viernes, 24 de noviembre de 2023

Adviento, sin esperanza no vamos a ningún lado

 



La esperanza nos invita a empezar de nuevo. Nos ofrece otra oportunidad de romper inercias, de dejar atrás lo viejo y explorar lo nuevo en nuestra existencia. Esperanza que genera confianza en algo mejor que está por llegar y que nosotros podemos acelerar su llegada con nuestro corazón abierto de par en par a su Gracia ya desde hoy, aquí y ahora; y es que lo Mejor, así con mayúscula, es vivir en nuestra profundidad a ese Jesús en quien creemos que es el Hijo de Dios. Y Jesús, nos ha dicho que Dios, su Abba, su Padre, es INFINITO AMOR.

 

La vida es algo muy serio, pero se puede echar a perder, o truncar a manos del mismo hombre, como lo hemos visto a través de la historia y más, mucho más en estos últimos días en los que hasta hoy todavía late nuestro corazón, pero que se entristece por todo lo que estamos experimentando en nuestra misma carne o en la carne de otros: enfermedad, gran desaliento por pérdida de trabajo, ya la vida no es igual en cuestión de seguridad ni económica, ni como sociedad; honda tristeza por pérdida de seres queridos, pérdida de esa cierta seguridad de cómo podíamos salir a la calle sin que hubiera agresiones como las hay hoy, saber que en otros países o en el propio país, si ya había muchos pobres, ahora habrá más y más; cada vez más perdemos los valores que nos hacían respetarnos, respetar la vida, amarnos de verdad. 

 
 

Sin embargo, Dios es quien pese a todo, nos ayuda a vivir. Jesús es quien nos orienta, y para ello nos ha dado todas las herramientas en nuestro interior para poder tener ese "coraje sano", ese empuje, esa resiliencia para decir: voy a levantarme interiormente de esto que no va a acabar conmigo ni con los míos, ni con la creación que también como yo, padece mucho a manos del egoísmo, que hemos decidido regar como una gran plaga, pero yo confío en ti Jesús, que padeciste tanto en tu paso por este mundo. Yo como tú Jesús, abriéndome al Amor del Padre, dejando que tu Espíritu de Amor y de Poder me llene de fuerza, valentía, compasión, humildad y esperanza para vivir cada instante de lo que aún me quede de vida como nunca antes lo había vivido: con amor sin condiciones, sin desalentarme, sino dando cabida a la esperanza y siendo solidario. Ayúdame a no cerrarme en mi círculo. Ayúdame a no amolarle la vida a otros, a otras con esa forma de ser tan necia, tan sin fe. Y al contrario, ayúdame a ser vida de verdad, en estos momentos en los que la ceguera de todos nos está hundiendo. Ayúdame Señor.

 

Para muchos y muchas, para nuestros ojos cegados y nuestros oídos sordos a un cambio de vida interior, preferimos decir que Dios no está. Y decimos que Dios es puro cuento, que nos mintieron, o "No creemos en Él porque los demás nos han dado muy mal ejemplo". En realidad todo eso no son más que excusas. No podemos verlo, ni oírle ni tocarlo, porque vivimos una vida super, super, super superficial y andamos metidos en todo y en tanta rareza que hemos dado muerte óntica a nuestro ser. Y somos en extremo indolentes, hiper egoístas. Y aparentemente la Presencia de Dios escapa a nuestros sentidos, pero Él, siempre ha sido, es y será fiel. Siempre está ahí. Sí!!! Está ahí, y podemos conectar con Él, y pese a todo, su Espíritu actúa en el mundo, a través de aquellos y aquellas que buscan el bien para sí mismos y para todo ser que respira. Dios habla y trabaja a través de los hombres y mujeres de buena voluntad y que ponen en acción todo cuanto son para que este mundo no vaya a peor. 

 

 

 

¿Sabes? Hubo un momento en la historia en que la presencia de Jesús fue especial. En ese hombre llamado Jesús de Nazaret hubo una "explosión del Espíritu". Jesús fue y es "el hombre lleno del Espíritu", en el cual podemos intuir y descubrir al Dios verdadero: Dios que nos ama con locura y está en nuestra vida para alegrarnos, para animarnos, para fortalecernos, para sacarnos de nuestro ensimismamiento. Dios que no hace distinción de razas, ni condiciones sociales, ni creencias. En la vida de Jesús, podemos ver cómo actúa Dios que deja las 99 ovejas por aquella que más lo necesita.

 

Y sucedió que nació un niño. Y con ese niño, y por medio de ese niño, los que vivieron con Él conocieron mucho mejor a Dios, y cambiaron sus actitudes egoístas, por actitudes de vida. A nosotros también nos pasa lo mismo. Conocer a Jesús, aceptar a Jesús, creer en Jesús es como volver a nacer. Y esto sucede una vez y mil veces en la vida, porque Jesús va creciendo en nosotros, lo vamos conociendo mejor, lo vamos aceptando más. Sobre todo lo conocemos al comenzar a conocernos a nosotros mismos. Lo conocemos cuando entendemos que nadie fuimos a una escuela de sabiduría y que nuestros padres o nuestros tutores nos fueron inculcando lo que creyeron mejor y así, en lugar de conocer a Dios fuimos teniendo una imagen errónea de Él, pues Dios no tiene nada qué ver con castigos, diablos e infiernos, sino con amor incondicional que nos va haciendo cada vez más conscientes de que a esta vida venimos a amar compasivamente, a hacernos responsables de nosotros mismos y a cuidar de los que más nos lo permitan.

 

En estas épocas que llamamos Adviento y Navidad, en realidad celebramos el principio de nuestra nueva vida, eso que Jesús llamaba "el Reino de Dios, que por cierto no está en otro lado sino en nuestro corazón. Y si decidimos celebrar cada Navidad es para que Jesús vuelva a nacer en nuestro corazón con más fuerza, siendo más comprometidos en cambiar actitudes que hieren a los demás.

 

Para ello, la misma Palabra de Dios nos dice: "Estén preparados que el Señor ya viene. Ábranle las puertas, preparen el camino". ¿Cómo estoy, estás preparado (a)? porque entre quejas y enojos no hay más que cerrojos y más cerrojos en el corazón….

 

Jesús es el mismo Reino de Dios en nuestro corazón. Jesús nos habla del Reino de Dios no como una imposición sino como una elección. Hay que elegir entre acomodarse con esta vida, con sus contra valores y sus satisfacciones pasajeras y resignarse a morir viviendo enojados casi todo el tiempo o dándonos igual la vida.

 

 

Tú que lees o escuchas, aceptas a Jesús como el mayor bien, como ese Dios que nos ama y nos invita a seguirlo en una vida en donde el comienzo de una sanidad interior es lo primero, una vida en la que comiences a entregarle cada cosa tan fuerte que te ha pasado, tan dolorosa para aceptarla y no cargarla más; una vida en la que comiences a reconciliarte con todo tu pasado y tu presente; una vida en la que comiences a valorarte, a mirarte con amor verdadero, en donde el rechazo a tu persona no exista más y por lo tanto puedas ir aceptando, asumiendo las diferentes formas de ser de los demás porque ahora de la mano de Jesús comprendes que todos los seres humanos estamos heridos y muchos y muchas no han querido o no han tenido la oportunidad (porque no saben cómo) de sanar su interior y entonces han preferido fugarse de una y mil maneras.

 


Hoy aquí y ahora, en pleno adviento hagamos ese gran acto de fe, de aceptar que no somos sólo tierra, que vamos hacia la plenitud y que hay que caminar.

 

Dios está saliendo a nuestro encuentro continuamente, si continuamente estamos caminando en busca de Él. Y hay que buscarle en nuestro propio interior y en cada ser que respira y que está muriendo por falta de amor, de cariño, de ternura, de cuidados, de justicia, por falta de nuestra responsabilidad. Si vamos al encuentro de seres necesitados, ahí encontraremos a Dios.

 


 


Ser espiritual no es pues, "rezar mucho" ni ser piadosos. Ser espiritual será ser como Jesús que amó hasta el extremo y sembró el bien sin cansarse. Y sembrar el bien sin cansarnos y amar hasta el extremo será abrir el corazón (Adviento) y celebrar plenamente la Navidad: nuestro propio NACER DE NUEVO en Él.

 

Un obstáculo para comenzar a ser maduros es la necedad, la desobediencia.

Y nuestro Padre Amoroso nos llama a vivir todo aquello que nos construya y dignifique y construya y dignifique a los demás como son los valores genuinos: el respeto por la vida, la honestidad, la generosidad, el agradecimiento, la solidaridad, darse, entregarse sin medida etc, etc. Pero si hay problema de obediencia, de docilidad en ti, en mí, es que todavía hay por allá escondidas, heridas con nuestros progenitores o tutores; heridas surgidas de la historia humana en donde se han cometido tantas injusticias en nombre de "dios" así, con minúscula, porque Dios, el Dios de Jesús, nada tuvo que ver con ello. Tanta misoginia o rechazo y hasta abuso hacia la mujer, tanta ceguera aún hoy, aquí y ahora hasta en mi, en ti!!! ....muchas heridas de aquí y de allá, que necesitas asumir, aceptar (que no es estar de acuerdo pero que se aceptan al reconocer que somos humanos depredadores y muy heridos, TODOS). 

Cuando asumimos todo esto, comenzamos a vivir reconciliados, como nos enseñan muchos maestros de meditación, de contemplación como Juan de la Cruz en su camino de las "NADA" o el autor anónimo de la Nube del "No saber" por ejemplo: ACEPTAR LO INACEPTABLE. O como el Hermanito Carlos de Jesús: "Yo no se nada Padre mío (porque lo se me entrego) solamente se que me amas, entonces quedo en SILENCIO (en mi interior, en mi mente) y haz de mi lo que quieras (se que lo que quieres de mi es que sea amor incondicional) porque tú me amas, porque tú, ¡Eres mi Padre! ¡Mi Abba!

 


Reconocer y entregarlas a Dios escribiendo muchas veces, liberándote de tanta carga dañina, inútil. Piensa ahora mismo ¿Qué te hace seguir siendo necio, necia, desobediente insistiendo tanto en lo que te daña y daña a otros/as?

 


 

Porque Adviento es un tiempo de urgencia, un llamado amoroso a despertar si nos habíamos dormido, o si hasta hoy hemos vivido aletargados, engañados con tanto egoísmo que sólo y nadie más que nosotros lo seguimos engendrando. 

 


Hoy, aquí y ahora, podemos sentir las olas encrespadas de la vida, pero ya no más solos, sino desde quien nos habita en lo más hondo y precioso de nosotros mismos: el Padre, Jesús, su Amor. Podemos sentir lo que parece que podría hundirnos, desde la mansedumbre de Dios, desde el Océano así con mayúscula, allá en nuestro interior en donde Él nos da la fuerza y sobre todo, el amor necesario para CAMBIAR NUESTRA FORMA DE MIRAR LA VIDA, LAS COSAS, LAS PERSONAS, TODO y actuar en consecuencia.

Cambiar no es volver a lo de antes. CAMBIAR ES inventar soluciones no conocidas. Supone NACER DE NUEVO, caminar hacia la raíz y descubrir las mejoras y ponerlas en marcha. Supone vivir en el fondo, EN EL SILENCIO AMOROSO de Dios en nuestro interior, SIENDO UNO con la Creación, decidiendo ¡¡ amar a manos llenas!! al estilo del que ya viene: JESÚS de Nazareth, el Amor que no es amado. Pero....sólo podrá amar y comprender sin condiciones quien vaya estando más sano en su interior, y eso, sanar el interior, está en nuestras propias manos.

Hoy contéstate: ¿Qué me viene del fondo, de mi hondura en donde soy habitado/a por Dios? ¿Qué me viene de las olas es decir, de mi superficialidad, de mi interior revuelto por mi propio egoísmo, soberbia, orgullo, avaricia, deshonestidad, sin sentido de vivir? 

 

¡¡Cuídate de la inercia cognitiva!!

La inercia cognitiva ¡¡Cuánto daño nos ha hecho!! La inercia cognitiva se refiere a la tendencia de las creencias o conjuntos de creencias a perdurar desde que se forman. En particular, la inercia cognitiva describe la inclinación humana de confiar en supuestos familiares y exhibir una inhabilidad de revisar tales suposiciones, incluso cuando la evidencia ponga en duda su precisión o que sean “adecuados, buenos”. ¡¡La idea de Dios castigador y justiciero, vengativo, nos ha destruido como sociedad!! Acaso, nuestra sociedad ¿No estará inmersa y viviendo desde esta INERCIA COGNITIVA?  ¡¡DESPERTEMOS al Dios Amor de Jesús, Dios comprometido con la vida y que nos ha equipado con todo en nuestro cerebro, en nuestro ser, para ser como Él: AMOR SIN CONDICIONES!!

Yo, tú, Vivo, ¿Vives en esa inercia cognitiva? ¿En qué?

 



¡Es hora de crecer! ¡Es hora de madurar! ¡Es hora de avivar la fe! ¡Es hora de ser felices en Él! Y comenzar a vivir una fe adulta. Fe adulta es aquella que no se basa en emociones que hoy están y mañana ya no. Fe adulta que no se basa en si siento o no a Dios. Sino Fe adulta que se basa en la certeza de que aunque no sienta muchas veces su presencia, Dios siempre, pero siempre ha sido, es y me será fiel.

 


 

Cuando leas en la Palabra: "¡Viene el Señor!", nunca más lo vuelvas a leer con espanto, como si viniera el desastre, como si hubiera que esconderse. ¡¡Inercia cognitiva, creencias absurdas!! Esto es increíble, pero ¡¡¡Le pasa a muchos y muchas!!!! 

Es al revés: ¡Viene el Señor, qué alegría! Dios ES con nosotros, es un aliado, está a favor de nosotros. Dios es el Libertador: ¡¡AMOR INCONDICIONAL!! Dios es quien puede hacer pleno al último que ni siquiera alcanzó a trabajar en la viña. Mateo 21, 33-44 Léelo, te fascinará encontrarte con ese amor de Dios, que no hemos querido aceptar y comprender aún. 


Pero Él no va a trabajar en tu interior si tú no comienzas a escribirle cartas y más cartas en las que le platiques tooooodo lo doloroso de tu vida y que aún no aceptas y que te hace seguir siendo agresivo, o te hace herirte y herir permanentemente. 

 

Así que date tiempo para entregarle a Dios paso a paso, tu historia personal. Incluso dile lo que te asusta de todo cuanto sucede y verás cómo tu cerebro (esa maravilla tan desconocida por el ser humano y que Dios te dio) y que es tan importante, y tu ser, te lo agradecerá.  ¡Alégrate, Jerusalén, es decir, tú que lees esto,  porque llega tu luz! y te está despertando de lo que hasta ahora te impedía ver, te impedía caminar de verdad.

 

 


Aquí estoy Señor. Sin grandes palabras que decir. Sin grandes obras que ofrecer. Sin grandes gestos que hacer. Solo aquí. Solo/a. Contigo. Recibiré aquello que venga: luz o sombra. Canto o silencio. Esperanza o frío. Oportunidad o adversidad. Alegría o zozobra. Calma o tormenta. Y lo recibiré sereno/a, con un corazón sosegado, porque sé que tú, mi Dios, también eres un Dios pobre. Un Dios que no exige, sino que invita. Que no fuerza, sino que espera. Que no obliga, sino que ama. Y lo mismo haré en mi mundo, con todo ser que respire, con mi vida: aceptar lo que venga como un regalo. Eliminar de mi diccionario cerebral la exigencia. Vivir el verbo 'dar, donarme'. Preguntar a menudo: "¿Qué necesitas?" "¿Qué puedo hacer por ti?", y decir pocas veces "quiero" o "dame". Y así sigo, Dios: Aquí, sin más, en soledad. En silencio. Contigo, mi Dios pobre, humilde, suave, bueno. Si pienso en lo que quieres que yo haga, si tengo que hacer caso a tus palabras, si quieres que te diga lo que pienso, si quieres que me quite las cadenas, que me hacen sentir seguro aquí en la tierra, -porque mis apegos son muchos-, sólo te pido fuerzas para hacer de mi debilidad, un fuerte acto de fe y de amor incondicional, desde el convencimiento que tal vez hoy, todo sea verdaderamente nuevo, porque tú ya estás al llegar, aunque siempre has estado aquí en mi corazón y yo he estado en ti desde toda la eternidad. Sé que es necesario andar contra corriente en esta tierra y que en el fondo merece la pena, dejarme amar siempre por ti. 

¡Te amo Dios! Amén.



sábado, 11 de noviembre de 2023

El Reino de Dios es AMAR como Jesús

 

Es la fiesta de Cristo Rey. 

 

Y quizá clamemos: ¡Viva Cristo Rey! Y hasta sus santuarios visitemos, pero y qué tal a la hora en que nos encontramos calumniando, enjuiciando, contestando mal a los demás, tratando mal a los indefensos, o simplemente somos arrogantes, soberbios, orgullosos, mentirosos, indiferentes……

 

Jesús, nada tuvo que ver con todo eso. Él nos dio el ejemplo de reinar: amando a manos llenas, sin peros, ni porqués. Su forma de reinar fue desde el trono de la cruz, desde el abandono en las Manos del Padre, desde su desapego, desde su Amor incondicional, desde su incondicional solidaridad con los seres abandonados (incluyendo animales tan maltratados).

 

Hoy la liturgia me habla, te habla de un Jesús que es rey. Es la fiesta de Cristo Rey. El reinado de Dios hecho carne entre los hombres. Quizá nosotros aún seguimos asociando la realeza al poder. Pero el poder de Jesús es el amar a manos llenas, aún aunque tú y yo, no le hagamos caso, porque al final, lo que nos volverá a Él, nos seducirá, es y será siempre su amor, Amor Verdadero. Su forma de reinar es desde el trono de la cruz. 

 

 Hay series de televisión en la que muchos/as quieren gobernar en un trono de hierro. Se creen con derecho a mandar sobre todos. Y utilizan todos los medios para conseguir el fin que desean. “El fin justifica los medios” -dicen. Y muchas veces lo vemos a nuestro alrededor. Personas que buscan el poder y hacen todo lo posible por conseguirlo y después por retenerlo. Yo, tú que lees, tenemos esa tentación del poder. ¡Es tan sutil! “La información es poder” -decimos-. La capacidad de decisión es poder, pero ¡Cuántas veces decidimos tan mal, afectándonos y afectando a esta creación hoy tan dolorida! La influencia en las decisiones y la capacidad de mando sobre otros, aunque estos otros sean muy pocos. El poder siempre es atractivo. Lo busco, lo retengo. Me obsesiono. 


Pero el poder de Dios no es el de los hombres. El otro día leía: Hablamos de un Dios que, al hacerse humano, se abajó, se anonadó, fue humilde hasta el extremo, no resistió la tontería humana, la necedad del corazón del hombre, sino que amó sin cansarse, comprendió la depredación tuya, mía. Sin contemplar a Jesús HUMILDE, SOLIDARIO, uno corre el peligro de vivir instalado en pedestales. De honor y de riqueza, de sabiduría y de elocuencia, de triunfo y fortaleza, de ideas y proyectos: pedestales que al tiempo te protegen y te aíslan, y que, si te descuidas, te van encerrando en burbujas herméticas, cerradas en donde ni Dios entrará, porque tú y yo le cerramos la puerta y evitamos que toque con su gracia nuestro propio corazón.

 

El poder me aísla de los hombres, me protege aunque sea por poner caretas falsas de mi mismo/a. En mi poder soy inaccesible. Dejo de ser misericordioso/a. Estoy lejos de los que sufren. No me interesan. Lejos de los que no tienen poder e influencia. Me da miedo no tratar igual al poderoso que al necesitado. No actuar de la misma manera ante el que me puede hacer un favor con su poder que al que no tiene nada que ofrecerme. Y me da miedo rendir pleitesía a los poderosos de la tierra, siempre buscando beneficios, todo en aras de un bien mayor, todo “por el reino de Cristo” -decimos- ¡Cuánto me miento! Pensando que el fin justifica los medios. Temo aferrarme a mis cargos e influencias. No quiero buscar mi bien al estilo de Jesús, porque esto me desinstalaría de tanto egoísmo propio. Me dedico, a proteger mi vida para que nadie pueda hacerme daño y quitarme lo que poseo aunque esto sean puros apegos que me tienen esclavizado/a y no soy libre, no se qué es eso de "La gloriosa libertad de los hijos de Dios" y TODOS creyentes o no, somos suyos. Y por eso, temo mi vulnerabilidad que se deja encandilar por el que tiene poder. ¡Jesús!... ya no quiero arrodillarme ante ningún hombre y sí ¡¡Quiero comenzar a amar como Tú!!

 

No deseo pasar de largo ante tu corona de espinas, Jesús, en la cruz. Miro los calzados lujosos y desdeño tus pies descalzos de Jesús. Miro la mano que gobierna el mundo con el poder del mundo. Pero no quiero dejar de mirar los pies descalzos y heridos de los seres que respiran y pasan junto a mi. 

 

Busco la mano silenciosa del Padre Celestial que es inmensa bondad, que dirige el mundo sin que yo lo vea. Quiero aceptar que no puedo hacer muchas cosas, porque no soy todopoderosa/o. Anhelo asumir la impotencia de Jesús ante nuestra ¡¡Locura mental!! Mi poder es tan pequeño y frágil, estoy lleno/a de quejas. Quiero poder hacerlo todo bien. Quiero tener éxito y reconocimiento siempre, pero he de despertar y darme cuenta que lo que necesito es aprender a tolerar las "manchas negras" del otro, porque yo también tengo las mías, y sólo esto anulará la posibilidad de reclamo. El que se condena a sí mismo, condenará a los demás, porque se siente "juez". Dios no es juez, Dios es Padre y nos ama con locura y a muchos y muchas no les conviene creer en esto, para seguir en el poder de ¡¡manipular!! No condenes a nadie. Si ves el mal en el mundo es por quienes lo habitamos y no porque lo haya causado Dios. Dios nos creó para SER AMOR SIN CONDICIONES y a muchos y muchas les gustaría que Dios condenara o mandara a quien hace mal, a ciertos lugares, pero mira porfa, lee la parábola de los trabajadores Mateo 20, 1-16: hasta a los que no trabajaron les da lo mismo que a los que si trabajaron. Y para mi, para ti tan superficiales que somos, nos enoja que Dios ame sin condiciones, sin merecimientos!! Y es que tenemos espíritu fariseo, cumplidores de normas, de leyes y ¿el amor? ¡que le den!! Dice Juan de la Cruz que Dios puede hacer pleno en un instante aún al que nosotros juzgamos tan mal, porque Dios es el único que conoce el corazón, el interior de cada uno, de cada una.

Dios quiere que crezcas, hasta donde y cuando tú vayas decidiéndolo, pero que crezcas en el darte, en el entregarte sin medida a Él y a su creación. Dios quiere con tu actitud llena de fe adulta, de esperanza sin límites, solidario/a, seas feliz, sea cual sea la realidad que te toque vivir. 

 

 

El reino de Jesús no es de este mundo. No entra en nuestro criterio humano herido por tanto egoísmo (eso que llaman "pecado" que simplemente significa "tropiezo"). El reino de Jesús, no tiene que ver con mis prioridades, a veces mal establecidas. El reino de Dios crece en la humildad, en la impotencia, mucha impotencia ante tanta necedad, ceguera interior, crece, en la fidelidad divina en medio de la noche. Es el reino que trae la paz en medio de la tormenta. El poder que Jesús manifiesta nos sorprende. Porque brota no del miedo, sino del amor. Es el poder del que me ama y consigue así de mí todo lo que quiere. Porque ante el amor que recibo me siento vulnerable. Aquél que me ama tiene un extraño poder sobre mí. El que me ama de forma incondicional e inmerecida (porque no se trata de ganar el cielo o merecer) tiene un poder inmenso que me deja indefenso. El Reino, su Reino ya es una realidad hoy, aquí y ahora en nuestro interior, pero ¿quiero, quieres vivirlo? El Reino de Dios es ¡¡Él mismo!! No puedo hacer nada frente a tanto amor. El Reino de Dios, su amor no se compra porque es gratuito, viene de la infinita bondad de Dios y no nos exige; es: ¡¡SI QUIERES!! Y entonces, mi seguimiento brota del amor que recibo, me cautiva!!

 

El amor de Jesús a los hombres no impidió que lo mataran y seguimos igual: matando con nuestra forma de ser muy lejana a la forma de ser de Jesús. Algunos se cerraron a ese amor haciéndolo imposible. Su aparente impotencia produjo rabia e ira en los que querían matarlo. ¡Jesús fue y es el regalo compasivo del Padre! No tenían poder sobre Él, porque Jesús no temía perder la vida. Jesús era libre y se convirtió en alguien insobornable. El que no tiene nada que perder, nada teme, nada le puede turbar. Jesús, simplemente se abandonó en las manos de su Padre. Nunca se resistió. Y no resistirse, a Jesús lo hizo poderoso, pleno en la cruz. Desde ese madero ama a todos y más aún al que lo odia. Acoge al que lo persigue. Pero decimos: ¡Es imposible amar así. Yo no soy Dios, yo no soy Jesús! Normalmente no esperamos amor cuando odiamos. Ni siquiera un abrazo cuando despreciamos. Pero así es Dios. Me ama, aunque yo no lo ame. Y nos hizo capaces de ser amor sin condiciones. Otra cosa es que no queramos SER, que no queramos AMAR como Él. El Padre Dios necesita que comiences por amarte y que ames. Quiere -para que tú seas feliz- tu entrega, que te dones. No lo necesita para amarte. Él siempre nos ama primero. Y Dios ahora mismo te mira lleno de amor y esperanza. Cree en mí, en ti y espera y nos ama.

 

Hoy me arrodillo ante la impotencia de Dios. Me sumerjo en ella y no resisto al mal ni mío ni de nadie sino que me sumerjo en ese inmenso amor, porque ahora se que su amor infinito es el mayor poder de Dios ante los hombres. Ese amor es su forma de reinar. Reinar desde el servicio, reinar desde la humildad. Hoy Jesús me mira, te mira para que aprendamos a amar y a servir como Él nos ama y nos sirve. Es un cambio en mi mirada, en tu mirada. Su reino no es de este mundo. ¿Y mi reino? mi reino busca el poder del mundo. Quiero cambiar las leyes. Acabar con la injusticia y el odio. Implantar todos los valores que deseo vivir en mi entorno. Y sufro en mi impotencia. Estoy tan lejos de tocar su reino en la tierra. Pero DESPIERTO, despierta tú que lees!! Vivamos el Reino del amor incondicional, hagamos el bien que podamos SIN ESPERAR NADA,  pues donde un corazón ama ahí está Dios amando.

 

El reino de Dios sigue creciendo en la tierra. No como los hombres esperan. Crece de manera misteriosa en el sí de cada ser humano creyente o no que ama de verdad. El reino de Dios me habla de un Dios que quiere reinar en nuestra vida. No nos habla de un Dios ausente. No nos hace pensar en un Dios lejano: Un Dios que no reina indiferentemente en un trono por encima de las nubes, sino que está presente en la vida de cada hombre, que está presente en cada ser que respira. Un Dios que tiene un plan para el mundo: Que nos respetemos, que nos amemos por encima de todo cuanto mentalmente nos separa. 

 

A veces cuesta comprender tanta injusticia, tanto mal, tanto dolor. Y creer en un Dios que nos ama con locura, pero aparentemente ante mi mirada miope, permanece impasible sin hacer nada. Me gustaría más un Dios que siempre hiciera milagros extraordinarios. Pero hoy comprendo que el mayor milagro que Dios hace es el que yo quiera AMAR COMO ÉL, a manos llenas, sin cansarme siempre descansando en Él.  ¿Cómo se puede entender que Dios reine en mi vida cuando está llena de injusticias? ¿Cómo creer en un Dios que me conduce con amor cuando yo sólo percibo odio y desprecio? Sé que Dios no me manda desgracias ni le manda a nadie, guerra, destrucción, hambre, injusticias, sin embargo nos da la fuerza necesaria para sacar lo mejor de todo lo que nos toca vivir. El Padre Dios no le evitó la cruz a Jesús, Dios no podía irrumpir en la libertad de quienes le condenaron, pero sí le cambió su mente a Él, a Jesús, le cambió su forma de vivir, de contemplar, de mirar estos hechos tan cruentos, tan dolorosos.

Creo en ti, ¡¡Abba!! que me buscas y sostienes cuando me siento pobre y desvalida/o. Sé que Jesús, su reinado me muestra a ti, Dios presente, vivo,  amante y actuante. Un Dios que no se desentiende de mí, qu me quieres y aceptas así como estoy decidiendo ser, así como soy. No eres un Dios lejano e impasible. Sufres conmigo. Sufres por mí. Me buscas cuando he caído para levantarme. Y noto tu abrazo cuando me siento pobre y sin ánimos, Dios personal que caminas conmigo en medio de mis pasos. Y muy dentro de mí.

 


El reino de Dios sucede en el Misterio del Amor sin condiciones. Jesús es imagen del Dios “invisible” que actúa en lo visible a través de mi, de ti que lees. Ocurre en la semilla que crece lentamente y bajo tierra, aunque yo no lo vea. Aparece en el amor silencioso entre dos personas, cuando se aman con un corazón sincero. Se muestra en la vida entregada en un servicio no reconocido, que no es noticia. Creo en ese reino que acontece donde menos lo espero. No llega con trompetas ni con gritos de júbilo. Llega en esa donación hacia los seres más necesitados incluyendo animales, plantas. No ocupa las portadas de la prensa. Ocurre en el silencio del que nadie habla. En el corazón que se convierte sin que nadie sepa. Y en la vida de aquel que se ofrenda, para dar vida a otros en lo oculto de su amor. Así crece un reino invisible. Donde está el amor, allí está Dios. Actuando, salvando, sanando, y  cree en todo lo que puedo llegar a dar si me dejo hacer, si me convierto en instrumento dócil en sus manos. No es todo el que me dice: "Señor, Señor" ni en sus penitencias -dice el Señor- sino el que AMA a manos llenas. Dios que usa mi herida para dar vida a otros. No ha habido otro modo de extender el reino que no sean las obras y la vida del creyente o no creyente, que lucha cada día por vivir la voluntad de Dios que es que el Amor incondicional se haga realidad en la Creación.  

 

El reino se realiza en mi sí diario y sencillo para no ser grosera/o, sino acogedor. En mi entrega honda y verdadera En mi seguimiento fiel en medio de las luces y de las sombras. El reino viene a mí cada vez que abro la puerta de mi vida a Jesús, y que Él me ayude a cambiar mi forma de pensar tan racista, tan elitista, tan soberbia, tan egoísta. Él reina en mí cuando me dejo conducir por sus deseos. Cuando es Él con su poder el que reina y no el mundo o mis impulsos o mis gustos y deseos tan egoístas ¡Qué fácil dejar que sean otros los que reinen y decidan en mi corazón! Me apego a lo que me destruye de mi mismo/a, y dejo que sean otros los que gobiernen mi vida. Otros los que manden en mí. ¿Qué me está limitando a ser amor sin condiciones, aquí en mi propio interior?

 

Quiero abrir mi vida para que en ella Jesús entre y reine. Su reino pertenece a mi corazón. Y en su silencio puede cambiar mi vida y la de muchos. Jesús necesita mi sí, mi entrega silenciosa, mi alegría y mi fuerza.

 

Para vivir su Reino hoy, aquí y ahora, lo único que necesito es decir “sí, al amor sin condiciones, a la honestidad de vida” a cada minuto, y nada más. ¡¡FELIZ DÍA DE CRISTO REY!!

 

El Padre de inmensa bondad, no puede hacer muchas cosas sin mí. Necesita mi vida para dar vida a otros. Su reino crece dentro de mí y llega a otros. Mi sí a su voluntad que es que ame como Él, abre la puerta. Mi sí a mi vida tal y como es. Mi sí como el de María en la anunciación a un plan que no conozco o que no controlo. Ese "sí" mío, débil y apasionado, es el que me hace nacer de nuevo. Sí a su voluntad hasta en los planes más pequeños y frágiles. Me cuesta tanto decirle que sí a Dios cuando el ego está ahí…. Me resulta todo un reto aceptar siempre sus planes. Pero es la única forma de que se haga vida en mí su Reino hoy aquí y ahora. Es la única forma de que venza en este mundo el amor de Dios. Me conmueve pensar en esa docilidad al Espíritu. No la tengo, pero la deseo, por eso, “Enséñame a amar como tú Jesús”, le digo a cada momento. Amén.

Terapia visual de pensamientos sabios 2