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sábado, 11 de noviembre de 2023

El Reino de Dios es AMAR como Jesús

 

Es la fiesta de Cristo Rey. 

 

Y quizá clamemos: ¡Viva Cristo Rey! Y hasta sus santuarios visitemos, pero y qué tal a la hora en que nos encontramos calumniando, enjuiciando, contestando mal a los demás, tratando mal a los indefensos, o simplemente somos arrogantes, soberbios, orgullosos, mentirosos, indiferentes……

 

Jesús, nada tuvo que ver con todo eso. Él nos dio el ejemplo de reinar: amando a manos llenas, sin peros, ni porqués. Su forma de reinar fue desde el trono de la cruz, desde el abandono en las Manos del Padre, desde su desapego, desde su Amor incondicional, desde su incondicional solidaridad con los seres abandonados (incluyendo animales tan maltratados).

 

Hoy la liturgia me habla, te habla de un Jesús que es rey. Es la fiesta de Cristo Rey. El reinado de Dios hecho carne entre los hombres. Quizá nosotros aún seguimos asociando la realeza al poder. Pero el poder de Jesús es el amar a manos llenas, aún aunque tú y yo, no le hagamos caso, porque al final, lo que nos volverá a Él, nos seducirá, es y será siempre su amor, Amor Verdadero. Su forma de reinar es desde el trono de la cruz. 

 

 Hay series de televisión en la que muchos/as quieren gobernar en un trono de hierro. Se creen con derecho a mandar sobre todos. Y utilizan todos los medios para conseguir el fin que desean. “El fin justifica los medios” -dicen. Y muchas veces lo vemos a nuestro alrededor. Personas que buscan el poder y hacen todo lo posible por conseguirlo y después por retenerlo. Yo, tú que lees, tenemos esa tentación del poder. ¡Es tan sutil! “La información es poder” -decimos-. La capacidad de decisión es poder, pero ¡Cuántas veces decidimos tan mal, afectándonos y afectando a esta creación hoy tan dolorida! La influencia en las decisiones y la capacidad de mando sobre otros, aunque estos otros sean muy pocos. El poder siempre es atractivo. Lo busco, lo retengo. Me obsesiono. 


Pero el poder de Dios no es el de los hombres. El otro día leía: Hablamos de un Dios que, al hacerse humano, se abajó, se anonadó, fue humilde hasta el extremo, no resistió la tontería humana, la necedad del corazón del hombre, sino que amó sin cansarse, comprendió la depredación tuya, mía. Sin contemplar a Jesús HUMILDE, SOLIDARIO, uno corre el peligro de vivir instalado en pedestales. De honor y de riqueza, de sabiduría y de elocuencia, de triunfo y fortaleza, de ideas y proyectos: pedestales que al tiempo te protegen y te aíslan, y que, si te descuidas, te van encerrando en burbujas herméticas, cerradas en donde ni Dios entrará, porque tú y yo le cerramos la puerta y evitamos que toque con su gracia nuestro propio corazón.

 

El poder me aísla de los hombres, me protege aunque sea por poner caretas falsas de mi mismo/a. En mi poder soy inaccesible. Dejo de ser misericordioso/a. Estoy lejos de los que sufren. No me interesan. Lejos de los que no tienen poder e influencia. Me da miedo no tratar igual al poderoso que al necesitado. No actuar de la misma manera ante el que me puede hacer un favor con su poder que al que no tiene nada que ofrecerme. Y me da miedo rendir pleitesía a los poderosos de la tierra, siempre buscando beneficios, todo en aras de un bien mayor, todo “por el reino de Cristo” -decimos- ¡Cuánto me miento! Pensando que el fin justifica los medios. Temo aferrarme a mis cargos e influencias. No quiero buscar mi bien al estilo de Jesús, porque esto me desinstalaría de tanto egoísmo propio. Me dedico, a proteger mi vida para que nadie pueda hacerme daño y quitarme lo que poseo aunque esto sean puros apegos que me tienen esclavizado/a y no soy libre, no se qué es eso de "La gloriosa libertad de los hijos de Dios" y TODOS creyentes o no, somos suyos. Y por eso, temo mi vulnerabilidad que se deja encandilar por el que tiene poder. ¡Jesús!... ya no quiero arrodillarme ante ningún hombre y sí ¡¡Quiero comenzar a amar como Tú!!

 

No deseo pasar de largo ante tu corona de espinas, Jesús, en la cruz. Miro los calzados lujosos y desdeño tus pies descalzos de Jesús. Miro la mano que gobierna el mundo con el poder del mundo. Pero no quiero dejar de mirar los pies descalzos y heridos de los seres que respiran y pasan junto a mi. 

 

Busco la mano silenciosa del Padre Celestial que es inmensa bondad, que dirige el mundo sin que yo lo vea. Quiero aceptar que no puedo hacer muchas cosas, porque no soy todopoderosa/o. Anhelo asumir la impotencia de Jesús ante nuestra ¡¡Locura mental!! Mi poder es tan pequeño y frágil, estoy lleno/a de quejas. Quiero poder hacerlo todo bien. Quiero tener éxito y reconocimiento siempre, pero he de despertar y darme cuenta que lo que necesito es aprender a tolerar las "manchas negras" del otro, porque yo también tengo las mías, y sólo esto anulará la posibilidad de reclamo. El que se condena a sí mismo, condenará a los demás, porque se siente "juez". Dios no es juez, Dios es Padre y nos ama con locura y a muchos y muchas no les conviene creer en esto, para seguir en el poder de ¡¡manipular!! No condenes a nadie. Si ves el mal en el mundo es por quienes lo habitamos y no porque lo haya causado Dios. Dios nos creó para SER AMOR SIN CONDICIONES y a muchos y muchas les gustaría que Dios condenara o mandara a quien hace mal, a ciertos lugares, pero mira porfa, lee la parábola de los trabajadores Mateo 20, 1-16: hasta a los que no trabajaron les da lo mismo que a los que si trabajaron. Y para mi, para ti tan superficiales que somos, nos enoja que Dios ame sin condiciones, sin merecimientos!! Y es que tenemos espíritu fariseo, cumplidores de normas, de leyes y ¿el amor? ¡que le den!! Dice Juan de la Cruz que Dios puede hacer pleno en un instante aún al que nosotros juzgamos tan mal, porque Dios es el único que conoce el corazón, el interior de cada uno, de cada una.

Dios quiere que crezcas, hasta donde y cuando tú vayas decidiéndolo, pero que crezcas en el darte, en el entregarte sin medida a Él y a su creación. Dios quiere con tu actitud llena de fe adulta, de esperanza sin límites, solidario/a, seas feliz, sea cual sea la realidad que te toque vivir. 

 

 

El reino de Jesús no es de este mundo. No entra en nuestro criterio humano herido por tanto egoísmo (eso que llaman "pecado" que simplemente significa "tropiezo"). El reino de Jesús, no tiene que ver con mis prioridades, a veces mal establecidas. El reino de Dios crece en la humildad, en la impotencia, mucha impotencia ante tanta necedad, ceguera interior, crece, en la fidelidad divina en medio de la noche. Es el reino que trae la paz en medio de la tormenta. El poder que Jesús manifiesta nos sorprende. Porque brota no del miedo, sino del amor. Es el poder del que me ama y consigue así de mí todo lo que quiere. Porque ante el amor que recibo me siento vulnerable. Aquél que me ama tiene un extraño poder sobre mí. El que me ama de forma incondicional e inmerecida (porque no se trata de ganar el cielo o merecer) tiene un poder inmenso que me deja indefenso. El Reino, su Reino ya es una realidad hoy, aquí y ahora en nuestro interior, pero ¿quiero, quieres vivirlo? El Reino de Dios es ¡¡Él mismo!! No puedo hacer nada frente a tanto amor. El Reino de Dios, su amor no se compra porque es gratuito, viene de la infinita bondad de Dios y no nos exige; es: ¡¡SI QUIERES!! Y entonces, mi seguimiento brota del amor que recibo, me cautiva!!

 

El amor de Jesús a los hombres no impidió que lo mataran y seguimos igual: matando con nuestra forma de ser muy lejana a la forma de ser de Jesús. Algunos se cerraron a ese amor haciéndolo imposible. Su aparente impotencia produjo rabia e ira en los que querían matarlo. ¡Jesús fue y es el regalo compasivo del Padre! No tenían poder sobre Él, porque Jesús no temía perder la vida. Jesús era libre y se convirtió en alguien insobornable. El que no tiene nada que perder, nada teme, nada le puede turbar. Jesús, simplemente se abandonó en las manos de su Padre. Nunca se resistió. Y no resistirse, a Jesús lo hizo poderoso, pleno en la cruz. Desde ese madero ama a todos y más aún al que lo odia. Acoge al que lo persigue. Pero decimos: ¡Es imposible amar así. Yo no soy Dios, yo no soy Jesús! Normalmente no esperamos amor cuando odiamos. Ni siquiera un abrazo cuando despreciamos. Pero así es Dios. Me ama, aunque yo no lo ame. Y nos hizo capaces de ser amor sin condiciones. Otra cosa es que no queramos SER, que no queramos AMAR como Él. El Padre Dios necesita que comiences por amarte y que ames. Quiere -para que tú seas feliz- tu entrega, que te dones. No lo necesita para amarte. Él siempre nos ama primero. Y Dios ahora mismo te mira lleno de amor y esperanza. Cree en mí, en ti y espera y nos ama.

 

Hoy me arrodillo ante la impotencia de Dios. Me sumerjo en ella y no resisto al mal ni mío ni de nadie sino que me sumerjo en ese inmenso amor, porque ahora se que su amor infinito es el mayor poder de Dios ante los hombres. Ese amor es su forma de reinar. Reinar desde el servicio, reinar desde la humildad. Hoy Jesús me mira, te mira para que aprendamos a amar y a servir como Él nos ama y nos sirve. Es un cambio en mi mirada, en tu mirada. Su reino no es de este mundo. ¿Y mi reino? mi reino busca el poder del mundo. Quiero cambiar las leyes. Acabar con la injusticia y el odio. Implantar todos los valores que deseo vivir en mi entorno. Y sufro en mi impotencia. Estoy tan lejos de tocar su reino en la tierra. Pero DESPIERTO, despierta tú que lees!! Vivamos el Reino del amor incondicional, hagamos el bien que podamos SIN ESPERAR NADA,  pues donde un corazón ama ahí está Dios amando.

 

El reino de Dios sigue creciendo en la tierra. No como los hombres esperan. Crece de manera misteriosa en el sí de cada ser humano creyente o no que ama de verdad. El reino de Dios me habla de un Dios que quiere reinar en nuestra vida. No nos habla de un Dios ausente. No nos hace pensar en un Dios lejano: Un Dios que no reina indiferentemente en un trono por encima de las nubes, sino que está presente en la vida de cada hombre, que está presente en cada ser que respira. Un Dios que tiene un plan para el mundo: Que nos respetemos, que nos amemos por encima de todo cuanto mentalmente nos separa. 

 

A veces cuesta comprender tanta injusticia, tanto mal, tanto dolor. Y creer en un Dios que nos ama con locura, pero aparentemente ante mi mirada miope, permanece impasible sin hacer nada. Me gustaría más un Dios que siempre hiciera milagros extraordinarios. Pero hoy comprendo que el mayor milagro que Dios hace es el que yo quiera AMAR COMO ÉL, a manos llenas, sin cansarme siempre descansando en Él.  ¿Cómo se puede entender que Dios reine en mi vida cuando está llena de injusticias? ¿Cómo creer en un Dios que me conduce con amor cuando yo sólo percibo odio y desprecio? Sé que Dios no me manda desgracias ni le manda a nadie, guerra, destrucción, hambre, injusticias, sin embargo nos da la fuerza necesaria para sacar lo mejor de todo lo que nos toca vivir. El Padre Dios no le evitó la cruz a Jesús, Dios no podía irrumpir en la libertad de quienes le condenaron, pero sí le cambió su mente a Él, a Jesús, le cambió su forma de vivir, de contemplar, de mirar estos hechos tan cruentos, tan dolorosos.

Creo en ti, ¡¡Abba!! que me buscas y sostienes cuando me siento pobre y desvalida/o. Sé que Jesús, su reinado me muestra a ti, Dios presente, vivo,  amante y actuante. Un Dios que no se desentiende de mí, qu me quieres y aceptas así como estoy decidiendo ser, así como soy. No eres un Dios lejano e impasible. Sufres conmigo. Sufres por mí. Me buscas cuando he caído para levantarme. Y noto tu abrazo cuando me siento pobre y sin ánimos, Dios personal que caminas conmigo en medio de mis pasos. Y muy dentro de mí.

 


El reino de Dios sucede en el Misterio del Amor sin condiciones. Jesús es imagen del Dios “invisible” que actúa en lo visible a través de mi, de ti que lees. Ocurre en la semilla que crece lentamente y bajo tierra, aunque yo no lo vea. Aparece en el amor silencioso entre dos personas, cuando se aman con un corazón sincero. Se muestra en la vida entregada en un servicio no reconocido, que no es noticia. Creo en ese reino que acontece donde menos lo espero. No llega con trompetas ni con gritos de júbilo. Llega en esa donación hacia los seres más necesitados incluyendo animales, plantas. No ocupa las portadas de la prensa. Ocurre en el silencio del que nadie habla. En el corazón que se convierte sin que nadie sepa. Y en la vida de aquel que se ofrenda, para dar vida a otros en lo oculto de su amor. Así crece un reino invisible. Donde está el amor, allí está Dios. Actuando, salvando, sanando, y  cree en todo lo que puedo llegar a dar si me dejo hacer, si me convierto en instrumento dócil en sus manos. No es todo el que me dice: "Señor, Señor" ni en sus penitencias -dice el Señor- sino el que AMA a manos llenas. Dios que usa mi herida para dar vida a otros. No ha habido otro modo de extender el reino que no sean las obras y la vida del creyente o no creyente, que lucha cada día por vivir la voluntad de Dios que es que el Amor incondicional se haga realidad en la Creación.  

 

El reino se realiza en mi sí diario y sencillo para no ser grosera/o, sino acogedor. En mi entrega honda y verdadera En mi seguimiento fiel en medio de las luces y de las sombras. El reino viene a mí cada vez que abro la puerta de mi vida a Jesús, y que Él me ayude a cambiar mi forma de pensar tan racista, tan elitista, tan soberbia, tan egoísta. Él reina en mí cuando me dejo conducir por sus deseos. Cuando es Él con su poder el que reina y no el mundo o mis impulsos o mis gustos y deseos tan egoístas ¡Qué fácil dejar que sean otros los que reinen y decidan en mi corazón! Me apego a lo que me destruye de mi mismo/a, y dejo que sean otros los que gobiernen mi vida. Otros los que manden en mí. ¿Qué me está limitando a ser amor sin condiciones, aquí en mi propio interior?

 

Quiero abrir mi vida para que en ella Jesús entre y reine. Su reino pertenece a mi corazón. Y en su silencio puede cambiar mi vida y la de muchos. Jesús necesita mi sí, mi entrega silenciosa, mi alegría y mi fuerza.

 

Para vivir su Reino hoy, aquí y ahora, lo único que necesito es decir “sí, al amor sin condiciones, a la honestidad de vida” a cada minuto, y nada más. ¡¡FELIZ DÍA DE CRISTO REY!!

 

El Padre de inmensa bondad, no puede hacer muchas cosas sin mí. Necesita mi vida para dar vida a otros. Su reino crece dentro de mí y llega a otros. Mi sí a su voluntad que es que ame como Él, abre la puerta. Mi sí a mi vida tal y como es. Mi sí como el de María en la anunciación a un plan que no conozco o que no controlo. Ese "sí" mío, débil y apasionado, es el que me hace nacer de nuevo. Sí a su voluntad hasta en los planes más pequeños y frágiles. Me cuesta tanto decirle que sí a Dios cuando el ego está ahí…. Me resulta todo un reto aceptar siempre sus planes. Pero es la única forma de que se haga vida en mí su Reino hoy aquí y ahora. Es la única forma de que venza en este mundo el amor de Dios. Me conmueve pensar en esa docilidad al Espíritu. No la tengo, pero la deseo, por eso, “Enséñame a amar como tú Jesús”, le digo a cada momento. Amén.

domingo, 22 de noviembre de 2020

Jesús es Rey EN EL AMOR SIN CONDICIONES

 

 
 
REFLEXIÓN PARA TU ❤ 
 
CRISTO REY DE AMOR INCONDICIONAL TRADUCIDO EN SERVIR. 
 
Porfa date la oportunidad de leerlo completo y HACERLO VIDA!!!! 
 
San Mateo 25,31-46 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Vengan vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me hospedaste, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste, en la cárcel y viniste a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hiciste con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hiciste." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me diste de comer, tuve sed y no me diste de beber, fui forastero y no me hospedaste, estuve desnudo y no me vestiste, enfermo y en la cárcel y no me visitaste." Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él replicará: "les aseguro que cada vez que no lo hiciste con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hiciste conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna." 🎁💞 
 
No olvidemos que este juicio es un pensamiento muy judío. Tenían metida hasta lo más hondo la ley de la retribución, y un Dios que castigaba y premiaba y que nada tiene qué ver con el Dios de Jesucristo. Puedes ver la parábola del hijo Pródigo. Este relato de Jesús tuvo que chocar enormemente a los judíos que lo escucharon. Y también a muchos que preferirían que Dios fuera como somos los mal llamados "humanos": vengativos, castigadores, crueles, indolentes, insensibles.... Y como a los judíos, acostumbrados a «ganarse» a Dios con sus prácticas religiosas (Ley de la retribución) con el cumplimiento de los mandamientos y normas mil, con sus rezos, estudiando las Escrituras, a muchos de nosotros quizá hoy también nos choque. Ellos (como nosotros también) conocían de sobra lo que nosotros llamamos «obras de misericordia», pero eran un «plus» de libre opción, un complemento no necesario para estar en regla con Dios. ¿Te suena de algo? Una mentalidad similar se ha ido extendiendo entre nosotros desde hace bastante tiempo. Esta cultura «narcisista» y «selfie» (según subrayan muchos pensadores y analistas) ha condicionado mucho nuestra espiritualidad, y hemos aprendido a estar muy pendientes de nuestro «yo»: nos revisamos frecuentemente de nuestros fallos y defectos personales, a los que no terminamos de vencer, y que seguramente nos acompañen hasta el final de nuestra vida: el mal genio, la pereza, la envidia, los deseos, el carácter, las manías... NOS OLVIDAMOS DE SER. 
 
En los famosos "exámenes de conciencia" que no nos han hecho mejores por cierto, a menudo nos acusamos del incumplimiento de algunas obligaciones y prácticas religiosas, de nuestros compromisos de oración hechos un poco a medias, de si hicimos o no ayuno o abstinencia... Y con frecuencia nos quedamos en estas cosas. Una espiritualidad individualista y escasamente comunitaria. Espiritualidad llena de neurosis. El sentido común dice que todo lo que hagamos por ser dueños de nosotros mismos, por mejorarnos como personas, por luchar contra nuestros fallos y debilidades... ¡pues está muy bien! ¡Claro que sí! Pero para la mayoría de estas cosas no es necesario ni ser creyente, ni discípulo de Jesús. Es propio de todo ser humano. Pero el Señor, a sus discípulos, les ha puesto el acento en otras cosas, las que leemos en el Evangelio de hoy: el «otro» necesitado y la voluntad salvadora y liberadora de Dios habrían ser lo principal de nuestra espiritualidad y nuestros exámenes de conciencia. No parece que la vida espiritual, la fe, las prácticas religiosas formen parte del "juicio final": Dios no pensaba con la ley de la retribución: Te portaste bien, te premio, te portaste mal, te castigo. ¡¡¡Nó!!! No son relevantes para Cristo Rey los rezos, los actos piadosos....SINO EL AMOR PUESTO EN PRÁCTICA!!!! 
 
Por otra parte, habría que remarcar que todas nuestras prácticas religiosas y compromisos de rezar lo que sea todos los días, o acudir al culto, o a visitar al Santísimo... tienen un criterio de valoración y validación: si me ayudan y empujan a amar más, a ser más misericordioso, a entregarme a los demás... tendrán sentido y agradarán a Dios. Si no, es neurosis, engaño. Si el proyecto de Jesús (lo que él llamaba el «Reino»), y si nuestro Padre Dios está especialmente preocupado y pendiente de los que peor lo pasan (por ejemplo lo que dice la Primera Lectura: «Yo mismo buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma...» ) los que nos consideramos suyos... tenemos que ser sus instrumentos, sus principales agentes para que este mundo sea de otra manera, sea suyo, sea de la misericordia y del amor. Lo que «ofende» gravemente a Dios sobre todo es la falta de atención a «mis hermanos más pequeños». Jesús estaba «cansado» (incluso enfadado, si recordamos aquella escena a la entrada del Templo) de esa religión llena de solemnes liturgias y procesiones, de prácticas, de distinciones sobre lo puro y lo impuro, de normas y prohibiciones, de rezos, sacrificios y ofrendas «por mí y por los míos» ... que se dejaban «fuera» -llegándose a veces al extremo de «excluir» y «condenar» en el nombre de Dios- a los que más necesitaban la cercanía y la ternura de Dios por parte de los que se consideraban «el pueblo de Dios». 
 
Para los profetas y para el mismo Jesús esto no era sino una religión «vacía». Y con sus palabras, actitudes y gestos, deja claro lo que sí tiene sentido, lo que vale a los ojos de Dios. Intenta iluminar el presente dándole profundidad humana, contagiando esperanza, aliviando. Y así, hasta los gestos más triviales, como el de dar un vaso de agua, se convierten en semillas de eternidad, en opción decisiva, en algo realmente agradable a Dios. También un no creyente puede obrar a favor o en contra de Jesucristo, aunque no lo conozca, según decida servir o no servir al hombre. Matar a un semejante o ayudarle a vivir; oprimir al hermano o liberarlo; ofender a alguien o mostrarle respeto; pisotear la dignidad de un desgraciado u honrarle; explotar al prójimo o compartir el pan con él: rechazar o acoger a un emigrante, forastero; contribuir al hambre o alimentar a los pobres... significa atentar contra el señorío de Cristo o promoverlo. Ser «benditos de mi Padre» o no serlo. Es significativo que en el texto de Mateo falta el verbo amar. Cristo no dice: «... y me amaste», sino «me diste de comer, me diste de beber, me visitaste, me hospedaste, me viniste a ver... ». 
 
«Amar» es un término que puede confundirse con cualquier otra cosa. Pero amar esencialmente es HACERNOS RESPONSABLES DEL OTRO, DE LA OTRA....el cómo ya es creatividad nuestra. Jesucristo Rey se fijará en si «Hiciste esto» o «no hiciste esto». La sentencia del "juicio final" (Recordemos la ley de la retribución judía) está más en el verbo «hacer» en favor del hermano, del ser que respira y lo necesite. O sea que para Jesús el cumplimiento y valoración del primer mandamiento está en practicar, en hacer el segundo. Si no, dirá San Juan, seremos unos mentirosos. Resulta asombroso que los «justos» los que creían que conocían todo a cerca de Dios, declaren que... no reconocieron a Cristo en el pobre, en el que pasa apuros. Que no quisieron darse cuenta de que el necesitado al que atendían era... Otro (así, con mayúsculas). 
 
Para Dios es suficiente que te hayas encontrado ante un rostro humano (por muy desagradable que sea) y que, sin necesidad de echar mano de motivaciones religiosas, le hayas abierto tus puertas. Lo esencial no es tu fe, sino la caridad es decir, el AMOR. El amor al hombre y a todo ser que respira. 
 
Las seis «obras de misericordia» que ha enumerado Jesús se refieren a cuatro necesidades fundamentales de la condición humana: - La alimentación (hambriento y sediento). - El reconocimiento social (ser extranjero, estar desnudo). - La salud (enfermo). - La libertad (la cárcel). Y podríamos añadir otras en esa misma línea. Por ejemplo: Una palabra amable o un oído atento pueden redimir a una persona desesperada. ¡Y hay tantas! Ofrecer un poco de gasolina al que se quedó tirado en la carretera, u ofrecer un bocadillo y acompañar mientras se lo toma. Visitar a las personas solas, mayores, enfermas, sin trabajo, y hacerle la compra, limpiar un poco. «Me vieron accidentado y me llevaron al hospital». «Era inmigrante y me enseñaron el idioma, me ayudaron con los papeles, me facilitaron un trabajo o una vivienda, o unos libros para los péqueños, me acogieron bien...» «Estaba ingresado en una residencia, con la cabeza un poco perdida, y me acompañaste o me sacaste de paseo». Precisamente, con la que está cayendo en todas las esquinas del planeta muchas voces, llaman continuamente a la solidaridad, a la proximidad, a la atención a los más desfavorecidos... Con confinamientos y sin ellos. Una ocasión urgente para ejercitar la misericordia. O nos salvamos todos juntos... o no se salva nadie.
 
El individualismo y el «sálvese quien pueda»... cuentan a favor de la difusión del virus. EL VIRUS DEL NO AMOR. Ojalá que quienes decimos que seguimos a Jesús se nos note porque nuestra vida sea una entrega, un servicio, un compromiso por cambiar lo que sea necesario de modo que no haya tantos descartados, para que no haya tanta soledad, para que no haya tantos «prisioneros» de sus circunstancias. Y desterremos el individualismo/narcisismo de nuestra vida, así como todo lo que pueda ser sospechoso de «espiritualismo», de religión vacía: INTERESES PERSONALES Y HASTA PSICOPATÍAS, ESQUIZOFRENIAS CAUSADAS POR PENSAMIENTOS "muy espirituales" u obsesionados con diablo, infierno y castigos. 😱😱😱😱😱😱😰😰😰😰
 
 Nuestra vida entonces merecerá la pena, y el Señor nos dirá: «Venid, benditos de mi Padre». Hoy es el último domingo del tiempo que llamamos ordinario. El próximo comenzaremos el Adviento. Y en este domingo celebramos la fiesta de Cristo Rey, Cristo Rey que no es de este mundo EGOÍSTA Y LLENO DE INTERESES PERSONALES. Rey que no actúa como los reyes de este mundo. Rey que se despoja de sí para amar a cada ser que respira. Rey que deja todo por cargar entre sus brazos al que le está doliendo mucho la vida. Rey de humildad, de alegría, de fortaleza, de paciencia, de amor sin condiciones. Jesús nos muestra su realeza desde el trono de la cruz, con la corona de espinas, despreciado, olvidado.
 
 Jesús que Reina desde el amor, desde la entrega absoluta, desde el servicio, desde el perdón,desde la compasión, desde la debilidad, desde el servicio a los más pequeños, a esos que quizá tú y yo olvidamos y hasta mal tratamos. 
 
Hoy Jesús nos dice: Descúbreme en los pobres es decir, en los que no amas, en los que desprecias y olvidas, en los enfermos, hambrientos, sedientos. En todo ser que respira. Descúbreme en los pobres de dinero, de compañía, de esperanza, de fe, de amigos, de salud, de libertad, de cariño. Descúbreme en los seres abortados, en los ancianos olvidados. En los pobres de todo. 
 
 Ayúdame Jesús a querer dar a cada uno lo que necesita. Ayúdame a valorar a las personas por su capacidad de amor, de entrega. Y no por otros criterios tan importantes como la inteligencia, el aspecto físico, el dinero, el poder. Señor, eres el Rey y Señor de mi vida, quien me invitas a seguirte y esperas con paciencia mi respuesta. No me has prometido dinero, ni honores, ni vida fácil, pero me aseguras la paz y la alegría más grandes. 
 
 Tú no eres como los señores de este mundo. No utilizas tu poder para manipular y enriquecerte. Tu único poder es el Amor, el amor que se entrega para dar vida, vida hoy, aquí y ahora. Amor que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Jesús, enséñame a Reinar contigo AMANDO A MANOS LLENAS COMO TÚ LO HACES CONMIGO. Amén.
 

 

Terapia visual de pensamientos sabios 2