Vivir
en el silencio interior, ese que no juzga, que no etiqueta, que fluye con todo
cuanto se presenta, que permite la mirada misericordiosa, es sobre todo una
actitud amorosa hacia uno mismo y hacia todo ser que respira.
El
silencio ha de formar parte de la vida de la persona que aspire a la plena
realización. Necesitamos aprender a dejar ir los pensamientos, sentimientos,
emociones, imaginaciones, para poder experimentar el misterio del ser, ese
misterio que a todos nos configura en el Amor.
El
silencio nos proporciona una conciencia ampliada, una conciencia libre y vacía
donde el ser que somos se puede manifestar. El silencio no es sólo la ausencia
de ruidos, si no que la base del silencio es aprender a crear ese espacio donde
no hay nada que averiguar, no hay nada que demostrar, solamente hay conciencia,
solamente hay presencia, en el hoy, el aquí y el ahora (lo único que tengo) donde se es capaz de escuchar con todo el ser.
La esencia, la gracia se manifiesta en todo momento, en el aquí y en el ahora, pero es necesaria una actitud silenciosa y atenta para poder experimentarla. El silencio nos permite tocar el ser, se trata de llegar a ser silencio que ama desde las entrañas mismas de Dios en nuestro corazón.
A Dios lo encontramos en el Amor Verdadero. Jesús
Resucitado se manifiesta a través del amor que damos a los demás. ¿Quién creerá
en Dios cuando entre nosotros mismos nos criticamos, nos peleamos, no nos
amamos, cuando sólo velamos por nuestros intereses egoístas y llenos de
avaricia?
Intimidad
con Dios es amar. Orar es amar, es comprometerse con la honestidad, con la
verdad, con la sencillez y la humildad, con la solidaridad. Si amamos, ya
oramos y cuando oramos, amamos.
El
silencio es “el lugar” donde fluye la armonía, el equilibrio, la ecuanimidad.
Nos referimos al silencio del interior del ser que surge cuando ya no necesitamos
ponerle nombre a las circunstancias ni a las personas, cuando ya no etiquetamos
a nada ni a nadie, es ese “último lugar” del que habla Jesús en el Evangelio en
donde nadie ni nada puede arrebatarte la paz, pues “no es lo que entra sino lo
que sale del corazón” dice Jesús, son los pensamientos lo que nos divide el
ser, lo que nos empuja a no amar, y no amar provoca una gran tristeza y enojo,
una gran dicotomía (división) interior.
El
silencio es “el lugar” de paz, de creatividad, de solidaridad. Es morada del
espíritu. Es la puerta que nos comunica con el ámbito inefable de la apertura
infinita. Un lugar interior nuestro de sabiduría, plenitud y felicidad. Es
verdad que es todo un reto querer entrar en este silencio porque las memorias,
los recuerdos, las circunstancias que acompañan el vivir cotidiano, a veces
emergen recuerdos dolorosos que no sabemos cómo enfrentarlos de nuevo, o no
queremos hacerlo porque nos da miedo verlos cara a cara, es entonces cuando
necesitamos de ese silencio para que nuestra mente comience a serenarse, para
que adquiera un equilibrio necesario para poder abrazar cualquiera de esas
situaciones que la vida nos presenta y abrazarnos a nosotros mismos con
infinito amor, con infinita ternura.
La
conciencia silenciosa implica detenerse. Es ese saber detenerse lo que permite
que todo lo que ocupa mi interior y mi exterior se suelte, se relaje y entre en
esa calma silenciosa que se interioriza hasta llegar al corazón del propio ser.
Esa entrada, centrada en el misterio de cada uno, ese es el contacto con el
verdadero yo de cada uno, es esa nada, esa plenitud que contiene cada uno y que
es capaz de contener a Dios porque ya Dios nos hizo morada de paz. “Mi Casa, es
casa de oración” “Son Templos del Espíritu Santo” Sin embargo, siempre estamos
evitando ese interior libre y lleno de posibilidades infinitas porque muchas
veces preferimos volver a hacer de las nuestras, a continuar por esta vida
respondiendo a los grandes retos que si los viviéramos con sabiduría, la
Sabiduría de Jesús nos harían personas nobles, hermosas, tiernas, solidarias,
libres de todo egoísmo.
Siempre
queremos hacer algo, manipular algo, pero la paz, el orden, la salud incluso,
la calidad de vida, la verdad y el amor, tienen razón desde este silencio. Va
más allá del raciocinar, pero hay que aprender a detenerse, a escuchar con toda
el alma, porque la creatividad emerge de este fondo primigenio y sagrado que se
contacta con él a través del silencio.
Conocer
el camino de la sabiduría implica conocerse a sí mismo, y conocerse a sí mismo
implica olvidarse de sí mismo. “Olvídese de sí mismo” dice Jesús, pero también
dice: “Quien quiera”. La libertad interior es imprescindible para poder hacer
realidad que somos y para qué estamos en este mundo: Somos amor de Dios. Y el
amor no es ruido, sino silencio, no son injurias ni resistencias, sino entrega,
solidaridad, apertura, profundo respeto. Sólo en el corazón callado ante ese
Gran Silencio del Padre que es Cristo, es que llegamos a comprender que el
silencio nos renueva, nos recrea, nos enamora, nos hace ser verdaderamente.
Olvidarnos
de nosotros mismos como una forma de ser libres. Hacer de ese silencio un
estilo de vida. Silencio en la mente, paz en el corazón precisamente allá entre
tus idas y venidas, entre los tuyos que están llenos de ruido……allá donde
trabajas, en medio del caos…..silencio y paz en el corazón.
Hemos
de permitirnos desatar nudos interiores que dejamos sin deshacer y que se han
hecho tan apretados que han estado a punto de rompernos…..Hemos de aprender a
dejar ir los pensamientos, sentimientos, emociones, imaginaciones, para poder
experimentar el misterio del ser, ese misterio que a todos nos configura en
verdadero amor.
Vivamos
en ese espacio de silencio, allá en nuestro oasis interior en donde somos
habitados por el Amor y desde donde podemos responder instante a instante sin
conjeturar nada, sin enjuiciar nada ni a nadie, dejándonos habitar siendo
silencio de amor para esta creación hoy tan necesitada de amor. Que nada robe
ni turbe nuestra paz.
No
son las circunstancias ni las personas las que te hacen daño sino tu forma de
interpretarlas, enjuiciarlas, raciocinar sobre ellas. Dedícate durante toda tu
vida a la hermosa invocación del nombre de Jesús: “Jesús Hijo de Dios ten
misericordia de mi” y ama a manos llenas, aunque a veces te duela!!!!
Cuando
la persona quiere cambiar, cambia. Cuando la persona se decide a por todas en
cuestión de inteligencia emocional y espiritual vuelve a "Casa", a su
esencia en su interioridad, en su ser: EL AMOR VERDADERO, el equilibrio entre
la depredación reptil y la ortonoia o luchas diarias internas, para decidirnos
a cada instante por vivir en el reposo o hesiquia. Movidos en la Gracia, a
través de la invocación corta: "Jesús" o Abba", o la frase:
"Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi" pronunciado esto al vaivén
respiratorio, siendo conscientes del regalo que es la vida y nuestra propia
persona, y en general, la creación entera amando profunda y conscientemente
todo. Amén