Mostrando entradas con la etiqueta escuela del silencio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta escuela del silencio. Mostrar todas las entradas

sábado, 4 de febrero de 2023

Permite que el silencio te sane

 



San Juan de la Cruz reformador de los Carmelitas calzados (hoy descalzos) solía retirarse a solas y seguro -dice en la noche oscura en su obra-, para orar, durante el día y sobre todo de noche. Quizá no haya situación más propicia para la actitud contemplativa que la del ser humano ante la noche. Y esto en cualquier tiempo o lugar. La oscuridad es un medio privilegiado para todo misterio, para toda revelación, porque es de noche cuando mejor nos vemos.

 

Silencio y oración

 


Si nos dejamos guiar por el libro más antiguo de oración, los Salmos bíblicos, encontraremos en ellos dos formas principales de la oración. Por un lado, la lamentación y la llamada de auxilio, y por otra el agradecimiento y la alabanza. De un modo más escondido, existe un tercer tipo de oración, sin súplica ni alabanza explícita. El Salmo 131, por ejemplo, no es más que calma y confianza: «Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros. Mantengo mi alma en paz y en silencio… Pon tu esperanza en el Señor, ahora y por siempre.»

 

 

A veces la oración calla, pues una comunión apacible con Dios puede prescindir de palabras. «Acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.» Como un niño privado de su madre que ha dejado de llorar, así puede ser «mi alma en mí» en presencia de Dios. La oración entonces no necesita palabras, ni reflexiones.

 

¿Cómo llegar al silencio interior? 

 

 

A veces permanecemos en silencio, pero en nuestro interior discutimos fuertemente, confrontándonos con nuestros interlocutores imaginario o luchando con nosotros mismos. Mantener nuestra alma en paz supone una cierta sencillez: «No pretendo grandezas que superan mi capacidad.» Hacer silencio es reconocer que mis preocupaciones no pueden mucho. Hacer silencio es dejar a Dios lo que está fuera de mi alcance y de mis capacidades. Un momento de silencio, incluso muy breve, es como un descanso sabático, una santa parada, una tregua respecto a las preocupaciones. La agitación de nuestros pensamientos se puede comparar a la tempestad que sacudió la barca de los discípulos en el mar de Galilea cuando Jesús dormía. También a nosotros nos ocurre estar perdidos, angustiados, incapaces de apaciguarnos a nosotros mismos. Pero por ello Jesús, nuestro Amado, viene en nuestra ayuda. Así como amenazó el viento y el mar y «sobrevino una gran calma», Él calma nuestro corazón cuando éste se encuentra agitado por el miedo y las preocupaciones.

 

Al hacer silencio, ponemos nuestra esperanza en Dios. Un salmo sugiere que el silencio es también una forma de alabanza. «Para ti, oh Dios, el silencio es alabanza.» Cuando cesan las palabras y los pensamientos, Dios es alabado en el asombro silencioso y la admiración. La Palabra de Dios es trueno y silencio. En el Sinaí, Dios habla a Moisés y a los israelitas. Truenos, relámpagos y un sonido de trompeta cada vez más fuerte precedía y acompañaba la Palabra de Dios. 

 

 

Siglos más tarde, el profeta Elías regresa a la misma montaña de Dios. Allí vuelve a vivir la experiencia de sus ancestros: huracán, terremoto y fuego, y se encuentra listo para escuchar a Dios en el trueno. Pero el Señor no se encuentra en los fenómenos tradicionales de su poder. Cuando cesa el ruido, Elías oye «un susurro silencioso», y es entonces cuando Dios "le habla". ¿Habla Dios con voz fuerte o en un soplo de silencio? ¿Tomaremos como modelo al pueblo reunido al pie del Sinaí? Probablemente sea una falsa alternativa. Los fenómenos terribles que acompañan la entrega de los diez mandamientos subrayan su importancia. Guardar los mandamientos o rechazarlos es una cuestión de vida o muerte. Quien ve a un niño correr hacia un coche que está pasando tiene razón de gritar lo fuerte que pueda. 

 


En situaciones análogas, han habido profetas que han anunciado la palabra de Dios de modo que resuene fuertemente a nuestros oídos. Palabras que se dicen con voz fuerte se hacen oír, impresionan. Pero sabemos bien que éstas no tocan casi los corazones. En lugar de una acogida, éstas encuentran resistencia. La experiencia de Elías muestras que Dios no quiere impresionarnos, sino ser comprendido y acogido. Dios ha escogido «una voz de fino silencio» para hablar. Es una paradoja: Dios es silencioso, y sin embargo habla.

 


Cuando la palabra de Dios se hace «voz de fino silencio», es más eficaz que nunca para cambiar nuestros corazones. El huracán del monte Sinaí resquebrajaba las rocas, pero la palabra silenciosa de Dios es capaz de romper los corazones de piedra., porque habla en "callado amor". Para el propio Elías, el súbito silencio era probablemente más temible que el huracán y el trueno. Las manifestaciones poderosas de Dios le eran, en cierto sentido, familiares. Es el silencio de Dios lo que le desconcierta, pues resulta tan diferente a todo lo que Elías conocía hasta entonces.

 


 

El silencio nos prepara a un nuevo encuentro con Dios. En el silencio, la palabra de Dios puede alcanzar los rincones más ocultos de nuestro corazón. En el silencio, la palabra de Dios es «más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu.» Al hacer silencio, dejamos de escondernos ante Dios, y la luz de Jesús, la luz del Amor de Dios, puede alcanzar y curar y transformar incluso aquello de lo que tenemos vergüenza, o no aceptamos de nosotros mismos.

 

Silencio y amor.

 


Jesús dice: «Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo les he amado» Juan 15,12. Tenemos necesidad de silencio para acoger estas palabras y ponerlas en práctica. Cuando estamos agitados e inquietos, tenemos tantos argumentos y razones para no perdonar y no amar demasiado y con facilidad. Pero cuando mantenemos «nuestra alma en paz y en silencio», estas razones se desvanecen. Quizás evitamos a veces el silencio, prefiriendo en su lugar, cualquier ruido, cualquier palabra o distracción, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos de necedad y pobres disponibles para Dios, para amar como Él; paz, que disuelve la amargura y las rebeliones, y nos conduce al don de nosotros mismos. Silenciosos y pobres es decir, desapegados, desasidos, nuestros corazones son conquistados por el Espíritu Santo, por el Poder y Fuego de Dios, llenos de un amor incondicional. De manera humilde pero cierta, el silencio siempre, pero siempre nos conduce a amar, amar como Dios nos ama. Amén.


 Escucha esta alabanza, te gustará, te ayudará, dale clic: 

ESTAD QUIETO Y CONOCED QUE ÉL ES DIOS

miércoles, 1 de febrero de 2023

Qué hacer en la meditación de silencio

 


En la meditación de silencio no se trata de "dejar la mente en blanco", pues a veces vendrán pensamientos unos, de algo que nos preocupa, otros de algo que nos duele. Más bien, cuando esto suceda, observarnos y quizá también podamos anotar en una libreta eso a manera de recordatorio y dejarlo, seguir en nuestra meditación y después, si eso que anotaste tiene arreglo, arreglarlo; si no, fluir con la vida, asumir, aceptar, así eso no nos perturbará mas, porque estamos atentos a esa Presencia envolvente, transformante, amante de Dios que no vemos, pero que sabemos nos ama con locura. Continuar perseverando en cada inhalación  y exhalación, instalándonos sólo en el aquí y en el ahora, abiertos a esa Gracia fascinante que es Dios mismo, permitiendo que se despierte esa paz en la que ya nada nos pueda turbar.

 

Esta increíble máquina que llevamos sobre los hombros, nuestro cerebro, nuestra capacidad pensante ¿crees que puede parar en algún momento? ¿Tú qué piensas? La respuesta es no.

 


 

Los expertos en psicobiología y neurociencia cognitiva nos dicen que es científicamente imposible dejar la mente en blanco. Nuestra mente no para de trabajar y menos al ritmo diario en el que vivimos: vamos, hacemos, decimos, generando siempre emociones diversas por nuestros pensamientos muchas veces sin ton ni son, otros inspirados por heridas de la vida, por dejar la mente, concretamente, el cerebro reptil, a sus anchas, pues es el que nos da la capacidad de morar y vivir en el pasado y el que constantemente nos invita a seguir cómodos en lo que ya sabemos, para no tener que hacer esfuerzos y vivir algo diferente, como sería traer la mente al hoy, al aquí y al ahora, sanando heridas y dejar nuestro interior habitable, pues somos una belleza, pero hemos de cuidarla, como lo hace el jardinero, podando lo que no es para que venga a ser lo que es.

 

"Mente en blanco" es vivir en el hoy, el aquí y el ahora, conscientes y agradecidos, porque todo -si así lo contemplamos- nos ayuda a madurar y a ser solidarios. 

 



La carga de estímulos que recibimos, la información a procesar, las decisiones que tomar, valoraciones, pensamientos positivos y negativos, los miedos, la inestabilidad propia de existir, los proyectos inspiradores o las desmotivaciones, todo eso ronda nuestra mente a gran velocidad. Es normal sentirse agotado y que en algunas ocasiones sea necesario querer "dejar la mente en blanco" entendiendo nuevamente esto, como una manera de hablar.

 

Pero más bien, en lugar de hablar de querer "dejar la mente en blanco" necesitamos comprender que necesitamos aprender a cuidar nuestro interior, escribir heridas del pasado y del presente; escribir miedos, pensamientos que nos atrapan, aceptar con sabiduría hechos dolorosos, culpas (que por cierto más bien son causas que han causado un efecto), que necesitamos querer aprender a relajarnos, calmarnos, no sólo en nuestra capacidad pensante es decir, la mente, sino vivir en paz en nuestro ser, comenzando por querer vivir de una forma menos superficial, más sabia, menos vacía, más profunda, más noble, más paciente, más honesta, más solidaria.

 

Por ello nosotros mismos, cada uno, cada una, ha de querer frenar todos esos pensamientos agobiantes y a veces hasta tontos, sin ton ni son que rondan como moscas y que permitimos que nos generen estrés y ansiedad.

 

Y quien quiere aprender a meditar, pasará por procesos necesarios, como los que pasa una mariposa, un bebé en el vientre de su madre. Pero, no nos sintamos indefensos, ya que Dios nuestro Padre amoroso creamos en Él o no, es fiel, ya nos dio todo en nuestro interior, en nuestro cerebro, para que poco a poco vayamos utilizando toda esa gama de herramientas poderosísimas y que sólo hay que querer ejercitarlas a cada instante, en cada oportunidad del día que nos presente la vida y también en tiempos específicos que reservemos para estar "quietos", sin aparentemente "hacer nada", tratando de simplemente SER. Así que por lo pronto necesitarás QUERER HACERLO, necesitarás LA PACIENCIA Y necesitarás LA PERSEVERANCIA.

 

Nadie puede obligarnos a nada, pero si vemos que todo esto que estamos leyendo ahora, y ese tiempo que deseamos o que anhelamos dedicarnos a nosotros mismos -porque nos amamos y porque queremos dedicarlo a Dios que nos ama sin medida, porque queremos parar físicamente para aprender a "Sabernos estar a solas con quien sabemos nos ama" dirá Teresa de Jesús, y que nos va llevando a despertar nuestra consciencia básica a una consciencia más profunda-, entonces pongamos en marcha la meditación en nuestra vida. 

 

 

No huyamos a la primera de cambio porque "no veamos resultados" o porque "no sentimos cosas espectaculares", pues en realidad todo esto se vive en la fe que no son emociones que hoy están y mañana ya no, sino que es, esa certeza de que Dios es Amor y que yo mismo, yo misma, soy amor, amor incondicional y estar ahí, "dentro", en nuestro interior ante esa Zarza ardiente con la que Moisés se encontró en el desierto y ante la cual se descalzó y que jamás se consumirá, dejándome "quemar, purificar por su Amor", estando ahí, en la intimidad del ser, a solas con Él y yo, sin decir nada, "sin ver nada", solamente estando consciente de cada inhalación y de cada exhalación, a manera de no permitir a esas moscas de pensamientos que van y vienen, sacarnos de ese momento. 

 

 

Respecto de la respiración, de tus inhalaciones y exhalaciones, hazlas con el abdomen. No con el pecho. Cada respiración conecta con varias partes de la corteza cerebral y reacciona diferente al cambio de respiración, así que si lo haces conscientemente será mucho mejor. 

 

No pretendas pues, estar 60 minutos con Dios, ni 30, ni 15…..son instantes de fidelidad por nuestra parte….volver y volver y volver a esa consciencia, a ese inhalar y a ese exhalar, incluso valorando que estamos vivos, y que somos plenos en Él y así toda esa hora o esa media hora……hasta que poco a poco se vaya haciendo un hábito, un estilo de vida, no sólo para esos tiempos "fuertes" sino para toda la vida.

 


 

Así que no tienes de qué asustarte de nada. A todos nos pasa. A todos se nos va la mente, pero recuerda: son instantes de fidelidad por nuestra parte….volver y volver y volver a esa consciencia, a ese inhalar y a ese exhalar, y experimentándonos que somos plenos en Él, que somos UNO en Él y sin pensarlo, nos hacemos UNO con esta creación que sufre tanto a manos nuestras. Por ello antes de comenzar nuestra Meditación de Silencio, oramos así:

 

"Padre, queremos consagrar a Ti, como inspiración tuya, esta 1/2 hora de meditación, de silencio, siendo en ti, cada uno de nosotros: luz, amor que llegue y arda en los corazones más necesitados de abrirse a Ti. Dejamos a esta creación en tu corazón, ¡Padre! Y ahora, simplemente, nos quedamos a solas Tú y yo, ¡Padre! deseando fundirme en ti y ser amor como tú, ahora mismo, y lo que me quede del día, de todos los días, hasta que vaya a Ti".

 

 

Aprender a estar, querer hacerlo, perseverar, ser fiel a mi misma/o, a Dios y a la creación. He ahí la meditación de silencio. Pues esto no es como ir a las tiendas y obtener, y obtener, y obtener. Se trata más bien de ser una ofrenda, una oblación, como la rosa que está ahí con su fragancia, con su color, con su frescura, sin decir: "Mírenme a mi" o "Me molestan las espinas que tengo" "Me molesta el clima que hace" "Me duele que me poden". La rosa, simplemente es y se da, es donación perfecta.

 


Para casi terminar te decimos, que para quien comienza a meditar, lo más fácil es centrar la atención en la respiración, tal vez identificar ruidos cerca, o sensaciones en tu cuerpo; es posible que te des cuenta de que tienes comezón en alguna parte del cuerpo, o que te duele esto o lo otro o que sientes hambre en fin, como que todo pasa ahí, pero repetimos a todos nos ha pasado. Así que persevera atentamente en tu inspirar y espirar y SUELTA TODO ESTO. DESLÍGATE, DESPRÉNDETE. No hacer caso de esto, no hacer caso de nada, como si nada de eso que te molesta, o tus propios pensamientos  existiesen. Subirte sobre las cosas, sobre las emociones, sobre todo, como el pájaro solitario de los bosques, que se va a lo más alto, allá donde sólo se es en el Amor. 


 


La meditación consta de un trabajo interior de SER CONSCIENTE. Se pretende focalizar el esfuerzo en algo concreto: respiración o sensaciones físicas como decíamos antes. Además la meditación así hecha, genera importantes cambios en la estructura cerebral, lo que lleva a reducir el estrés o gestionar mejor las emociones además de reforzar el sistema inmunitario o bajar la frecuencia cardíaca hasta estabilizarla. La meditación se trata de no ir más allá del aquí y del ahora, entonces ya te encuentras en la atención plena, centrándote en lo que está sucediendo “aquí y ahora”, aceptándolo sin más, sin intentar cambiar, ni juzgar nada. 

 


Seguramente tu autoestima irá mejorando, igual tu calidad de vida, pensarás a manera de algo vital ser amor para los seres vivos, y todo esto, reducirá el estrés. Pero aún así, seguimos diciéndote: No te asustes de nada. Los seres humanos sentimos de todo, aún en los niveles más altos de la contemplación que en realidad ese nivel más alto es: AMAR A MANOS LLENAS al estilo de Dios.

Descálzate como Moisés ante esa Zarza ardiente, ante ese Dios que te ama y que te habita en lo hondo de tu ser. Descálzate de miedos, de pensamientos inútiles, de reproches hacia ti misma/o, de preocupaciones que no te llevan a solucionar nada y sí a aumentar la angustia. Descálzate del egoísmo, de la soberbia, del orgullo. Descálzate y simplemente arde en amor, se amor, se en Él. Amén. 



martes, 17 de enero de 2023

Sed de ser en el Amor

 

SED DE SER EN EL AMOR

 

En nuestra actualidad todo habla de la necesidad de acallar tanto ruido sobre todo interior que nos desgasta con su agitación. Nos esclaviza nuestra propia visión de las cosas, de nosotros mismos, de la realidad, de ahí la necesidad de desnudarnos de nosotros mismos. Desnudarse es vernos tal como somos, sin intentar escapar de la propia realidad. Despertar y darnos cuenta de que nada es nuestro. Despertar a la realidad de que hemos de cuidarnos unos a otros con actitudes de bondad. Estamos hechos para la convivencia, pero también estamos hechos para la soledad, la soledad que plenifica. Hemos de aprender a escuchar el silencio y luego, aprender a escuchar al que es el Silencio Amoroso: Dios.

 

Los seres humanos no somos salvadores de nadie, pero sí necesitamos amar a manos llenas. Amarnos primero a sí mismos, luego, a todo ser que respira. Ser pan interior para los demás, ser paz, ser luz, ser las manos de Dios que acarician y cuidan de los seres que respiran y son vulnerables; ser la compasión, el poder ponernos en el cerebro de los demás, tan herido….ayudar a los animalitos…vivir para Dios y para esta creación, siendo bondad, muriendo a lo que nos hace daño y hace daño: tanto grito, palabras hirientes, actitudes indiferentes, abusos de muchos tipos. "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12,23-24). 

 


 

Necesitamos otra forma de leer la vida, otra forma de leernos a nosotros mismos. Necesitamos volver a nacer. ("Juan 3,1-22) Estamos aquí para amar. La soledad no existe en la naturaleza, en la creación. No hay otro sentido. Amar como Él nos ha amado primero. Ya no necesitamos buscar fuera el amor. Somos amor. Pero, ¿Quiero, quieres vivirlo?

 


 

Es el silencio que puede liberarnos de toda su atadura, y allá, en la hondura y anchura, es donde desde la fe desnuda, emerge Dios con todo su esplendor, y profundo amor, y es el que el silencio, cuando la mente ha cedido a su necedad y querer egoísta, posibilita lo pleno y entonces, todo lo lleno anhela el vacío para no quedar saturado de sí mismo.  San Juan de la Cruz nos enseña a desear querer pasar por la noche de los sentidos, por el vacío de sí mismos, entrar a las cavernas llenas de silencio en donde el mismo Silencio, así con mayúscula, nos devolverá nuestro estado original de ser, de simplemente ser, en el Ser. 

 


 

Quietos, callados y acallados, sólo siendo y sintiendo la respiración, cada inhalación, cada exhalación, llenando nuestro anhelo de ser amor sin condiciones y vaciándonos de lo que no somos. Con el silencio llega la experiencia y la certeza de que somos habitados, lo que la mística llama, la "inhabitación de Dios". No hay nada que esperar, porque hemos regresado a nuestra Fuente de Vida, al Amor que no es amado. Dios nos abraza en esa sabrosura del Amor que Es. Ya no hay nada más que desear, sólo ser, sólo amar. Ya no hay espacio para lo "mío", ya no hay espacio para "mis cosas", ya no hay espacio para seguir viviendo de cualquier manera, ya no hay espacio para el gran egoísmo. Sólo el Amor basta, sólo amar incondicionalmente basta y bastará. Entonces, cada vez cabrá más realidad y tendré más consciencia de aceptar todo como viene en cada hoy, aquí y ahora. Aceptar con sabiduría y paz, pues, qué sabemos del otro lado de las cosas.

 

Quien separa el Silencio de la vida, se confunde. Quien vive la vida desde el Silencio, su preferencia, su anhelo, su misión, su propósito es y siempre será ¡¡Amar a manos llenas!! Ser Silencio para esta creación, silencio abrazador, silencio que se solidariza; así nos damos cuenta de que el vacío interior es una bendición. Aparece en donde ha habido desalojo, mayor cavidad se hace disponible, se trata de cavar hasta lo hondo cada vez más con mayor silencio, para permitirnos percibir lo que nos rodea y que ya no es precisamente nuestro ego, sino nuestro ser amoroso, sosegado, reconciliado, simplemente SIENDO, entonces el Ser, Dios, se revela en su creación maravillosa detrás de cada criatura. Nada existe por sí mismo ni para sí mismo, sino que es rumor de otra Presencia que en cada existencia anida.

 

ORACIÓN


 

La oración está en todos los seres, como un impulso hacia su Fuente. En el reino del amor hay siempre un Tú por invocar, porque ese Tú, es la condición misma de amar. Cuando el Amado se acerca, el amante desea que no se aproxime del todo para poder seguir yendo tras Él y seguir sintiendo el ardor que lo consume. Tal es el sentido de la oración que todavía no es unión, pues aunque el alma lo desea, el "yo" no está maduro para morir. La oración es posible, porque hay dos. Cuando todo sea colmado, no habrá palabra, ni hará falta oración, porque todo estará repleto del Amor, en donde el yo, ya no cabe, sólo la consciencia pura de ser, de amar. Simplemente vivir en Amor.

 

ENTREGA

 

 

No podemos ser si retenemos. No podemos ser si no nos desapegamos de lo que nos esclaviza, de lo que nos separa de amar incondicionalmente. Somos donación. Somos entrega. Compartirnos, darnos, entregarnos, ser sin cesar. Nuestra existencia es pasar, dejarnos traspasar, dejarnos poseer de ese Amor inconmensurable de Dios. Somos amor inconmensurable de Dios. La pregunta es: ¿Lo quiero vivir?  porque la Fuente, está siempre vertiéndose, derramándose por doquier. Cuanto más apertura a la Apertura que nos origina, más crece la capacidad de ofrecernos. Nos hace partícipes de su condición. Dios no forza a nadie. No sería Dios. Lo que existe, existe como desbordamiento de la abundancia del Ser. Abiertos, nos damos en Su darse. Somos más, cuanto más a través de nuestro vacío, dejamos ser, al Ser. Dirá el salmista: "Aprende a estar vacío de todo, y verás cómo Dios, resplandece", y nosotras diremos: resplandecerá en tus pensamientos, en tu mirada, en tus palabras, en tu silencio amoroso, en tus obras.

 

Descalcémonos como Moisés ante la Zarza, (Éxodo 3,2) pues esa Zarza es inconsumible, es Eterna…El Ser, así con mayúscula, Dios, es calmo, y calma la sed; cuando la criatura regresa, amansa su sed y queda anegada en lo que supera su capacidad de concebir y de comprender. Dirá Pablo de Tarso: "Ya no soy yo, sino Otro, quien vive en mi" (Gál 2,20). La vida se percibe y se concibe desde la pura bondad, desde la sonrisa, desde la paciencia, escuchar, observar, ser abrazo, asumir con paz, dones que ya tenemos pero que necesitamos querer poner en práctica.


 

El vacío no se puede circunscribir. El pensamiento que todo lo quiere capturar no lo puede "agarrar". Es plenitud que colma. Es, no siendo (no agonizando en el egoísmo, en tanta soberbia, en tanto orgullo, en tanta ceguera), cuando más somos sin serlo, porque Dios tiene en nosotros, la oportunidad de nacer. 

Una vez estando yo muy enferma, nuestra amiga ermitaña en Mont Sant Catalunya, Montserrat Domingo me dijo: "Gema, dame un poco de tu dolor, para que no sientas tanto y así lo repartiríamos. Dame, dame de tu dolor". Y hoy, aquí y ahora, podemos aliviar el dolor de quienes nos rodean, de seres vivos indefensos. Dice San Francisco de Asís: es dando como recibimos, es muriendo como nacemos a la vida verdadera, la vida, del amor incondicional.

 

PRESENCIA.

 
 

Lo que aparece en el término estaba en el origen, pero no lo sabíamos. Para eso venimos a la vida, para conocerlo, para experienciarlo a través de toda nuestra vida. La pregunta es: si la gota, una vez que ha entrado en el Mar, ha dejado de ser gota, es consciente de ser Mar. ¿Sabes? en realidad, no hay gotas, sólo Mar. En Él existimos, nos movemos, SOMOS. 

Sabernos agua de las olas y de las gotas, es revelación, resultado de un don, culminación de la aventura de existir. Saberse agua de ese Mar. Saberse mar, de ese Mar. Todas las gotas, contienen su reflejo, son el reflejo del Mar, su Rostro y nuestros rostros encuentran en Él, su acabamiento. Dice Jesús: "Quien beba de esta Agua, no volverá a tener sed". (Juan 4,13.14) Dejemos huellas -en este mundo tan necesitado y egoísta- de esa Presencia que late por doquier, por cada célula espiritual de nuestro ser.  Así sea. 




Terapia visual de pensamientos sabios 2