Navidad es ser
solidarios como Jesús
Hoy queremos comenzar
diciéndote que, Navidad significa dar a luz, engendrar, salir del vientre. Y
Jesús viene de Dios, del Padre Amoroso, que nos ama y quiere y querrá siempre
lo mejor para mi, para ti, para todo ser que respira.
¿Sabes? Jesús se gestó
entre los genes de Dios, es decir del Amor Único y Verdadero: del Espíritu y de
María quien nunca dijo: "Ay, espérate tantito, déjame ver si me
conviene"… María, quien nunca dijo "no", quien siempre estuvo
ahí a la escucha, y poniendo en práctica el amor incondicional. Jesús nace de
un vientre totalmente virgen, de un Vergel disponible para Dios y para todo ser
vivo.
Hoy, aquí y ahora ¿Has
querido nacer para Dios y para toda esta creación? Permites en tu vida que el
Espíritu Santo preñe tus entrañas, y sólo y nada más que sólo ¿Ardes en celo
evangélico como Jesús y tratas cada momento mientras tienes vida, de hacer el
bien a todos? ¿a cada uno que pasa por tu vida?
Pues bien, comenzamos
diciéndote que el relato del evangelio de Lucas (2,1-14) no es una crónica de
sucesos, sino teología narrativa, que es algo muy distinto a lo que por mucho
tiempo entendimos. Con el estudio de los géneros literarios comprendemos mucho
más la Palabra. Sin embargo, todavía muchos y muchas identifican "verdadero
con histórico". En tiempo de Jesús era distinto y lo importante era la
vida, no la historia. Jesús vivió en un momento y en un lugar histórico, Pero
lo importante es que nos invitó a vivir la realidad de un Dios que no está
atado a un tiempo ni a un espacio.
Lo importante de este
relato es la idea de Dios que nos transmite. La profundización no es nada
fácil, porque exige una actitud personal de silencio y de escucha. Desde fuera,
es decir, desde la cerrazón, desde la propia superficialidad, es muy poco lo
que nos puede ayudar a vivir ese silencio, esa escucha, ese asumir que a través
de Jesús, a través del evangelio el Padre Celestial profundamente Amoroso nos
dice: SEAN AMOR. SE AMOR INCONDICIONAL.
Lo que deja claro el
evangelista es, que Jesús se inserta plenamente en la historia universal, para
que nadie pueda poner en duda su condición humana. Por ello encontramos un censo
oficial al que están sujetos sus padres José y María, como cualquier mortal.
Importa poco que los datos no sean exactos. Lo que nos interesa es la intención
de Lucas, es decir, conectar la buena noticia con Jesús que nace en un lugar y
en un momento de la historia.
A nosotros hoy lo que
de verdad nos cuesta es descubrir al Jesús humano que nos pueda servir de
modelo. Enfrascados durante siglos en la trascendencia, nos hemos olvidado de
que no hay más divinidad que la que se manifiesta a través de la plenitud de un
ser humano.
Ponernos en el lugar
del que escribe es la clave para poder entender lo que nos quiere trasmitir.
Para Lucas, de mentalidad helenista, griega, Dios está en el cielo. Si quiere
hacerse presente, tiene que bajar. Y viene precisamente a salvar a los pobres y
empieza por compartir su condición. La salvación se hará desde abajo, pero para
llevarla a cabo, Dios tiene que bajar primero. Y sólo le encontrará quien está
en camino, quien está buscando, quien está velando, no quienes están
satisfechos, instalados cómodamente en este mundo. No lo encontrarán en el bullicio
de las relaciones sociales vacías, superficiales, del día, sino en el silencio
de la noche, en el corazón honesto y callado de ruidos internos, de
pensamientos egoístas.
Los dioses, desde su
trascendencia necesitan intermediarios. Estos se ponen en acción y quieren
anunciar el acontecimiento. Pero…¿Quién estará preparado para escucharlo? Y el Evangelista nos dice: Sólo los pastores,
la profesión más despreciada y marginada de aquella sociedad. La salvación se
anuncia en primer lugar a los oprimidos, a los que menos cuentan. Los demás
están descansando, dormidos, cómodos; no necesitan ninguna salvación. Este dato
es decisivo porque nosotros nos encontramos entre ese grupo que para nada
necesita la salvación que el ángel anunció. Solo necesitamos que nos confirmen
en nuestro bienestar.
El anuncio es ‘buena
noticia’. El Dios verdadero es siempre buena noticia. La noticia es que Dios
viene para salvarlos. “Les ha nacido un Salvador”.
Puesta al día, la
noticia sería que Dios está viniendo siempre hacia mí, hacia ti que escuchas,
para darnos plenitud. Los pastores salen corriendo. Y así, no será fácil
encontrarlo. Y da alguna pista: Un niño en un pesebre o comedero de animales,
semidesnudo y entre pajas, él mismo es el alimento espiritual. Está acompañado
por sus padres que no dicen nada. Están absortos ante el milagro de la vida.
¿Qué podrían decir? Y cuando Dios decide enviar su Palabra a los hombres,
resulta que nos envía a un niño que no sabe hablar.
Es importante la
característica de que la salvación es para todo el pueblo, no para los
privilegiados del momento. No en Jerusalén en donde abunda el conocimiento
teórico de Dios, sino en la ciudad de David en donde lo que hay en el corazón
es lo más importante. Él viene a destronar a los poderosos, pero se presenta
como uno de los pobres y oprimidos. Esto es la causa de la alegría en el cielo
y de la alabanza a Dios en la tierra. Los pastores descubren con alegría la
gran noticia y no tienen más opción que proclamarla, entre los que escuchan y
quienes no han perdido esa fe sencilla que se asombra.
Dios se encuentra
lejos de las instituciones frías, cerradas en las que sólo se vela por interesas personales.
Dios se encuentra en
los corazones de buena voluntad. Dios se encuentra en quienes tienden la mano,
en quienes no dejan a quienes están caídos.
El evangelista no
está dando los primeros datos de una biografía sino poniendo los fundamentos de
una teología. La teología del Amor incondicional, del servicio, de la
solidaridad.
Desde la perspectiva
de una biografía, tendríamos que decir lo siguiente: Sabemos muy poco. Por el
contrario, tenemos suficientes elementos de juicio para saber que no pasó nada
extraordinario desde el punto de vista externo. Ni María ni José ni nadie se
dieron cuenta de lo que estaba sucediendo allí. Nació como todos los niños. Fue
un niño normal….Cuando Jesús empezó su vida pública, decían sus vecinos: ¿No es
este el hijo de José?, ¿Su madre no se llama María? ¿De dónde saca todo eso? En
otra ocasión su madre y sus hermanos vinieron a llevárselo porque decían que
estaba loco. Pero….es que ¿Se habían olvidado de los prodigios de su
nacimiento?
Y sin embargo aquello
era el comienzo de todo. Allí empezaba Jesús su andadura humana, que iba a ser
capaz de hacer presente a Dios entre los hombres. Era Emmanuel (Dios-con-nosotros)
y era Jesús que significa: Dios es salvación, Dios salva. Dios nos ama con
locura.
Y así, el nacimiento,
vida y muerte de Jesús, forman una unidad inseparable. Es importante su
nacimiento por lo que fue su vida y su muerte.
Jesús, hizo presente
a Dios, amando, dándose, entregándose a los demás. Eso es lo que es Dios. Salió
de su Padre y a su Padre volvió. Es Hijo de Dios. Como pasó con todos los
grandes personajes anteriores a él. Entonces pues, se hace la biografía de su
infancia desde la perspectiva de su vida y obras que nadie hacía porque nadie
amaba, y les llamaban: "milagro”.
En el ambiente de la
celebración de la Navidad, hoy, lo más probable es que nos quedemos en las
pajas, en el buey y el asno y no vayamos al grano. Por ello, hoy, aquí y ahora,
tú que escuchas, y yo, necesitamos profundizar y vivir la importancia del
acontecimiento. Dios no tiene que venir de ninguna parte, ni puede estar en
ninguna parte más que en otra. Dios está donde nosotros le descubrimos y le
hacemos presente. Dios está donde hay amor. Allí donde un ser humano es capaz
de superar su egoísmo y darse al otro, donde es capaz de solidarizarse y
echarle la mano. Allí donde hay comprensión, perdón, tolerancia, allí está
Dios. Dios no actuará, si yo no lo hago presente con mi postura ante los demás.
Y si no me crees, ponte a pensar, entonces por qué hay niños sufriendo de
hambre, de enfermedades sin atender, de guerras, animalitos sufriendo a manos
de nosotros los mal llamados humanos, mira los nenes abortados que sienten
atrozmente el dolor, la muerte, los ancianos olvidados….tantos sin
empleos…..¿Por qué Dios nos hace nada en estos casos? Porque a quien le
corresponde hacer es a nosotros los humanos.
El único objetivo de
esta celebración del Nacimiento de Jesús, es que aprendamos a amar. Que
aprendamos a salir de nosotros mismos y seamos capaces de ir al otro.
El verdadero amor es
el resultado del nacimiento de Dios en mí, en todo ser humano, en todo niño
recién nacido. En todo ser vivo.
Es un gravísimo error,
cerrarnos al entorno familiar o afectivo. Se trata de vivir para Dios y para
todo ser que respira, lo aceptemos o no. Y todo lo que nos hace más humano necesitamos
incorporarlo a esta celebración, a esta Fiesta del amor.()
La reunión con la
familia, la comida, los encuentros y abrazos, todo puede ayudarnos a descubrir
lo que somos como seres humanos y a manifestarlo con alegría compartiendo fuera
del hogar a quien nos lo permita nuestra situación económica también. La fiesta
cobrará sentido para todos en el momento que sepamos unir lo humano y lo
divino.
Si unos y otros
sabemos ir más allá de los mitos y folklores, nos podemos encontrar celebrando
la única realidad que debe interesarnos a todos: la VIDA que está en nosotros y
espera ser desplegada. Merece la pena hacer un esfuerzo en estos días y dedicar
tiempo a lo que nos debía interesar de verdad los más necesitados, los más
indefensos, los que respiran y son vilipendiados, vejados, abusados, ofendidos,
olvidados, usados: ser hoy más humanos de verdad, al estilo del Niño de Belén.
SOLIDARIDAD….
Aunque la palabra
moderna solidaridad no aparece en los evangelios, éstos pueden considerarse,
sin lugar a dudas, una constante invitación a su práctica, como expresión de
amor universal sin barreras de ningún tipo.
La palabra más
próxima a ésta, porque la supone y la incluye, es agapê que aparece 116 veces
en el Nuevo Testamento, de las que sólo nueve veces aparece en los evangelios.
Con ésta se indica que el amor proviene de Dios en nuestro corazón o tiene por
objeto a Dios, o a todo ser que respira, obedeciendo prontamente al: “Amarás a
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y a tu
prójimo como a ti mismo”(Lc 10, 27).
El principio de
solidaridad se formula claramente en Mt 7,12. texto denominado “regla de oro”,
donde Jesús resume el Antiguo Testamento con esta frase: “Todo lo que quieran
que hagan los demás por Ustedes, háganlo Ustedes por ellos, porque eso significan
la Ley y los Profetas”: ¡Amar a manos llenas! ¡A tiempo y a destiempo! ()
Jesús me invita, te
invita a ser solidario, solidaria, o lo que es igual, a ponerse en el lugar del
otro, como si fuera uno mismo, haciendo con él lo que uno desearía que le
hicieran. Para ello hay que renunciar al egocentrismo, a sus intereses cortos,
avaros; cada uno ha de considerar que los demás tienen con uno mismo un destino
común, y, que, por tanto, merecen y necesitan mi atención e interés.
Este principio de
solidaridad en su formulación extrema se expresa en el evangelio de Lucas (6,
27-31): “Ahora bien, a Ustedes los que me escuchan les digo: Ámen a sus
enemigos, hagan el bien a los que les odian, bendigan a los que les maldicen,
recen por los que les maltratan. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también
la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica; a todo el que te
pide, dale, y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. O sea, traten a los
demás como quieran que ellos les traten”.
Ésta es la utopía a
la que hay que tender no sólo en Navidad sino siempre: un amor que no excluye a
nadie ni siquiera a enemigos y agresores; un amor tan solidario del otro que no
espera recompensa alguna y llega hasta la renuncia de los propios derechos.
Hay que notar, no
obstante, que el ámbito del amor cristiano va más allá de la solidaridad e
incluye toda relación positiva entre personas: la justicia, la generosidad, el
respeto, la comprensión, la tolerancia, la ayuda, el afecto y la entrega, que
forjan la unidad entre los seres humanos. La solidaridad es, por tanto, una de
las manifestaciones del amor que lleva al cristiano a fundirse o identificarse
con el prójimo.
La medida del amor o
el amor sin medida….
Jesús indica en el
evangelio de Juan la medida del amor solidario: “Este es mi mandamiento: que se
amen unos a otros igual que yo les he amado”(Jn 15, 12).
Con este mandamiento
Jesús se propone a sí mismo como medida e invita a amar como él amó, hasta el
punto de entregar o dejarse quitar el don más preciado: la vida.
Y quienes no son
creyentes, pero practican la solidaridad con los pobres y oprimidos, yendo a
todo ser que respira incluyendo animalitos, naturaleza, Jesús se habrá
identificado con ellos: “Vengan, benditos de mi Padre; hereden el reino
preparado para Ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me
diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste,
estuve en la cárcel y fuiste a verme. Les aseguro: Cada vez que lo hayan hecho
con uno de esos hermanos míos tan insignificantes lo hacen conmigo” (Mt 25, 34-36. 40).
En el juicio a las
naciones paganas de Mateo (mal denominado, mal llamado, “juicio final”), los
ángeles de Dios situarán a unos a la derecha y a otros a la izquierda. Los de
la derecha son los que, por un sentido de solidaridad humana, no han abandonado
a otros en su necesidad inaplazable; los de la izquierda, los que no se
conmueven ante el dolor y desgracia de sus semejantes. Los que van a la ruina
no han cometido acciones positivamente injustas; su falta, su tropiezo o su
pecado, como le quieras llamar, es de omisión: no haber mostrado la menor
solidaridad con los desvalidos.
De este modo, la
antigua enseñanza del “ojo por ojo y diente por diente” (Ex 21, 4; cf. Mt 5,
38) o la de “amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo” (Mt 5, 43), o la más
renovada de “amarás al prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27) quedan superadas
por la enseñanza de Jesús que representa la utopía del amor solidario hasta el
extremo de dar la vida: “que se amen como yo les he amado”.
Este amor, como Jesús
lo practicó, es el pilar sobre el que necesitamos alzar la nueva sociedad, la
sociedad alternativa que él anuncia: “el reinado o reino” de Dios hoy, aquí y
ahora en los corazones de buena voluntad mostrando esta buena voluntad en esa solidaridad,
y ayuda concreta. Ayudamos también a los demás cuando nuestra vida es
transparente, honesta, limpia de egoísmo y el evangelio es, por tanto, una
llamada constante a este estilo de vida basado en el amor solidario.
María de Nazareth nos
da el ejemplo…. ()
A la propuesta de
Dios, María respondió con la libre "obediencia de la fe", y da su
consentimiento: "Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has
dicho" (Lucas 1,38). Jesús lo aprendió de su Madre. Pero, y de ti, ¿Qué
han aprendido desde que nacieron tus hijos….tus nietos…..tus sobrinos….los
amigos de tus hijos….?
María de Nazaret,
ante el privilegio de haber sido elegida para ser la madre de Dios encarnado,
del Mesías: No se queda extasiada, fuera de sí por la alegría. No permanece
pasiva, encerrada en su mundo de jovencita embarazada que necesita atención,
cuidados, mimos. No se lanza a publicar su privilegio y alegría. No.
María sale de su
mundo, de sí misma y viaja " a toda prisa a la montaña, a la provincia de
Judea" (Lc. 1,39), lejos, a más de 120 km de Nazaret para ayudar a Isabel.
La colaboración de María le vendría muy bien: su pariente es ya entrada en
años, estéril hasta ahora, primeriza pues, y en el sexto mes de embarazo, tres
circunstancias que hacen que esos últimos meses sean positivamente molestos y
angustiosos para Isabel.
Todas estas cosas no
son secreto para las jovencitas del pueblo como es María. Por eso ella va a
ayudar, a servir (Lc. 1,36-40.56) Mujer solidaria en el ayudar, en el ponerse a
servir al necesitado. En el ser contemplativa es decir, en el saber ver más
allá…..
A la noticia del
embarazo de su pariente Isabél, María se puso en camino inmediatamente para ir
a ayudarla. Ante la necesidad, tú ¿qué haces? ¿te das excusas? ¿Te das la
vuelta?
No hay divorcio entre
la fe y la vida de María. Mujer solidaria que cree en el Dios solidario. Es
decir que el Dios de María, el único Dios vivo y verdadero, no está a favor: de
los soberbios, de los poderosos ciegos, de los ricos, los avaros.
El Dios de María, el
Dios Santo y Todopoderoso es solidario y está a favor: de los humildes
honestos, trasparentes, de los humillados, de los pobres, de los más frágiles. Así
que no olvidemos si de verdad decimos creer en Dios, que somos en esta tierra,
los ojos de Jesús, su boca, sus manos, sus pies.
Y hablando
científicamente, nacemos solidarios….
¿De verdad es que
nacemos solidarios? Al menos en parte. Nuestro cerebro guarda la información
que determina la capacidad de querer ayudar a los demás y, el resto, se aprende
con los años. Una parte de neurobiología y otra de empatía son las claves que
determinan el carácter solidario de las personas. así nos lo enseña la
psicobiología y neurociencia cognitiva. Este comportamiento está marcado desde
pequeños, pero además, los niños pueden potenciarlo con su implicación en
acciones sociales que comparten con los padres. Una de ellas es el
voluntariado, es enseñar a los niños a ser compartidos, generosos, amables,
sonrientes, capaces de compadecerse, de ser misericordiosos.
Está demostrado que
ayudar a los demás genera un bienestar que sirve de estímulo para repetir estas
acciones. La solidaridad humana tiene base en la neurobiología. Al nacer, el
cerebro cuenta con información precisa que determina el nivel de solidaridad
que desarrollará la persona. Un estudio llevado a cabo por científicos
japoneses del Instituto de Neurología de la Universidad de Tamagawa determinó
que las personas más dispuestas a ayudar registran una actividad mayor en la
amígdala del cerebro.
Las personas son
empáticas desde que nacen. De hecho, esta capacidad ha sido estratégica para
que la especie humana haya evolucionado. Nos permite ponernos en el lugar del
otro, protegerle y preservar así la especie, mediante el apoyo a quienes lo
necesitan. Por ejemplo, los padres de familia, los abuelos, los tutores pueden
ayudar a los niños a fortalecer su carácter solidario. La mejor manera de
adquirirlo es por imitación. Los progenitores o quienes estén al cargo, pueden
realizar acciones solidarias con los niños o implicarles en estas, hablarles,
explicarles con el ejemplo. Es posible también organizar un evento solidario como algún cumpleaños o celebraciones de algo, y
se haga una colecta que se destine a un proyecto social; realizar tareas de
voluntariado familiar, como ayudar a limpiar una zona natural; o apadrinar a un
niño, ayudar a quien perdió su trabajo, adoptar un animalito, tratar bien la
naturaleza, e implicar a los niños en el proceso. Adquirir esta costumbre desde
pequeños ayuda a mantener este comportamiento en la etapa adulta. La
solidaridad nos libera de nosotros mismos tan egoístas.
Pero ojo, necesitamos
querer ir sanando nuestro interior, nuestra historia doliente para no ir por la
vida respirando por los resentimientos, el odio, la venganza, el ojo por ojo y
diente por diente.
Algunos estudios,
incluso, han considerado que la satisfacción lograda al ayudar es entendida por
el cerebro como algo que nos da esa sensación de plenitud, de realización, que hace
crecer los niveles de felicidad. Por este motivo, los comportamientos
solidarios se repetirían para reproducir esa sensación de bienestar. La
solidaridad actuaría como un estímulo e impulsaría a nuevos actos que
proporcionaran esa sensación hasta comprender que vivir siendo solidarios es un
gran estilo de vida, vida llena de sabiduría.
Y la solidaridad se
puede potenciar a través de la empatía. La empatía es propia del ser humano,
aunque no todos cuentan con el mismo grado, porque no todos tuvimos las mismas
experiencias de bebés, de niños de preadolescentes, de jóvenes. No fuimos a una
escuela de sabiduría y no sanamos las heridas de la vida. Pero Jesús, nuestra
hermosísima Madre María y José son nuestra escuela de vida en donde los valores
se irán entretejiendo hasta que la verdadera vida sea una realidad en cada uno.
De ahí la importancia de enseñar a los niños a contemplar y poner en práctica
la vida de Jesús y también a que aprendan a escribir o a dibujar todo lo que
les provocó gran dolor en su historia.. Igualmente nosotros los adultos.
Escribir lo doliente es purificar, es limpiar, es dejar como nuevo el interior.
hacer esto las más veces es de sabios. Pues nos costará menos y menos y menos,
ser amor incondicional.
Hay quien es más y
menos empático. No obstante, la capacidad de identificarse con el estado de
ánimo de otra persona se puede aumentar. Está comprobado que los resultados son
mejores si las actitudes solidarias se desarrollan desde pequeños, aunque
también los adultos cuentan con recursos. La cosa está en querer o no querer. la
cosa está en ir procurándonos personalmente cada uno, un interior más sano, más
libre de egoísmo, de mentira. Está en que no te importe nadie más que el
cerrado círculo de ti mismo y "los tuyo" o te abras a todo ser que
respira. Amén
En unos momentos de
intimidad con Dios, con el pequeño Niño de Belén...
toma una actitud
orante….inhala y exhala suavemente, relajadamente. Ve permitiendo a tu cuerpo y
a tu interior vivir este momento en amor, en paz, en dulzura….y al estar
inhalando y exhalando deja, que el Espíritu del Padre y de Jesús tome lo
doloroso, lo que te ha provocado tanto miedo, tanta desesperanza, ansiedad o
angustia……y abriéndote en fe adulta permite que te llene de su fortaleza, de su
luz, de su paz, de su claridad….inhala suavemente…..exhala suavemente….y siente
cómo te inunda de Él mismo, allá en tu profundidad donde Él te habita…..déjate
amar por Él…..
Y dile con tu
corazón, no con tu boca. Di con tu corazón: Oh Hermoso Niño de Belén, en tu
nacimiento, te abres paso tras una espera de dolor y de belleza a la vez, en
los brazos de tu madre María. Tu llanto rasga el velo del templo del espíritu,
arropado en tu cuerpo pequeñito, alumbrando un nuevo inicio de todas las cosas.
Deslumbrado por la
luz buscas el calor y el abrazo. Y yo, apenas a ciegas, acojo este misterio que
sobrecoge y sobrepasa, en tu indefensa pequeñez. Y mi vida se hace, ahora,
pesebre del amor incondicional, promesa de la humanidad, como el Dios de la
ternura, nuestro pequeño Salvador. Jesús, Pequeño Niño de Belén, Por dejarme
llevar de mi propia superficie y no fe, muchas veces reina en mí la oscuridad,
pero en Ti está la luz; muchas veces me siento solo, sola, pero Tú no me
abandonas jamás; estoy desalentado, desalentada, como sin fuerzas, pero en Ti
está la ayuda; estoy intranquilo, intranquila, pero en Ti está la paz. Oh mi
Niño de Belén, la amargura me domina porque me enfrasco en pensamientos
inadecuados, y no he querido sanar escribiendo tanta herida, pero en Ti está la
paciencia, la sabiduría; no comprendo tus caminos por egoísta y vacío, vacía, pero
Tú sabes el camino para mí, ahora mismo lo experimento, sé que es el camino del
amor sin condiciones. Enséñame a amar como tú, Jesús.
Jesús: tú pasaste por
el mundo haciendo el bien entre todos los hombres, y mujeres, y nos enseñaste a
compartir con todos: compartir lo que somos, lo que tenemos, lo que soñamos, lo
que esperamos, lo que nos duele y lo que nos alegra.
Abre mi corazón para
que siempre tienda la mano al que sufre. Ayúdame a ver en cada
persona tu rostro que me llama y me pide vivir con generosidad, con amor y
con entrega a los demás. Que la fuerza de tu amor rompa el frío de mi corazón
Tú me dices en tu
Palabra: "Un mandamiento nuevo les doy: que se amen unos a otros. Ustedes
necesitan amarse unos a otros como yo les he amado. En esto se reconocerán los
que son mis discípulos; en que se aman unos a otros”.
Una vez más tengo
ante mí ese Regalo maravilloso: me regalas la Navidad. Como otros muchos años
desde que me has ido ayudando a ser consciente. Tú mismo Jesús ahora pasas
junto a mi tal como eres, sin disfraces. Ayúdame a que yo pase junto a cada ser
vivo con el que me tope, siendo amor y sin máscaras, sin excusas, con amor sin
condiciones, generoso, generosa, siempre solidario.
Aquí estás Jesús,
pequeño Niño de Belén, llamando a la puerta de mi corazón con suavidad –o
inoportunamente-, como otros muchos años esperando oír tu voz, voz de trabajo o
en la calle, de alegría o de dolor, fuerte o suave, la tuya Jesús.
Sé que no me pedirás nada,
que aunque lo quieres todo, me respetas, me das libertad. Tu forma de amar,
amar hasta el extremo y sin asustarse para el egoísmo será siempre extraña.
Me dices que en
realidad cada día será Navidad si sueño y comparto, si camino y me encarno,
como tú Jesús, junto a los que nada tienen. Si amo como tú, hasta dar la vida.
Si todavía me atrevo, como los primeros creyentes, a compartir lo que tú mismo
me has dado.
Madre, María de
Nazareth, que cuidando a Jesús Niño, abrazas el ser de Dios en tus entrañas,
acaricias al niño perdido y hallado, despides al joven que sale al desierto,
sigues al hombre que recorre los caminos, acompañas al condenado con la cruz al
hombro, contemplas al traspasado por la lanza, sostienes al desfigurado que
yace entre tus brazos, anuncias al Resucitado que nos salva, ayúdame a querer
amar al estilo de Dios….. ayúdame a querer amar al estilo de Dios…..
ayúdame a querer amar
al estilo de Dios…..
Hoy renace la
PROFECÍA: la lucidez que denuncia toda opresión y anuncia con palabras y hechos
una sociedad de hermanos y hermanas, justa y pacífica, que reconoce la dignidad
de cada persona porque es rostro de Dios.
Hoy renace el
COMPROMISO: una acción positiva que transforma la realidad, que camina con
otros que comparten el mismo sueño, que pone sus energías con creatividad y
entrega en mejorar la vida de los otros.
Hoy renace la
LIBERTAD: libres de nosotros mismos, de nuestra comodidad y ensimismamiento ,
para estar disponibles a servir, a entregar la vida desde abajo como tú, Jesús.
Hoy renace la ALEGRÍA:
que brota del encuentro contigo Jesús, de experimentar que somos amados,
alcanzados y trasformados por tu amor. Amor, que sale de si para comunicarse a
los otros.
Hoy renace la
CONTEMPLACIÓN: que en medio de la rutina o la dureza de la vida nos permite
hacer hueco para la gratuidad, el amor, la fiesta, la celebración; nos ayuda a
descubrir a tu Padre Amoroso en la vida y en la historia y a alegrarnos ya con
los signos de Su presencia.
Hoy renace la UTOPÍA:
que traduce la esperanza del Evangelio en pequeñas esperanzas históricas. La
utopía de que todos puedan comer al menos una vez al día, tengan lo necesario
para vivir dignamente, puedan gozar de paz y libertad para construir su futuro al
estilo de tu Reino Oh Amado Niño de Belén. . La utopía de que los hombres y
mujeres, al mirar a los ojos a un extraño, podamos reconocer en él en ella a un
hermano, hermana, hijo-hija de un mismo Dios, y mientras nos vamos de esta
tierra, cuidamos de todo ser vivo como tú más grande tesoro que es. Jesús,
ayúdame a amar como tú. Amén.