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lunes, 23 de abril de 2018

Llamados a ser luz








La Regla de San Benito, ha sido hecha para personas ordinarias que viven vidas ordinarias. No fue escrita para sacerdotes, místicos, ermitaños o ascetas. Sencillamente fue escrita por un laico, para laicos. Fue escrita con el fin de proporcionar un camino que ayude a desarrollarnos espiritualmente, camino que tomará aquél, aquella que desee ir más allá de una vida superficial. La Regla fue escrita para personas con una sensibilidad divina  profunda y para aquellos que se experimenten llamados a vivir el compromiso trascendente del Bautismo. Fue hecha no para invitar a huir del mundo sino para dar luz que alumbre bajo la mirada de Dios, la vida cotidiana.



Joan D. Chittister, monja Benedictina dice que la espiritualidad es algo más que rezar dejando a un lado el corazón y el compromiso; es algo más que encender una vela, pues puedes hacer todo lo que haces por ejemplo tus actos de piedad y nunca haber desarrollado una espiritualidad. 





La espiritualidad es la forma en la que expresamos una fe viva y vivida en un mundo real es decir que la espiritualidad es la suma total de las actitudes y acciones que definen nuestra vida de fe. Por ejemplo para San Pablo, la espiritualidad significó vivir en Cristo y apreciar los dones del Espíritu como dados para construir el Cuerpo de Cristo aquí y ahora.









La manera de entender la perfección de la vida cristiana ha variado a través de las épocas, a través del tiempo. Volviendo a las fuentes, la entendemos como lo hicieron los cristianos de los primeros tiempos, a considerar la vida espiritual con una visión más amplia. La espiritualidad es la que nos conduce más allá de nosotros mismos para hallar un significado en la vida y es nuestra espiritualidad (nuestro ser viviendo en amor incondicional) la que determina nuestros valores, es el filtro a través del cual se depura nuestro egoísmo y soberbia, transformándose en mansedumbre, humildad, verdad. Filtro a través del cual se equilibra y se entremezcla  la contemplación y el compromiso para hacer de este mundo, de la mente humana, un lugar realmente habitable y lleno de amor verdadero.



 


La espiritualidad que nos llega de la Regla de San Benito es una espiritualidad que pretende esencialmente vivir la vida cotidiana como lo haría Jesús, y Jesús contempló todas las madrugadas y entrada la noche a su Padre Dios y pasó haciendo el bien a todos.



Aquí lo que importa es la transformación de la vida, por eso la Regla de San Benito fue escrita para personas que trabajan, ocupadas, cuyas familias tienen deberes en la sociedad y son agobiadas por el duro trabajo del mundo de hoy.







Y podríamos preguntar: ¿Cuáles son en esencia, los valores consagrados hace 1500 años por la Regla de San Benito y qué es lo que nos dicen hoy aquí y ahora? El amor sin condiciones. ¿Qué le dicen a esa aspiración que tenemos de vivir en paz en medio del caos? Si no somos amor, nada somos.


 



La espiritualidad de Benito no asume la forma de grandes ascetismos ni de grandes promesas ni de grandes proezas o hazañas espirituales. No pide grandes mortificaciones ni grandes arrebatos místicos. No prescribe ningún trabajo específico ni depende de un gran plan de organización. La Regla de San Benito simplemente sacude el polvo y el barro de cada día y lo convierte en belleza, en Amor al estilo de Jesús.








La Regla de San Benito no nos describe una serie de ejercicios espirituales ni nos sume en devociones o disciplinas. De hecho no es ni siquiera una “regla” como la podríamos interpretar hoy en el sentido moderno entendiendo una regla como el conjunto de controles, leyes o demandas. Al contrario, la Regla de San Benito es sencillamente un plan de vida, una guía, viviendo en amor.



La Palabra Regula que ahora es traducida como “regla”, antiguamente significaba “reja”, algo para apoyarse en la oscuridad, algo que guía en una dirección dada, algo que señala el camino, algo que sostiene al subir. La Regla de San Benito en otras palabras, es más sabiduría que ley. La Regla de San Benito no es un conjunto de Normas o directrices sino que es una forma de vida.









De hecho, no es una regla. Esta es la clave para comprender la Regla de San Benito. Por eso puede tener el mismo valor para los laicos como para los monjes. De ahí que diga en su Prólogo: “Escucha...quienquiera que seas”....




Sin Amor la vida es un caos





La Regla de Benito es un libro de Sabiduría hecha para responder a las grandes preguntas de la vida de manera comprensible, actual, clara y accesible. Cuando se es joven, y aún cuando uno entra en madurez o hasta en la ancianidad, llega a ser todo un reto comprender que, para llegar a una vida plena, habremos de hacer frecuentemente cosas que no deseamos hacer como ser misericordiosos en lugar de entrar en conflicto con alguien, comprender en lugar de enjuiciar,  levantarnos antes que nada para estar a solas con quien sabemos nos ama, para hacer Lectio divina, para bajar al corazón los salmos, para alimentarnos del Pan Sabroso que es Jesús y enontces sí, ir a la vida, al trabajo, a la calle a donde vamos, con el espíritu alimentado de la vida de Jesús.








Para la mentalidad monástica sin la oración, la Lectio divina, sin el rezo de los salmos que se hacen 7 veces al día, la vida es un caos. Para la espiritualidad monástica está claro que es necesario querer entrar en ese proceso diario de detenerse para apreciar el significado verdadero de la vida en sus dimensiones más profundas.









La Regla de San Benito nos lanza a contemplar nuestro tiempo, nuestra vida a la luz de los valores evangélicos. Y quien se dispone a militar bajo la Regla, se dispone a militar bajo la mirada de Dios, bajo los valores que nos vino a enseñar nuestro Señor Jesucristo es decir que se dispone a vivir la vida ordinaria de una manera sobrenatural y extraordinaria pensando, hablando, obrando siempre en Amor.







Y podrías preguntar, y qué elementos hacen que la Regla de San Benito sea una Regla viva, de vida y respiración, de profundidad y alcance, de antigüedad y actualidad, con carácter local y posibilidades universales? 


Estos elementos son las Sagradas Escrituras, el texto de la regla, líderes sabios y la penetración en ella, las experiencias de vida y circunstancias de la comunidad o la familia en la que vivimos. Por ello podemos decir que la Regla no es un texto muerto de prácticas del pasado, ni un documento histórico, ni el pasatiempo de anticuarios excéntricos. 


La Regla de San Benito vive y respira de generación en generación. La Regla de San Benito se revisa y se adapta a los siglos y a las culturas. Crece con los tiempos, marcha con los tiempos y nos brinda un apoyo, una guía que no nos permitirá hundirnos en el vacío espiritual y existencial de nuestro tiempo.







El hombre, la mujer que se ha dado cuenta de la necesidad de madurar, de despertar del egoísmo, busca la santidad aquí y ahora, sin ayunos extravagantes, devociones o mortificaciones extenuantes. Sencillamente San Benito invita a caminar por la vida con el alma  desnuda es decir, sin apegos, alerta, agradecida, consciente, abierta a la trascendencia de Dios, cuidando, respetando, amando a todo ser vivo que tengamos a nuestro alcance.


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