domingo, 15 de abril de 2018

Libérate del rencor

 
CUANDO NO PERDONAMOS EL PRIMER PRISIONERO SOMOS NOSOTROS MISMOS.


 

Esta meditación sirve para iniciar el proceso de perdonar. Tal vez, llevemos semanas o meses dolidos e irritados con alguien, pero un día comprendemos que tenemos que pasar página y que necesitamos perdonar. Así, aunque sepamos que tenemos razón, aunque vaya contra nuestros principios, aunque parezca una especie de degradación, perdonamos.


Son momentos de claridad y lucidez en los que vislumbramos nítidamente que el primero que sale perjudicado de estar enganchado a una historia pasada es uno mismo. Luego, a veces, las menos, después de perdonar nos damos cuenta de cuánto tiempo y energía hemos malgastado en el enfado y resentimiento.
Lo cierto es que aunque muchas veces nos disguste necesitamos perdonar, aunque vaya en contra de lo que sintamos, incluso aunque tengamos razón. Más allá de normas de conducta o de ser más espirituales y positivos; más allá de obligaciones, se trata de ser libre y feliz.




El perdón que no es una emoción que hoy está y mañana ya no, sino una actitud sabia, una decisión a ser libre, es una estrategia fundamental para continuar con la vida en paz.
Imagina que fueras por un camino y cada vez que te tropezaras con una piedra y te hicieras daño, recogieras la piedra y te la echaras a una mochila sobre los hombros. Con el tiempo cada vez llevarías más piedras, cada vez te sería más costoso caminar, cada vez avanzarías más lentamente. El rencor es como acumular piedras sobre la espalda y perdonar es dejarlas caer, es soltar lastre, es liberarte de lo que te sobra.


Nos hacen daño, es verdad; pero todos nos hacemos daño. Nos abrumamos en nuestra mente, y nos domina el deseo, el miedo, la ignorancia, la ira, etc. Actuamos controlados por nuestras emociones y a veces hacemos daño. No es una justificación, pero cuando alguien nos daña es motivado por algún miedo, deseo, enfado, o simplemente ha decidido seguir rigiendo su vida por su cerebro reptil. No olvidemos que ahí somos depredadores. Entonces desde esa depredación, la persona no es libre para obrar bondad o sabiduría. Para ello, hay que querer vivir en nuestro neocortex, en el Amor sin condiciones.





Nuestro mundo está como está porque es habitado por personas que no hemos querido porque no lo hemos decidido, educar las propias emociones. Por el contrario, educar lo primero que sentimos, nos hace crecer en sabiduría y compasión, entonces el mundo en el que la persona genera bondad, profundo respeto por sí misma y por la creación entera, se mueve en el amor auténtico.
Hacernos daño unos a otros -es duro decirlo-, pero forma parte de ser seres depredadores. Por eso necesitamos perdonar. Necesitamos dejar de darle tanta importancia, dejar de sorprendernos y decepcionarnos ante las actuaciones de los demás. 





Es fundamental para nuestro equilibrio interior abandonar este apego negativo a lo que nos ha agredido. Cuando nos dañan nos quedamos enganchados y apegados a quién produjo el agravio. No queremos soltar. Nos sentimos con todo el derecho a responder e indignarnos. Así es como empezamos a alimentar una herida que no se acabará de cerrar hasta que nos demos cuenta y empecemos a perdonar.






"SI SUPIÉRAMOS COMPRENDER NO HARÍA FALTA PERDONAR Y VIVIRÍAMOS EN LA PAZ" Ignacio Larrañaga
Puede que tardemos semanas o años pero al final sólo encontraremos paz si sabemos perdonar, si dejamos marchar a quien nos hizo daño. Sin embargo, a veces, lo posponemos demasiado tiempo y la muerte llega antes que el perdón. ¿Hemos pensado alguna vez llegar a la muerte sin haber perdonado? No puede ser un viaje fácil, demasiado lastre para volar alto.




Todas las buenas acciones, acumuladas durante la vida, las destruye un momento de enfado. El enfado es considerado como un incendio que arrasa en unas horas un bosque que ha tardado décadas en formarse. Todo lo bueno que hay en nosotros queda devastado por un instante de ira, todo el trabajo espiritual asolado. Por otra parte, cuando uno está comprometido con la práctica de la compasión tiene immperiosa necesidad de abandonar todo lo que tiene que ver con la ira, el resentimiento o la venganza; además, debe dejar de rechazar a quienes están enfadados con uno mismo, está comprometido a aceptar las disculpas de los demás y tiene que controlar la expresión de sus pensamientos de ira.





PERDONAR


Si entendemos el valor del perdón podremos emprender el camino para hacerlo. Perdonar es un proceso. Cuando nos dañan recibimos una herida psicológica de la que necesitamos sanarnos. Recuperar el equilibrio interior requiere avanzar más allá del dolor del primer impacto y entender lo que ha sucedido y lo que significa. En el primer momento, cuando recibimos la agresión tenemos reacciones de dolor, ira o miedo; luego, intentamos controlarnos y comienza el movimiento pendular entre la frialdad y las emociones que podrían acabar con nuestra vida y la vida de quienes nos rodean. Finalmente, empezamos a recuperarnos cuando podemos comprender y explicarnos lo que ha sucedido.




Un aspecto particular del proceso es digerir el daño recibido. Necesitamos aprender a afrontar el dolor y procesarlo en nuestro interior. Como una herida en la piel requiere un tiempo de atención, cuidado y limpieza, las heridas emocionales también necesitan ser atendidas. No podemos ignorar el dolor que sentimos con el argumento de que nos lo ha causado alguien. Es absurdo. Si estamos heridos somos nosotros quienes debemos hacer lo posible por sanarnos. Es fundamental hacernos cargo del dolor, aceptarlo y dejar que se integre en las experiencias de la vida.






PERDONARSE A SÍ MISMO


Quizás uno de los aspectos más importantes del rencor y la ira, es la culpa y la vergüenza. Más dañino que una agresión recibida es una actitud hostil y negativa hacia nosotros mismos. Los efectos de criticarnos, desvalorizarnos, censurarnos o castigarnos pueden ser mucho más devastadores que cualquier daño externo.



Es fundamental comprender que la culpa y la auto-condena no sirven ni resuelven nada. NO OLVIDEMOS QUE LAS CULPAS NO EXISTEN. EXISTEN LAS CAUSAS. Si queremos ser seres humanos maduros, estables, sabios, dejar de cometer errores, ahí está la Sabiduría y todos los dones que ya tenemos y que nos los ha dado Dios pues estamos bien equipados en nuestro cerebro. Estamos bien equipado en nuestro ser. La culpabilidad sólo nos paraliza, nos limita y nos desgasta. Por consiguiente, también necesitamos hacer un profundo ejercicio de perdón con nosotros mismos. Necesitamos asumir nuestras limitaciones, errores y fracasos. Necesitamos aceptar nuestra humanidad. Si queremos evolucionar y avanzar hacia la armonía, el camino empieza perdonándonos por todo lo que ha sucedido en la vida.





MEDITACIÓN





Antes de trabajar el perdón es imprescindible analizar profundamente todo el daño, estragos e inconvenientes que nos causan el enfado, el rencor o la culpa. Tenemos que ver claramente cómo hacemos crecer el dolor por medio de estas reacciones y desear superarlas. Tenemos que reconocer los efectos nocivos en nuestro cuerpo, en las relaciones afectivas e incluso en nuestro desempeño profesional.




Una vez hecho esto, estamos en la posición ideal para perdonar. Meditar en el perdón consta dos facetas principales. Por un lado, necesitamos poner conciencia en el dolor y por otro, cortar el vínculo negativo. Así pues, lo primero es dejar de rechazar el dolor que sentimos y abandonar todo tipo de juicios o raciocínios, interpretaciones y comparaciones. Necesitamos dejarlo estar y hacernos plenamente conscientes de lo que sentimos. Sea el daño que nos han causado, o el dolor de haber cometido algún error o haber fracasado en algo, es esencial observarlo y hacerle espacio en nuestro interior. 




Reconocer que el fracaso sólo existe en nuestra mente, porque así queremos llamarle a una experiencia que no salió como esperábamos. Es fundamental que, en lugar de rechazarlo, lo acojamos con aceptación, imparcialidad y contentamiento.


Lo siguiente es romper el vínculo negativo con quién nos dañó o con nosotros mismos. En el silencio de la meditación vamos dejando que la persona que nos ha dañado siga con su vida o vamos dejando que la imagen torcida de nosotros mismos se aleje a su lugar en un pasado que ya quedó atrás para siempre. Bendecir, desear todo bien, nos libera y nos bendice a nosotros mismos. De este modo recuperamos toda esa energía malgastada en nuestro presente. Meditar, soltar, rendirse y entregarse al Amor de Amores: Dios. Entonces, a través de la atención consciente se "obra el milagro": el dolor puede disolverse en el espacio de nuestra verdadera esencia. SOMOS AMOR.



Terapia visual de pensamientos sabios 2