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sábado, 23 de noviembre de 2019

Adviento tiempo inspirador


REFLEXIÓN PARA TU CORAZÓN

 
El Adviento es un tiempo inspirador. Quizás porque es un tiempo de espera. Igual que el embarazo, un tiempo de interioridad, donde algo va creciendo en lo oscuro y protegido del vientre materno. Adviento nos llama a mirarnos por dentro. A descubrir aquello que ya no nos sirve, para dejarlo ir. Y también a descubrir la vida que late buscando salir a la luz. Allí pueden esconderse los brotes verdes de lo que todavía no se manifestó.

Adviento es un tiempo para animarnos a lo que María se animó, a que el Ruah de Dios transforme radicalmente nuestra vida. Escucharla, decirle “que se haga en mí”. Saber que “no hay nada imposible para Dios”, que lo único que hace falta es disponer mi tierra para que reciba la “lluvia y la nieve que descienden del cielo y no vuelven a él sin haberla empapado, sin haberla fecundado y hecho germinar”.

Como los ciclos de la naturaleza se dan paso unos a otros para que la tierra descanse, trabaje y dé su fruto, así también para nosotros, perdidos tantas veces en la vorágine de todos los días, que no diferencia el día a día, nos viene muy bien diferenciar los tiempos.

Y Adviento es un instante en el año para serenar, preparándose en una espera a lo que vendrá.

Hemos olvidado el ritmo celebrativo de la vida ancestral, y habría que recuperarlo más allá de compras y rebajas, y fiestas importadas basadas en el consumo.

El Adviento es tiempo de parar, pararse por dentro; tiempo de silenciar, silenciarse por dentro; escuchar atentamente el susurro interior que despierte de la dormidera superficial y nos ponga en camino. ¿Hacia dónde? ¿Hacia qué? ¿Con quién?



Las preguntas surgen porque se intuye un silencio diferente, este no es ese silencio en el que cerramos los ojos calladamente anhelando un mundo mejor.

Este es un activo silencio creador que camina, un vientre fértil que incuba amor activo, respeto activo y concordia activa… camina para parirlos en las fronteras del mundo e iluminar desde allí la inconsciencia que nos ha llevado a vivir en discordia, avaricia, deshonestidad, egoísmo y cerrazón que parten el corazón y desangran la esperanza.

Este silencio cobija la vida germinando que brotará inesperadamente donde hay pocas esperanzas de vida; en las fronteras que detienen la esperanza de futuro en miles de rostros infantiles, sucios y hambrientos que nos miran callados…


 
Si miramos el mundo, lo que vemos no es bueno. ¡Vaya novedad! ¿Acaso era bueno en la Galilea del siglo I? Esos rostros callados que nos miran, ¿no se parecerán a los rostros de María y José pidiendo albergue? Ese parto en un pesebre, casi a la intemperie, en una noche fría de invierno, ¿no se parece a tantas situaciones de abandono que hoy vemos por donde quiera?

En los días previos al Adviento, los textos del Apocalipsis, ese libro tan surrealista inspirado que nos adentra en desastres y cataclismos, nos previene con palabras, tan incomprensibles como creativas, de lo que será el Final… ¡Y ese final es hoy y siempre! Porque la humanidad sigue inmersa en un punto caótico del que no evoluciona.

Pero no desmayemos, ese caos tiene una semilla interior de Esperanza anhelante, suplicante, emocionante y, lo más importante, invencible. Una esperanza que es la que nos pone a gritar… ¡Ven, Señor, Jesús... que ya viniste, que sigues viniendo, que vendrás!




Vendrás porque eres Amor y el Amor nunca deja de crear y de cuidar lo creado aun por encima del caos y de los aparentes desórdenes y vacíos… ¿Qué existe fuera de ti? estas incluso en el caos, el desorden y el vacío están impregnados de ti desde el principio. ¿Qué no hemos visto de ti? ¿Qué no hemos comprendido? ¿Estas siempre con nosotros y luego te alejas para desear que vengas de nuevo? ¿Es eso el Adviento?
Sí, eso debe ser el Adviento.

El Adviento es pararse, mirar hacia atrás el camino recorrido descubriendo que perdimos la brújula, olvidamos el motivo que nos puso en marcha y no reconocemos al Compañero con el que iniciamos la ruta. ¿Andamos perdidos? Sí, eso también, pero sobre todo distraídos, divididos, agobiados, con el miedo en el cuerpo y el alma congelada. ¿Y ahora qué hacer? Mirar hacia delante, ya. Soltar la mochila llena de pedruscos que no sirven para nada. ¿Y?




Preparar el pesebre en nuestro corazón, como la madre que está por parir prepara todo para recibir la Vida, en la seguridad de que como a tus discípulos, hoy nos sigues mirando a los ojos, nos llamas por nuestro nombre y nos dices: “Sígueme”.

Curioso… nosotros clamamos en este tiempo de Adviento: ¡Ven, Jesús! Y Tú no te cansaste de repetir: ¡Sígueme… juntos, de la mano, como hermanos!

Hoy te seguimos diciendo: ¡Ven pronto, Jesús! Aunque sabemos que estás aquí.
¿Qué nos pasa? Quizás no queremos escuchar desde el corazón lo que siempre nos dices: ¡Sígueme!

Sigamos ahondando en la espera del Adviento hasta el umbral de la Navidad, que no nos atosiguen los ruidos, las comidas, los proyectos de fiesta, los miedos de reuniones celebrativas impuestas o expuestas a que falte la verdadera alegría y la concordia.

Adentrémonos en el verdadero sentido de la Navidad… y despeguémonos de lo que sobra.







El Adviento está cruzando por tiempos en los que pareciera que las tinieblas se apoderan de los corazones pero: “¡Maranathá… ven, Señor Jesús!” abre nuestro ser a tu Amor inigualable.

Que quienes no pueden dejar la avaricia, le deshonestidad, la mentira, el orgullo, el no amarse, comiencen con esa Luz que brilla en las tinieblas a despertar a la vida que nos traes en ti Jesús, Niño de Belén.

Ayúdanos a ser generosidad, ayúdanos a ser generosidad, ayúdanos a ser generosidad.
Amén. ob



REFLEXIÓN PARA TU CORAZÓN
ADVIENTO

San Pablo nos enseña a alegrarnos en el Señor. Y es que alegrarse en el Señor es vivir en esa *consciencia que sólo Él es el fundamento de nuestra existencia,* la Roca que nos ha dado la verdadera vida y nada nos hace entristecernos, porque sabemos por fé adulta, que aún lo más doloroso, aún las injusticias que cometemos como humanidad egoísta y depredadora, en su infinito amor, todo lo toma en sus Manos y nos convierte a mi, a ti, a todo el que se lo permite, en instrumentos para llevar la buena nueva: "Nos ha nacido un Niño": el Principe de la Paz, el que con su vida honesta y solidaria nos enseñó quién es el verdadero Dios por quien se vive, y con su Madre María, nuestra Madre y su padre San José nos enseña a alegrarnos en Dios, haciendo todo el bien que podamos mientras dure esta vida.

Por eso esos hombres y mujeres que llamamos "santos", aunque pasaran por valle oscuro, aunque la sociedad de todos los tiempos actúa como si no tuviera luz en su interior, siempre dijeron y siguen diciendo: ¡Solo Dios basta! ¡Solo amar sin condiciones basta!




Navidad es hacer vida en nosotros lo que ya Dios nos hizo: VIDA!!!!! Y la vida acepta, asume -como Jesús- todo lo desconcertante, acepta con sabiduría, esa parte depredatoria cerebral que tooooodos tenemos, y no se entristece, sino más bien, ama como Dios nos ha amado primero.

Vivir en la alegría constante, la alegría perseverante y en continuo agradecimiento, es vivir en ese Dios Jesús,  que supo lo que es el dolor hondo que provoca el egoismo "humano", el aletargamiento y ceguera espiritual que produce la mentira, la deshonestidad, la avaricia, el orgullo, y aunque lloró y sintió tristeza de muerte, nos enseña a vivir en la alegría de sabernos en las Manos del Padre y saber que no estamos en las manos de los hombres sino en las Manos de ese Dios que trasciende nuestro razonamiento y nos hace comprender: ¡¡¡Qué sabemos del otro lado de las cosas!!!!

Jesús viene a tomar nuestras equivocaciones, tanta limitación que nos vamos poniendo a nosotros/as mismos/as por engendrar negatividad,no fe, desesperanza, no amor.


 

Por eso la Palabra, el Fuego de Dios nos llama a permanecer siempre alegres, aun cuando las cosas no van según nuestros deseos, pese a todo conservarlos en lo hondo del ser, en la paz. La vida se va haciendo de retos, lágrimas, esfuerzo pero a veces la realidad es tan inhóspita y árida como un desierto, pero precisamente, nuestra alegría se basa en una certeza: *el desierto está habitado.* En medio de nosotros, hay uno que hoy no es amado, es olvidado, desechado: Jesús, el enviado del Padre, que viene a traer el anuncio feliz a los pobres, a los rechazados, a los olvidados, a los seres que maltratamos . Jesús viene a proclamar la liberad de los esclavos y a promulgar la gracia del Señor. Y es que la misión de Jesús "es liberarnos de ese gran egoísmo y de la esclavitud personal y social que esto produce.

Y EN QUE SE BASA LA ALEGRÍA?


 
La alegría, se basa en la oración perseverante. San Pablo pide que oremos, sin cesar ininterrumpidamente, desde el y con el , ya que por medio de la oración podemos entrar en esa relación estable con el Señor, que es la fuente de la alegría, quien enjuga las lágrimas y nos va convirtiendo en seres auténticamente maduros, a su estilo.

Esta alegría no se compra ni se adquiere fuera: viene de la fe y del encuentro con Jesús, razón de nuestra felicidad y viene del AMOR QUE SEAMOS ante todo ser que respira. (No hay más grande señal que estamos en Dios)

 

Cuando más estamos en Él, tanto más reencontraremos la serenidad interior, sobre todo cuando hemos tomado -como dirá Santa Teresa- la "determinada determinación" de amar, de ser solidarios, de ayudar lo más que se pueda a crear consciencia en los demás de que hemos sido infinitamente amados por el Padre y que lo que nos hará grandes será, ser "pequeños" es decir, sencillos, suaves, tiernos, solidarios como Jesús, no siendo profetas de desventura, de amargura, de pleitos, de groserías, de desunión, de nuestros intereses egóicos, sino testigos y anunciadores de la alegría con nuestra propia vida, con nuestro testimonio.
LA ALEGRÍA VIENE DE SER AGRADECIDOS.

 


Ser agradecidos es un don que todos tenemos pero que quizá no hemos aprendido a cultivar. AGRADECER ES RECONOCER ese inmenso Amor del Padre hacia nosotros sus hijos e hijas y a toda la creación. Y quien reconoce, no puede olvidar pues olvidar es morir en el ser, es encerrarse en INGRATITUD

Dios es LA MISMA GENEROSIDAD encarnada en Jesús.

En esta época, allá en ese lugar que apartaste para poner tu nacimiento y sobre todo, allá en el pesebre de tu , cuando estés a solas y también cuando estés con esas personas con las que vives y convives, en tu casa, delante del pesebre déjate  (déjense) atraer por la ternura de Jesús niño, nacido pobre y frágil en medio de nosotros. Esta es la verdadera Navidad. Si quitamos a Jesús, ¿qué es la Navidad? Una fiesta vacía. Jesús es la verdadera Navidad.
*JESÚS ES LA VERDADERA ALEGRÍA.*



La vida es...
una oportunidad, aprovéchala;
un sueño, hazlo realidad;
una aventura, sumérgete en ella;
un reto, afróntalo;
una promesa, créela;
un misterio, contémplalo;
una empresa, realízala;
un himno, cántalo;
una oferta, merécela.
La vida es la vida, ¡ámala!

La vida es...
belleza, admírala;
riqueza, compártela;
lucha, acéptala;
semilla, siémbrala;
acción, dirígela;
felicidad, saboréala;
sorpresa, ábrela;
gracia, acógela;
llamada, respóndela.
La vida es la vida, ¡vívela!

La vida es...
saludo de Dios, recíbelo;
tesoro, cuídalo;
compromiso, cúmplelo;
amor, disfrútalo;
desafío, encáralo;
regalo, gózalo;
combate, gánalo;
camino, recórrelo;
encuentro, hazlo realidad.
La vida es la vida, ¡entrégala!

La vida es...
manantial, déjalo que brote;
río, acepta que fluya;
camino, anímate a recorrerlo;
proyecto, embárcate en él ahora mismo;
tapiz, entretéjelo con todos los hilos;
campo, áralo y siémbralo;
hoja en blanco, escríbela:
libro abierto, léelo;
riqueza, compártela.
La vida es la vida, ¡gózala!



HAZME COMO TU

Llévame al desierto
y susúrrame, en el silencio,
tu palabra.

Condúceme por la ciudad
y grítame, entre el tráfico y el barullo,
tu palabra.

Dirígeme por tus caminos
y dime, quedamente,
tu palabra.

Acompáñame por valles y montañas
y repíteme, con eco y fuerza,
tu palabra.

Guíame a la periferia de siempre
y enséñame, con paciencia,
tu Palabra.

Álzame por encima de mis problemas
y desvélame, con gracia y ternura,
tu Palabra.

Lánzame al agua
y hazme beber, serenamente,
tu Palabra.

Transpórtame a cualquier oasis
y refléjame, claramente,
tu Palabra.

Conviérteme a Dios y su reino
y anímame a escuchar en este tiempo propicio tu Palabra.

Bautízame con Espíritu Santo y fuego
e imprime en mi ser para siempre
tu Palabra.

Ponme en los lugares más necesitados,
y que me empape serenamente
tu Palabra.

Déjame en el corazón de las personas
y espera, Señor, que crezca en mí
tu Palabra.

Florentino Ulibarri





REFLEXIÓN PARA TU CORAZÓN
ADVIENTO PRIMERA SEMANA

¡Estén preparados!
     
Sabemos que en esta vida, todos estamos de paso. Unos nos vamos a ir antes que otros. Hemos puesto nuestras tiendas aquí por un momento pero llegará otro momento en el que tendremos que partir. ¿Cuándo? Cuando venga el Señor. Y, ¿cuándo va a ser eso? Pues no lo sabemos. Pero sabemos que necesitamos estar siempre preparados porque en cualquier momento llegará el Señor a nuestras vidas. Justo entonces hemos saber acogerle y seguirle a donde nos invite a ir.

Hoy el Adviento nos invita a despertar, a estar atentos, a ver que nada nos puede impedir ser seres humanos llenos de su luz ADMIRABLE!!!!!

 
Nos preparamos para celebrar la venida del Señor en la Navidad, pero también nos preparamos para la otra venida, la futura, la definitiva, la que no nos podemos perder porque perderíamos la oportunidad de nuestra vida, porque nos habremos perdido el vivir en esta tierra como Jesús, plenos, alegres, solidarios, seres hermosos.

Tenemos que estar despiertos para descubrir la presencia del Señor, que viene. Viene como un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, de improviso. Viene a traernos la salvación, la madurez que necesitamos desarrollar día con día, viene a traernos la felicidad...EL ES LA FELICIDAD!!!

El Evangelio nos dice que la venida del Señor romperá todas las actividades habituales, aquello en lo que se nos van ordinariamente los días. Se dejará de hacer pan, de cultivar los campos, de ir al trabajo, de casarse. Porque ese día empezará algo radicalmente nuevo. Algo tan nuevo que es posible que sigamos haciendo pan y cultivando los campos y yendo al trabajo, pero todo tendrá un sentido nuevo y diferente porque el Señor estará en medio de nosotros. Su presencia curará nuestras heridas y hará que la justicia y la paz reinen entre las personas y los pueblos. Su presencia hará que nuestra vida sea diferente. Por eso, hay que estar atentos. No podemos dejar que la presencia del Señor nos encuentre despistados o sin preparar echando en saco roto la gracia de Dios, su amor que nos madura.


    
Es tiempo de hacer caso a lo que nos dice san Pablo en la carta a los Romanos. Ya es hora de *despertarse* porque la salvación está cerca. No sabemos cómo, dónde ni cuándo vendrá Jesús, pero sí podemos prepararnos con el mejor traje: EL AMOR SIN CONDICIONES. Y para estar preparados, Él nos da los mejores consejos: vamos a dejar de lado las obras de la oscuridad, las veces en que nos dejamos llevar por la envidia, la codicia y el desamor. Vamos a vivir como si Jesús ya estuviera aquí, que no hay mejor forma de estar preparados. Se trata de vivir a la luz del Evangelio, dejándonos llevar por el amor de Dios que cuida de sus hijos, de toda la creación. Volvamos los ojos hacia aquellos con los que vivimos, con quienes interactuamos a donde vamos y con todos los animalitos y plantas que también sienten. Con ellos!!! nunca sin ellos ni contra ellos, pues es así como construiremos la solidaridad y la justicia que harán que nuestro Señor nos encuentre preparados cuando llegue HACIENDO EL BIEN A QUIEN LO PERMITA, SEMBRANDO SIN CANSARNOS



Hoy, aquí y ahora preguntate:  ¿Qué necesito quitar de mi vida? ¿Qué necesito mejorar? ¿Como necesito comportarme en mi familia, en mi relación con los amigos y en el trabajo, con los animalitos y seres que respiran?¿Qué necesito hacer para vivir despierto/a, consciente? Pensar desde Jesús. Tener espacios de silencio para simplemente dejarme amar por Él. Desprenderme desasirme de lo que me tiene atado, atada, como el egoísmo, el miedo, mis planes vacíos y sin fe adulta. Y también, escuchar más a las personas, cuidar de los seres que respiran como lo hace el Padre Dios.

Dios es imprevisible. Se hace presente en la iglesia y en el parque, por la mañana o por la noche, a través de un pensamiento o de un sentimiento, en momentos de gozo y de alegría, incluso en momentos de dolor o a través de un amigo o de un desconocido...
 
Señor, abre nuestros ojos, para que veamos la energía creadora que hay en nuestro corazón, capaz de renovar una vida sin tono y sin horizonte.




Abre nuestros ojos, para que admiremos el milagro permanente de la vida: la marcha prodigiosa del cerebro, el latir fiel del corazón, la mirada limpia del ojo, la atención alerta de la inteligencia.
 
Abre nuestros ojos, para que descubramos la belleza de una flor o de un paisaje, de un corazón que sabe amar, perdonar, confiar...

Abre nuestros ojos, para que veamos las manos que necesitan un apretón, las penas que podemos aliviar, las esperanzas que podemos alentar...
 
Abre nuestros ojos, para que te reconozcamos en nosotros mismos, en los hermanos, en la creación y en la marcha de nuestra historia.
 
Ayúdanos Señor a ser como tú, a vivir sin miedo, a vivir sin apegos, a vivir en AMOR.  Renueva mi forma de pensar. Re edúcame a tu estilo Jesús, a tu estilo María. Amén. 
Flor y Gema oblatas benedictinas (ob) 




jueves, 8 de agosto de 2019

La muerte es algo natural


La muerte es algo natural




No se trata de temer la muerte, sino de disfrutar la vida.
Aceptar la muerte para celebrar la vida. 







A pesar de que la muerte es una palabra que nos asusta y se ve como un tabú en la cultura occidental, necesitaremos comenzar a verla desde otra perspectiva si es que queremos procesar duelos sanos. Para quienes creemos en la otra vida, la muerte es un tránsito hacia “Otro lugar” así, con mayúscula, en donde viviremos en plenitud total. Si, para quienes creemos en Dios, morir será pasar a vivir en el abrazo eterno del Padre Celestial.



Pese a todo lo que las épocas y las culturas nos hayan dicho sobre la muerte, necesitamos querer comenzar a verla como algo natural.  La muerte es algo natural. Pero quizá algunos de nosotros todavía tenemos un profundo temor a la muerte por tener conceptos equivocados de ella. La vemos como algo oscuro, triste, doloroso, como algo que no podremos superar nunca. Habrá quien la vea como una acérrima enemiga que acecha por donde quiera. Incluso hay quienes llegan a decirle a las personas que “hay que aprender a vivir con el dolor”. Y decir esto, es total ignorancia, como hace muchos años que había una canción que dice: “Sufrir me tocó a mi en esta vida, llorar es mi destino hasta el morir. Si así lo quiere Dios, si así lo quiere Dios, yo tengo que sufrir”. Y lo más fuerte es que en pleno siglo XXI muchos y muchas siguen creyendo que esto ha de ser así y noooooooó!!!



En realidad, pensamos y hablamos así por ignorancia. Ignoramos, porque nos movemos en la superficialidad, vivimos en, por y para el egoísmo para la depredación, vivimos desde los mil y uno apegos. Pensamos que nos pertenecemos, y que nos pertenecen los demás. Pensamos que necesitamos tener el control de exactamente todo y por ello vivimos entre ansiedad y miedo descontrolado.



Cuando alguien muere, generalmente quien se queda siente el vacío de esa persona. Pero pensemos que muchas veces sucede que hacemos centro de nuestra vida todo lo que nos imaginamos que si no lo tuviésemos, no podríamos seguir viviendo más, y mucho menos podríamos ser realmente felices. Quizá porque la convivencia con aquella persona o ese ser que ya no está, no fue precisamente la más auténtica, la más verdadera, la más llena de amor incondicional y así, surgen los sentimientos de culpa, y los resentimientos. El resentimiento y el apego nos habla de que todavía seguimos siendo inmaduros, seres humanos depredadores, inflados de egoísmo, y que somos simplemente, infantiles.






Nuestra capacidad humana pensante, eso que llamamos “mente” es un abismo insondable de donde proviene el torrente tumultuoso de un sufrimiento multiforme: resentimientos del corazón, resistencias de la mente, rebeldías de la vida, guerras interiores, conflictos íntimos, memorias dolorosas y sin solucionar, recuerdos amargos, aspectos de personalidad no asumidos, heridas de la vida no cicatrizadas, clamores interiores, angustias y una gran pero gran pero grandísima ignorancia. Olvidamos la capacidad que tenemos de ser conscientes, sabios, humildes ante lo que no podemos cambiar. Y todo esto, no son saetas que nos disparan desde fuera, sino que nos vienen desde muy adentro. El mal pues, no es la muerte, sino mis propias, tus propias resistencias interiores.

           

El concepto de muerte que tenemos sobre todo los occidentales es pensar en la muerte como la mayor desgracia. Olvidamos o ignoramos que desde que existe vida en este mundo, siempre se ha cumplido una ley que jamás ha fallado: lo que comienza, acaba. Un antílope, una golondrina no mueren, se acaban, desaparecen y lo hacen, sin hacer ni vivir ningún drama. Cuando a un tigre le llega la hora de morir, se deja conducir por la muerte como un manso corderito; no resiste, no agoniza, no muere, simplemente desaparece. Por muy feroz que sea el tigre, se acaba como una golondrina, se apaga como una vela. Y así todos los animales del reino animal, incluyéndonos.



El único ser viviente que resiste el hecho de tener que acabar es el hombre. Inventa una palabra tétrica, la palabra “muerte”, la reviste de color negro, y la mitad de la vida se la pasa temblando, aterrorizado del hecho de tener que acabar.



Cuanto más resiste el ser humano a la muerte, tanto más terrible y poderosa en su mente será esa realidad. Y tanto la resiste que la convierte en la enemiga absoluta. Y todo por obra de la propia mente humana.






Es el mismo ser humano quien engendra un sin número de megalomanías, afanes narcisistas, sueños protagónicos,  desmedidas codicias y ambiciones, ansias de querer ser más que los demás. Total, una montaña de sueños imposibles que acabarán por inundar el corazón de envidias, rivalidades, antagonismos, apegos.



En otros casos, el ser humano, por su actividad mental movida en gran parte por la ignorancia, (aunque tenga todos los títulos Universitarios y las mejores calificaciones y premios) revive fragmentos de una historia pasada y doliente que, al hacerla presente, origina sentimientos de autocompasión o de culpabilidad, saturando su interior de brasas ardiendo. Y así, la paz en el corazón quedó ahogada por la negatividad, por los pensamientos obsesivos y faltos de sabiduría.



Probablemente lo más temible de la mente humana es la obsesión, mar sin fondo de la ansiedad. La obsesión y la angustia están de tal manera tan unidas, como un círculo de causa y efecto, donde casi nunca sabemos dónde está una y dónde está la otra. Es así que la conciencia experimenta la sensación desabrida de no poder ser señora de sí misma; al contrario: se siente interiormente vigilada y dominada por un alguien extraño, es decir la ansiedad y la angustia, con lo que la libertad queda gravemente herida, y el efecto instantáneo es la angustia. Y todo por no querer comenzar a pensar sabiamente. Todo por aferrarse a sufrir para auto flagelarse, auto castigarse, sumergiéndose en un masoquismo incontrolado. Y muchas veces la razón será no querer cambiar, preferir el falso “confort” del no hacer nada para ser libre.



La vida moderna, llena de agitación, conduce tarde o temprano a las personas a la fatiga mental. Y la muerte a todos nos llega de improviso, aunque ya sabíamos que….o porque no sabíamos que…..y así, en medio del frenesí externo y perdidos en la superficialidad interior, viene la fatiga. Esta fatiga se traduce en debilidad mental, la cual, a su vez, deriva de una incapacidad de ser dueño y señor de su actividad mental, en cuyo caso los recuerdos y presentimientos, por lo general desagradables, se instalan en la conciencia sin motivo ni razón, apoderándose fácil y completamente de toda la capacidad pensante ubicada en nuestro neocortex y lóbulo prefrontal. He aquí, el fenómeno de la obsesión.






Y siendo la obsesión más fuerte que la razón, ésta acaba siendo derrotada por aquélla. Y así, la conciencia, viéndose dominada e incapaz de expulsar al intruso, rápidamente se torna en una presa fácil de la angustia, la cual a su vez, produce mayor fatiga y debilidad; y cuanto mayor es la debilidad mental, más fuerte es la obsesión y más intensa la angustia. Y así, imposible procesar un duelo sano. Así, ¡imposible vivir!!



Este es el círculo vicioso que mantiene a tantas personas en un estado de agonía mental. No nos cansaremos de repetir que la mente humana es la fuente de toda bendición y auto realización y de toda destrucción e inmadurez, y que en nuestras manos está la vida y la muerte. Decidirnos por la necedad o la sabiduría.  Acordémonos que no es lo que nos sucede lo que nos daña, o lo que nos deprime, lo que nos hace tirarnos a morir, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede. (Epicteto filósofo del siglo I) Además Epicteto nos da un concepto de felicidad maravilloso, simple: La felicidad consiste en ser libre de apegos; la felicidad es mantenerse en actitud sabia, humilde ante los hechos de la vida que no podemos cambiar.



Será ser sabios pues, pensar que lo que duele a la hora de que otro u otros se nos adelantan, es el apego, es la costumbre, es la forma de vida que teníamos y ahora necesariamente habrá un cambio. No olvidemos que todo cambia. La naturaleza va cambiando….Sólo Dios permanece y permanecerá por siempre. Si realmente deseamos ser, y ser maduros en el amor, hemos de permitirnos soltar, dejar vivir su nuevo camino espiritual, a quienes dejan de existir de manera física, esa forma de ser que también somos nosotros en el amor hoy aquí y ahora. Y, será en el amor verdadero en donde nadie podrá separarnos, y desde donde realmente podemos y podremos ser libres y siempre solidarios.



Es obvio que nuestra vida, necesitará reajustes y entre mejor lo asumamos, lo aceptemos y comencemos a ser creativos, mejor. Lo que más nos ayudará a superar cualquier cosa en la vida, será ayudar a los seres vivos que lo necesitan, comprometernos con la vida.



Una persona madura, ecuánime, vive 24 horas al día consciente de que la muerte puede presentarse en cualquier momento. Pero esto no lo vive con miedo, sino por la consciencia que tiene de que necesita aprovechar al máximo su propia persona y a todos los seres vivos que tenga a un lado y se vayan presentando en su camino para amarles y servirles.






Hablar de muerte desde la sabiduría, será hablar de vida. Hablar de muerte es cuestionarnos a nosotros mismos qué pensamientos de vida generamos cada día. Un ser humano genera 60,000 pensamientos al día. ¿Cuáles son por ejemplo los de la mayoría? Porque lo que nosotros resistimos mentalmente, lo transformamos en enemigo.  Es decir, seguimos mirando a la muerte como un desastre, como algo “terrible”, pero ¿Acaso la muerte será en verdad un desastre, o algo tan terrible? De ninguna manera. La muerte sea de la manera que vaya a ser, es algo natural.



El miedo a la muerte se debe al miedo a la vida. Un ser humano que vive plenamente está preparado para morir en cualquier momento. No importa cómo muere un hombre, sino cómo vive. El acto de morir no es importante, dura tan poco tiempo. La muerte nos sonríe a todos, y todo lo que podemos hacer sabiamente, es devolverle la sonrisa. Marco Aurelio dijo: La muerte debe ser tan hermosa. Para yacer en la suave tierra marrón, con la hierba ondeando sobre la cabeza, y escuchar el silencio. No tener ayer ni mañana. Para olvidar el tiempo, para perdonar la vida, para estar en paz. Oscar Wilde dijo: Nacer es comenzar a morir. Teófilo Gautier expresó: Para la mente bien organizada, la muerte no es más que la próxima gran aventura. He meditado a menudo sobre la muerte y encuentro que es el menor de todos los males. Francis Bacon dice: Quién enseña al hombre a morir, le enseña a vivir. Montaigne: Las despedidas son solo para aquellos que aman con sus ojos. Porque para aquellos que aman con el corazón y el alma no existe la separación. Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre. Mahatma Gandhi dijo: La muerte solo será triste para los que no hayan pensado en ella. Fenelon: La muerte es un despojo de todo lo que no eres tú. El secreto de la vida es “morir antes de morir” y descubrir que no hay muerte. Eckhart Tolle: Feliz el que ha muerto antes de desear la muerte. La muerte no está extinguiendo la luz; solo está apagando la lámpara porque ha llegado el amanecer. Rabindranath Tagore: La muerte no es más que un cambio de misión. León Tolstói: La llamada a la muerte es un llamado de amor. La muerte es simplemente un desprendimiento del cuerpo físico, como la mariposa que sale de un capullo… Es como quitarse el abrigo de invierno cuando llega la primavera. Una vez que aceptas tu propia muerte, de repente eres libre de vivir. Ya no te importa tu reputación. Ya no te importa, salvo que tu vida se pueda usar para promover una causa en la que creas. La muerte puede ser dulce si le respondemos afirmativamente, si la aceptamos como una de las grandes formas eternas de vida y transformación. Hermann Hesse: La muerte nunca toma al sabio por sorpresa, él siempre está listo para irse. Jean de La Fontaine: Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he estado aprendiendo cómo morir. Leonardo da Vinci: No le temas tanto a la muerte, sino a la vida inadecuada. Bertolt Brecht: Cada día la naturaleza muestra como todo nace, crece y acaba. La mayoría de las personas nos enfrentamos a la muerte a cada instante. Pero no nos identificamos con ese hecho tan natural. Queremos ser seres sobrenaturales. Vivir una eternidad, transcender en el tiempo. En nuestra sociedad se nos educa para vivir de espaldas a la muerte. Pero la muerte forma parte de la vida y dependiendo de cómo la gestionemos, puede ayudarnos a ser más felices y a disfrutar más de la vida. La muerte forma parte de la vida y, si se nos educara para mirar a la muerte de frente, no solo dejaríamos de temerla tanto sino que, igual que se hace en otras culturas, podríamos utilizarla para crecer espiritualmente y aprender a disfrutar la vida como lo que es, un regalo maravilloso y que dura muy, pero muy poco.



¿Qué hay que hacer para alcanzar esa conciencia?






Lo primero será sanar el ego e ir tomando las cosas con la respectiva normalidad. Necesitamos comprender que lo único seguro en la vida es que todos vamos a morir. Lo ideal sería que desde pequeñitos, nos educaran en sabiduría. Eso iría diluyendo el temor a la muerte y podríamos verla como algo natural.



¿Y quién es el encargado de esa formación?



Primero la familia y luego la sociedad en donde uno se desarrolla. Si nos educáramos más en el plano natural, en lugar de los prejuicios mentales, la muerte dejaría de ser un tabú. Cuando una persona deja de existir produce tristeza por el dolor que deja su ausencia. Obviamente se produce un estado de tristeza. Pero si culturalmente entendiéramos que la muerte no existe, sino que es un cambio en el estado de la materia, no nos causaría tanto dolor. Queramos o no, tarde o temprano nos vemos obligados a mirarla de frente cuando algún ser querido muere. En esta sociedad, al dolor de la pérdida hay que añadirle el desconocimiento y el desconcierto que produce la falta de familiaridad con emociones tan intensas, por no hablar de nuestra ridícula insistencia en superarlo lo antes posible. Todo proceso para sanar, para crecer, es doloroso y lleva su tiempo. ¿Cuánto tiempo? El tiempo que sea necesario y varía dependiendo de si esta persona lleva un proceso de sabiduría interior o de si ha vivido toda su vida entre lo que la sociedad ha dictado o han dictado sus experiencias dolorosas.



¿No sería mucho más saludable familiarizarnos con la muerte antes de que nos tome por sorpresa? ¿No sería interesante y sabio estar más preparados? ¿No sería más saludable aceptar el dolor y la tristeza (que forman parte de la vida) en lugar de hacer como que no existen? Seguro que si tuviéramos menos miedo a la muerte, el dolor y la pena durarían menos y la usaríamos para convertirnos en personas más fuertes y más preparadas para gozar de la vida.






Creemos que las cosas van a durar para siempre, pero la vida es tan efímera como cualquier otra cosa. En nuestra sociedad del supuesto bienestar, necesitamos (literalmente) toda clase de productos que nos faciliten la vida, seguros de todas las clases (qué eficientes son los publicistas que consiguen hacernos creer que necesitamos seguros de vida…), creemos que el éxito consiste en tener, y vivimos teniendo mucho y creyendo que tenemos el derecho a conservar perennemente todo cuanto conseguimos: afectos, bienes materiales, que sean para siempre. Y cuando dejamos de tenerlo no lo aceptamos, y cuando alguien muere, nos aferramos enfermizamente al apego y sólo al apego.



¿No es un poco infantil vivir de espaldas a la muerte? ¿Asegurar la vida? Por supuesto, no se trata de deprimirse con constantes pensamientos horribles sobre la muerte, sino de mirarla desde otra perspectiva más amable, más amorosa, más madura. De hecho, cuando muera algún ser amado, habremos por comenzar a tratarnos a nosotros mismos con infinita ternura, cariño, cuidado.



¿Cuál es lado amoroso de la muerte? Saber que cada día es un regalo. Y la muerte nos recuerda que la vida es un regalo maravilloso. Si en lugar de quejarnos tanto, nos diésemos cuenta de que despertar cada día es una bendición; si entendiéramos con humildad que cada día que vivimos nos viene de más y que eso no significa que el mundo y las cosas deban ser como queremos que sean; si observáramos a la muerte (que forma parte de la vida) como una gran aliada que nos enseña y recuerda constantemente que no somos imprescindibles y que vamos a morir queramos o no, podríamos de verdad VIVIR así, con mayúsculas, experimentar el milagro de estar aquí cada momento, aceptar y celebrar con alegría cualquier experiencia que nos espere a la vuelta de la esquina.



Así, en lugar de sufrir sacando doscientas carreras y un máster; en lugar de perder el tiempo intentando triunfar; en lugar de preocuparnos y manipular el futuro de nuestros hijos, o de los demás, en lugar de tirar la vida en el enojo constante por todo,  simplemente nos dedicaríamos a experimentar la vida con honestidad, a vivir amorosamente, a hacer lo que nos pide el corazón siendo solidarios con todo ser que respira, a disfrutar con nuestros verdaderos anhelos, sin miedo ni culpas, dejando a los demás que también lo hagan.



La muerte y el ego.



Liberarse del ego y la arrogancia y ponerse en manos de la vida y para quienes tenemos fe, ponerse en las Manos Amorosas del Padre Dios,  supone una liberación inmensa.  No podemos evitar nuestra muerte ni la de las personas a las que queremos. Tenemos derecho a ponernos tristes sí, a tardar en superarlo, a sentir el dolor y luego, como todo, a dejarlo marchar y aprender con la experiencia. Y recordar que, tanto nuestra propia vida, como la de los demás, no nos pertenece. Nadie es nuestro. Ni nosotros mismos nos pertenecemos. Nuestras posesiones y nuestro cuerpo no nos pertenecen. Disfrutémoslo mientras lo tengamos y liberémonos de la carga que supone pretender que todo sea perfecto. Nuestra vida en la tierra es finita, y por eso precisamente, es extraordinaria y perfecta, aunque a veces no nos lo parezca. Estamos de paso.






Liberarse del ego supone ponerse en manos de la existencia, en las Manos de Dios, como dejarse abrazar por una madre, rendirse a algo que está muy encima de nosotros, y confiar en que, si las cosas son como son, será por algo, y para nuestro bien, aunque no lleguemos a comprenderlo de momento. “Lo que yo hago ahora, lo comprenderás después” –dice Jesús- Y el salmista abandonándose en el Amor del Padre dice: “Señor mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre. Por eso espero en el Señor ahora y por siempre. Y en esta entrega confiada, amorosa, surge silencio en la mente, y paz en el corazón.



El proceso del duelo sano, es decir las cinco etapas naturales por las que un ser humano pasa cuando alguien muere, muchas veces se dan conjuntas o simultáneas en algunas personas, sobre todo en aquellas más abiertas en la fe adulta, más sencillas interiormente sin tanta complicación de pensamientos derrotistas, negativos y que han trabajado sus heridas y aceptan con paz las leyes naturales de la vida.



En cambio, la mayoría de las personas el proceso va lento y en otras se complica hasta convertirse en algo patológico sobre todo cuando se ha vivido en gran inconsciencia y nunca ha habido algún proceso de sanar la historia doliente personal, y por ello hemos de tener infinita paciencia y no criticar, no enjuiciar, no etiquetar a nadie. Estas etapas son: la negación, la ira, la negociación, la tristeza que si no se acepta el hecho doloroso, puede llevar al negro pozo de una depresión reactiva crónica generada por los propios pensamientos e interpretación personal del suceso que no acepta y que generará cambios químicos en su cerebro como la baja de dopamina por ejemplo, y finalmente si se procesa adecuadamente el dolor, se llegará a la aceptación. 



El dolor del duelo en un proceso sano, va disminuyendo con el paso de las semanas, pero si la depresión persiste, significa que el hecho no se acepta, que la persona se resiste y por lo tanto, no se ha resuelto.



Nos damos cuenta de que un duelo está sin fluir, sin asumir, cuando la persona en pérdida, no puede volver a sus actividades diarias dentro de un margen de tiempo amplio y se siente incapaz de volver a su vida cotidiana. Dice: No puedo vivir sin él, sin ella, sin mi mascota etc,. Vestirse con ropa juvenil, alegre, de colores, bañarse, arreglarse, aceptar el apoyo de amigos o familiares, sonreír, se le hace imposible, quizá en el fondo porque, piensa que traicionará al ser amado ausente. Otros síntomas de no aceptación será la excesiva ansiedad y comportamiento de huida, retraimiento, enojo excesivo, la falta de apetito, la falta de sueño.



Este proceso de duelo, se da también en otro tipo de pérdidas como la pérdida de trabajo, en una catástrofe natural, en guerras, conflictos sociales, boulling, en rupturas sentimentales, amputación de alguna parte del cuerpo o pérdida de salud, llegar a cierta edad en la que ya no puedes hacer lo que hacías antes por tus huesos gastados, la soledad porque no tienes a alguien más, quizá terminar en algún asilo etc,.



En la mayoría de nuestra sociedad mundial, nuestra relación con la muerte está siempre en fase de negación: se oculta, no se habla del tema, nos incomoda, preferimos no pensar en ello. Sin embargo ¡Qué importante es ser conscientes de nuestra propia muerte! Aceptarla, verla natural, vivirla sin angustia: porque no se trata de temer a la muerte, sino de disfrutar de la vida. Es lógico no querer morir antes de tiempo, el miedo al dolor o a la enfermedad, pero necesitamos aceptar con sabiduría y paz, que algún día moriremos y ser conscientes de ello, verlo como natural, y que esto nos sirva para apreciar más la vida siendo honestos, auténticos, siempre solidarios, llenos de amor.



Para casi finalizar te decimos que mucha gente pierde el tiempo o lo malgasta como si tuviese tiempo infinito, para siempre. Vamos dejando para “mañana”  pedir perdón, cambiar interiormente, servir a esta humanidad, como si fuéramos a vivir para siempre, no cuidamos de nuestra salud, ni cuidamos a las personas, dejamos a nuestras emociones que vayan de arriba abajo, hasta que nos arrepentimos de no haberlo hecho antes cuando ya no queda tiempo, o nos acordamos cuando algo que nos duele mucho, sucede. Recordemos pues y no olvidemos que de la aceptación de nuestra propia muerte y la de los demás nos ayudará a vivir en consciencia es decir, a priorizar lo importante y darle peso a lo que realmente vale la pena, a disfrutar de la vida y del tiempo con la gente a la que queremos sirviendo a todo ser vivo que podamos.



Quedémonos pues con esta frase de Epicteto del siglo I: Deja que la muerte te realice. Dedícate a aprender a morir, y vivirás realmente. 







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