lunes, 9 de enero de 2023

Herida del abandono

 


HERIDA DEL ABANDONO

Estás en la cuarta parte del tema “El valor del perdón”. En esta ocasión hablaremos sobre la herida del abandono, para que identifiques en el subconsciente de tu bebé, de tu pequeño herido, de tu pequeña herida, si es el abandono lo que te hace reaccionar como reaccionas, ahora que eres un joven o un adulto.

Abandonar a alguien es apartarse de él, dejarlo, no desear más tener que ver algo con él, con ella. Muchas personas confunden el rechazo con el abandono. Miremos pues la diferencia. Si uno de los miembros de una pareja, o un padre y un hijo, decide rechazar al otro, para no tenerle junto a sí, sea el motivo que sea por ejemplo una hija que se cansa de la manera de ser negativa de su madre, de sus quejas por la vida, quejas por algún miembro de la familia,  si decide abandonarle, se aleja físicamente, se marcha para distanciarse temporal o definitivamente.

Aunque definir el abandono de esta manera, es muy relativo, porque yo, tu, podemos abandonar a alguien, aún al continuar viviendo bajo el mismo techo pues tu puedes abandonar a un hijo, a una hija,- sobre todo así experimentará si es bebé- cuando tienes que irte a trabajar 4 ó 5 u 8 horas y lo dejas –sin que esta sea tu intención- “abandonado” con tus padres, con una amiga o vecina, o en una guardería……

Unos padres –como otro ejemplo- pueden abandonar a su bebé en el vientre, aunque la mamá lo traiga bien dentro, cuando el papá por andar participando en parrandas de cualquier tipo,  llega noche a casa, haciendo sentir a su esposa, cada vez más infeliz o cuando la mamá está más sumida en su depresión, en sus cosas, en sus pensamientos, en lugar de tratar –con la ayuda del Señor Dios, y de todos los libros que enseñan cómo ser una mejor persona- de salir adelante, de crecer más interiormente, para poder proporcionarle al bebé, una acogida llena de vida,  de realización humana y divina;  o también le abandonan a las consecuencias de los actos  irresponsables de ambos padres inmaduros , cuando fuman o alguno de los dos o los dos se drogan, o cuando beben sólo en ocasiones –dicen- y nunca reconocen que son dependientes porque están huyendo de sí mismos…..

Otro ejemplo es cuando la herida que se vive en el caso del abandono, la podemos situar en el plano del tener y el hacer. Escucha bien. Un niño pequeño puede también sentirse abandonado si su madre se encuentra ocupada con un bebé nuevo. El sentimiento de abandono será aún más fuerte, si el  nuevo bebé necesita muchos cuidados porque es enfermizo o padece alguna incapacidad. El pequeño tendrá la impresión de que su madre lo abandona continuamente para ocuparse del otro y comenzará a creer que así será siempre, que nunca tendrá a su mamá de otro modo..

Puede suceder en otro caso, que de pequeño te hayan tenido que llevar al hospital en donde permaneciste y no comprendiste qué sucedía. Cuando a un pequeño le pasa esto durante varios días, tal vez reaccione caprichoso porque pensará que sus padres ya se cansaron de él y se experimentará abandonado. La reacción que tome ante este sentimiento, será una máscara que le ayude a soportar su sufrimiento. Cuando los padres de un pequeño, le dejan con alguien más incluso, si se trata de la abuela, se experimentará abandonado o cuando su madre siempre está enferma y su padre está demasiado ocupado o ausente –sea el motivo que sea- para hacerse cargo de él, el pequeño, la pequeña se ven obligados a arreglárselas por sí  mismos, sin ser conscientes de que en lo profundo de sí, se está tatuando fuertemente, la herida del abandono.

Una señora nos platicaba –y nos permitió compartirte a ti que escuchas, su experiencia-  que tuvo un temor terrible cuando murió su padre cuando ella tenía 18 años. Este paso lo vivió como un verdadero abandono, fue terrible porque además su madre, no paraba de decirle que cuando cumpliera 21 años, tendría que independizarse. Esta mujer, que se sentía rechazada por su madre, vivía en constante miedo y no hacía más que pensar: ¿Qué me sucederá ahora, sin papá?. No estará aquí para ocuparse de mi, cuando tenga que salir de casa”.

Muchas personas que sufren la herida del abandono cuando fueron pequeñas, experimentaron una profunda falta de comunicación por parte de sus progenitores, sea la madre o el padre o los dos. Hoy,  madres y padres de familia que han conocido al Señor y que han comenzado a trabajar por un proceso de maduración interior en sí mismos, nos preguntan cómo hacerle para que sus hijos jóvenes comprendan que ellas y ellos, los padres, en realidad no son las culpables  de lo que muchas veces los hijos les reclaman: -les dicen-  “Tu tienes la culpa de mi infelicidad”. “Tu eres la causa de que yo no sea feliz”  y sencillamente les respondemos que hablen o escriban según sea el caso, a sus hijos…..hablen de lo que Ustedes pasaron…. y de lo que ellos –sus hijos- a su vez, han pasado; gánense su confianza, con amor, no digan ustedes mismos: Uuuuu, eso es imposible, porque quien habla así, no tiene fe, no conoce el amor del Señor, no reconoces lo que el Señor Dios está haciendo por ti mismo, por ti misma que muchas veces te has creído un imposible para Dios. Para Dios, no hay nada imposible, excepto que tu no quieras abrirle nunca el corazón. Así que padres de familia, hijos, ser humano quien quiera que seas y que escuchas este casete, busca el mejor momento para el encuentro, para dialogar, para abrir las puertas de la interioridad y para ofrecer al mismo tiempo, acogida, calor de sinceridad y fidelidad y silencio de las confesiones recibidas. Este momento, siempre llega –porque es una gracia- cuando estamos a la escucha del Espíritu….

La mayoría de las personas nos han dicho que la herida del abandono se vive con el progenitor del sexo opuesto, pero esto no es una regla para todos. En cambio, podemos casi generalizar, que las personas que sufren de abandono, han sufrido también de rechazo. Hay casos en los que cuando se es joven, se experimenta rechazado por su progenitor del mismo sexo y abandonado por el sexo opuesto, el cual cree que debía haberse ocupado de él y sobre todo, que debía haber velado para que fuese menos rechazado por el otro progenitor.

Lo que vamos a decir en seguida, no corresponde a la herida del abandono, pero imaginemos el caso de alguien que ha sido abusado sexualmente por alguno de los progenitores –aunque esta herida se tocará en los siguientes mensajes- estaríamos  hablando de un ser humano, de un pequeñito, de una pequeñita mucho muy destruidos. Y esto lo mencionamos ahora, para que con la gracia del Señor que es todo respeto, profundo y tierno amor con cada uno de nosotros, comencemos a amarnos con locura divina y a los demás, como somos amados por Dios. Cada vez que mires a una persona, a un ser humano, no lo juzgues, no lo etiquetes, compréndele, ámale como el Señor te ama a ti.

Amarte a ti, amar a quienes son más próximos a ti, amar a tu familia entera, amar a los vecinos, a tus compañeros de trabajo, de escuela, a los que ves en la calle, a los que miras por televisión y escuchas por radio, amar, amar, amar a cada ser humano que forma parte de este planeta, sea como sea, haya hecho lo que haya hecho, porque ahora sabes que la inmensa mayoría vivimos huyendo, envueltos en máscaras para no volvernos aún más locos. Y te decimos esto, porque Jesús el Señor, nos ha enseñado en el evangelio, con su vida, que lo único que necesita el mundo para ser feliz, es el amor que es aceptación, es comprensión, diálogo, es encausar los impulsos  agresivos motivados por las heridas, hacia la bondad, la dulzura, la compasión, la misericordia.

Hay niños de 3 a 10 años y  pre-adolescentes de 11, 12 ó 13 años, que comienzan a manifestar su herida de rechazo o abandono en la alimentación física o comerán poco o comerán mucho, y con esto, ya tenemos frente a nosotros un ser humano  dependiente. Dependiente de todo. La dependencia, es una máscara que brota de la herida del abandono y se manifestará algunas veces en un cuerpo largo, delgado y encorvado. El caso del exceso de peso nos estará indicando otro tipo de herida que veremos más adelante.

El niño o adulto dependiente, abandonado, cree que no puede lograr nada por sí mismo, por tanto, tiene necesidad de alguien más y lo más a la mano –para suplir esa necesidad- es, muchas veces la comida.  Generalmente la mirada de alguien que sufre interiormente el abandono, aunque es triste se verá como unos ojos que parecen querer atraer a otros con su mirada. No olvidemos que la intensidad de la herida, determinará de qué grueso es la máscara.

Es importante que sepas diferencias entre la máscara del huidizo o de quien fue rechazado, a la del dependiente o quien fue abandonado. Puede haber dos personas muy delgadas junto a ti, y una de ellas ser huidiza y la otra dependiente. Hoy en día, las cirugías hacen que muchas personas, incluso adolescentes, intenten esconder sus heridas porque rechazan partes de ellas mismas, pero quien se mira al espejo, no puede mentirse, pues ocultar la herida con medios físicos, no la hará desaparecer. En cambio, la intimidad con el Señor Dios, el dejarse amar por Él, el desear y buscar los medios para crecer interiormente,  leer libros de espiritualidad, libros que nos ayuden a crecer como seres humanos y divinos, audio casetes que alimenten nuestra mente de información sana, sí que lo hará, paso a paso, casi sin notarse, pero cuando menos lo pensemos y sin que nos demos cuenta de ello, estaré, estarás dando mucho fruto, mucho amor. Te habrás encontrado contigo mismo, contigo misma, con los demás y con Dios.

Continuemos pues escuchando que la persona dependiente es la que generalmente tiende a convertirse en víctima. Una persona “víctima” así entre comillas, es la que hace problemas de todo tipo en su vida, pero especialmente problemas de salud, para llamar la atención como es el caso de los niños, jóvenes y adultos hipocondríacos.  El niño, joven o adulto dependiente, es una persona que dramatiza mucho: hasta lo más mínimo lo hace gigante. Por ejemplo, si su pareja no llama para avisarle que llegará tarde, piensa lo peor y no comprende por qué le hace sufrir tanto al no llamar.

Una persona dependiente no sufre…sino que agoniza por dentro, y aunque el ser así le acarreará problemas, ser abandonado para él, para ella será más doloroso que vivir todos los problemas que traiga su proceder. Sólo otra persona dependiente, le podrá comprender.

Cuando encuentres una persona así, víctima de todo, o tu mismo, tu misma, si  tienes esta máscara, estarás frente a alguien que vive una importante herida de abandono. La persona dependiente, tendrá temor a la soledad, porque la ayuda que más necesita el dependiente es el apoyo de los demás. Generalmente, antes de decidirse, por lo general pide la opinión o la aprobación de los demás porque sencillamente no se decide o duda de sus decisiones cuando no siente el apoyo de alguien más. Esto no quiere decir que escuche los consejos o sugerencias pues al final casi siempre hará su parecer.

Otros casos  los encontramos en esas personas que nos pueden parecer perezosas, pero en realidad lo que sucede es que no les agrada realizar actividades o trabajos físicos solos puesto que necesitan la presencia del alguien más para sentirse apoyados. Una persona dependiente, percibe el final de cualquier cosa agradable como un abandono, por eso exclamará: “Qué lastima que se haya terminado”.

La persona dependiente, que actúa como víctima, tiende a tener –sea varón o mujer- una voz infantil y a hacer muchas preguntas. Esto se observa cuando pide ayuda por ejemplo, tiene dificultad a aceptar una respuesta negativa y con la tendencia a insistir. Mientras más sufre cuando se le dice “no”, más se dispondrá a utilizar cualquier medio para obtener lo que desea como la manipulación, el enfurruñamiento, el chantaje, etc. Estará dispuesta a tolerar situaciones muy difíciles, en lugar de ponerles fin porque su temor es: ¿Qué voy a hacer solo, sola? ¿Qué será de mi? ¿Qué me sucederá?. Vive en conflicto consigo misma porque por una parte, exige mucha atención y por otra, teme estar exigiendo demasiado y que eso acabe por molestar a los otros quienes podrían abandonarle y aunque no lo admita, ama el sufrimiento tanto como para tolerar lo que sea con tal de no estar solo, sola.

Para una persona dependiente, el simple hecho de escuchar actualmente, de una amistad por ejemplo cuando le dice: “debo irme” y por teléfono escuchar la palabra “dejar”, o “mirar en frente de él o de ella el reloj”, será traer a la conciencia la herida de abandono de sus padres o de alguno de ellos y esto le causará un verdadero dolor, porque inmediatamente pensará que no es tan importante como para atraer la atención de otro, de otra.

La tristeza, es la emoción más intensa que experimenta el dependiente. Constantemente siente esta tristeza en lo más profundo de su ser sin que pueda comprender o explicar de dónde proviene y para no sentirla, busca la presencia de otros; pero también es capaz de irse al otro extremo es decir, alejarse o apartarse de la persona o la circunstancia que le causa esa tristeza o ese sentimiento de soledad. En momentos de crisis, puede incluso pensar en el suicidio. Generalmente, habla de esto a los demás sin hacerlo porque lo que realmente busca, es apoyo, pero si después de muchas tentativas para que le den apoyo no lo obtiene, posiblemente termine suicidándose.

Una persona dependiente porque en su etapa primera recibió la herida del abandono, teme a toda forma de autoridad. Piensa que una persona que usa una voz autoritaria o que toma una actitud autoritaria, es fría e indiferente por eso, jamás podrá aceptarle y por este motivo, tiende a ser lo contrario es decir, es cálido con los demás. Cree que al ser así, los demás serán afectuosos, atentos, cálidos y no autoritarios. Una persona dependiente, al hablar de su infancia, dirá que con frecuencia se le dejaba solo y que su madre o su padre, estaban ausentes.

Una persona dependiente, se angustia al estar sola, y lo que se oculta detrás de esa angustia, es un sentimiento  de urgencia por desear que alguien esté junto a ella, y en cuanto tiene la oportunidad de entablar una relación con alguien, teme que le abandone, por eso, se las arregla para ponerle fin por propia cuenta.  Y lo más contradictorio es que a esa persona le gustaría sentarse sola a leer un libro, pero no admite –por ejemplo- que su pareja lo haga, o le gustaría salir solo a algunos lugares que elige pero se sentirá abandonada y creerá que le hacen a un lado si su pareja hace lo mismo y dirá: Claro, no soy lo suficientemente importante como para que quieran salir conmigo”.

A una persona dependiente, le resulta difícil aceptar no ser invitada a una reunión aunque  esta decidiera de antemano no haber ido.  Experimenta una gran tristeza por el sentimiento de abandono de ser poco importante.

Durante la infancia, por ejemplo, las niñas se afianzan a su padre y los niños a su madre. En la pareja, el dependiente, se apoya en el otro o le toma la mano o lo toca con frecuencia. Cuando está de pie, busca apoyarse contra un muro, una puerta o cualquier otra cosa. Incluso, sentado, le es difícil estar erguido y se apoya en el brazo del sofá, su espalda, tiende a encorvarse hacia delante.

Cuando en alguna reunión, veas a alguien que busca llamar poderosamente la atención, observa su cuerpo y verás que en su interior hay una máscara de dependencia. El dependiente piensa que los demás, son su felicidad. Hay personas que han sido muy dependientes de su madre cuando eran pequeños que aún casados, les es impensable pensar apartarse de ella. El niño dependiente, tiene terror al cambio que sufre en la pre-adolescencia, y de la adolescencia a la edad adulta, siente pavor al cambio de la soltería al matrimonio, o simplemente sienten terror a la idea de no casarse nunca,  a la mudanza a otro domicilio, una separación, la muerte o el nacimiento; alguien dependiente, al experimentarse llamado a un seminario o convento y al tener que dejar a la familia; el dependiente, se paraliza,  siente terror de que no se cumplan en la vida, sus planes, porque para la persona dependiente, solo lo que ella misma se proporciona, es seguridad. Y si es creyente, allá en su subconsciente, “cree que ni Dios puede darle lo que realmente necesita, por eso se obstina en sus planes”.

La sensibilidad de una persona dependiente llevada al extremo de enfermar y de caer en la agorafobia, le hace temer a la locura es decir, al hecho de quedarse loca, pero será urgente hacerle saber que lo suyo no es locura, sino una sensibilidad excesiva sin sanar, por desear no ser abandonado.

Una persona dependiente, llora fácilmente, sobre todo cuando habla de sus problemas o de sus adversidades. En su llanto acusa a los demás de ignorarle cuando vivía en medio de sus problemas o enfermedades. Acusa incluso a la vida e inconscientemente a Dios de haberla abandonado, cuando en realidad es la persona misma quien se ha hecho a un lado. Una persona normal, se experimentará muy bien sola, sin sufrir por ello, tomando  las  riendas de la vida, sin echar la culpa a nadie, porque sabe que las culpas no existen sino más bien todo ha sucedido por alguna causa. 

Una mujer dependiente, que vive con un alcohólico –por ejemplo- o que es víctima de abuso conyugal. Su sufrimiento será más grande, si se separa de su pareja que si tolera lo que vive. La persona dependiente tiene una enorme capacidad para no ver el problema que vive en la familia o con su pareja,  con una amistad, o consigo misma. Prefiere creer que todo marcha bien, porque tiene miedo de ser abandonada. Si este es tu caso por estar aferrado, aferrada a una persona haciendo todo lo posible -por el temor a no ser abandonado, abandonada-, necesitarás tu mismo, tu misma brindarte apoyo y dejar que el Señor Dios te ayude a salir de esa situación.

Una persona dependiente, tiene necesidad a cualquier precio de que los demás le hagan sentir importante de que le tomen en cuenta, de que constantemente le de su opinión sobre sí misma, pero hay aquí algo importante: cuando el dependiente es capaz de detectar los problemas que le causa su dependencia, experimenta el deseo de ser independiente, pero este creerse independiente, no es más que otra máscara que no hará más que acentuar y ocultar la herida de abandono que no se ha sanado.

Otros casos de dependencia por herida de abandono, son los hombres y mujeres que no desean tener hijos so pretexto de querer mantener su independencia., pues por ejemplo en el varón, la presencia de un niño en la familia, suele ocultar el temor a no recibir toda la atención de su pareja, mientras que la mujer dependiente, temerá a su vez sentirse agobiada por las obligaciones que implica tener un hijo. Por otra parte, si ella desea tener hijos, los preferirá cuando son pequeños, cuando dependen más de ella, ya que así se sentirá más importante. El dependiente busca más que la independencia, el hecho de sentirse necesitados por alguien.

Las personas dependientes -según grandes psicólogos como Freud-  son las que más buscan tener  sexo, hablar cosas en las que se involucre todo lo referente al sexo,  a los órganos sexuales, porque creen que en una relación sexual encontrarán la ternura y el cuidado que no tuvieron en su infancia o adolescencia.  (Y referente a la comida, si mencionamos anteriormente que en el caso del huidizo existe la tendencia a la anorexia, en el caso del dependiente, la tendencia es a ser bulímico).

Los comportamientos propios del dependiente son dictados por el temor a revivir la herida de abandono. Cada una de las heridas, tiene comportamientos y actitudes interiores propias. Las formas de pensar, de sentir, de hablar y de actuar, correspondientes a cada herida, indican una reacción a lo que sucede en la vida., de ahí que será siempre necesario ser conciente cada instante de tu vida para qué estás en este mundo y sabes que a este mundo has venido a dejarte amar por Dios, a amarte a ti mismo, a ti misma y a cada ser humano que el Señor Dios pone en tu camino, es decir, estar atento, atenta a la Presencia sanadora de Cristo en ti,  para que tus reacciones, sean cada vez más, las reacciones de Jesús

En lo que se refiere a las enfermedades, el dependiente, se distingue por haber sido un niño enfermizo, débil o endeble. Suelen padecer asma, lo que indica que la persona que la padece, acepta más de lo que debería y no rechaza lo que le pesa, sino con muchas dificultades. Los problemas de bronquios, asfixia etc, son también comunes pues indica que tiene la impresión de no recibir lo suficiente de su familia. La miopía es muy usual en los dependientes, pues representa la dificultad de ver más lejos en relación con el temor al futuro y el miedo a enfrentar el porvenir solo.. El dependiente puede llegar a sufrir histeria sobre todo cuando llega al borde de sentirse la víctima. En psicología se dice que la persona histérica es semejante al niño que llora cuando se le abandona y se le priva de la leche que lo alimenta. Padecen depresión cuando su herida les lastima mucho. Puede padecer migrañas porque se impide ser ella misma.

Generalmente, las personas en quienes predomina la herida de abandono, también temen a la muerte, mientras que aquellas que han recibido la herida de la traición, temen con mayor frecuencia a la locura. Si tu que escuchas, te identificas como una persona dependiente que ha vivido la herida del abandono o eres una persona agorafóbica es decir, que tiene temor a la muerte y a la locura, debes saber que lo que vives no es locura y que no morirás por ello

No creas pues, que ya no hay salida para ti, no. Sí la hay y se llama Jesucristo,  tu único Salvador, la Vida Verdadera, pues al encontrar tu seguridad en Él, vendrá la luz y encontrarás la solución a tu vida la respuesta de tus por qué, de tus para qué. Para terminar este tema, si te identificas con la herida del abandono, te recordamos que la desencadenó tu progenitor del sexo opuesto y que continuará apareciendo con cualquier otra persona del sexo opuesto a la que te enfrentes. Es seguro también, que ese progenitor, padeció la misma herida con su propio progenitor del mismo sexo que tu. Las mismas heridas se repiten de una generación a otra (lo que explica el fenómeno de la herencia) y así sucederá mientras no quieras romper con esa cadena de desamor. Sólo el amor, cura las heridas. Sólo el amor, mueve montañas. Sólo el amor salva. Sólo el amor sana.

Así que toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus brazos y manos descansándolos sobre tus piernas, con tus palmas hacia arriba o hacia abajo o entre lazadas, tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento….y abriéndote en fe adulta a tu Señor y Dios, escucha lo que hoy te regala en su Palabra tomada del profeta Isaías (66 12.13): Yo haré que la paz venga sobre ti, como un río. Como una madre alimenta con su amor, así te consuelo hoy a ti. Aquí en tu corazón encontrarás siempre la paz, porque en tu corazón estoy Yo.

Ahora mismo, estoy alegrando tu ser. Estoy renovándote.  Tu has dicho envuelto en tu tristeza: “El Señor me ha abandonado, mi Dios se olvidó de mi” pero, ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo?, Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré jamás ni te abandonaré. Yo te llevo grabado, grabada en mis entrañas, siempre estas presente ante mi, porque yo te amo y te guío y te atraigo a mi, para que en mi encuentres manantiales de agua que da vida, que sana y siempre te abriré un camino a través de las montañas y haré que se allanen los senderos.

Mi Señor, hoy, aquí y ahora, deseo y necesito que el poder abandonarme en tus planes, en tu providencia en tu amor, sea una realidad en mi. Deseo que tu voluntad, sea mi única guía en esta vida en la que muchas veces he experimentado perder el camino. Hoy, se que nunca has querido el mal para mi, pero así como me has dejado libre para no brindar una sonrisa, así como me has hecho libre cuando no he querido comprender a los demás, así como me has dejado libre para no amar, así has dejado libre a quienes por inconciencia me hirieron, me abandonaron, pero hoy Oh mi Dios amorosísimo y fiel, no quiero otra cosa más que, que en mi ser se realice tu plan Divino que desde toda la eternidad tenías preparado para mi.

Hoy quiero, como tu Jesús me enseñaste en tu paso por este mundo, con gran confianza asumir, aceptar todo lo sucedido en cuanto posibles heridas de abandono desde el momento de mi concepción hasta este momento y decir: “Señor, desde hoy y para siempre quiero dejar que en mi vida tu seas Dios”, porque se que tu no creaste el mal y siempre quieres el bien para tus hijos, para la creación entera. Hoy me abandono confiadamente a ti. Por eso estoy aquí, reposando en tus manos amorosas. Jesús yo confío en ti a pesar de mirar diariamente, como nos ofendemos, cómo nos rechazamos y nos abandonamos entre los seres humanos y como también lo hacemos con la naturaleza, con los seres indefensos, con los animalitos…..”Dios mío. Creo en tu amor. Creo que me amas infinitamente y que nunca pero nunca me has abandonado ni me abandonarás jamás. Señor, ámame”……..

 

Herida de la humillación

 


HERIDA DE LA HUMILLACIÓN

Si buscamos en un diccionario la palabra “humillación”, encontraremos que es ese sentirse como pisoteado por alguien que te dice en tono grosero, aplastante, engreído o con coraje algo que rompe tu derecho como ser humano. Es como si alguien te vejara o te degradara y tu te sintieras inferior, con vergüenza y mortificado, mortificada.

La humillación surge, precisamente en el momento en que se desarrollan las funciones del cuerpo entre el primer año y el tercero de vida, edad en la que un niño normal, aprende a comer solo, a comportarse con propiedad, a ir al baño solo, a hablar, a escuchar y comprender lo que los adultos dicen, etc. La humillación se produce en el momento en que el niño siente que uno de sus padres o algún familiar se avergüenza de él, sea por su físico, por su manera de obrar o de ser.

Por ejemplo hay adultos que expresan toda su burla –tanto en privado como en público-,  hacia un pequeño o una pequeña que sea delgado o gordo o que sea más moreno que lo normal, o blanco, o con los ojos almendrados o la boca con el labio leporino, o si tiene el pelo pelirrojo o pecas, o la nariz grande etc…..también se burlan del niño o se disgustan si este ha manchado su ropa o si se ha orinado ya sea en la cama o de pie o si ha estropeado algo.

Sin importar la situación que provoca que el niño se sienta rebajado, humillado, , comparado, mortificado, avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia. Veamos el ejemplo del bebé que ha jugado con sus heces y la unta en su cuna o hace otra cosa semejante, catalogada por el adulto como impropia. La herida surge cuando escucha a su madre contar al padre lo que ha sucedido, describiéndole como un cochino, pues a pesar de que sea bebé y no comprenda las palabras, sí percibirá el desagrado que ha causado en sus padres y comenzará a sentirse humillado, avergonzado.

Una joven que estuvo internada, nos contó que cuando era niña, una compañerita suya, se orinaba en la cama. Cuando la encargada se daba cuenta, la obligaba al día siguiente a caminar por los salones de clases con la sábana sucia sobre la espalda. Al humillarla y mortificarla de esa manera, creía que la niña no volvería a mojar la cama, pero todos sabemos que un castigo produce un efecto contrario. Sí, escuchaste bien: todo castigo produce un efecto contrario y entonces, la herida en vez de ser sanada, se acentúa.

Muchas veces, los genitales y la sexualidad,  han sido motivo de humillación por ejemplo, cuando la mamá sorprende a su pequeño tocándose y exclama: ¡eres un cochino, una cochina!. ¿No te da vergüenza?. El niño, la niña, se siente mortificado, mortificada, avergonzado, avergonzada por lo que el pequeño irá creciendo con un constante sentimiento de culpa  y más adelante tendrá dificultades en el plano sexual.

El niño también se sentirá rebajado, si  se percibe a sí mismo demasiado controlado por uno de sus progenitores o si cree que no tiene libertad para actuar o para moverse como desea en el plano físico como sucede cuando un progenitor reprende y castiga al niño que salió a jugar al lodo con sus mejores ropas antes de que lleguen los invitados y si los padres cuentan el incidente a los invitados frente al niño, la humillación será todavía más intensa, ya que este comportamiento puede hacer creer al pequeño que desagrada a sus padres y se sentirá avergonzado por su propia conducta.

Es común escuchar a las personas que sufren esta herida cómo describen todas las cosas prohibidas que hicieron cuando eran niños o adolescentes. Es como si buscaran situaciones para revivir la humillación. Como dijimos al principio, la humillación puede venir de alguno de los progenitores o de algún familiar, sin contar que también, más adelante, puede venir de cualquier persona.

Un pequeño que sufre la herida de la humillación, se creará, la máscara de masoquista. El masoquismo es ese comportamiento de una persona que encuentra satisfacción e incluso placer al sufrir. Aún cuando lo hace inconscientemente, procura el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o para castigarse antes de que alguien más lo haga. Un ejemplo clásico de masoquista es aquél que fuma, o también aquél, aquella que come y come como si no le importase engordar y afectar el corazón, o la columna –aunque interiormente sabe que esto le robará más su autoestima y la salud.

Cuando usemos aquí el término de masoquista, será para referirnos a la persona que sufre humillación y que lleva esa máscara para evitar sufrir y vivir el dolor relacionado con la humillación. De hecho, la persona masoquista, tiene una sensibilidad tal que le han dejado las humillaciones, que experimenta el rechazo y se siente humillada antes de ser rechazada.

Lo que vas escuchar enseguida es importante para que puedas distinguir entre la vergüenza y la culpabilidad. Uno se siente culpable cuando considera que lo que ha hecho o ha dejado de hacer, está mal. Cuando nos avergonzamos, juzgamos que no hemos actuado correctamente con respecto a lo que acabamos de hacer. La soberbia o el orgullo son lo contrario de la vergüenza. Cuando una persona no está orgullosa de sí misma, por lo general, está avergonzada de ella misma, se acusa y tiende a querer ocultarse. Una persona puede sentirse culpable, sin tener vergüenza, pero no puede tener vergüenza sin sentirse culpable.

Como se considera a sí misma mal educada, desalmada, sucia, o que vale menos que los demás, la persona con la descripción física de la máscara de masoquista, desarrollará un cuerpo grueso que también le avergüenza a sí misma. Hacemos un paréntesis para decirte  nuevamente lo que pusimos en una de tus hojas para la semana: que si el mundo sufre, que si hay malos gobiernos, si hay deshonestidad, si hay abusos de cualquier tipo, si hay injusticia en el corazón del hombre, si hay matones, robos, si hay gritos, violencia, golpes, si el ser humano continúa hiriendo a los demás e hiriéndose a sí mismo,  no es por ninguna culpa, sino por alguna causa.

Sigamos pues diciendo que un cuerpo grueso, gordo, es diferente al cuerpo musculoso. La persona puede pesar 20 kilos de más que su peso normal y no estar gruesa, sino parecer más bien fuerte, sin embargo, el masoquista –y no sólo los adultos son masoquistas sino los pequeños también- es grueso a causa del exceso de grasa que afectará a su corazón porque inconscientemente quiere suicidarse no de manera directa sino por medio de lo que a primera vista le compensa ese vacío hecho por la humillación y ese deseo de ser amado inmensamente por el hecho de ser un ser humano hermoso, creado para ser amado y  para amar.

La humillación parece ser la herida más difícil de reconocer en sí mismo, en sí misma. Una persona masoquista, hace las cosas lentas pues para ella es difícil ir con la rapidez necesaria ya que se avergüenza cuando no puede llegar con la misma velocidad que los demás, por ejemplo, al caminar. Por ello debe aprender a darse el derecho de actuar a su propio ritmo. Mencionamos que es difícil reconocer la máscara de masoquista, porque hay muchas personas que son capaces de controlar adecuadamente su peso. Si tu que escuchas, eres de los que aumenta de peso con facilidad cuando no controlas tu alimentación, es posible que tengas la herida de humillación muy bien escondida.

Generalmente las personas obesas desarrollan una gran espalda como para poder llevar mayor peso. Otro ejemplo es el de una señora, que para agradar a su marido, aceptó que su suegra viviera con ellos. Al poco tiempo, la suegra se enfermó, por lo que su nuera se sintió obligada a atenderla, pero entre más carga sentía, más comía y más engordaba, porque el masoquista tiene la facilidad de situarse en circunstancias en las que debe ocuparse de alguien más, para olvidarse paulatinamente de sí mismo, por eso, mientras más cargue sobre su espalda, más aumenta de peso.

Será muy importante, para ti que escuchas, saber que en la vida, no se trata de cargar con los demás, no se trata de cargar situaciones, sino de aceptarse inmensamente a sí mismo, a sí misma. Se trata de desarrollar inmensamente la capacidad de amar, de discernir, de decir con libertad sí o no a las circunstancias que se te presentan, no como una imposición sino como una oportunidad de ser un mejor ser humano, como una oportunidad de ser cada vez más, como Jesús, tu único Salvador, tu Señor tu Amor y Dios.

Hablar de una persona masoquista es hablar de una persona que es abusada por los demás. Por ejemplo, una persona masoquista expresa lo siguiente ante un despido de trabajo: “Me despidieron después de 30 años de buen servicio como si fuera un perro echado a la calle….o como si fuera basura”. La persona no masoquista diría: “Después de 30 años de servicio me despidieron”, es decir, que no dirá nada referente al perro o a la basura.

La persona masoquista, engorda en relación al espacio que cree que debe ocupar en la vida. Su cuerpo está ahí para reflejar esa idea. Cuando el masoquista sepa en lo más profundo de su ser que en verdad es especial e importante, no tendrá que demostrarlo más al resto de la gente. Al reconocerse un ser valioso, al amarse como es, al encontrarse consigo mismo, consigo misma, al encontrarse con quien le ama verdaderamente es decir, al encontrarse con Dios, su cuerpo ya no tendrá necesidad de ocupar tanto espacio.

Sobre el carácter del masoquista escucharemos por ejemplo que una madre así, masoquista, tiende a controlar la apariencia, el comportamiento y la forma en que se visten sus hijos y su pareja. Es el tipo de madre que desea que sus hijos se porten bien desde pequeños. Si no lo logra, se avergonzará de sí misma en cuanto a su papel de madre.

Sea hombre o mujer, el masoquista está con frecuencia apegado tanto a su madre y hace todo lo posible por no avergonzarle. El masoquista, considera a su madre como una inmenso peso que cargar, lo cual le da otra buena razón para desarrollar una espalda muy sólida y esta actitud continúa incluso después de la muerte de la madre. El masoquista se siente aliviado o liberado cuando su madre muere, ya que representaba un serio obstáculo para su libertad.  Esta actitud sólo disminuirá cuando la herida de la humillación se encuentre en proceso de sanar.

¿Sabes?, existen también otros tipos de masoquistas que como la fusión con su madre es tal, cuando esta muere, sufren una crisis grave de agorafobia y generalmente se les da tratamiento para la depresión confundiendo ésta, con la agorafobia.

Una persona masoquista no se atreve a expresar sus ideas por temor a experimentar la humillación o por temor a avergonzar a alguien más. Los padres del niño masoquista le decían con frecuencia que lo que sucedía en la familia no era de la incumbencia de extraños y que no debía hablar de ello, sino guardarse todo para sí. Las situaciones embarazosas de las cuales los miembros de la familia se avergonzaban, debían mantenerse en secreto. No se hablaba por ejemplo, del tío que estaba en prisión, del familiar internado en el hospital psiquiátrico, del hermano homosexual, o de un suicidio en la familia etc.

Hay personas que nos cuentan la vergüenza de haber tenido deseo de algo cuando eran pequeños y comprobar que su madre se privaba de lo esencial para complacerles, así que no se atrevían a hablar de estos deseos y menos aún con la madre.

Una persona masoquista, cuando alguien –sobre todo entre sus seres queridos- se siente desdichado, él se siente el responsable; cree que seguramente dijo o hizo o no dijo o no hizo algo. No se da cuenta que al estar tan atento al estado de ánimo de los demás, ignora sus propias necesidades. De los cinco caracteres formados por las cinco heridas de rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia, el masoquista es el que menos atención presta a sus necesidades, aún cuando sea consciente de lo que desea.

El masoquista es el hazme reír de los demás, y a su vez es especialista en rebajarse a sí mismo. Se considera mucho más pequeño y menos importante de lo que en realidad es. No concibe que los demás lo vean como una persona especial e importante. Los diminutivos están muy frecuentemente en su vocabulario así como la palabra “pequeño”, por ejemplo dice: ¿Tienes un minutito para mi? O “Mi cabecita” o “tengo una pequeña idea”. Escribe con letra pequeña, da pasitos, ama los autos pequeños, las casas pequeñas, las cositas, los bocadillos etc..

Cuando el masoquista utiliza palabras en aumentativo, generalmente lo hace para rebajarse o humillarse, por ejemplo, alguna vez escuchamos a una persona que se había ensuciado la ropa con comida y exclamó: ¡Qué cochinote soy!. Una señora que iba a una reunión muy bien vestida, al escuchar que su amiga le dijo que se veía muy pero muy bien, además de lucirle estupendamente el par de arracadas que traía respondió: “¿No te parece que me veo muy burguesota y con una carota?”

Un varón al que su esposa le pedía cada semana comprar cosas para el supermercado, se acusó a sí mismo porque le había faltado un artículo que su esposa había olvidado anotar en la lista. Otro esposo, acusaba a la esposa de distraerlo mientras charlaban. Ella creía que debía disculparse porque él a su vez la culpaba es decir que con estos ejemplos vemos cómo el masoquista tiende a asumir la responsabilidad de algo que no le corresponde y a sentirse culpable, pero hoy, aquí y ahora te decimos que los demás no pueden hacernos sentir culpables, ya que la culpabilidad sólo puede venir de nuestro interior. Además, hoy sabemos que las culpas no existen. Existen las causas.

Los siguientes, son algunos males y enfermedades que pueden manifestar los masoquistas: los dolores de espalda y la sensación de pesadez sobre los hombros son  muy frecuentes, debido a la excesiva carga emocional que llevan. El dolor de espalda se debe principalmente a su sentimiento de falta de libertad. El dolor lumbar surge cuando se relaciona con lo material, y el dolor cervical, en el caso del campo afectivo.

También pueden padecer problemas respiratorios si se dejan abrumar por los problemas de otros. Los problemas de piernas y de pies, como várices, esguinces y fracturas son usuales. Debido a su temor a no poder moverse, con el tiempo atraen problemas físicos que les impiden movilizarse.

Es frecuente que padezcan enfermedades del hígado, porque tienden a “hacer mucha bilis” –dicen- a causa de los demás.

Los males de la garganta, anginas, laringitis son otros problemas que el masoquista enfrenta porque retiene en gran medida lo que quiere decir, especialmente lo que desea pedir. Mientras más dificultades tenga para darse cuenta de sus necesidades y expresar sus deseos, mayor será la probabilidad de que le aquejen problemas de la glándula tiroides.

Por otra parte, el hecho de no saber escuchar sus propias necesidades suele producirle irritaciones de la piel. Sabemos que la expresión: “Me irritó” significa “Tenía muchas ganas de”, pero el masoquista no se lo permite, pues le resultaría vergonzoso desear siquiera recibir bienestar.

Otro problema fisiológico que se observa en la persona masoquista, es el mal funcionamiento del páncreas, lo cual provoca baja de azúcar  o hipoglucemia y diabetes. Estas enfermedades se manifiestan en quienes tienen dificultades para permitirse gustos, o en quienes lo hacen, pero se sienten por ello culpables o se dejan humillar.

El masoquista también es sensible a sufrir problemas cardiacos, porque no se ama lo suficiente. No cree tener la importancia necesaria como para agradarse. La región donde se ubica el corazón humano se relaciona directamente con la capacidad de agradarse, con la alegría de vivir.

Además, a causa de sus ideas sobre el sufrimiento no es raro ver que el masoquista deba someterse a diversas intervenciones quirúrgicas. Si te identificas –tu que escuchas- con uno o más de estos problemas físicos, significa que es probable que dichos problemas sean resultado del comportamiento de tu máscara de masoquista. Estas enfermedades pueden manifestarse también en las personas que portan otras máscaras, pero parecen ser más comunes en quienes sufren humillación.

En cuanto a la alimentación, el masoquista suele ser extremista. Puede comer con glotonería o no comer más que porciones pequeñas, para creer que no come mucho y no sentir vergüenza, sin embargo, come varias porciones pequeñas que a la larga son demasiadas.

Pertenece al grupo de los que comen de pie, cerca de la barra de la cocina por ejemplo, porque cree que no comió tanto por no haberse tomado el tiempo de sentarse a la mesa. ¿Sabes? Mientras más culpable se sienta una persona por haber comido mucho, más le engordarán los alimentos que coma.

Si alguien come mucho y no sube de peso, significa que su actitud interior y su manera de pensar son diferentes. En ciencia se dirá que tienen metabolismos diferentes, pero la psicología dice que aunque es muy cierto que las personas pueden tener un metabolismo y un sistema glandular  diferentes, que afectan de forma distinta a su cuerpo, la actitud interior determina el tipo de metabolismo, de sistema glandular o de sistema digestivo que tiene o no una persona.

Por desgracia, el masoquista o persona que ha sufrido la herida de la humillación grandemente, se recompensa alimentándose, pues la comida es su tabla de salvación, su manera de gratificarse. A pesar de todo, no será bueno que se reproche este comportamiento, porque esto ocasionará más sentimiento de culpa y no logrará más que sentirse más humillado.

Será preferible aceptar el peso y trabajar la herida de la humillación reconociendo primeramente hasta qué punto se avergüenza de sí mismo o de otras personas y cuántas otras personas se han avergonzado de él, de ella. También necesitará darse cuenta de las numerosas ocasiones en que se humilla a sí mismo; es decir esas veces en las que se rebaja o se siente indigno, indigna, veces en las que se menosprecia, se dice a sí mismo, a sí misma, que no sirve para nada, que es un inútil, hiriendo cada vez más su interior, en lugar de comenzar a sanar su corazón herido con la ayuda de la gracia del Señor Dios. 

El comenzar a mirar con objetividad las situaciones, el ser conciente de que en realidad los seres humanos vivimos dormidos, y generalmente actuamos desde el inconsciente herido, las actitudes de los demás, las palabras, no nos herirán tanto pues como dirá el Psicólogo Clínico y Fraile Franciscano Ignacio Larrañaga: “Relativizar, es salvarse”, es decir, dejar pasar las palabras hirientes, las actitudes ofensivas como quien mira pasar la más hermosa gaviota que se va……porque se comprende, porque se ama, pero esto se logra desde la fe adulta, esa que se cultiva en el silencio y la soledad con el Señor Dios en la intimidad del corazón, de rodillas, es decir, desde una actitud humilde y abierta.  Fe adulta que crece y se fortalece en la Eucaristía, en la comunión con los demás y consigo mismo.

Así pues, no olvides que tus padres también sufren la herida de la humillación y de que ellos también la vivieron con sus padres. Al querer ser tu compasivo con tu madre, con tu padre y en general con todas aquellas personas que te humillaron, te será más fácil comprenderte a ti mismo, a ti misma, pues recuerda que la causa principal de una herida viene de la incapacidad de perdonar lo que nos hacemos a nosotros mismos o lo que hace sufrir a otros. Y nos es difícil perdonarnos porque por lo general, no tenemos conciencia de nuestros propios reproches. Mientras más importante sea la herida de la humillación, al rebajarte o compararte con los demás, más te estarás humillando a ti mismo, a ti misma o que humillas a otras personas, al avergonzarte de ellos o tenerles resentimiento.

La psicología enseña que reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos.  Y no queremos reconocerlo. Por eso será necesario que seas sincero, sincera –tu que escuchas- y no escondas más la máscara de la herida de la humillación.

Por último déjanos decirte que el divorcio o la separación –por ejemplo- causada por una infidelidad de alguna de las dos partes o de las dos partes, causa en los demás miembros de la familia las cinco heridas que estamos analizando: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia.

Oh Señor Jesús, manso y humilde de corazón, dame la gracia de querer ser consciente  a cada momento de mi vida, que necesito de tu humildad en mi para poder amar como tu me amas a mi. Ayúdame a no querer seguir más aferrado, aferrada a mi dolor, a mis heridas. Gracias Señor por el don de tu Espíritu que abre hoy mis ojos interiores y me llama a ser libre para ti mi Dios. Amén.

Toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus brazos y manos descansándolos sobre tus piernas, con tus palmas hacia arriba o hacia abajo o entre lazadas, tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento….y abriéndote en fe adulta a tu Señor y Dios dile desde lo profundo de tu ser.

Señor mío y Dios mío, Jesús, manso y humilde, mi corazón es soberbio porque ha sido herido, por eso vengo a pedirte la gracia de la humildad. Ahora se de dónde me vienen los deseos de ser aceptado, aceptada, de desear ser amado, amada verdaderamente y también se de dónde me vienen esos locos deseos de humillar a otros, de hacer lo que no quiero y de dejar de hacer el bien que quiero.

Jesús, gruesas cadenas amarran mi corazón, corazón que echa raíces en la tierra infértil de mi inconciencia, de mi ceguera, de mi necedad; corazón que sujeta yugos que no son precisamente el tuyo que es fácil y llevadero y se apropia de cuanto ha pasado en mi vida y por apropiarme de mi pasado herido, por apropiarme del pasado herido de los demás, me muero de inseguridad, de tristeza, de miedo, pero se que tú has venido precisamente a salvarme de mi mismo, de mi misma arrastrándome con tu ejemplo a ser humilde, simple, sencillo, sencilla…me invitas  y me llamas a ser un hombre, una mujer libre….

Y sólo el perdón me hará libre. Regálame mi Jesús, la gracia de querer perdonar, la gracia de perdonarme.

Hoy, aquí y ahora, hazme plenamente para ti. Tatúame con tu poder y dame la gracia de aceptar la crítica y la contradicción  reconociendo lo que pueda haber de verdad en ello y lo demás, dejarlo en tus manos y comprender.

Dame la gracia de asumirme como soy, con todos los pros y los contras, pues hoy se que hay más positividad en mi ser que negativismo, porque has derramado en mi ser, todo tu amor.

Jesús regálame la gracia de mantenerme sereno, serena ante algún desprecio. Que no cierre los ojos de la fe, para que pueda ver que, ese aparente desprecio que me hacen o me hicieron, no es más que un disfrazado desprecio de sí mismos, que ha salido desde el propio corazón herido y no con el afán de hacerme mal. Regálame la gracia de mantenerme sereno, serena ante los olvidos de los demás, la gracia de mantenerme sereno, serena ante la indiferencia, porque hoy se que son reacciones naturales de un subconsciente maltratado, humillado, olvidado.

Jesús en verdad te digo: Quiero ser feliz en la humildad es decir, en la verdad. Quiero ser feliz en ti, mirando la vida no con apasionamiento desmedido que frustra sino con serenidad, pues todo, al fin de cuentas pasa. Sólo tu permaneces.

Jesús, regálame la gracia de que mi corazón sea como ese árbol del que hablas en el Evangelio, a donde los pájaros pueden venir a hacer sus nidos, así yo, desde hoy, aquí y ahora, quiero ser para mi mismo, para mi misma y para los demás, un lugar de descanso, quiero ser hogar Señor,  en donde los demás encuentren el verdadero calor, la verdadera paz que eres Tú.

Regálame Jesús la gracia de un corazón desprendido, abierto y vacío de egoísmo como el tuyo….corazón  lleno de amor, corazón humilde, corazón paciente, corazón manso…..corazón humilde.

 

Terapia visual de pensamientos sabios 2