viernes, 30 de agosto de 2019

Vivir en el silencio interior





Vivir en el silencio interior, ese que no juzga, que no etiqueta, que fluye con todo cuanto se presenta, que permite la mirada misericordiosa, es sobre todo una actitud amorosa hacia uno mismo y hacia todo ser que respira. 



El silencio ha de formar parte de la vida de la persona que aspire a la plena realización. Necesitamos aprender a dejar ir los pensamientos, sentimientos, emociones, imaginaciones, para poder experimentar el misterio del ser, ese misterio que a todos nos configura en el Amor.


El silencio nos proporciona una conciencia ampliada, una conciencia libre y vacía donde el ser que somos se puede manifestar. El silencio no es sólo la ausencia de ruidos, si no que la base del silencio es aprender a crear ese espacio donde no hay nada que averiguar, no hay nada que demostrar, solamente hay conciencia, solamente hay presencia, en el hoy, el aquí y el ahora (lo único que tengo) donde se es capaz de escuchar con todo el ser. 




La esencia, la gracia se manifiesta en todo momento, en el aquí y en el ahora, pero es necesaria una actitud silenciosa y atenta para poder experimentarla. El silencio nos permite tocar el ser, se trata de llegar a ser silencio que ama desde las entrañas mismas de Dios en nuestro corazón.




A Dios lo encontramos en el Amor Verdadero. Jesús Resucitado se manifiesta a través del amor que damos a los demás. ¿Quién creerá en Dios cuando entre nosotros mismos nos criticamos, nos peleamos, no nos amamos, cuando sólo velamos por nuestros intereses egoístas y llenos de avaricia?






Intimidad con Dios es amar. Orar es amar, es comprometerse con la honestidad, con la verdad, con la sencillez y la humildad, con la solidaridad. Si amamos, ya oramos y cuando oramos, amamos.







El silencio es “el lugar” donde fluye la armonía, el equilibrio, la ecuanimidad. Nos referimos al silencio del interior del ser que surge cuando ya no necesitamos ponerle nombre a las circunstancias ni a las personas, cuando ya no etiquetamos a nada ni a nadie, es ese “último lugar” del que habla Jesús en el Evangelio en donde nadie ni nada puede arrebatarte la paz, pues “no es lo que entra sino lo que sale del corazón” dice Jesús, son los pensamientos lo que nos divide el ser, lo que nos empuja a no amar, y no amar provoca una gran tristeza y enojo, una gran dicotomía (división) interior.

 

El silencio es “el lugar” de paz, de creatividad, de solidaridad. Es morada del espíritu. Es la puerta que nos comunica con el ámbito inefable de la apertura infinita. Un lugar interior nuestro de sabiduría, plenitud y felicidad. Es verdad que es todo un reto querer entrar en este silencio porque las memorias, los recuerdos, las circunstancias que acompañan el vivir cotidiano, a veces emergen recuerdos dolorosos que no sabemos cómo enfrentarlos de nuevo, o no queremos hacerlo porque nos da miedo verlos cara a cara, es entonces cuando necesitamos de ese silencio para que nuestra mente comience a serenarse, para que adquiera un equilibrio necesario para poder abrazar cualquiera de esas situaciones que la vida nos presenta y abrazarnos a nosotros mismos con infinito amor, con infinita ternura.




La conciencia silenciosa implica detenerse. Es ese saber detenerse lo que permite que todo lo que ocupa mi interior y mi exterior se suelte, se relaje y entre en esa calma silenciosa que se interioriza hasta llegar al corazón del propio ser. Esa entrada, centrada en el misterio de cada uno, ese es el contacto con el verdadero yo de cada uno, es esa nada, esa plenitud que contiene cada uno y que es capaz de contener a Dios porque ya Dios nos hizo morada de paz. “Mi Casa, es casa de oración” “Son Templos del Espíritu Santo” Sin embargo, siempre estamos evitando ese interior libre y lleno de posibilidades infinitas porque muchas veces preferimos volver a hacer de las nuestras, a continuar por esta vida respondiendo a los grandes retos que si los viviéramos con sabiduría, la Sabiduría de Jesús nos harían personas nobles, hermosas, tiernas, solidarias, libres de todo egoísmo.





Siempre queremos hacer algo, manipular algo, pero la paz, el orden, la salud incluso, la calidad de vida, la verdad y el amor, tienen razón desde este silencio. Va más allá del raciocinar, pero hay que aprender a detenerse, a escuchar con toda el alma, porque la creatividad emerge de este fondo primigenio y sagrado que se contacta con él a través del silencio.




Conocer el camino de la sabiduría implica conocerse a sí mismo, y conocerse a sí mismo implica olvidarse de sí mismo. “Olvídese de sí mismo” dice Jesús, pero también dice: “Quien quiera”. La libertad interior es imprescindible para poder hacer realidad que somos y para qué estamos en este mundo: Somos amor de Dios. Y el amor no es ruido, sino silencio, no son injurias ni resistencias, sino entrega, solidaridad, apertura, profundo respeto. Sólo en el corazón callado ante ese Gran Silencio del Padre que es Cristo, es que llegamos a comprender que el silencio nos renueva, nos recrea, nos enamora, nos hace ser verdaderamente.

Olvidarnos de nosotros mismos como una forma de ser libres. Hacer de ese silencio un estilo de vida. Silencio en la mente, paz en el corazón precisamente allá entre tus idas y venidas, entre los tuyos que están llenos de ruido……allá donde trabajas, en medio del caos…..silencio y paz en el corazón.




Hemos de permitirnos desatar nudos interiores que dejamos sin deshacer y que se han hecho tan apretados que han estado a punto de rompernos…..Hemos de aprender a dejar ir los pensamientos, sentimientos, emociones, imaginaciones, para poder experimentar el misterio del ser, ese misterio que a todos nos configura en verdadero amor.

Vivamos en ese espacio de silencio, allá en nuestro oasis interior en donde somos habitados por el Amor y desde donde podemos responder instante a instante sin conjeturar nada, sin enjuiciar nada ni a nadie, dejándonos habitar siendo silencio de amor para esta creación hoy tan necesitada de amor. Que nada robe ni turbe nuestra paz.

No son las circunstancias ni las personas las que te hacen daño sino tu forma de interpretarlas, enjuiciarlas, raciocinar sobre ellas. Dedícate durante toda tu vida a la hermosa invocación del nombre de Jesús: “Jesús Hijo de Dios ten misericordia de mi” y ama a manos llenas, aunque a veces te duela!!!!




Cuando la persona quiere cambiar, cambia. Cuando la persona se decide a por todas en cuestión de inteligencia emocional y espiritual vuelve a "Casa", a su esencia en su interioridad, en su ser: EL AMOR VERDADERO, el equilibrio entre la depredación reptil y la ortonoia o luchas diarias internas, para decidirnos a cada instante por vivir en el reposo o hesiquia. Movidos en la Gracia, a través de la invocación corta: "Jesús" o Abba", o la frase: "Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi" pronunciado esto al vaivén respiratorio, siendo conscientes del regalo que es la vida y nuestra propia persona, y en general, la creación entera amando profunda y conscientemente todo. Amén




Terapia visual de pensamientos sabios 2