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lunes, 23 de abril de 2018

Amar como María

Amar y creer como María







María fue educada para ser realizada en Dios. Buscó incesantemente al Señor Dios en la intimidad de su ser. Vivió una gran intimidad con Dios.




Te has preguntado ¿Cómo puedes llegar a vivir en gran intimidad con Dios? ¿Qué proporciona una auténtica relación con Dios?








El Espíritu la convirtió en la joven virgen Madre. Lo imposible se hace imposible para el que tiene fe. Por la fe es fuerte ante toda circunstancia incluyendo cuando su Hijo único muere como un maldito en una cruz. María fue fiel a la gracia de ser fiel. Creyó contra toda esperanza. Jesús aprendió de María esta fe. ¿Qué estás heredando a quienes viven contigo? ¿Cómo son tus pensamientos, palabras, acciones, tu voz….eres perdón, dulzura…..estás lleno de pensamiento de Dios?



¿Para qué has venido a esta tierra? ¿Lo sabes?








María, la Pobre de Dios la Anawin: PROFUNDAMENTE HUMILDE ¡Hágase! ¡Yo soy la que ha vivido desde toda la eternidad en el corazón de Dios….la que lo ha recibido TODO DE DIOS…..la pobre…..cuyo ser descansa en las manos de Dios por ello podré responder ¡¡¡Hágase!!! Tu voluntad es mi voluntad porque yo no podría pensar nada más perfecto que tú.  Vivió en constante abandono en las manos de Dios.






María fue fiel hasta el final de sus días. María extendió un cheque en blanco a Dios. María fue disponible. Jesús, María y José no se atribuyeron a sí mismos ninguna virtud: Bueno, sólo Dios, el Padre. Nosotros nos perdemos en la arrogancia, en la soberbia. Una cosa es reconocer y asombrarse de los dones de Dios en nosotros sin vernos nunca peyorativamente a nosotros mismos.





Un pobre no dice ¿Por qué a mi? Porque un anawin no olvida a Jesús en la cruz, porque no deja nunca de ser solidario. Cuando nos duele la vida decimos: “Yo ya no creo en Dios", pero hablamos así por ignorantes, soberbios por no querer comenzar un camino en serio. Por no querer orar.



María aceptó creer con todo y sus riesgos (lo que pudiera pasar). María dijo Si a todo: la persecución, el silencio de Dios, a la muerte de José, a la pasión y la muerte de Jesús. María fue el abandono más silencioso en las manos de Dios porque supo siempre en quién confiaba. Por su fe fue entera ante las contrariedades, profunda, sencilla. ¿Desde dónde vives tu vida? Desde el radio, la tv, el Ipod la computadora….o desde tus ansiedades….desde tu mucho hablar vacío….tu cigarro, modas, desde tu enjuiciar y criticar a las personas, desde tu querer egoísta, alcohol, groserías, tus calenturas hormonales de todo tipo….juntas sociales….¿para presumir? ¿Acaso te gusta tu vida falsa? ¿A quién le has entregado ya tu vida?





A María de Nazareth no se le dieron hechas las cosas. María no se dejó llevar de lo primero que sintiera. Tú ¿Cómo reaccionas? ¿Eres un ser humano reflexivo? y aún más… ¿meditativo? María era humilde y tú y yo….soberbios, infantiles y nuestro ánimo sube o baja. María por ser pobre es segura, invencible. Un pobre de Dios nunca se siente ofendido. Jesús no se defendió nunca porque sabía en quién confiaba. Jesús era la nada, era como María el desaparecido, el vidrio transparente desde el cual ambos reflejaron junto con José el rostro maravilloso de Dios. ¿Por qué te sientes amenazado con tanto miedo? Porque te apegas y te aferras a todo.  Un pobre de Dios sólo pone su corazón en su Gracia, en el Amor de Dios. Nada le turba porque nada tiene y nada le puede asustar. Jesús y María no estuvieron atados a nada ni a nadie. Pasaban tiempo en silencio a solas con el Padre orando desde la profundidad de la fe.  María fue pobre y descalza en este peregrinar simplemente orientándose por la fe.






A grandes experiencias de Dios en la fe surge una gran necesidad de servir a los demás. María siempre ha estado presente orando y sirviendo.  Se da cuenta de que ya no tenemos vino….sal…..sabor…..alegría…..sentido de vivir,  por ello nos dice: “Hagan lo que Él les diga” María era abnegada, supo esperar el momento adecuado. Y nosotros….hacemos que el de enfrente se sienta mal.  María nos enseña a hacer el bien sin esperar nada de nadie. Te sonrío si me sonríes. ¡No hemos entendido el evangelio!



María por su humildad y fe consiguió lo que se necesitaba. Silencio interior: signo de humildad y pobreza de espíritu. De sí misma apenas habla nada. El silencio de María fue fecundo. El nuestro ¿cómo es? ¿Qué produce? Porque si no produce amor, entonces has de decirle a María “Madre, María, enséñame a orar, enséñame a amar”. Amén

domingo, 15 de abril de 2018

Libérate del rencor

 
CUANDO NO PERDONAMOS EL PRIMER PRISIONERO SOMOS NOSOTROS MISMOS.


 

Esta meditación sirve para iniciar el proceso de perdonar. Tal vez, llevemos semanas o meses dolidos e irritados con alguien, pero un día comprendemos que tenemos que pasar página y que necesitamos perdonar. Así, aunque sepamos que tenemos razón, aunque vaya contra nuestros principios, aunque parezca una especie de degradación, perdonamos.


Son momentos de claridad y lucidez en los que vislumbramos nítidamente que el primero que sale perjudicado de estar enganchado a una historia pasada es uno mismo. Luego, a veces, las menos, después de perdonar nos damos cuenta de cuánto tiempo y energía hemos malgastado en el enfado y resentimiento.
Lo cierto es que aunque muchas veces nos disguste necesitamos perdonar, aunque vaya en contra de lo que sintamos, incluso aunque tengamos razón. Más allá de normas de conducta o de ser más espirituales y positivos; más allá de obligaciones, se trata de ser libre y feliz.




El perdón que no es una emoción que hoy está y mañana ya no, sino una actitud sabia, una decisión a ser libre, es una estrategia fundamental para continuar con la vida en paz.
Imagina que fueras por un camino y cada vez que te tropezaras con una piedra y te hicieras daño, recogieras la piedra y te la echaras a una mochila sobre los hombros. Con el tiempo cada vez llevarías más piedras, cada vez te sería más costoso caminar, cada vez avanzarías más lentamente. El rencor es como acumular piedras sobre la espalda y perdonar es dejarlas caer, es soltar lastre, es liberarte de lo que te sobra.


Nos hacen daño, es verdad; pero todos nos hacemos daño. Nos abrumamos en nuestra mente, y nos domina el deseo, el miedo, la ignorancia, la ira, etc. Actuamos controlados por nuestras emociones y a veces hacemos daño. No es una justificación, pero cuando alguien nos daña es motivado por algún miedo, deseo, enfado, o simplemente ha decidido seguir rigiendo su vida por su cerebro reptil. No olvidemos que ahí somos depredadores. Entonces desde esa depredación, la persona no es libre para obrar bondad o sabiduría. Para ello, hay que querer vivir en nuestro neocortex, en el Amor sin condiciones.





Nuestro mundo está como está porque es habitado por personas que no hemos querido porque no lo hemos decidido, educar las propias emociones. Por el contrario, educar lo primero que sentimos, nos hace crecer en sabiduría y compasión, entonces el mundo en el que la persona genera bondad, profundo respeto por sí misma y por la creación entera, se mueve en el amor auténtico.
Hacernos daño unos a otros -es duro decirlo-, pero forma parte de ser seres depredadores. Por eso necesitamos perdonar. Necesitamos dejar de darle tanta importancia, dejar de sorprendernos y decepcionarnos ante las actuaciones de los demás. 





Es fundamental para nuestro equilibrio interior abandonar este apego negativo a lo que nos ha agredido. Cuando nos dañan nos quedamos enganchados y apegados a quién produjo el agravio. No queremos soltar. Nos sentimos con todo el derecho a responder e indignarnos. Así es como empezamos a alimentar una herida que no se acabará de cerrar hasta que nos demos cuenta y empecemos a perdonar.






"SI SUPIÉRAMOS COMPRENDER NO HARÍA FALTA PERDONAR Y VIVIRÍAMOS EN LA PAZ" Ignacio Larrañaga
Puede que tardemos semanas o años pero al final sólo encontraremos paz si sabemos perdonar, si dejamos marchar a quien nos hizo daño. Sin embargo, a veces, lo posponemos demasiado tiempo y la muerte llega antes que el perdón. ¿Hemos pensado alguna vez llegar a la muerte sin haber perdonado? No puede ser un viaje fácil, demasiado lastre para volar alto.




Todas las buenas acciones, acumuladas durante la vida, las destruye un momento de enfado. El enfado es considerado como un incendio que arrasa en unas horas un bosque que ha tardado décadas en formarse. Todo lo bueno que hay en nosotros queda devastado por un instante de ira, todo el trabajo espiritual asolado. Por otra parte, cuando uno está comprometido con la práctica de la compasión tiene immperiosa necesidad de abandonar todo lo que tiene que ver con la ira, el resentimiento o la venganza; además, debe dejar de rechazar a quienes están enfadados con uno mismo, está comprometido a aceptar las disculpas de los demás y tiene que controlar la expresión de sus pensamientos de ira.





PERDONAR


Si entendemos el valor del perdón podremos emprender el camino para hacerlo. Perdonar es un proceso. Cuando nos dañan recibimos una herida psicológica de la que necesitamos sanarnos. Recuperar el equilibrio interior requiere avanzar más allá del dolor del primer impacto y entender lo que ha sucedido y lo que significa. En el primer momento, cuando recibimos la agresión tenemos reacciones de dolor, ira o miedo; luego, intentamos controlarnos y comienza el movimiento pendular entre la frialdad y las emociones que podrían acabar con nuestra vida y la vida de quienes nos rodean. Finalmente, empezamos a recuperarnos cuando podemos comprender y explicarnos lo que ha sucedido.




Un aspecto particular del proceso es digerir el daño recibido. Necesitamos aprender a afrontar el dolor y procesarlo en nuestro interior. Como una herida en la piel requiere un tiempo de atención, cuidado y limpieza, las heridas emocionales también necesitan ser atendidas. No podemos ignorar el dolor que sentimos con el argumento de que nos lo ha causado alguien. Es absurdo. Si estamos heridos somos nosotros quienes debemos hacer lo posible por sanarnos. Es fundamental hacernos cargo del dolor, aceptarlo y dejar que se integre en las experiencias de la vida.






PERDONARSE A SÍ MISMO


Quizás uno de los aspectos más importantes del rencor y la ira, es la culpa y la vergüenza. Más dañino que una agresión recibida es una actitud hostil y negativa hacia nosotros mismos. Los efectos de criticarnos, desvalorizarnos, censurarnos o castigarnos pueden ser mucho más devastadores que cualquier daño externo.



Es fundamental comprender que la culpa y la auto-condena no sirven ni resuelven nada. NO OLVIDEMOS QUE LAS CULPAS NO EXISTEN. EXISTEN LAS CAUSAS. Si queremos ser seres humanos maduros, estables, sabios, dejar de cometer errores, ahí está la Sabiduría y todos los dones que ya tenemos y que nos los ha dado Dios pues estamos bien equipados en nuestro cerebro. Estamos bien equipado en nuestro ser. La culpabilidad sólo nos paraliza, nos limita y nos desgasta. Por consiguiente, también necesitamos hacer un profundo ejercicio de perdón con nosotros mismos. Necesitamos asumir nuestras limitaciones, errores y fracasos. Necesitamos aceptar nuestra humanidad. Si queremos evolucionar y avanzar hacia la armonía, el camino empieza perdonándonos por todo lo que ha sucedido en la vida.





MEDITACIÓN





Antes de trabajar el perdón es imprescindible analizar profundamente todo el daño, estragos e inconvenientes que nos causan el enfado, el rencor o la culpa. Tenemos que ver claramente cómo hacemos crecer el dolor por medio de estas reacciones y desear superarlas. Tenemos que reconocer los efectos nocivos en nuestro cuerpo, en las relaciones afectivas e incluso en nuestro desempeño profesional.




Una vez hecho esto, estamos en la posición ideal para perdonar. Meditar en el perdón consta dos facetas principales. Por un lado, necesitamos poner conciencia en el dolor y por otro, cortar el vínculo negativo. Así pues, lo primero es dejar de rechazar el dolor que sentimos y abandonar todo tipo de juicios o raciocínios, interpretaciones y comparaciones. Necesitamos dejarlo estar y hacernos plenamente conscientes de lo que sentimos. Sea el daño que nos han causado, o el dolor de haber cometido algún error o haber fracasado en algo, es esencial observarlo y hacerle espacio en nuestro interior. 




Reconocer que el fracaso sólo existe en nuestra mente, porque así queremos llamarle a una experiencia que no salió como esperábamos. Es fundamental que, en lugar de rechazarlo, lo acojamos con aceptación, imparcialidad y contentamiento.


Lo siguiente es romper el vínculo negativo con quién nos dañó o con nosotros mismos. En el silencio de la meditación vamos dejando que la persona que nos ha dañado siga con su vida o vamos dejando que la imagen torcida de nosotros mismos se aleje a su lugar en un pasado que ya quedó atrás para siempre. Bendecir, desear todo bien, nos libera y nos bendice a nosotros mismos. De este modo recuperamos toda esa energía malgastada en nuestro presente. Meditar, soltar, rendirse y entregarse al Amor de Amores: Dios. Entonces, a través de la atención consciente se "obra el milagro": el dolor puede disolverse en el espacio de nuestra verdadera esencia. SOMOS AMOR.



Orar sin cesar






Ahora, vas a escuchar una historia llamada: “El relato del peregrino ruso” que te ayudará a valorar aún más este camino de oración de la oración sin cesar: Hubo una vez allá en las tierras frías de Rusia, un hombre campesino de 33 años que al pasar por la iglesia y querer entrar para orar, oyó esta frase: “Oren sin cesar”. Estas palabras penetraron profundamente en el alma del joven que llamamos “El peregrino Ruso”. Pensó ¿Dónde encontraré una persona que pueda explicarme qué significa “Oren sin cesar”?. Sin más se puso en camino. Escuchó grandes pláticas sobre la oración, qué es la oración, por qué se ha de orar, cuáles son los frutos de la oración, pero cómo llegar a orar profundamente, de esto nadie hablaba.







Le dijeron de un hombre que siempre estaba orando o leyendo libros espirituales y cuando el peregrino le preguntó cómo orar le respondió que tardaría mucho tiempo en enseñarle. El peregrino se marchó de ahí sin que nada le hubiera explicado, pero eran tales sus deseos que pasaba las noches casi sin poder dormir pensando en cómo orar sin cesar. Una mañana se puso en marcha con todos sus bienes es decir con su Santa Biblia en el bolsillo y en la espalda una mochilita con pan duro y nada más.





Pasó por un monasterio es decir, por una casa donde vivían  monjes. Tocó la puerta. Lo recibieron con bondad, le invitaron a sentarse y a quedarse a comer a lo que él respondió: No tengo necesidad de comida –querido hermano- pero quisiera que me explicaras ¿como puedo salvarme?. El hermano le respondió: “Vive según los mandamientos y ora sin cesar pero esto, es cosa muy difícil si el mismo Dios no te da esta gracia. Pasó la noche ahí y a la mañana siguiente después de agradecer la amable hospitalidad de los monjes, partió sin que nadie le hubiera explicado nada. En el camino encontró a un ancianito religioso, era un monje que vivía en soledad con algunos otros hermanos. Lo invitó y le dijo: En nuestra casa se recibe a los peregrinos, se les cuida y se les da de comer en la hospedería.





El peregrino, sin ganas de ir allá le dijo: Mi descanso no depende del hospedaje sino de que me enseñen a orar sin cesar. Yo no busco comida pues en mi mochilita, en mi alforja llevo suficiente pan duro. El anciano respondió: Ven a nuestra casa querido hermano mío; en ella tenemos stárets es decir, hombres que han experimentado la lucha de la oración y han tenido la experiencia de Dios para comunicarla a otros. Ven, te pondrán en el camino verdadero que lleva a la luz de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de los padres del desierto.





Cuando estuvo en presencia del stáret le dijo cual era su deseo. El stáret hizo la señal de la cruz y comenzó a decirle: Da gracias a Dios porque es Él, Dios mismo quien te ha dado ese invencible deseo que hay en ti de querer orar en todo momento. Has ido entendiendo que no es la sabiduría humana sino la pobreza de espíritu y la simplicidad de corazón lo que te conducirá a la luz celestial, a la verdadera oración interior del corazón.



Sin la oración sin cesar no es posible dar con el camino que conduce al Señor ni es posible conocer la verdad ni ser iluminados en el corazón por la luz de Cristo. Primero hay que adquirir la oración del corazón para luego poner en práctica todas las virtudes. Y quienes no están familiarizados con las enseñanzas de los padres del desierto, conocen mal estos asuntos y hablan poco de ello.





El staret me llevó a su celdilla (un cuartito pequeñito) y me dijo: la oración de Jesús interior y constante es la invocación continua y sin parar del nombre de Jesús con los labios –si estás sólo- el corazón y la inteligencia en fe en su presencia, en todo lugar y en todo tiempo, aún durante el sueño. Nuestros sentidos cuando les cerramos todas las salidas por el constante pensamiento de Dios, nos comienzan a reclamar porque por naturaleza tienen necesidad de estar en constante movimiento. Conviene darles el santísimo nombre de Jesús el cual puede satisfacerles completamente. Y quien quiera echar de sí mismo todo mal humor, no se ha de contentar con orar un poco o 2 ó 3 horas. No. Sino que ha de decir todo el día y toda la noche aún dormido: “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi”, teniendo en cuenta que nadie puede decir Jesús es el Señor si no es por la gracia del Espíritu Santo.



Todo el que se acostumbra a esta invocación experimenta grande consolación y necesidad de decir siempre esta oración. Después de algún tiempo de practicarla no puede vivir sin ella y se la hace como de su misma sangre y carne. Le mantiene quieto y le lleva a la contemplación. ¿Comprendes ahora qué es la oración sin cesar?





Ten, leerás este libro de la Filocalia. En él está todo lo que se refiere a la oración de Jesús y es una guía que no puede faltar en la vida de todo cristiano pues conduce a la salud integral.



Escucha, quiero leerte cómo se practica la oración de Jesús:  Simeón el Nuevo Teólogo dice: Permanece sentado en el silencio y la soledad, inclina un poco la cabeza y cierra los ojos, respira suavemente, mira con la fe el interior de tu corazón, recoge tus pensamientos, baña tu ser con la presencia de Dios y al ritmo de tu respiración di, en voz baja si estás solo o simplemente en el espíritu :”Jesús hijo de Dios ten misericordia de mi”. 




Y continuó diciendo el staret al peregrino: Esfuérzate es decir, ten la buena disposición de no hacer caso de los pensamientos y sentimientos que te provoquen ansiedad. Se paciente y haz esto durante todo el día, todos los días. Así, se retiró el stáret y yo, el peregrino Ruso me retiré pidiendo a Dios la gracia de orar sin cesar. Después de estar 3 días en el monasterio, el Señor me concedió la gracia de encontrar en una granja, trabajo como cuidador y en mi pequeño cuartito comencé a hacer la invocación como se me había explicado. Durante una semana en la soledad del campo, todo iba muy bien pero más tarde experimenté pesadez, flojera, y un sueño que no podía vencer. Los pensamientos cayeron sobre mi como unas nubes negras y busqué al stáret lleno de desaliento y tristeza. Me recibió con bondad y me dijo:

Todo cuanto te pasa, no es sino la guerra que te declara el mundo oscuro, porque no hay cosa que tema tanto como la oración del corazón u oración de Jesús. Más el enemigo, sólo obra por la permisión de Dios y sin duda es necesario que tu humildad sea puesta a prueba. Es demasiado pronto para llegar. Dale gracias a Dios por este proceso de purificación, pues de otra manera podrías caer en la soberbia y avaricia espiritual, esa que quiere más y más goces espirituales a fuerza de sentir y más sentir en lugar de desear vivir por fe.




Ten, coge esta camándula o rosario con el que podrás hacer para comenzar unas tres mil oraciones al día. De pie, sentado o caminando repite sin cesar: Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi pecador. Hazlo suavemente y sin prisas. Si obedeces sin desesperar llegarás a contemplar la belleza de Jesús Vivo en tu corazón.



Volví feliz a la granja e hice fielmente lo que el stáret me había dicho y cuando por descuido no decía la invocación sentía gran necesidad de rezarla y así comenzó a resultarme suave y fácil. Me acostumbré tanto a ella que si me detenía un solo instante sentía vacío como cuando se pierde algo muy importante pero cuando volvía a la invocación mi ser se unificaba, se pacificaba, se aquietaba.



El stáret me vino a ver a los 10 días y me dijo que necesitaría fortalecer la oración, levantándome más temprano y acostándome un poco más tarde. Así lo hice. Una madrugada fui despertado por el deseo de orar y comencé pidiendo al Señor por los demás pero mi lengua y mi pensamiento encontraban dificultad en hacerlo ya que no deseaba sino hacer la invocación de Jesús. El stáret al yo decírselo me dijo: Dios te ha dado el deseo de orar y el hacerlo sin dificultad. Es esto un efecto natural. Todo esto se debe a la práctica de la oración pero todavía no has entrado al estado de perfección pues tus sensaciones se han mezclado en la oración como es natural, poco a poco irás entrando en la purificación de tu egoísmo...de tus pasiones. Es un don tan maravilloso que necesitas descubrir pero sólo lo reciben aquellos que buscan al Señor en la simplicidad de un corazón que desborda de amor.




Consagra todo el día, hagas lo que hagas además de sentarte muy de mañana y por la noche a la invocación del nombre de Jesús sin preocuparte de otra cosa. Entrégate humildemente a la voluntad de Dios esperando siempre su ayuda a pesar de pasar por aridez o por el horno de la purificación. No desesperes. El no te abandonará y dirigirá tu camino.
 



Al poco tiempo murió el stáret. Luego quedé solo, pero no estaba solo. No. El Señor dirigió mi camino y ahora comprendo qué significa orar sin cesar. Mi espíritu se ha vuelto sencillo. Nada temo. Nada me preocupa. Nada exterior me distrae. En mi ser no tengo más que una sola necesidad: decir la oración de Jesús. Entonces una gran alegría invade mi ser.




Seguí viajando. No podía emplearme en ningún trabajo manual pues desde pequeño perdí el uso de mi brazo derecho, así que me interné en el bosque. Iba descubriendo que la oración entraba sola dentro de mi corazón o sea que mi corazón latiendo normalmente decía la oración sin hacerlo con palabras.



Un día me asaltaron unos ladrones, me golpearon y me quitaron el único tesoro de toda mi vida: Mi Biblia que yo leía desde que era pequeñito y el libro de la Filocalia. Al tercer día sin fuerzas me dormí y en sueños me vi en la celda de mi stáret que me decía: Esto te va a servir para no apegarte a nada. Sólo entonces volarás más libremente hacia el espíritu.  Dios quiere que el cristiano renuncie a su propia voluntad y a todo apego para poder ponerse completamente en los brazos de la voluntad divina. Todo lo que Él permite es para el bien y salvación de los hombres. Ten ánimo y cree que con la prueba, el Señor te hará salir de ella.





Me levanté y con mi cuerpo y mi espíritu renovados caminé y me encontré con un capitán del ejército Ruso y cuál sería mi sorpresa: habían detenido a los dos ladrones. Con mi pasaporte en mi sombrero me identifiqué y pregunté por mi Biblia y el libro de la Filocalia. A los pocos segundos los tenía ya en mis manos...¡Cómo no derretirme en mi corazón dándole gracias a Dios!. El capitán me invitó a su casa y comenzó a contarme como por medio de un monje conoció la Biblia y cómo lo salvó de la bebida y me dijo:



El monje que me dio la Biblia me dijo que leyera diariamente y que aunque yo no comprendiera ni entendiera bien al principio, lo que yo leyera, los demonios es decir el egoísmo, la necedad, la soberbia, el orgullo, etc, sí que lo comprenderían, temblarían y huirían. Así, comencé por leer sin entender pero al  tercero y al cuarto capítulo, todo me parecía más claro y así, tengo 15 años sin beber ni gota, pues igual sucede con todos los malos hábitos, con todos los vicios.



Yo el peregrino Ruso le conté. En mi pueblo había un hombre que era un excelente obrero  pero para su desgracia bebía con demasiada frecuencia. Un monje le aconsejó que cuando le viniera la gana de beber, dijera sin parar la oración “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi” y después de luchar y ser perseverante, se convirtió en un excelente padre de familia y en un ejemplar cristiano.






Y me preguntó el capitán: ¿Y qué vale más, el Evangelio o la oración de Jesús? Le respondí: Los dos son la misma cosa. El Evangelio es como la oración de Jesús porque el divino nombre de Jesús encierra en sí, todas las verdades del Evangelio. Dicen los padres del desierto que la oración de Jesús es un resumen de todo el Evangelio.



Al día siguiente me despedí del capitán y por el camino me encontré a los dos ladrones. Yo traía dos monedas que me habían pagado cuando cuidé el campo y me acorde que a los que me robaron les había prometido una moneda a cada uno si me devolvían mis libros pero me vino a la mente: se los doy o no, pero ¡si me golpearon y me robaron! Y por otro lado escuché: Acuérdate de los que está escrito: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer. Ama a tus enemigos. Si alguno te quita tu túnica, dale también tu manto, así que corrí en busca de los dos malhechores y les puse la moneda en la mano y les dije: Oren sin cesar y repitan con sus labios y corazón: “Jesús Hijo de Dios ten misericordia de mi y Jesús que es amigo de los hombres, nunca los abandonará. Me alejé y seguí mi camino.



Y así, el peregrino Ruso caminó y caminó y a cada persona que encontraba a su paso le enseñaba el tesoro de la oración sin cesar.




En seguida, puedes tomar una camándula o rosario, sentarte cómodamente, en actitud orante y dejarte inundar por el Espíritu Santo diciéndole en tu corazón: “Oh Espíritu de amor, sumérgeme en Dios, sumérgeme en ti” y luego de unos momentos comienza a pasar cuenta por cuenta diciendo en tu corazón: “Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi”, y déjate simplemente, poseer, iluminar, transformar, alegrar, fortalecer, pacificar, amar por Jesús.

sábado, 14 de abril de 2018

Oración del corazón



Sobre la oración del corazón 
o también llamada por los padres y madres del desierto:
Meditación silenciosa




Queremos comenzar este mensaje diciéndote que hoy sabes ya que aún en los momentos más dolorosos, en los momentos más difíciles de tu vida, no estás nunca sólo, sola. Sabes ya que lo único que necesitas es correr a los pies del Señor, que lo único que necesitas es esperarlo todo de Dios y de ti y que no tienes que buscar nada ni a nadie más que a Dios en tu corazón, porque sólo con Él en tu corazón podrás amarte, perdonarte y sabes que si te amas a ti mismo a ti misma entonces podrás amar y comprender y perdonar aún al más difícil, al más rebelde, al más vacío, porque tu ser está cimentado sobre la Roca firme es decir, porque el centro de tu vida, el rey de tu vida, la motivación de tu diario vivir es el Padre Celestial, es Jesús, es su Amor.



Primeramente necesitas conocer al Señor, saber quién es Él y cómo su fidelidad es eterna, no falla. Nadie puede amar al Señor Dios sin conocerlo y sólo será desde dentro de El mismo que le conocerás y podrás decirle a los demás, quién es Dios.  Y Jesús el Señor, nuestro Amado divino, será quien nos enseñe el camino para conocer al Padre Celestial.



Los evangelistas en más de 20 textos, dan testimonio de que Jesús el Señor tuvo la oración, esos tiempos preciosos de unión con su Padre, como lo primero a realizar dentro de todo lo que él hacía y aún más, escucha bien: Jesús el Señor nunca salía de la oración las 24 horas del día, es decir, nunca salió de Dios mismo, de su Padre.



Hay personas que dicen que les cuesta trabajo entrar a la oración, pero ¿quién les dijo que había qué entrar y sobre todo que había que salir de ella? Más bien necesito, necesitas tú que escuchas vivir en la oración y la oración es Cristo mismo orando en el interior de cada ser humano y el Señor es fiel, el no se ausenta de mi, de ti ¡No!  Somos tú y yo quienes por preferir vivir una vida superficial nos salimos de Dios, nos salimos de Jesús y por no cuidar la gracia de la Presencia de Dios en mi, en ti, día y noche es que me quejo, te quejas de arideces...de impotencia para orar....de que no puedes orar.





En realidad lo que nos enseñó Jesús con su vida es que oremos en todo momento aún mientras trabajamos es decir, que mientras hagas las actividades que tengas que realizar durante el día, durante toda tu vida, en tu corazón, en tu mente,  permanezcas sólo, sola con Dios, en el silencio y la soledad de tu ser, en callado amor, en atención amorosa y sosegada como dirá Juan de la Cruz.



Para ello te recomendamos alimentar tu ser cada mañana en la lectura de la Palabra de Dios, mínimo una hora. No importa si comienzas con inquietud, con lucha, con desgano, pues como dirá Ignacio Larrañaga ese gran espiritual, “Ora sin ganas para que vengan las ganas” entonces tu ser se experimentará lleno y tendrás materia suficiente para que tu desierto interior se convierta en oasis de luz, de libertad interior, de fortaleza, de alegría verdadera, de paz, de amor.





¿Sabes? La oración profunda y sencilla a la vez, esos momentos fuertes y preciosos con Dios, lejos de arrancarte del mundo te permitirán realizar como te dijimos antes, tus actividades con más madurez, con más fortaleza con verdadera alegría y te acercará sinceramente a todos aquellos, aquellas a quienes Dios tu Señor ponga en tu camino.



El objetivo de la oración es transformar al ser humano en Jesucristo es decir que el ser humano envuelto de la Presencia de Dios, con la gracia que recibe, se vuelve más humano, y mientras más humano más divino y mientras más divino, más humano, y su mente y sus pensamientos comienzan a ser más como los de Jesús.
 



El ser humano, al experimentar el amor del Padre por medio de Jesús, alimentado por su Palabra y envuelto en el abrazo de Dios va caminando, va caminando por esta vida seguro y confiado en aquél que le alimenta día tras día con su ternura y su paz, así pues, será necesario que quieras orar. Es vital para ti que escuchas, es cuestión de vida o de muerte. Y ¿sabes? Cuanto menos oras, menos ganas tienes de orar, y cuanto menos ganas, tienes de orar, menos oras. Es un círculo vicioso que te va atrapando. Si tu vida interior había sido muy intensa en algunos años, puede que por un tiempo sobrevivas con las reservas, pero después te irás secando, te irás enfriando y lo más terrible, quizá vayas acomodándote al mundo vacío y superficial tanto que aunque mueras en tu interior, prefieras llenarte de apegos, que te amarren con tal de no entrar en la lucha diaria de la conversión.





También es importante que aceptes que el gusto no es criterio para dirigir tu vida. Quien habrá de dirigir tu vida si quieres madurar como hijo, como hija del Padre Dios, es la fe, pues por la fe, harás o dejarás de hacer cosas que te convienen o no te convienen, que te ayudan o no te ayudan y que hacen el bien o hacen daño a los demás.



Así que para tener el hábito de la oración, la gracia de la oración, necesitas querer y el Señor Dios no te va a obligar a nada, pues el te hizo libre, por eso  dice en su Palabra: “Hoy pongo delante de ti, el bien y el mal”. Y tú que escuchas, qué escoges el día de hoy, en este instante?         Toma pues la firme determinación de orar, de retirarte como Jesús el Señor a lugares solitarios para estar con el Padre Dios ante su Palabra  y al levantarte de ahí, ora en tu corazón día y noche para desde ahí perdonar, comprender, echar siempre el manto de la ternura y la compasión a ti mismo, a ti misma y a los demás. Sería buscar tu propia muerte interior si eliges alimentarte de mucho hablar mundano y criticando a los demás, o ir de un programa televisivo a otro y a otro o si escoges escuchar mensajes musicales que te dejan sabor a sensualidad consintiendo que el consumismo te haga presa fácil y caigas en el abismo de la dispersión, del desasosiego al grado de enfermarte de ceguera, sordera y parálisis espiritual.





Hoy el Señor te dice: “Mantente despierto y ora sin cesar”. Necesitas querer orar. No importa si tienes deseos o no, lo importante es perseverar, perseverar, perseverar en el amor de Dios. Sí, lo que importa es perseverar. Y ciertamente la oración es gracia pero también necesita del ser humano, de su sí y el Padre ha querido amarte y que le ames en ese estar presente, atento atenta,  enteramente, completamente, el Padre y tu. Dios y tú, en la fe que muchas veces no será sentir sensiblemente la presencia de Él sino sencillamente saber que El te ama incondicionalmente, así como eres.



El ser humano, como ser creado por Dios, lleva en sus propias entrañas la sed de quien lo hizo y esto nos demuestra que el ser humano, yo, tu que escuchas estás hecho, hecha para la oración. Tu verdadera naturaleza es la oración y cuando no desarrollas la oración en ti, por eso vives angustiado, miedoso, infeliz, pues sólo en la presencia de Dios, hallarás tu verdadera identidad. Dios te llama ahora mismo a mantenerte despierto para orar sin cesar. Dios te llama a la soledad con Él. Te llama a entregarte íntimamente a Él, creyendo  en su Palabra, confiando en Él en lo profundo de tu ser, en el silencio de tu mente y corazón.





No lo dudes. Cree que tú que escuchas, estás llamado, llamada a permanecer en Él cuando el silencio se llena de oscuridad y estrellas; estás llamado, llamada a no respirar más que su amor silencioso y convertir tu ser entero en silencio para que él lo posea y lo llene las 24 horas del día de su fuerza y de su alegría, así que da gracias al Padre celestial, porque te ha invitado a ser testigo de la infinita misericordia de Dios.



A la soledad no irás para obtener cosas o para pedirle al Señor que se haga tu voluntad. No. Más bien irás a la soledad para fortalecerte en tu decisión de mantenerte día y noche en su presencia y te retirarás a tus momentos fuertes con Él, para  dejarte transformar para que Él que sí puede, haga de tu corazón un corazón que ame como el de Jesús, pues  el fin de esta búsqueda constante e insaciable es que él sea adorado, y nada más.



El adorador cristiano, el buscador de Dios, es ese hombre o mujer que está siempre atento a Dios, cuidando que sólo Dios sea el centro de su vida en medio de su estado de vida, en medio del ruido, en medio de todo. El adorador cristiano, el buscador de Dios, no se busca a sí mismo sino que busca sinceramente al Señor que vive en Él, siempre viviendo su soledad interior, para Él, prefiriendo el amor al egoísmo descansando siempre en la humildad de Cristo teniendo la esperanza de que Dios le proteja de sí mismo a cada instante.



Y la oración nos hace capaces de amar como Dios nos ama. Y se ora mejor cuando la intención es recta, sincera, humilde. Se ora mejor cuando el espejo del alma está limpio. Limpio de toda imagen sencillamente teniendo la conciencia del que habita dentro es decir: Dios. El Padre...Jesús...su Espíritu Santo.





Quien se deja poseer por el Espíritu de Dios, sabe cuánto sufren los seres humanos en el mundo y cuáles son las necesidades de los hombres pues la oración purifica el espíritu de tal manera que el espíritu lo ve todo de una manera mucho más clara como si conociera el mundo por los periódicos. Juan de la Cruz nos dice que quien huye de la oración, huye de todo bien y que el demonio del egoísmo sabe que la oración es el único medio por el cual se nos dan todos los bienes: fortaleza, humildad, paciencia, pureza de corazón, verdadera alegría, esperanza, paz y el mayor de los bienes que es Dios mismo, por eso hace todo cuanto puede por impedirla.



Y el que quiere purificar el oro, no debe dejar apagar en ningún momento el fuego que hay dentro del horno. Así, quien busca a Dios debe orar incansablemente para mantener encendido el fuego que arde dentro pues el descuido del cultivo de la oración, es señal de apego al mundo.



El evangelio de Lucas 18, 35 dice que cuando ya se encontraba Jesús cerca de Jericó, un ciego que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le dijeron que Jesús de Nazareth pasaba por allí y él gritó: “Jesús Hijo de Dios, ten compasión de mi”. Los que iban delante lo reprendían para que se callara pero él gritaba más todavía: “Jesús Hijo de Dios, ten compasión de mi”. Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo cerca le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego contestó: Señor, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo: ¡Recóbrala! Por tu fe, has sido sanado. Y en aquél mismo momento el ciego recobró la vista y siguió a Jesús alabando a Dios. Y toda la gente que vio esto, también alababa a Dios.



¿Sabes? aquél ciego a quien los demás reprendían para que se callase, levanta más y más el grito, porque cuando más grande es el alboroto de los pensamientos mundanos, egoístas y carnales es decir, sin fe y que nos persiguen, más, pero más será el ardor de nuestra insistencia en la oración, en la invocación: “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi”.





En realidad decir “Ten misericordia de mi pecador” es reconocer que sin el Señor nada puedes, es decir como el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en ti que me confortas Señor”. Es reconocer la maravillosa creación de Dios que eres, pero también es reconocer que a veces prefieres ser egoísta, soberbio, soberbia. Decir: “Jesús hijo de Dios, ten misericordia de mi” es decir: ¡Dios mío, te amo y necesito de tu amor. Te necesito! ¡Hazme tuyo, tuya!. Jesús, mira cuánta necesidad de convertirme a ti tengo y cuánta necesidad de ti hay en este mundo. Dios mío, ten compasión de mi familia, aquí están mis planes, mis proyectos mi querer, mi voluntad, ten compasión de mis hermanos los seres humanos, etc...y sin parar, sin cesar te invoco y consagro por el bien de la humanidad el decirte día y noche “Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi”, pero durante la invocación sólo te contemplo a ti, Jesús en mi corazón.



Quien busca al Señor y tiene sed y necesidad de Dios no conoce horas fijas para la oración haciendo caso de las palabras del apóstol Pablo que dice “Ora siempre, sin parar” pues mientras se ora, el enemigo del egoísmo, de la soberbia, de la lujuria y los apegos se debilitan pero si dejas de orar, se fortalece. La oración  es el azote del enemigo, el sostén del pecador. Y ¿Quién no es pecador? ¿Quién no es egoísta? Pero si perseveras en la oración te parecerás a un manantial de agua clara, inagotable. Si diriges tus ojos a la estrella de la oración, ella te indicará el camino hacia el puerto suspirado.



La Sagrada Escritura nos dice que al nombre de Jesús toda rodilla se dobla, en los cielos, en los mares, en los abismos. ¡Sí!, al nombre de Jesús tu soberbia huye como los demonios que pedían a gritos a Jesús que los arrojara a una piara de cerdos.



El espíritu que invoca constantemente sin parar, sin cesar a Jesús y ante los enemigos interiores como el miedo, la desesperanza, la no fe, etc...y se refugia en Diosl, saldrá victorioso, pues está equipado con un arma invencible: es la oración de Jesús en él, pues mientras más llueve, más se reblandece la tierra.


Si más y más veces invocas el nombre de Jesús, poco a poco te verás libre de pensamientos que te ahogan y más fértil hará la tierra de tu corazón, estremeciéndola de gozo, paz, luz y alegría verdadera, porque la continua oración te abrirá las puertas al Paraíso.





Si miras el fruto del Espíritu Santo en ti: paz, perdón, luz, humildad, bondad, amor, entonces tu oración ha sido verdadera oración. Día y noche no debes de abandonar la invocación del nombre de Jesús. Ve dejando invadirte por su peso, por su profundidad, por su sencillez, ve dejando que Jesús resplandezca en ti.



Hay personas que llegan a decir: ¿de qué nos sirve la oración si aunque nunca dejamos de orar apenas si notamos cambio alguno en nosotros? Y el Señor en el Evangelio dice que sin que el hombre sepa como, el fruto de la gracia va creciendo hasta convertirse en un árbol tan frondoso que hasta los pájaros vienen a poner ahí sus nidos. Pero si tú que escuchas, descuidas la oración y la meditación de la Sagrada Escritura, tu corazón se endurecerá, y una vez endurecido, no se horrorizará de sí mismo, porque no verá.



Invoca el nombre de Jesús en un tiempo precioso especial de oración y cuando te levantes de ahí, sigue, sigue con tu invocación durante todo el día, ya sea que te bañes, te arregles, te desayunes, trabajes o estudies, ya sea que platiques o juegues, ya sea que comas o vuelvas al trabajo, en carro o automóvil, en combi o camión, en bicicleta o que vayas por la calle al mercado o en la fila al pagar tu recibo de luz o teléfono, en la oficina o despacho, donde sea, pintando una pared, planchando, cocinando, lavando barriendo, cenando y por la noche, nuevamente, busca estar solo, sola para estar con Dios, el Padre, sea en la lectura de su Palabra, o en la sencilla invocación del  nombre de Jesús. Así, mientras duermas, tu cuerpo dormirá, pero tu alma no dejará de vivir en la presencia de Dios. No dejará de invocar el dulce nombre de Jesús.





Tú que escuchas, no esperes a tener ganas o deseo de orar. Con la gracia de Dios y tu voluntad di, lo hago por que lo hago porque Él es mi Dios y no puedo vivir sin Él.



Este camino de oración sin cesar es muy sencillo pero profundo al que se la llama “La oración de Jesús u oración del corazón” o llamado también “El Evangelio de la oración” “Meditación silenciosa” o “Recuerdo de Dios”. El apóstol Pablo lo enseña en sus cartas cuando dice “Oren sin cesar, sin parar” y el Señor nos lo manda en su Palabra cuando dice: “Velen y oren en todo momento”.





Dios es la misericordia misma. Dios es un abismo de bondad y es por la invocación del dulce nombre de Jesús que el hombre descubre y se arroja a ese abismo infinito de amor. El hombre deberá llegar a la humildad, a la hesiquia o sea, a la tranquilidad, a la quietud del ser entero, a la paz por la invocación de día y de noche del nombre de Jesús, entonces, a través del tiempo y de la gracia se convertirá en un ser humano, en un hombre, en una mujer lleno de paz de equilibrio, de madurez en Cristo Jesús.



Si tú que escuchas, preguntas, pero, ¿Cómo puede el espíritu orar sin interrupción, orar sin cesar, sin parar? Y te decimos: La Sagrada Escritura no ordena nada imposible. Si vives en su presencia, hagas lo que hagas y vives en él todo lo que pasa en tu día, invocando su nombre santo orarás sin cesar. Así que no dejes de fijar tus ojos en Jesús por medio de la invocación de su santo nombre, así caminarás esta vida, amiga del engaño y la mentira como si fueras ciego, mirando sólo a Jesús.





Y si doblas las rodillas para orar, que otros no vengan a robar tus pensamientos. Invoca el nombre de Jesús y persevera con una oración ininterrumpida sin parar. Hazlo todo el tiempo. Tu corazón, átalo a nuestro Señor Jesucristo. Permanece en la presencia de Dios día y noche.



Para finalizar esta parte te decimos: Esfuérzate es decir, pon tu voluntad en querer hacer la invocación del nombre de Jesús, entonces mantendrás tu mente libre de pensamientos como si fuera sorda y muda, así podrás orar porque no hay oración perfecta sin la invocación interior del dulce nombre de Jesús. La Palabra de Dios nos enseña que todo es gracia y que nadie puede decir: “Jesús es el Señor si no es por gracia del Espíritu Santo. Y es que en la invocación del nombre de Jesús se unen la contemplación y la acción. Se une el cielo con la tierra, lo divino y lo humano.



Ahora que ya sabes el valor de la meditación silenciosa o también llamada oración sin cesar u oración del corazón será bueno que te dispongas a practicarla poniendo tú lo que está de tu parte y lo que está de tu parte es poner tu ser entero para entregarte al Señor en confianza y sencillez, en fe adulta.





Hoy ya sabes que tu fuerza es Él en ti, que tú eres fuerte y victorioso, victoriosa porque el que es la fuerza y el poder vive en lo más profundo de tu corazón. Él sabía que necesitabas tiempo para estar a solas con Él en silencio amoroso, por eso te ha seducido y te ha traído hasta éste momento. Tú clamaste a él en tu tribulación y aquí está Él, respondiéndote con su infinito amor y ternura exclusivamente para ti.



Hoy estás aquí como María la hermana de Martha, a los pies de Jesús. Por un lado, tendrás la conciencia de Martha que es importante servir a los demás, tendrás la conciencia de la importancia de realizar las tareas cotidianas pero desde Cristo con infinito amor. Y como María estás ahora a los pies de Jesús dispuesto, dispuesta nada más que a unirte por medio de una simple frase cargada de fe y de deseo de intimidad con Dios, de unión con Él y esta frase es: Jesús, Hijo de Dios, ten misericordia de mi.



Primero harás una terapia de silenciamiento soltando todo lo que esté tenso desde la punta de tu cabeza hasta la punta de tus pies y luego, entrando en la fe adulta que no necesita sentir algo especial sino simplemente necesita amar, comenzarás a decir no con palabras externas sino con tu mente: Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi, una y otra vez, Jesús Hijo de Dios ten misericordia de mi, lentamente, a tu ritmo, sin ocuparte en otra cosa más que en amarle a Él y en dejarte amar por Él, permitiéndole que su poder te cubra, que su bondad reviente tu corazón de dulzura para ti mismo, para ti misma y para cada ser humano que se tope contigo durante toda tu vida.





Experiméntate pleno, plena, libre en el amor de Dios y en el momento que tú creas prudente comienza interiormente a unirte a Jesús por medio de la sencilla frase: Jesús, Hijo de Dios ten misericordia de mi. Disfruta todo: tu fe, la gracia de Dios, su Presencia en ti, tu ser vivo y pleno en Él, la música, el amor porque en realidad este momento es un momento eterno, de amor.



Así que en unos momentos de intimidad con el Señor Dios, toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus pies bien puestos en el piso si puedes, tus brazos y manos ponlos sobre tus piernas con tus palmas hacia abajo, o hacia arriba o entre lazadas; tu cabeza recta cierra tus ojos y respira suave profundo y lento…..y abriéndote en amor a Jesús el Señor que está en tus entrañas, comienza a decir con tu mente: Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi.










Terapia visual de pensamientos sabios 2