya en mis manos...¡Cómo no
derretirme en mi corazón dándole gracias a Dios!. El capitán me invitó a su
casa y comenzó a contarme como por medio de un monje conoció la Biblia y cómo
lo salvó de la bebida y me dijo:
El monje que me
dio la Biblia me dijo que leyera diariamente y que aunque yo no comprendiera ni
entendiera bien al principio, lo que yo leyera, los demonios es decir el
egoísmo, la necedad, la soberbia, el orgullo, etc, sí que lo comprenderían,
temblarían y huirían. Así, comencé por leer sin entender pero al tercero y al cuarto capítulo, todo me parecía
más claro y así, tengo 15 años sin beber ni gota, pues igual sucede con todos los
malos hábitos, con todos los vicios.
Yo el peregrino
Ruso le conté. En mi pueblo había un hombre que era un excelente obrero pero para su desgracia bebía con demasiada
frecuencia. Un monje le aconsejó que cuando le viniera la gana de beber, dijera
sin parar la oración “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi” y después de
luchar y ser perseverante, se convirtió en un excelente padre de familia y en
un ejemplar cristiano.
Y me preguntó el
capitán: ¿Y qué vale más, el Evangelio o la oración de Jesús? Le respondí: Los
dos son la misma cosa. El Evangelio es como la oración de Jesús porque el
divino nombre de Jesús encierra en sí, todas las verdades del Evangelio. Dicen
los padres del desierto que la oración de Jesús es un resumen de todo el
Evangelio.
Al día siguiente
me despedí del capitán y por el camino me encontré a los dos ladrones. Yo traía
dos monedas que me habían pagado cuando cuidé el campo y me acorde que a los
que me robaron les había prometido una moneda a cada uno si me devolvían mis
libros pero me vino a la mente: se los doy o no, pero ¡si me golpearon y me
robaron! Y por otro lado escuché: Acuérdate de los que está escrito: Si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer. Ama a tus enemigos. Si alguno te quita tu
túnica, dale también tu manto, así que corrí en busca de los dos malhechores y
les puse la moneda en la mano y les dije: Oren sin cesar y repitan con sus
labios y corazón: “Jesús Hijo de Dios ten misericordia de mi y Jesús que es
amigo de los hombres, nunca los abandonará. Me alejé y seguí mi camino.
Y así, el
peregrino Ruso caminó y caminó y a cada persona que encontraba a su paso le
enseñaba el tesoro de la oración sin cesar.
En seguida, puedes
tomar una camándula o rosario, sentarte cómodamente, en actitud orante y
dejarte inundar por el Espíritu Santo diciéndole en tu corazón: “Oh Espíritu de
amor, sumérgeme en Dios, sumérgeme en ti” y luego de unos momentos comienza a
pasar cuenta por cuenta diciendo en tu corazón: “Jesús, Hijo de Dios, ten
misericordia de mi”, y déjate simplemente, poseer, iluminar, transformar,
alegrar, fortalecer, pacificar, amar por Jesús.
sábado, 14 de abril de 2018
Oración del corazón
Sobre la oración del corazón
o también llamada por los padres y madres del desierto:
o también llamada por los padres y madres del desierto:
Queremos comenzar
este mensaje diciéndote que hoy sabes ya que aún en los momentos más dolorosos,
en los momentos más difíciles de tu vida, no estás nunca sólo, sola. Sabes ya
que lo único que necesitas es correr a los pies del Señor, que lo único que
necesitas es esperarlo todo de Dios y de ti y que no tienes que buscar nada ni
a nadie más que a Dios en tu corazón, porque sólo con Él en tu corazón podrás
amarte, perdonarte y sabes que si te amas a ti mismo a ti misma entonces podrás
amar y comprender y perdonar aún al más difícil, al más rebelde, al más vacío,
porque tu ser está cimentado sobre la Roca firme es decir, porque el centro de
tu vida, el rey de tu vida, la motivación de tu diario vivir es el Padre
Celestial, es Jesús, es su Amor.
Primeramente necesitas conocer al Señor, saber quién es Él y cómo
su fidelidad es eterna, no falla. Nadie puede amar al Señor Dios sin conocerlo
y sólo será desde dentro de El mismo que le conocerás y podrás decirle a los
demás, quién es Dios. Y Jesús el Señor,
nuestro Amado divino, será quien nos enseñe el camino para conocer al Padre
Celestial.
Los evangelistas en más de 20 textos, dan testimonio de que Jesús
el Señor tuvo la oración, esos tiempos preciosos de unión con su Padre, como lo
primero a realizar dentro de todo lo que él hacía y aún más, escucha bien:
Jesús el Señor nunca salía de la oración las 24 horas del día, es decir, nunca
salió de Dios mismo, de su Padre.
Hay personas que dicen que les cuesta trabajo entrar a la oración,
pero ¿quién les dijo que había qué entrar y sobre todo que había que salir de
ella? Más bien necesito, necesitas tú que escuchas vivir en la oración y la
oración es Cristo mismo orando en el interior de cada ser humano y el Señor es
fiel, el no se ausenta de mi, de ti ¡No!
Somos tú y yo quienes por preferir vivir una vida superficial nos
salimos de Dios, nos salimos de Jesús y por no cuidar la gracia de la Presencia
de Dios en mi, en ti, día y noche es que me quejo, te quejas de arideces...de
impotencia para orar....de que no puedes orar.
En realidad lo que nos enseñó Jesús con su vida es que oremos en
todo momento aún mientras trabajamos es decir, que mientras hagas las
actividades que tengas que realizar durante el día, durante toda tu vida, en tu
corazón, en tu mente, permanezcas sólo,
sola con Dios, en el silencio y la soledad de tu ser, en callado amor, en
atención amorosa y sosegada como dirá Juan de la Cruz.
Para ello te
recomendamos alimentar tu ser cada mañana en la lectura de la Palabra de Dios, mínimo
una hora. No importa si comienzas con inquietud, con lucha, con desgano, pues
como dirá Ignacio Larrañaga ese gran espiritual, “Ora sin ganas para que vengan
las ganas” entonces tu ser se experimentará lleno y tendrás materia suficiente
para que tu desierto interior se convierta en oasis de luz, de libertad
interior, de fortaleza, de alegría verdadera, de paz, de amor.
¿Sabes? La oración
profunda y sencilla a la vez, esos momentos fuertes y preciosos con Dios, lejos
de arrancarte del mundo te permitirán realizar como te dijimos antes, tus
actividades con más madurez, con más fortaleza con verdadera alegría y te
acercará sinceramente a todos aquellos, aquellas a quienes Dios tu Señor ponga
en tu camino.
El objetivo de la
oración es transformar al ser humano en Jesucristo es decir que el ser humano
envuelto de la Presencia de Dios, con la gracia que recibe, se vuelve más
humano, y mientras más humano más divino y mientras más divino, más humano, y
su mente y sus pensamientos comienzan a ser más como los de Jesús.
El ser humano, al
experimentar el amor del Padre por medio de Jesús, alimentado por su Palabra y
envuelto en el abrazo de Dios va caminando, va caminando por esta vida seguro y
confiado en aquél que le alimenta día tras día con su ternura y su paz, así
pues, será necesario que quieras orar. Es vital para ti que escuchas, es
cuestión de vida o de muerte. Y ¿sabes? Cuanto menos oras, menos ganas tienes
de orar, y cuanto menos ganas, tienes de orar, menos oras. Es un círculo
vicioso que te va atrapando. Si tu vida interior había sido muy intensa en
algunos años, puede que por un tiempo sobrevivas con las reservas, pero después
te irás secando, te irás enfriando y lo más terrible, quizá vayas acomodándote
al mundo vacío y superficial tanto que aunque mueras en tu interior, prefieras
llenarte de apegos, que te amarren con tal de no entrar en la lucha diaria de
la conversión.
También es importante que aceptes que el gusto no es criterio para
dirigir tu vida. Quien habrá de dirigir tu vida si quieres madurar como hijo,
como hija del Padre Dios, es la fe, pues por la fe, harás o dejarás de hacer
cosas que te convienen o no te convienen, que te ayudan o no te ayudan y que
hacen el bien o hacen daño a los demás.
Así que para tener
el hábito de la oración, la gracia de la oración, necesitas querer y el Señor
Dios no te va a obligar a nada, pues el te hizo libre, por eso dice en su Palabra: “Hoy pongo delante de ti,
el bien y el mal”. Y tú que escuchas, qué escoges el día de hoy, en este
instante? Toma pues la firme
determinación de orar, de retirarte como Jesús el Señor a lugares solitarios
para estar con el Padre Dios ante su Palabra
y al levantarte de ahí, ora en tu corazón día y noche para desde ahí
perdonar, comprender, echar siempre el manto de la ternura y la compasión a ti
mismo, a ti misma y a los demás. Sería buscar tu propia muerte interior si
eliges alimentarte de mucho hablar mundano y criticando a los demás, o ir de un
programa televisivo a otro y a otro o si escoges escuchar mensajes musicales
que te dejan sabor a sensualidad consintiendo que el consumismo te haga presa
fácil y caigas en el abismo de la dispersión, del desasosiego al grado de
enfermarte de ceguera, sordera y parálisis espiritual.
Hoy el Señor te dice: “Mantente despierto y ora sin cesar”. Necesitas
querer orar. No importa si tienes deseos o no, lo importante es perseverar,
perseverar, perseverar en el amor de Dios. Sí, lo que importa es perseverar. Y
ciertamente la oración es gracia pero también necesita del ser humano, de su sí
y el Padre ha querido amarte y que le ames en ese estar presente, atento
atenta, enteramente, completamente, el
Padre y tu. Dios y tú, en la fe que muchas veces no será sentir sensiblemente
la presencia de Él sino sencillamente saber que El te ama incondicionalmente,
así como eres.
El ser humano,
como ser creado por Dios, lleva en sus propias entrañas la sed de quien lo hizo
y esto nos demuestra que el ser humano, yo, tu que escuchas estás hecho, hecha
para la oración. Tu verdadera naturaleza es la oración y cuando no desarrollas
la oración en ti, por eso vives angustiado, miedoso, infeliz, pues sólo en la presencia
de Dios, hallarás tu verdadera identidad. Dios te llama ahora mismo a
mantenerte despierto para orar sin cesar. Dios te llama a la soledad con Él. Te
llama a entregarte íntimamente a Él, creyendo
en su Palabra, confiando en Él en lo profundo de tu ser, en el silencio
de tu mente y corazón.
No lo dudes. Cree que tú que escuchas, estás llamado, llamada a
permanecer en Él cuando el silencio se llena de oscuridad y estrellas; estás
llamado, llamada a no respirar más que su amor silencioso y convertir tu ser
entero en silencio para que él lo posea y lo llene las 24 horas del día de su
fuerza y de su alegría, así que da gracias al Padre celestial, porque te ha
invitado a ser testigo de la infinita misericordia de Dios.
A la soledad no
irás para obtener cosas o para pedirle al Señor que se haga tu voluntad. No.
Más bien irás a la soledad para fortalecerte en tu decisión de mantenerte día y
noche en su presencia y te retirarás a tus momentos fuertes con Él, para dejarte transformar para que Él que sí puede,
haga de tu corazón un corazón que ame como el de Jesús, pues el fin de esta búsqueda constante e
insaciable es que él sea adorado, y nada más.
El adorador
cristiano, el buscador de Dios, es ese hombre o mujer que está siempre atento a
Dios, cuidando que sólo Dios sea el centro de su vida en medio de su estado de
vida, en medio del ruido, en medio de todo. El adorador cristiano, el buscador
de Dios, no se busca a sí mismo sino que busca sinceramente al Señor que vive
en Él, siempre viviendo su soledad interior, para Él, prefiriendo el amor al
egoísmo descansando siempre en la humildad de Cristo teniendo la esperanza de
que Dios le proteja de sí mismo a cada instante.
Y la oración nos
hace capaces de amar como Dios nos ama. Y se ora mejor cuando la intención es
recta, sincera, humilde. Se ora mejor cuando el espejo del alma está limpio.
Limpio de toda imagen sencillamente teniendo la conciencia del que habita
dentro es decir: Dios. El Padre...Jesús...su Espíritu Santo.
Quien se deja
poseer por el Espíritu de Dios, sabe cuánto sufren los seres humanos en el
mundo y cuáles son las necesidades de los hombres pues la oración purifica el
espíritu de tal manera que el espíritu lo ve todo de una manera mucho más clara
como si conociera el mundo por los periódicos. Juan de la Cruz nos dice que
quien huye de la oración, huye de todo bien y que el demonio del egoísmo sabe
que la oración es el único medio por el cual se nos dan todos los bienes:
fortaleza, humildad, paciencia, pureza de corazón, verdadera alegría,
esperanza, paz y el mayor de los bienes que es Dios mismo, por eso hace todo
cuanto puede por impedirla.
Y el que quiere
purificar el oro, no debe dejar apagar en ningún momento el fuego que hay
dentro del horno. Así, quien busca a Dios debe orar incansablemente para
mantener encendido el fuego que arde dentro pues el descuido del cultivo de la
oración, es señal de apego al mundo.
El evangelio de
Lucas 18, 35 dice que cuando ya se encontraba Jesús cerca de Jericó, un ciego
que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, al oír que pasaba mucha
gente, preguntó qué sucedía. Le dijeron que Jesús de Nazareth pasaba por allí y
él gritó: “Jesús Hijo de Dios, ten compasión de mi”. Los que iban delante lo
reprendían para que se callara pero él gritaba más todavía: “Jesús Hijo de
Dios, ten compasión de mi”. Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando
lo tuvo cerca le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego contestó:
Señor, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo: ¡Recóbrala! Por tu fe, has sido
sanado. Y en aquél mismo momento el ciego recobró la vista y siguió a Jesús
alabando a Dios. Y toda la gente que vio esto, también alababa a Dios.
¿Sabes? aquél ciego a quien los demás reprendían para que se
callase, levanta más y más el grito, porque cuando más grande es el alboroto de
los pensamientos mundanos, egoístas y carnales es decir, sin fe y que nos
persiguen, más, pero más será el ardor de nuestra insistencia en la oración, en
la invocación: “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi”.
En realidad decir
“Ten misericordia de mi pecador” es reconocer que sin el Señor nada puedes, es
decir como el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en ti que me confortas Señor”. Es
reconocer la maravillosa creación de Dios que eres, pero también es reconocer
que a veces prefieres ser egoísta, soberbio, soberbia. Decir: “Jesús hijo de
Dios, ten misericordia de mi” es decir: ¡Dios mío, te amo y necesito de tu
amor. Te necesito! ¡Hazme tuyo, tuya!. Jesús, mira cuánta necesidad de
convertirme a ti tengo y cuánta necesidad de ti hay en este mundo. Dios mío,
ten compasión de mi familia, aquí están mis planes, mis proyectos mi querer, mi
voluntad, ten compasión de mis hermanos los seres humanos, etc...y sin parar,
sin cesar te invoco y consagro por el bien de la humanidad el decirte día y
noche “Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi”, pero durante la invocación
sólo te contemplo a ti, Jesús en mi corazón.
Quien busca al
Señor y tiene sed y necesidad de Dios no conoce horas fijas para la oración
haciendo caso de las palabras del apóstol Pablo que dice “Ora siempre, sin
parar” pues mientras se ora, el enemigo del egoísmo, de la soberbia, de la
lujuria y los apegos se debilitan pero si dejas de orar, se fortalece. La
oración es el azote del enemigo, el
sostén del pecador. Y ¿Quién no es pecador? ¿Quién no es egoísta? Pero si
perseveras en la oración te parecerás a un manantial de agua clara, inagotable.
Si diriges tus ojos a la estrella de la oración, ella te indicará el camino
hacia el puerto suspirado.
La Sagrada
Escritura nos dice que al nombre de Jesús toda rodilla se dobla, en los cielos,
en los mares, en los abismos. ¡Sí!, al nombre de Jesús tu soberbia huye como
los demonios que pedían a gritos a Jesús que los arrojara a una piara de
cerdos.
El espíritu que
invoca constantemente sin parar, sin cesar a Jesús y ante los enemigos
interiores como el miedo, la desesperanza, la no fe, etc...y se refugia en Diosl,
saldrá victorioso, pues está equipado con un arma invencible: es la oración de
Jesús en él, pues mientras más llueve, más se reblandece la tierra.
Si más y más veces invocas el nombre de Jesús, poco a poco te
verás libre de pensamientos que te ahogan y más fértil hará la tierra de tu
corazón, estremeciéndola de gozo, paz, luz y alegría verdadera, porque la
continua oración te abrirá las puertas al Paraíso.
Si miras el fruto
del Espíritu Santo en ti: paz, perdón, luz, humildad, bondad, amor, entonces tu
oración ha sido verdadera oración. Día y noche no debes de abandonar la
invocación del nombre de Jesús. Ve dejando invadirte por su peso, por su
profundidad, por su sencillez, ve dejando que Jesús resplandezca en ti.
Hay personas que
llegan a decir: ¿de qué nos sirve la oración si aunque nunca dejamos de orar
apenas si notamos cambio alguno en nosotros? Y el Señor en el Evangelio dice
que sin que el hombre sepa como, el fruto de la gracia va creciendo hasta
convertirse en un árbol tan frondoso que hasta los pájaros vienen a poner ahí
sus nidos. Pero si tú que escuchas, descuidas la oración y la meditación de la
Sagrada Escritura, tu corazón se endurecerá, y una vez endurecido, no se
horrorizará de sí mismo, porque no verá.
Invoca el nombre de
Jesús en un tiempo precioso especial de oración y cuando te levantes de ahí,
sigue, sigue con tu invocación durante todo el día, ya sea que te bañes, te
arregles, te desayunes, trabajes o estudies, ya sea que platiques o juegues, ya
sea que comas o vuelvas al trabajo, en carro o automóvil, en combi o camión, en
bicicleta o que vayas por la calle al mercado o en la fila al pagar tu recibo
de luz o teléfono, en la oficina o despacho, donde sea, pintando una pared,
planchando, cocinando, lavando barriendo, cenando y por la noche, nuevamente,
busca estar solo, sola para estar con Dios, el Padre, sea en la lectura de su
Palabra, o en la sencilla invocación del
nombre de Jesús. Así, mientras duermas, tu cuerpo dormirá, pero tu alma
no dejará de vivir en la presencia de Dios. No dejará de invocar el dulce
nombre de Jesús.
Tú que escuchas,
no esperes a tener ganas o deseo de orar. Con la gracia de Dios y tu voluntad
di, lo hago por que lo hago porque Él es mi Dios y no puedo vivir sin Él.
Este camino de
oración sin cesar es muy sencillo pero profundo al que se la llama “La oración
de Jesús u oración del corazón” o llamado también “El Evangelio de la oración”
“Meditación silenciosa” o “Recuerdo de Dios”. El apóstol Pablo lo enseña en sus
cartas cuando dice “Oren sin cesar, sin parar” y el Señor nos lo manda en su
Palabra cuando dice: “Velen y oren en todo momento”.
Dios es la misericordia misma. Dios es un abismo de bondad y es
por la invocación del dulce nombre de Jesús que el hombre descubre y se arroja
a ese abismo infinito de amor. El hombre deberá llegar a la humildad, a la
hesiquia o sea, a la tranquilidad, a la quietud del ser entero, a la paz por la
invocación de día y de noche del nombre de Jesús, entonces, a través del tiempo
y de la gracia se convertirá en un ser humano, en un hombre, en una mujer lleno
de paz de equilibrio, de madurez en Cristo Jesús.
Si tú que
escuchas, preguntas, pero, ¿Cómo puede el espíritu orar sin interrupción, orar
sin cesar, sin parar? Y te decimos: La Sagrada Escritura no ordena nada
imposible. Si vives en su presencia, hagas lo que hagas y vives en él todo lo
que pasa en tu día, invocando su nombre santo orarás sin cesar. Así que no
dejes de fijar tus ojos en Jesús por medio de la invocación de su santo nombre,
así caminarás esta vida, amiga del engaño y la mentira como si fueras ciego,
mirando sólo a Jesús.
Y si doblas las
rodillas para orar, que otros no vengan a robar tus pensamientos. Invoca el
nombre de Jesús y persevera con una oración ininterrumpida sin parar. Hazlo
todo el tiempo. Tu corazón, átalo a nuestro Señor Jesucristo. Permanece en la
presencia de Dios día y noche.
Para finalizar
esta parte te decimos: Esfuérzate es decir, pon tu voluntad en querer hacer la
invocación del nombre de Jesús, entonces mantendrás tu mente libre de
pensamientos como si fuera sorda y muda, así podrás orar porque no hay oración
perfecta sin la invocación interior del dulce nombre de Jesús. La Palabra de
Dios nos enseña que todo es gracia y que nadie puede decir: “Jesús es el Señor
si no es por gracia del Espíritu Santo. Y es que en la invocación del nombre de
Jesús se unen la contemplación y la acción. Se une el cielo con la tierra, lo
divino y lo humano.
Ahora que ya sabes
el valor de la meditación silenciosa o también llamada oración sin cesar u
oración del corazón será bueno que te dispongas a practicarla poniendo tú lo
que está de tu parte y lo que está de tu parte es poner tu ser entero para
entregarte al Señor en confianza y sencillez, en fe adulta.
Hoy ya sabes que tu fuerza es Él en ti, que tú eres fuerte y
victorioso, victoriosa porque el que es la fuerza y el poder vive en lo más
profundo de tu corazón. Él sabía que necesitabas tiempo para estar a solas con
Él en silencio amoroso, por eso te ha seducido y te ha traído hasta éste
momento. Tú clamaste a él en tu tribulación y aquí está Él, respondiéndote con
su infinito amor y ternura exclusivamente para ti.
Hoy estás aquí como María la hermana de Martha, a los pies de
Jesús. Por un lado, tendrás la conciencia de Martha que es importante servir a
los demás, tendrás la conciencia de la importancia de realizar las tareas
cotidianas pero desde Cristo con infinito amor. Y como María estás ahora a los
pies de Jesús dispuesto, dispuesta nada más que a unirte por medio de una simple
frase cargada de fe y de deseo de intimidad con Dios, de unión con Él y esta
frase es: Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi.
Primero harás una terapia de silenciamiento soltando todo lo que
esté tenso desde la punta de tu cabeza hasta la punta de tus pies y luego,
entrando en la fe adulta que no necesita sentir algo especial sino simplemente
necesita amar, comenzarás a decir no con palabras externas sino con tu mente:
Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi, una y otra vez, Jesús Hijo de Dios
ten misericordia de mi, lentamente, a tu ritmo, sin ocuparte en otra cosa más
que en amarle a Él y en dejarte amar por Él, permitiéndole que su poder te
cubra, que su bondad reviente tu corazón de dulzura para ti mismo, para ti
misma y para cada ser humano que se tope contigo durante toda tu vida.
Experiméntate pleno, plena, libre en el amor de Dios y en el
momento que tú creas prudente comienza interiormente a unirte a Jesús por medio
de la sencilla frase: Jesús, Hijo de Dios ten misericordia de mi. Disfruta
todo: tu fe, la gracia de Dios, su Presencia en ti, tu ser vivo y pleno en Él,
la música, el amor porque en realidad este momento es un momento eterno, de
amor.
Así que en unos momentos de intimidad con el Señor Dios, toma una
actitud orante, bien sentado, sentada, con tus pies bien puestos en el piso si
puedes, tus brazos y manos ponlos sobre tus piernas con tus palmas hacia abajo,
o hacia arriba o entre lazadas; tu cabeza recta cierra tus ojos y respira suave
profundo y lento…..y abriéndote en amor a Jesús el Señor que está en tus
entrañas, comienza a decir con tu mente: Jesús Hijo de Dios, ten misericordia
de mi.
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