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lunes, 9 de enero de 2023

Herida de la humillación

 


HERIDA DE LA HUMILLACIÓN

Si buscamos en un diccionario la palabra “humillación”, encontraremos que es ese sentirse como pisoteado por alguien que te dice en tono grosero, aplastante, engreído o con coraje algo que rompe tu derecho como ser humano. Es como si alguien te vejara o te degradara y tu te sintieras inferior, con vergüenza y mortificado, mortificada.

La humillación surge, precisamente en el momento en que se desarrollan las funciones del cuerpo entre el primer año y el tercero de vida, edad en la que un niño normal, aprende a comer solo, a comportarse con propiedad, a ir al baño solo, a hablar, a escuchar y comprender lo que los adultos dicen, etc. La humillación se produce en el momento en que el niño siente que uno de sus padres o algún familiar se avergüenza de él, sea por su físico, por su manera de obrar o de ser.

Por ejemplo hay adultos que expresan toda su burla –tanto en privado como en público-,  hacia un pequeño o una pequeña que sea delgado o gordo o que sea más moreno que lo normal, o blanco, o con los ojos almendrados o la boca con el labio leporino, o si tiene el pelo pelirrojo o pecas, o la nariz grande etc…..también se burlan del niño o se disgustan si este ha manchado su ropa o si se ha orinado ya sea en la cama o de pie o si ha estropeado algo.

Sin importar la situación que provoca que el niño se sienta rebajado, humillado, , comparado, mortificado, avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia. Veamos el ejemplo del bebé que ha jugado con sus heces y la unta en su cuna o hace otra cosa semejante, catalogada por el adulto como impropia. La herida surge cuando escucha a su madre contar al padre lo que ha sucedido, describiéndole como un cochino, pues a pesar de que sea bebé y no comprenda las palabras, sí percibirá el desagrado que ha causado en sus padres y comenzará a sentirse humillado, avergonzado.

Una joven que estuvo internada, nos contó que cuando era niña, una compañerita suya, se orinaba en la cama. Cuando la encargada se daba cuenta, la obligaba al día siguiente a caminar por los salones de clases con la sábana sucia sobre la espalda. Al humillarla y mortificarla de esa manera, creía que la niña no volvería a mojar la cama, pero todos sabemos que un castigo produce un efecto contrario. Sí, escuchaste bien: todo castigo produce un efecto contrario y entonces, la herida en vez de ser sanada, se acentúa.

Muchas veces, los genitales y la sexualidad,  han sido motivo de humillación por ejemplo, cuando la mamá sorprende a su pequeño tocándose y exclama: ¡eres un cochino, una cochina!. ¿No te da vergüenza?. El niño, la niña, se siente mortificado, mortificada, avergonzado, avergonzada por lo que el pequeño irá creciendo con un constante sentimiento de culpa  y más adelante tendrá dificultades en el plano sexual.

El niño también se sentirá rebajado, si  se percibe a sí mismo demasiado controlado por uno de sus progenitores o si cree que no tiene libertad para actuar o para moverse como desea en el plano físico como sucede cuando un progenitor reprende y castiga al niño que salió a jugar al lodo con sus mejores ropas antes de que lleguen los invitados y si los padres cuentan el incidente a los invitados frente al niño, la humillación será todavía más intensa, ya que este comportamiento puede hacer creer al pequeño que desagrada a sus padres y se sentirá avergonzado por su propia conducta.

Es común escuchar a las personas que sufren esta herida cómo describen todas las cosas prohibidas que hicieron cuando eran niños o adolescentes. Es como si buscaran situaciones para revivir la humillación. Como dijimos al principio, la humillación puede venir de alguno de los progenitores o de algún familiar, sin contar que también, más adelante, puede venir de cualquier persona.

Un pequeño que sufre la herida de la humillación, se creará, la máscara de masoquista. El masoquismo es ese comportamiento de una persona que encuentra satisfacción e incluso placer al sufrir. Aún cuando lo hace inconscientemente, procura el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o para castigarse antes de que alguien más lo haga. Un ejemplo clásico de masoquista es aquél que fuma, o también aquél, aquella que come y come como si no le importase engordar y afectar el corazón, o la columna –aunque interiormente sabe que esto le robará más su autoestima y la salud.

Cuando usemos aquí el término de masoquista, será para referirnos a la persona que sufre humillación y que lleva esa máscara para evitar sufrir y vivir el dolor relacionado con la humillación. De hecho, la persona masoquista, tiene una sensibilidad tal que le han dejado las humillaciones, que experimenta el rechazo y se siente humillada antes de ser rechazada.

Lo que vas escuchar enseguida es importante para que puedas distinguir entre la vergüenza y la culpabilidad. Uno se siente culpable cuando considera que lo que ha hecho o ha dejado de hacer, está mal. Cuando nos avergonzamos, juzgamos que no hemos actuado correctamente con respecto a lo que acabamos de hacer. La soberbia o el orgullo son lo contrario de la vergüenza. Cuando una persona no está orgullosa de sí misma, por lo general, está avergonzada de ella misma, se acusa y tiende a querer ocultarse. Una persona puede sentirse culpable, sin tener vergüenza, pero no puede tener vergüenza sin sentirse culpable.

Como se considera a sí misma mal educada, desalmada, sucia, o que vale menos que los demás, la persona con la descripción física de la máscara de masoquista, desarrollará un cuerpo grueso que también le avergüenza a sí misma. Hacemos un paréntesis para decirte  nuevamente lo que pusimos en una de tus hojas para la semana: que si el mundo sufre, que si hay malos gobiernos, si hay deshonestidad, si hay abusos de cualquier tipo, si hay injusticia en el corazón del hombre, si hay matones, robos, si hay gritos, violencia, golpes, si el ser humano continúa hiriendo a los demás e hiriéndose a sí mismo,  no es por ninguna culpa, sino por alguna causa.

Sigamos pues diciendo que un cuerpo grueso, gordo, es diferente al cuerpo musculoso. La persona puede pesar 20 kilos de más que su peso normal y no estar gruesa, sino parecer más bien fuerte, sin embargo, el masoquista –y no sólo los adultos son masoquistas sino los pequeños también- es grueso a causa del exceso de grasa que afectará a su corazón porque inconscientemente quiere suicidarse no de manera directa sino por medio de lo que a primera vista le compensa ese vacío hecho por la humillación y ese deseo de ser amado inmensamente por el hecho de ser un ser humano hermoso, creado para ser amado y  para amar.

La humillación parece ser la herida más difícil de reconocer en sí mismo, en sí misma. Una persona masoquista, hace las cosas lentas pues para ella es difícil ir con la rapidez necesaria ya que se avergüenza cuando no puede llegar con la misma velocidad que los demás, por ejemplo, al caminar. Por ello debe aprender a darse el derecho de actuar a su propio ritmo. Mencionamos que es difícil reconocer la máscara de masoquista, porque hay muchas personas que son capaces de controlar adecuadamente su peso. Si tu que escuchas, eres de los que aumenta de peso con facilidad cuando no controlas tu alimentación, es posible que tengas la herida de humillación muy bien escondida.

Generalmente las personas obesas desarrollan una gran espalda como para poder llevar mayor peso. Otro ejemplo es el de una señora, que para agradar a su marido, aceptó que su suegra viviera con ellos. Al poco tiempo, la suegra se enfermó, por lo que su nuera se sintió obligada a atenderla, pero entre más carga sentía, más comía y más engordaba, porque el masoquista tiene la facilidad de situarse en circunstancias en las que debe ocuparse de alguien más, para olvidarse paulatinamente de sí mismo, por eso, mientras más cargue sobre su espalda, más aumenta de peso.

Será muy importante, para ti que escuchas, saber que en la vida, no se trata de cargar con los demás, no se trata de cargar situaciones, sino de aceptarse inmensamente a sí mismo, a sí misma. Se trata de desarrollar inmensamente la capacidad de amar, de discernir, de decir con libertad sí o no a las circunstancias que se te presentan, no como una imposición sino como una oportunidad de ser un mejor ser humano, como una oportunidad de ser cada vez más, como Jesús, tu único Salvador, tu Señor tu Amor y Dios.

Hablar de una persona masoquista es hablar de una persona que es abusada por los demás. Por ejemplo, una persona masoquista expresa lo siguiente ante un despido de trabajo: “Me despidieron después de 30 años de buen servicio como si fuera un perro echado a la calle….o como si fuera basura”. La persona no masoquista diría: “Después de 30 años de servicio me despidieron”, es decir, que no dirá nada referente al perro o a la basura.

La persona masoquista, engorda en relación al espacio que cree que debe ocupar en la vida. Su cuerpo está ahí para reflejar esa idea. Cuando el masoquista sepa en lo más profundo de su ser que en verdad es especial e importante, no tendrá que demostrarlo más al resto de la gente. Al reconocerse un ser valioso, al amarse como es, al encontrarse consigo mismo, consigo misma, al encontrarse con quien le ama verdaderamente es decir, al encontrarse con Dios, su cuerpo ya no tendrá necesidad de ocupar tanto espacio.

Sobre el carácter del masoquista escucharemos por ejemplo que una madre así, masoquista, tiende a controlar la apariencia, el comportamiento y la forma en que se visten sus hijos y su pareja. Es el tipo de madre que desea que sus hijos se porten bien desde pequeños. Si no lo logra, se avergonzará de sí misma en cuanto a su papel de madre.

Sea hombre o mujer, el masoquista está con frecuencia apegado tanto a su madre y hace todo lo posible por no avergonzarle. El masoquista, considera a su madre como una inmenso peso que cargar, lo cual le da otra buena razón para desarrollar una espalda muy sólida y esta actitud continúa incluso después de la muerte de la madre. El masoquista se siente aliviado o liberado cuando su madre muere, ya que representaba un serio obstáculo para su libertad.  Esta actitud sólo disminuirá cuando la herida de la humillación se encuentre en proceso de sanar.

¿Sabes?, existen también otros tipos de masoquistas que como la fusión con su madre es tal, cuando esta muere, sufren una crisis grave de agorafobia y generalmente se les da tratamiento para la depresión confundiendo ésta, con la agorafobia.

Una persona masoquista no se atreve a expresar sus ideas por temor a experimentar la humillación o por temor a avergonzar a alguien más. Los padres del niño masoquista le decían con frecuencia que lo que sucedía en la familia no era de la incumbencia de extraños y que no debía hablar de ello, sino guardarse todo para sí. Las situaciones embarazosas de las cuales los miembros de la familia se avergonzaban, debían mantenerse en secreto. No se hablaba por ejemplo, del tío que estaba en prisión, del familiar internado en el hospital psiquiátrico, del hermano homosexual, o de un suicidio en la familia etc.

Hay personas que nos cuentan la vergüenza de haber tenido deseo de algo cuando eran pequeños y comprobar que su madre se privaba de lo esencial para complacerles, así que no se atrevían a hablar de estos deseos y menos aún con la madre.

Una persona masoquista, cuando alguien –sobre todo entre sus seres queridos- se siente desdichado, él se siente el responsable; cree que seguramente dijo o hizo o no dijo o no hizo algo. No se da cuenta que al estar tan atento al estado de ánimo de los demás, ignora sus propias necesidades. De los cinco caracteres formados por las cinco heridas de rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia, el masoquista es el que menos atención presta a sus necesidades, aún cuando sea consciente de lo que desea.

El masoquista es el hazme reír de los demás, y a su vez es especialista en rebajarse a sí mismo. Se considera mucho más pequeño y menos importante de lo que en realidad es. No concibe que los demás lo vean como una persona especial e importante. Los diminutivos están muy frecuentemente en su vocabulario así como la palabra “pequeño”, por ejemplo dice: ¿Tienes un minutito para mi? O “Mi cabecita” o “tengo una pequeña idea”. Escribe con letra pequeña, da pasitos, ama los autos pequeños, las casas pequeñas, las cositas, los bocadillos etc..

Cuando el masoquista utiliza palabras en aumentativo, generalmente lo hace para rebajarse o humillarse, por ejemplo, alguna vez escuchamos a una persona que se había ensuciado la ropa con comida y exclamó: ¡Qué cochinote soy!. Una señora que iba a una reunión muy bien vestida, al escuchar que su amiga le dijo que se veía muy pero muy bien, además de lucirle estupendamente el par de arracadas que traía respondió: “¿No te parece que me veo muy burguesota y con una carota?”

Un varón al que su esposa le pedía cada semana comprar cosas para el supermercado, se acusó a sí mismo porque le había faltado un artículo que su esposa había olvidado anotar en la lista. Otro esposo, acusaba a la esposa de distraerlo mientras charlaban. Ella creía que debía disculparse porque él a su vez la culpaba es decir que con estos ejemplos vemos cómo el masoquista tiende a asumir la responsabilidad de algo que no le corresponde y a sentirse culpable, pero hoy, aquí y ahora te decimos que los demás no pueden hacernos sentir culpables, ya que la culpabilidad sólo puede venir de nuestro interior. Además, hoy sabemos que las culpas no existen. Existen las causas.

Los siguientes, son algunos males y enfermedades que pueden manifestar los masoquistas: los dolores de espalda y la sensación de pesadez sobre los hombros son  muy frecuentes, debido a la excesiva carga emocional que llevan. El dolor de espalda se debe principalmente a su sentimiento de falta de libertad. El dolor lumbar surge cuando se relaciona con lo material, y el dolor cervical, en el caso del campo afectivo.

También pueden padecer problemas respiratorios si se dejan abrumar por los problemas de otros. Los problemas de piernas y de pies, como várices, esguinces y fracturas son usuales. Debido a su temor a no poder moverse, con el tiempo atraen problemas físicos que les impiden movilizarse.

Es frecuente que padezcan enfermedades del hígado, porque tienden a “hacer mucha bilis” –dicen- a causa de los demás.

Los males de la garganta, anginas, laringitis son otros problemas que el masoquista enfrenta porque retiene en gran medida lo que quiere decir, especialmente lo que desea pedir. Mientras más dificultades tenga para darse cuenta de sus necesidades y expresar sus deseos, mayor será la probabilidad de que le aquejen problemas de la glándula tiroides.

Por otra parte, el hecho de no saber escuchar sus propias necesidades suele producirle irritaciones de la piel. Sabemos que la expresión: “Me irritó” significa “Tenía muchas ganas de”, pero el masoquista no se lo permite, pues le resultaría vergonzoso desear siquiera recibir bienestar.

Otro problema fisiológico que se observa en la persona masoquista, es el mal funcionamiento del páncreas, lo cual provoca baja de azúcar  o hipoglucemia y diabetes. Estas enfermedades se manifiestan en quienes tienen dificultades para permitirse gustos, o en quienes lo hacen, pero se sienten por ello culpables o se dejan humillar.

El masoquista también es sensible a sufrir problemas cardiacos, porque no se ama lo suficiente. No cree tener la importancia necesaria como para agradarse. La región donde se ubica el corazón humano se relaciona directamente con la capacidad de agradarse, con la alegría de vivir.

Además, a causa de sus ideas sobre el sufrimiento no es raro ver que el masoquista deba someterse a diversas intervenciones quirúrgicas. Si te identificas –tu que escuchas- con uno o más de estos problemas físicos, significa que es probable que dichos problemas sean resultado del comportamiento de tu máscara de masoquista. Estas enfermedades pueden manifestarse también en las personas que portan otras máscaras, pero parecen ser más comunes en quienes sufren humillación.

En cuanto a la alimentación, el masoquista suele ser extremista. Puede comer con glotonería o no comer más que porciones pequeñas, para creer que no come mucho y no sentir vergüenza, sin embargo, come varias porciones pequeñas que a la larga son demasiadas.

Pertenece al grupo de los que comen de pie, cerca de la barra de la cocina por ejemplo, porque cree que no comió tanto por no haberse tomado el tiempo de sentarse a la mesa. ¿Sabes? Mientras más culpable se sienta una persona por haber comido mucho, más le engordarán los alimentos que coma.

Si alguien come mucho y no sube de peso, significa que su actitud interior y su manera de pensar son diferentes. En ciencia se dirá que tienen metabolismos diferentes, pero la psicología dice que aunque es muy cierto que las personas pueden tener un metabolismo y un sistema glandular  diferentes, que afectan de forma distinta a su cuerpo, la actitud interior determina el tipo de metabolismo, de sistema glandular o de sistema digestivo que tiene o no una persona.

Por desgracia, el masoquista o persona que ha sufrido la herida de la humillación grandemente, se recompensa alimentándose, pues la comida es su tabla de salvación, su manera de gratificarse. A pesar de todo, no será bueno que se reproche este comportamiento, porque esto ocasionará más sentimiento de culpa y no logrará más que sentirse más humillado.

Será preferible aceptar el peso y trabajar la herida de la humillación reconociendo primeramente hasta qué punto se avergüenza de sí mismo o de otras personas y cuántas otras personas se han avergonzado de él, de ella. También necesitará darse cuenta de las numerosas ocasiones en que se humilla a sí mismo; es decir esas veces en las que se rebaja o se siente indigno, indigna, veces en las que se menosprecia, se dice a sí mismo, a sí misma, que no sirve para nada, que es un inútil, hiriendo cada vez más su interior, en lugar de comenzar a sanar su corazón herido con la ayuda de la gracia del Señor Dios. 

El comenzar a mirar con objetividad las situaciones, el ser conciente de que en realidad los seres humanos vivimos dormidos, y generalmente actuamos desde el inconsciente herido, las actitudes de los demás, las palabras, no nos herirán tanto pues como dirá el Psicólogo Clínico y Fraile Franciscano Ignacio Larrañaga: “Relativizar, es salvarse”, es decir, dejar pasar las palabras hirientes, las actitudes ofensivas como quien mira pasar la más hermosa gaviota que se va……porque se comprende, porque se ama, pero esto se logra desde la fe adulta, esa que se cultiva en el silencio y la soledad con el Señor Dios en la intimidad del corazón, de rodillas, es decir, desde una actitud humilde y abierta.  Fe adulta que crece y se fortalece en la Eucaristía, en la comunión con los demás y consigo mismo.

Así pues, no olvides que tus padres también sufren la herida de la humillación y de que ellos también la vivieron con sus padres. Al querer ser tu compasivo con tu madre, con tu padre y en general con todas aquellas personas que te humillaron, te será más fácil comprenderte a ti mismo, a ti misma, pues recuerda que la causa principal de una herida viene de la incapacidad de perdonar lo que nos hacemos a nosotros mismos o lo que hace sufrir a otros. Y nos es difícil perdonarnos porque por lo general, no tenemos conciencia de nuestros propios reproches. Mientras más importante sea la herida de la humillación, al rebajarte o compararte con los demás, más te estarás humillando a ti mismo, a ti misma o que humillas a otras personas, al avergonzarte de ellos o tenerles resentimiento.

La psicología enseña que reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos.  Y no queremos reconocerlo. Por eso será necesario que seas sincero, sincera –tu que escuchas- y no escondas más la máscara de la herida de la humillación.

Por último déjanos decirte que el divorcio o la separación –por ejemplo- causada por una infidelidad de alguna de las dos partes o de las dos partes, causa en los demás miembros de la familia las cinco heridas que estamos analizando: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia.

Oh Señor Jesús, manso y humilde de corazón, dame la gracia de querer ser consciente  a cada momento de mi vida, que necesito de tu humildad en mi para poder amar como tu me amas a mi. Ayúdame a no querer seguir más aferrado, aferrada a mi dolor, a mis heridas. Gracias Señor por el don de tu Espíritu que abre hoy mis ojos interiores y me llama a ser libre para ti mi Dios. Amén.

Toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus brazos y manos descansándolos sobre tus piernas, con tus palmas hacia arriba o hacia abajo o entre lazadas, tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento….y abriéndote en fe adulta a tu Señor y Dios dile desde lo profundo de tu ser.

Señor mío y Dios mío, Jesús, manso y humilde, mi corazón es soberbio porque ha sido herido, por eso vengo a pedirte la gracia de la humildad. Ahora se de dónde me vienen los deseos de ser aceptado, aceptada, de desear ser amado, amada verdaderamente y también se de dónde me vienen esos locos deseos de humillar a otros, de hacer lo que no quiero y de dejar de hacer el bien que quiero.

Jesús, gruesas cadenas amarran mi corazón, corazón que echa raíces en la tierra infértil de mi inconciencia, de mi ceguera, de mi necedad; corazón que sujeta yugos que no son precisamente el tuyo que es fácil y llevadero y se apropia de cuanto ha pasado en mi vida y por apropiarme de mi pasado herido, por apropiarme del pasado herido de los demás, me muero de inseguridad, de tristeza, de miedo, pero se que tú has venido precisamente a salvarme de mi mismo, de mi misma arrastrándome con tu ejemplo a ser humilde, simple, sencillo, sencilla…me invitas  y me llamas a ser un hombre, una mujer libre….

Y sólo el perdón me hará libre. Regálame mi Jesús, la gracia de querer perdonar, la gracia de perdonarme.

Hoy, aquí y ahora, hazme plenamente para ti. Tatúame con tu poder y dame la gracia de aceptar la crítica y la contradicción  reconociendo lo que pueda haber de verdad en ello y lo demás, dejarlo en tus manos y comprender.

Dame la gracia de asumirme como soy, con todos los pros y los contras, pues hoy se que hay más positividad en mi ser que negativismo, porque has derramado en mi ser, todo tu amor.

Jesús regálame la gracia de mantenerme sereno, serena ante algún desprecio. Que no cierre los ojos de la fe, para que pueda ver que, ese aparente desprecio que me hacen o me hicieron, no es más que un disfrazado desprecio de sí mismos, que ha salido desde el propio corazón herido y no con el afán de hacerme mal. Regálame la gracia de mantenerme sereno, serena ante los olvidos de los demás, la gracia de mantenerme sereno, serena ante la indiferencia, porque hoy se que son reacciones naturales de un subconsciente maltratado, humillado, olvidado.

Jesús en verdad te digo: Quiero ser feliz en la humildad es decir, en la verdad. Quiero ser feliz en ti, mirando la vida no con apasionamiento desmedido que frustra sino con serenidad, pues todo, al fin de cuentas pasa. Sólo tu permaneces.

Jesús, regálame la gracia de que mi corazón sea como ese árbol del que hablas en el Evangelio, a donde los pájaros pueden venir a hacer sus nidos, así yo, desde hoy, aquí y ahora, quiero ser para mi mismo, para mi misma y para los demás, un lugar de descanso, quiero ser hogar Señor,  en donde los demás encuentren el verdadero calor, la verdadera paz que eres Tú.

Regálame Jesús la gracia de un corazón desprendido, abierto y vacío de egoísmo como el tuyo….corazón  lleno de amor, corazón humilde, corazón paciente, corazón manso…..corazón humilde.

 

Herida de la traición

 

 


 

HERIDA DE LA TRAICIÓN 
 
 

            Hoy comenzamos nuestro tema, diciendo que es posible traicionar a alguien o sufrir una traición de distintas maneras. Por ejemplo, unos hermanos, de 12 y 19 años nos contaron que tras haber vivido años de pleitos, gritos e indiferencia entre sus padres y luego como golpe final, vivir el divorcio, experimentaron que su vida estaba invadida por el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia.

            Una definición en el diccionario nos dirá que traicionar es violar la lealtad y la fidelidad hacia alguien. Es una manera de hacer daño a alguien con engaño o de forma oculta y solapada. La traición en una pareja se vive -entre otros motivos- por ejemplo, cuando se comete adulterio, cuando no se es honesto consigo mismo, con la pareja, con los hijos.

            La fidelidad, es lo contrario a traicionar. Ser fiel es llevar a cabo los compromisos que se toman conscientemente, teniendo siempre presente la verdadera libertad para ser responsables y el verdadero amor. Ser fiel es ser leal y sincero. Cuando una persona es fiel –a lo menos así lo sabe por ejemplo, un hijo- pero luego, a través de los años se enteran los demás que su vida en realidad no es tan verdadera, porque no vive honestamente, porque es doble de corazón, se pierde la confianza y se vive la traición.

            Esta herida surge entre los 2 y los 4 años de edad, cuando se desarrolla la energía sexual y aparece lo que el padre del psicoanálisis Sigmund Freud llamó como el complejo de Edipo. Esta herida se vive con el progenitor del sexo opuesto. Según Freud, todos tenemos este complejo pero en diferentes grados. Cada niño, sobre todo entre los 2 y los 6 años de edad se “enamoran”  -por así decirlo- del progenitor del sexo opuesto o de la persona que desempeña este papel, ya que se encuentra en la edad en que se desarrolla su energía sexual. A partir de esta etapa, el niño comienza a entrar en contacto con su impulso  sexual –no tanto genital- sino más bien aquél que representa su capacidad de crear.

            Es natural que el bebé se fusione desde el nacimiento con su madre y que tenga gran necesidad de atraer su atención y sus cuidados, sin embargo, la madre debe continuar dedicándose a sus labores cotidianas y ocuparse también de otros miembros de la familia, como lo hacía antes de la llegada del bebé. Si la madre, responde demasiado a todos los caprichos del bebé al grado en que prácticamente se convierte en su esclava, el niño comenzará a creer que puede hacer a un lado a los demás, incluyendo al padre y tener a la madre a su disposición. En este caso y siempre de acuerdo con Freud, el niño no desarrollará adecuadamente la fase edípica esencial en su desarrollo, y cuando sea adulto, el resultado será muy perjudicial para él en los planos psicológico y sexual. Será un adulto dependiente.

            El paso adecuado para pasar por esta fase edípica implica que todo niño debe llegar a reconocer que el padre fue esencial para crearlo y su figura es fundamental para romper la relación que se establece al nacer entre madre e hijo.

            Aún, cuando el padre no esté físicamente presente, la madre debe hacer sentir al niño que existe y que es tan importante como ella misma. Cuando el niño comienza a darse de cuenta de que para concebirlo, forzosamente hubo unión de dos sexos, desarrolla un interés por el sexo opuesto, así como un deseo inconsciente de tener él mismo, un bebé con el progenitor del sexo opuesto. Esto no es perversión sino un proceso natural en esa etapa.

            Su poder de creación también se encuentra en desarrollo y explica el comportamiento de las niñas pequeñas que intentan “seducir” a sus padres, al igual que los niños a sus madres. En esta etapa, niños y niñas hacen todo lo posible por obtener el afecto del progenitor del sexo opuesto e intentan asimismo protegerlo, aún cuando les decepciona no recibir la atención deseada. Cuando el progenitor del mismo sexo que el niño, hiere al progenitor del sexo opuesto, se crea una situación muy difícil para el pequeño como cuando escucha su tono colérico o sus actitudes agresivas. Algunos incluso, pueden llegar a desear la muerte del progenitor al que acusan. Por desgracia, el complejo de Edipo, no evoluciona adecuadamente en la mayor parte de los casos porque la madre es muy posesiva con su hijo, mientras el padre lo es con su hija. Mientras el progenitor del sexo opuesto, más lo haga sentir menos ignorándole, y en ocasiones incluso por completo, más difícil será resolver el complejo.

            Las personas que han sido objeto de traición, no resolvieron su complejo de Edipo cuando eran pequeños. Esto significa que su apego al progenitor del sexo opuesto es demasiado grande, lo cual más adelante afectará sus relaciones sexuales y afectivas. Estas personas tienden a comparar sin cesar a su pareja, con el progenitor del sexo opuesto o esperan mucho de su pareja, para compensar lo que no recibieron de este progenitor, por ejemplo una mujer que quiere casarse, deseará hacerlo con alguien que la proteja, que le de toda la atención etc. Un varón casado, buscará fuera del matrimonio sin nunca saciar, la necesidad de su madre, en otras mujeres y en el caso de una mujer será a la inversa. Cuando la herida de traición es aún mayor, se buscarán personas del mismo sexo.

Un varón, que sufría la herida de traición decía que cuando era pequeño, su madre y sus dos hermanas le decían que sólo él lograba hacer brillar tanto los zapatos cuando los lustraba o hacer relucir el piso cuando lo lavaba y lo enceraba. Por esto, cuando realizaba estas tareas, se sentía especial y no se daba cuenta de que estaba siendo manipulado mediante la seducción verbal para que hiciera dichas tareas. Es decir que este ejemplo nos muestra, cómo puede vivirse la traición inconscientemente durante la infancia.

            El niño se siente traicionado por el padre del sexo opuesto, cada vez que éste no cumple una promesa o cuando traiciona su confianza. Esta traición la experimenta sobre todo en el plano afectivo amoroso sexual por ejemplo cuando un niño tiene la vivencia incestuosa es decir, cuando alguno de sus padres  toca los genitales de sus hijos o de uno de ellos, vive la traición y no sólo por alguno de sus padres, pues también la puede vivir si se trata de algún hermano u otro familiar o amigo de la familia o maestro o de quien sea. Es una herida que le llevará a buscar la lealtad, y la fidelidad –muy posiblemente- en brazos que pueden destruirle- como será el caso de jóvenes que buscan una relación amorosa con casados o relaciones con gente de su mismo sexo, o una relación tras otra, tras otra, tras otra, quedando así, muy confundidos, vacíos, solos sin haber nunca superado el complejo de Edipo, sin haber experimentado nunca, la fidelidad, la lealtad, la honestidad.

            Cuando un niño comienza a vivir experiencias de traición se crea una máscara para protegerse, al igual que hace en el caso de las demás heridas. Esta máscara es la de controlador. El tipo de control que ejerce el controlador, no es motivado por la misma razón que el control que ejerce el masoquista, quien toma las riendas de la situación para no sentir vergüenza o para no avergonzar a alguien más, porque el controlador por herida de traición, desarrolla esta conducta para asegurarse de que mantendrá sus compromisos, para ser fiel y responsable o para garantizar que los demás mantengan sus compromisos.

            La persona que lleva la máscara de controlador, con frecuencia nos lanza un “mírenme” con su aspecto fuerte. Su mirada es intensa y seductora. Cuando mira a una persona, tiene el don de hacerla sentirse especial e importante. Estas personas, lo ven todo rápidamente, pues la intensidad de su mirara les ayuda a ver de golpe y en conjunto todo lo que sucede a su alrededor. Utiliza con frecuencia sus ojos para mantener a los demás a distancia cuando está a la defensiva, o para fijar la imagen del otro y examinarlo de una manera que intimida para protegerse, para no mostrar su debilidad su vulnerabilidad o su impotencia.

            Una persona extrovertida, que haya sido hostigada sexualmente cuando era más joven o niña, o más aún, que haya sido víctima de violación, usará la máscara de controladora y será fácil que ella misma se de cuenta cómo es, pero hasta que no acepte la herida logrará liberarse y ser ella misma. En el caso de una persona introvertida en las mismas circunstancias, ejercerá su control de una manera más solapada y será más difícil de que reconozca esta máscara.  La fuerza se destaca en la persona controladora. Como le es difícil aceptar cualquier forma de traición tanto de sí misma como de los demás, hace todo lo que está en su mano para ser responsable, fuerte, especial e importante.  Si está consciente de haber traicionado a alguien al no cumplir una promesa, se justifica con todo tipo de excusas e incluso puede llegar a recurrir a la mentira para evadir la verdad. Por ejemplo, afirmará que pensó en hacer algo, cuando en realidad no recordó que debía hacerlo.

Recuerda –tu que escuchas- que cada una de nuestras heridas está presente para recordarnos que si los demás nos han hecho sufrir, es porque nosotros les hemos hecho a ellos lo mismo o nos hemos hecho a nosotros mismos lo mismo. Esto, es algo que el amor propio no puede comprender ni aceptar, así que necesitarás reconocer sinceramente tu máscara sin dejarte llevar por lo que hay de resistencia en ti, sino más bien, escucha la voz del corazón, la voz de la conciencia, la voz de Dios que te habita y quiere ayudarte a sanar tu subconsciente herido.

De las cinco heridas, el controlador es el que espera más de quienes lo rodean Suele prevenir todo para controlarlo. Vimos en los temas pasados que el dependiente, también crea muchas expectativas es decir espera mucho de los demás, pero estas expectativas se relacionan con su necesidad de recibir ayuda y apoyo a causa de su herida de abandono, lo que le permite sentirse importante, pero en el caso del controlador herido por traición, sus expectativas tienen la finalidad de comprobar si hace bien lo que debe hacer, ya que eso le da confianza.

El controlador tiene una personalidad fuerte. Afirma lo que cree con fuerza y espera que los demás se adhieran a lo que él o ella piensa.  Se forma rápidamente una opinión sobre alguien o algo y está convencido de tener la razón. Da su opinión imponiendo, ya que desea a toda costa convencer a los demás. Utilizan con frecuencia las expresiones: “¿Me entiendes?, “Soy capaz” “Deja que lo haga solo” “Lo sabía”. “Tenme confianza”. “No confío en él”, para asegurarse que se ha dado a entender bien.

Todas las máscaras tienen algo en común: en el momento en que la persona las lleva, no está consciente de hacerlo. El controlador cree que cuando alguien más lo entiende significará que está de acuerdo con él, lo que por desgracia no siempre sucede. La persona controladora, se las ingenia para no participar en situaciones en que habrá confrontaciones o en las que no tendrá el control. Cuando está frente a personas que considera rápidas y fuertes, se retira por temor a no poder enfrentarlas. El controlador, es rápido en sus actos. Comprende o desea comprender rápidamente y le resulta difícil tratar con las personas que toman demasiado tiempo para explicar o narrar algo. Suele interrumpir y responder incluso antes de que su interlocutor haya terminado de hablar. No obstante, si alguien se atreve a darle el mismo trato a él, dirá enérgicamente: ¡Permíteme terminar, no he acabado de hablar!.

Tiene muchos talentos y actúa rápidamente. Por eso, muestra poca paciencia con las personas más lentas. Debe esforzarse para ceder. Esto representa una oportunidad para intentar controlar a los demás. El padre controlador –por ejemplo. Exigirá que sus hijos sean rápidos y que aprendan con rapidez porque eso es lo que se exige a sí mismo. Cuando algo no marcha a la velocidad que desea y sobre todo cuando le molesta cualquier imprevisto, el controlador enfurece. También es el primero en acabar sobre todo en cualquier tipo de competencia.

Acabar primero para él, es más importante que hacer bien las cosas. Incluso, podrá él elaborar las reglas del juego, para que estas marchen a su favor. Esto del juego puede ser también a nivel psicológico afectivo es decir, mientras los demás le sigan la corriente, cuando los demás hagan lo que dice, todo marchará bien.

Cuando las cosas no funcionan de acuerdo a lo que quiere, es fácil que se vuelva agresivo aunque no parezca estarlo, ya que en realidad aparenta ser alguien seguro de sí mismo, fuerte y una persona que no permite que la pisoteen. De los cinco caracteres, el controlador es el que tiene más altibajos en su estado de ánimo. Un minuto será todo amor y atención y al siguiente montará en indiferencia o cólera por lo más mínimo. Las personas que le rodean no saben a qué atenerse y los demás suelen vivir este tipo de actitud como si fuera una traición. Si tu que escuchas te identificas como un controlador, como una controladora, con la gracia del Señor Jesús, habrás de trabajar en la paciencia y en la tolerancia, sobre todo cuando pasan situaciones que te impiden hacer las cosas a tu modo y de acuerdo a lo que tienes pensado.

Una persona controladora, cuando enferma, hace todo lo posible por sanar rápidamente para poder continuar dedicado a sus ocupaciones pero cuando sus seres queridos o quienes tienen compromisos con él se enferman, pierde la paciencia.

 

 El controlador, tiende a adelantarse, a intentar prever todo para el mañana. Su actividad mental es muy intensa –de ahí que no viva, sino que agonice interiormente- anticipándose a los acontecimientos. Mientras más profunda sea la herida, más deseará tener el control y prever el porvenir; sobre todo para evitar sufrir la traición.

Lo más negativo de esta actitud es que quiere que todo suceda tal como lo pensó pues son muchos sus planes con respecto al futuro. Esta actitud, también le impide vivir libremente el momento presente. Le esclaviza interiormente. Por ejemplo, mientras trabaja, se ocupará en planear sus futuras vacaciones y durante sus vacaciones planeará su regreso al trabajo o se inquietará por lo que sucede en casa durante su ausencia. Con frecuencia le perturba más imaginar lo que sucederá y si todo sucederá como lo imaginó, que disfrutar el momento actual.

El controlador llega temprano para garantizar que tendrá control sobre todo. No le gusta demorarse y no puede tolerar a las personas que lo hacen, aún cuando esto le ofrece otra oportunidad para controlarlas, con objeto de hacerlas cambiar. Se impacienta si termina un trabajo con retraso o cuando alguien le promete un trabajo y lo entrega tarde. Esta dificultad la vive principalmente con las personas del sexo opuesto, con las cuales se molesta más rápidamente que con los demás. Es evidente que no acostumbra darse ni dar a los demás el tiempo suficiente para realizar un trabajo determinado.

Le es difícil delegar una tarea y depositar su confianza en otros. Tiende a verificar continuamente si se está realizando según su manera de pensar. También le es difícil mostrar a alguien más cómo hacer las cosas cuando esta persona es lenta para aprender, porque el controlador no tiene tiempo que perder. Cuando delega algo, será una tarea  sencilla o una por la que no será responsabilizado si no se hizo bien.

Es por eso que debe ser rápido y hacer casi todo por sí mismo; de lo contrario se ocupará en supervisar a quienes le ayuden. Parece tener oídos y ojos en toda la cabeza para saber qué hacen los demás y asegurarse de que hacen bien lo que deben hacer. Es más exigente con quienes lo rodean que consigo mismo. Confía con mayor facilidad en las personas de su mismo sexo y supervisa y controla a las del sexo opuesto. La herida de traición se despierta en él, cada vez que tiene frente a sí a alguien que no cumple sus compromisos.

El controlador, que se considera muy trabajador y responsable, tiene problemas con la pereza. De acuerdo con él, nadie tiene el derecho a holgazanear, sino hasta haber cumplido con todos los deberes de los que es responsable. Ver a otra persona no hacer nada, sobre todo si es del sexo opuesto, le crispa los nervios rotundamente. Le considerará perezosa y le será difícil confiar en ella. Por otro lado, se las ingenia para que todo el mundo sepa lo que hace, cómo lo hace y cuánto hace; para él es fundamental que los otros vean hasta qué grado es responsable y es posible confiar en él. Detesta que no confíen en él, pues se considera tan responsable y talentoso que supone que los demás deberían hacerlo siempre. Sin embargo, no cae en la cuenta de cuán difícil le resulta a él confiar en los demás.

Para las personas que portan la máscara de controlador, resulta importante mostrar su fuerza y sobre todo, su valor.  Son muy exigentes consigo mismos con el objeto de mostrar  a los demás de lo que son capaces. Viven todo acto de cobardía, es decir de falta de valor, como una traición. Se arrepienten enormemente de abandonar un proyecto, de no haber tenido el valor de llevarlo a su fin. Les es muy difícil aceptar este tipo de cobardía en los demás.

Les es difícil fiarse de cualquiera, ya que temen que la confianza o las confidencias se utilicen algún día en su contra. Debe realmente tener confianza en la persona para que ésta llegue a ser  su confidente. Sin embargo, es el primero en decir a los demás lo que le han confiado, aunque justificará que tuvo un buen motivo para hacerlo.

Una persona con la máscara de controladora causada por la herida de la traición, pone su grano de sal a lo que los demás dicen o hacen, por ejemplo, si la madre está reprendiendo a su hijo, el padre controlador, poniéndose del lado de su esposa, añadirá: ¿Entendiste lo que dijo tu madre?. Este asunto no es de él, pero de cualquier forma se involucra, se mete.

Si esta situación sucede con la hija, es muy probable que la niña la viva como una traición, sobre todo porque es la niña de papá y papá no se pone de su lado cuando mamá la castiga. Por lo general, el controlador dice la última palabra, porque le es fácil encontrar qué añadir a todo o a casi todo. Se ocupa mucho de los asuntos de los demás. Como es rápido para ver todo lo que sucede a su alrededor y se considera más fuerte que el resto de la gente, se hace cargo de todo fácilmente. Cree que debe ayudar a los demás a organizar sus vidas sin darse cuenta de que actúa así para controlar lo que desean hacer, cómo y cuando hacerlo. Siente que los demás son más débiles que él, pero esta es una forma muy disfrazada de mostrar su propia debilidad, porque una persona cuando no cree realmente en su propia fuerza, hará todo lo posible por intentar mostrarla a los demás.

El controlador es muy sensible pero esta sensibilidad no la muestra ya que está demasiado ocupado en mostrar su fuerza. En los temas pasado, vimos que el que usa la máscara de dependiente causada por la herida del abandono, se ocupa de los demás para garantizar su apoyo y el que usa la máscara de masoquista, causada por la herida de la humillación lo hace para ser buena persona y no avergonzar a nadie, en cambio, el controlador se ocupa de los asuntos de los demás, para no sufrir traición o por tener la seguridad, la certeza de que los demás responderán a lo que él quiere. Si tu que escuchas, te miras como esta persona que se siente responsable de ordenar la vida de tus conocidos, te sugerimos que examines a la luz de la gracia del Señor, tus motivaciones es decir, cuál es la razón del por qué actúas como actúas.

El amor propio herido o ego del controlador, se altera fácilmente cuando alguien lo reprende en lo que hace, porque le disgusta ser vigilado, sobre todo por otro controlador. Se le dificulta tratar con personas autoritarias, pues cree que quieren controlarlo. Se justifica y siempre tiene un buen motivo para hacer las cosas a su modo. Rara vez admite sus temores y prefiere no hablar de sus debilidades. De hecho, el controlador comienza desde pequeño a decirse: “Yo puedo, déjenme hacerlo solo”. Quiere hacer las cosas a su manera, pero para que los otros lo reconozcan, lo feliciten y sobre todo para que comenten lo bien que lo hace.

Una persona controladora, no muestra sus lados débiles, por temor a que alguien se aproveche y le controle. Prefiere mostrarse valiente, audaz y fuerte con la mayor frecuencia posible. Por lo general, no actúa sino a su antojo. Dice a los demás lo que desean escuchar pero no se da cuento de ello y acaba por hacer las cosas según su voluntad.  Una señora nos contó que ella y su marido contrataron a una persona del tipo controlador para que realizara unos trabajos en casa. Al explicar a este señor lo que quería que hiciera y por qué lo quería de cierta forma, vieron que él no estaba de acuerdo y que le disgustaba que le dijera qué hacer, pues él era el experto en materia de reparaciones, por lo tanto, intentó convencerlos de la forma en que él veía las cosas, sin tener en cuenta lo que ellos querían. Respondió que comprendía su punto de vista pero que de acuerdo a lo que necesitaban su esposo y ella preferían que lo hiciera como ellos decían.

Contestó –“muy bien” pero dos días después descubrieron que había actuado a su antojo, como él quería. Cuando le expresaron su descontento, ya tenía listas sus justificaciones. Se las arregló para decir la última palabra, ya que era demasiado tarde para hacer las reparaciones de nuevo. 

El controlador –como dijimos- no acepta a las personas autoritarias, aún cuando no se da cuenta del número de ocasiones en las que él mismo ha dado órdenes o ha decidido precipitadamente por los demás. Observa por ejemplo a algún controlador que ocupa un puesto de dirección o supervisión en un lugar público como un restaurante, hospital, almacén, escuela etc, ya que sabe todo lo que sucede, da su opinión sin que le sea solicitada y parece no poder contenerse para agregar su comentario a lo que los demás hacen o dicen. Lo que para nosotros es control, para el controlador, significa dar ayuda. Tu que escuchas, el hecho de que estés conociendo los diferentes tipos de heridas, te ha de ayudar a saber de qué forma habrás de tratar a los demás y a ti mismo.

Cuando alguien intenta convencer al controlador de una idea nueva, es muy fácil que su reacción sea de incredulidad. Lo más difícil para él es que le tomen por sorpresa y no haber tenido tiempo para prepararse pues al no estar preparado, corre el riesgo de no tener el control y así, será controlado; su reacción será la de alejarse y permanecer en estado de alerta pues deberá estar preparado para lo inesperado. No cae en la cuenta de que él mismo, muchas veces ha cambiado repentinamente de idea y ha sorprendido a quienes le rodean, pero cuando es él quien decide, se da el derecho a variar de opinión fácilmente.

Una señora que nos permitió poner este testimonio, nos dijo que cuando era pequeña, esperaba que su padre la golpeara porque había hecho alguna travesura, y éste no lo hacía. Cuando esperaba en cambio reconocimientos por sus buenas notas en la escuela, la golpeaba sin que ella supiera a qué se debía el enojo. Su padre estaba herido de traición por eso se comportaba así y ella a su vez, también. Es como si su padre sintiera placer maligno al sorprenderla, al no responder a lo que ella esperara en ese momento, así que podemos decir que todo comportamiento que el niño no se espera, por parte de alguno de los padres o de los dos, suele provocar un sentimiento de traición en el niño.

El controlador también es rápido para considerar hipócritas a los demás, a causa de su gran desconfianza, sin embargo, debido a su comportamiento manipulador, con frecuencia se diría que él es el hipócrita, por ejemplo, cuando las cosas no marchan como quiere, monta en cólera, y habla a espaldas de las personas y no se da cuenta de que él también está cayendo en la hipocresía. Al controlador, le aterroriza que le mientan. Dirá: “Prefiero que me abofeteen a que me mientan” pero él mismo, miente con mucha frecuencia aunque para él lo que dice, no son mentiras, porque encuentra buenos motivos para deformar la verdad y justificar así la mentira.

Sus mentiras por lo general son sutiles, son necesarias según él, para alcanzar sus fines o para justificarse. Y en cambio, le es muy difícil aceptar que alguien no le crea, que alguien no confíe en él porque piensa que le ha traicionado. No estamos diciendo que todos los controladores mientan pero esta conducta parece estar presente con mayor probabilidad en ellos.

Si tu que escuchas, reconoces la herida de la traición en ti y la máscara de controlador, te sugerimos que estés siempre muy atento, atenta, ya que en la mayor parte de los casos, el que miente, no cree que sus mentiras sean realmente mentiras o peor aún, ni siquiera se da cuenta de que miente. Una persona con la máscara de controlador no tolera que los demás hagan trampa, pero por ejemplo en su declaración de impuestos hará trampa y dirá que todo el mundo lo hace. Sin embargo, una persona controladora, puede llegar hasta mentir gravemente con tal de salvar su buena reputación porque tener reputación de persona fiable, responsable y que realiza bien su trabajo es lo que más le importa. Cuando habla de sí mismo, no se revela del todo, sino sólo de lo que le da una buena reputación.

Este mensaje sobre la herida de la traición parte “A”, se complementará con la traición parte “B”. Tienen la finalidad de ayudarte a tomar conciencia de la herida de la traición,, para que juntamente de la mano del Señor Jesús, iluminado, iluminada por su Palabra y dejándote amar por Él,  las 24 horas del día mediante la invocación interior: Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi. Jesús, enséñame a amar como tú me amas”, creas cada vez más, que la vida no está llena de traición, que la vida se te ha otorgado como el mayor don por el que puedes superar cualquier obstáculo, y puedas sanar tus heridas y entonces ir dejando salir todo ese tesoro que el Señor Dios puso en tu corazón de dulzura, de sencillez, de humildad, de alegría, de vida verdadera, de luz, de fuerza, de paz, de misericordia, de solidaridad, de capacidad infinita para amarte y para amar….

Si observas en otros, en otras las conductas descritas en estos mensajes no intentes cambiarlas sino más bien, utiliza lo que estás aprendiendo de ti mismo, de ti misma, para ser más compasivo, compasiva, para comprender mejor, para amar más. Ya por último te decimos que así hayan sido montones de heridas por las que tú has pasado, así sean muchísimas traiciones las que tu corazón recibió, ES MÁS GRANDE EL AMOR QUE HA TENIDO EL PADRE, al regalarte a Jesús, su Hijo Único.  Jesús  el Señor y el Padre, tienen la medicina que cura completamente las llagas del corazón: ESA MEDICINA, ES EL AMOR, que no entiende de acusaciones ni de culpas. ENTIENDE SÓLO DE AMOR Y DE AMAR, así que diariamente, a cada momento, pídele al tu Padre Dios y a Jesús que quieras amar siempre, a cada momento, incondicionalmente, simplemente porque tu esencia es AMOR. Dile día y noche: “Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi. Jesús, enséñame a amar como tu me amas”. Amén.

Toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus brazos y manos descansándolos sobre tus piernas, con tus palmas hacia arriba o hacia abajo o entre lazadas, tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento….y abriéndote en fe adulta a tu Señor y Dios dile desde lo profundo de tu ser.

Señor. Hoy, necesito con todas mis entrañas, creer en ti, creer que tu me habitas, creer lo que me dices en tu Palabra: que todos los días de mi vida has estado conmigo, a pesar de experimentarme tan solo, tan sola en esos momentos en que me traicionaron, momentos de angustia suprema, momentos en los que me dejaron vacío, vacía, sintiéndome usado, usada. Hoy mismo podría preguntarte: ¿Dónde estabas Señor en esos momentos?, ¿Acaso me abandonaste?...pero hoy, mi querido Amor, mi Dios único y verdadero, se que la libertad ha sido lo más precioso que nos has dado, pero por reaccionar desde las heridas que aún sangran, la mal usamos porque nadie somos consciente del daño que nos hacemos.

Hoy, aquí y ahora mi querido Amor, te necesito con locura santa. Te necesito……y necesito que me sacies de ti, que llenes todos mis vacíos y cures todas mis heridas. En especial pongo en tus manos, todas las traiciones que haya recibido en mi vida y todas las que puedan venir, pero que ya no harán tanta mella, porque hoy me enseñas a comprender que nadie obra por maldad sino por ignorancia, por no ser conscientes, por no ser amados.

Toma Señor, mi dolor, mi subconsciente herido, mi ser, mi libertad. Hoy, necesito creer en tu amor,  aunque todo me dijera que no, aunque todo mi ser muchas veces sienta sublevarse, aunque algunas veces sienta muy solo, muy sola el dolor. Hoy necesito creer en tu amor, aunque todo parezca morir y aunque algunas veces no quisiera vivir. Quiero creer hoy, aquí y ahora,  Oh mi querido Amado, aunque vea a los seres humanos odiarse, golpearse, faltarse al respeto, matarse con miradas, con actitudes, con armas. Necesito creer en tu amor mi querido Amado, aunque en las noticias y en la calle,  vea a niños y jóvenes, o adultos o ancianos abandonados, golpeados, pidiendo caridad o drogándose. Necesito creer en tu amor, aunque sepa que los animalitos son enormemente maltratados usados, no amados.

Oh mi querido Amado…Te necesito tanto….necesito que me enseñes a amar…”Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi. Jesús, Hijo de Dios, enséñame a amar como me amas a mi.” 

Vamos a continuar escuchando las características de la persona que ha recibido en su vida le herida de la traición y que para defenderse y esconder la herida, utiliza la máscara de controlador.

El controlador es el tipo de persona que no se endeuda y cuando lo hace –con tal de que no lo vean acabado- , paga lo más rápidamente posible para mantener su buena reputación y no sentir que depende de nadie. También, es  una persona que no le gusta estar frente a situaciones en las que no puede dar respuesta a una pregunta por ejemplo no podría confesar que “Ignora” la respuesta de lo que se le preguntó y cuando no puede darla dirá: “Lo sabía”. Si alguien lee su correo por ejemplo se enfurece. Si alguien más interviene o responde por él cuando él está presente, se sentirá igualmente insultado porque cree que el otro no confía en sus capacidades, pero no se da cuenta de que con frecuencia él mismo interviene y habla por los demás.

Por ejemplo, un varón controlador, casado con una mujer dependiente es decir, herida de abandono, generalmente le dirá cómo y por qué hacer esto o aquello. Por desgracia este tipo de mujer, sufre en silencio.

En la pareja en donde uno de los miembros es controlador y el otro dependiente, el primero suele depender de la debilidad o de la dependencia del otro. Se cree fuerte porque controla, pero en realidad manifiesta sólo otra forma de dependencia. Cuando dos controladores viven juntos, entonces se establece una relación de poder. El controlador, vive todos los ejemplos que hemos mencionado, como una traición. El controlador exige mucho a los demás en tanto que para él mismo es difícil comprometerse o sencillamente no se compromete nunca de este modo.

Muchas personas que tienen la herida de traición han sufrido porque el progenitor del sexo opuesto no cumplía sus compromisos de acuerdo con lo que el niño pensaba que tendría que ser como progenitor ideal. Un señor de 60 años, nos contaba que cuando era pequeño, vivió solo con su madre. Su madre, salía con muchos hombres que gastaban a manos llenas dinero en ella. Cuando este señor tenía 15 años, la mamá decidió marcharse con uno de estos hombres, el cual estaba dispuesto a gastar una fortuna en ella. Internó a su hijo y esto le provocó un sentimiento de abandono y sobre todo de traición.

Al llegar a la edad adulta, la manera en que este señor atraía a las mujeres era gastando dinero en ellas, sin comprometerse realmente en ninguna relación, pues pensaba que de esta forma se vengaría de su madre, aunque en realidad debía sanar la misma herida que tenían aquellos hombres que seducían a su madre con dinero.

Hay mujeres que nos han expresado, que cuando se embarazaban de algún hombre que temía comprometerse, éste insistía una y otra vez en que abortaran.

Este tipo de situación en quienes tienen la herida de traición, engrandece mucho pero mucho más, la herida. Les resulta muy difícil aceptar la idea de que el otro no quiera asumir la responsabilidad del niño que quiere nacer.

Mencionamos ya que  la persona controladora no confía fácilmente, sin embargo, tendrá más confianza si no hay interés sexual de por medio. Una persona controladora, es muy seductora, pero mientras más importante sea la herida, preferirá que los del sexo opuesto sean más amigos que cualquier otra cosa. Se siente más en confianza con amigos y utiliza la seducción para manipular a los demás, lo cual por lo general le da buenos resultados. De hecho, es especialista en encontrar cualquier medio para seducir. La persona controladora, será por ejemplo la preferida de su suegra, ya que la habrá seducido con sus bellas palabras. Sin embargo, está alerta en presencia de otro seductor. Sabe de inmediato cuando alguien intenta seducirlo y no lo impide. Cuando hablamos de seducir, no nos estamos refiriendo necesariamente a la seducción sexual, ya que el controlador, utiliza la seducción en todos los aspectos de su vida.

El temor más grande de una persona controladora, son las rupturas, las separaciones en todas sus formas. Para este tipo de persona, es sumamente difícil separarse de su pareja, de sus hijos, de su trabajo, de su amigo, de su amiga, porque representa una derrota inmensa. Se experimentará como perdedora en la vida. Y si esta ruptura viene de los demás, de su pareja, de sus hijos, de su jefe, de sus amigos, la considerará como una verdadera traición.

La separación, la ruptura, le recordará que no tuvo control sobre la relación, sin embargo, parece que los controladores son los que más se separan y viven rupturas. Generalmente, viven solos. Si temen a comprometerse, es porque también temen a la separación. Este temor les lleva a atraer relaciones amorosas en las que el otro o la otra no tiene intención de comprometerse. Esta es una buena forma para darse cuenta de que son ellos mismos, ellas mismas, quienes no desean comprometerse por temor  inconsciente a una nueva separación.

Cuando dos personas controladoras viven juntas, y la relación no marcha bien, aplazan, es decir, atrasan siempre el momento de decirse que lo mejor sería separarse.  Para la persona controladora, estar separado, o que haya tomado la decisión de separarse de él, de ella, significará experimentarse desgarrado, apartado, desechado, como tirado del otro, de la otra. De hecho, utiliza en su vocabulario de una manera frecuenta la palabra separación. Una señora nos platicó que cuando surgía un malentendido con su esposo, se sentía como cortada en dos, desesperada ante el temor de una separación. En las situaciones de este tipo, perdía completamente la confianza en sí misma. Esta señora, también sufría la herida del abandono, lo que hacía más grande su temor a una ruptura.

La herida del abandono, en la mayoría de los controladores, se desarrolló antes que la de traición. Los que deciden desde muy pequeños no ver o no aceptar su lado dependiente es decir, su herida de abandono, desarrollan la fuerza necesaria para ocultar su herida de abandono y en ese momento comienzan a crear una máscara de controlador. Si se mira bien a esta persona, se verá la máscara de dependiente en sus ojos (ojos tristes o caídos), en su boca caída o en algunas partes del cuerpo encorvadas o en que no tienen ese tono muscular.

Es fácil imaginar al niño pequeño que al sentirse abandonado o no recibir suficiente atención, decide por cualquier medio, seducir, encantar a su progenitor del sexo opuesto, con el objeto de atraer su atención y sentir apoyo de su parte. El pequeño, la pequeña, se convence de que él, ella es tan amable y adorable que su progenitor no tendrá más opción que ocuparse de él, de ella, de manera especial. Mientras más intenta controlar a su progenitor –de la manera que sea- mejor se sentirá aunque el chantaje emocional le esclavice. Pero cuando ninguna de sus actitudes logra que el progenitor le preste el apoyo necesario y al contrario, se le abandona más o se abusa de él, de ella, esto se convertirá en una gran pero gran herida de traición.

Entonces se vuelve cada vez más controlador y se sumerge en un caparazón creyendo que así no volverá a sufrir traición ni abandono. La parte controladora alentará a esta persona con la máscara de dependiente a querer ser independiente. ¿Sabes? En algunas personas, la herida del abandono, resalta más sobre la de traición, mientras que en otras ocurre lo contrario y la máscara de controlador es la que más sobresale.

Será pues necesario que si te identificas con una herida de las que hemos mencionado hasta ahora, no descartes que posiblemente tengas otra u otras más o las cinco. Una persona puede sufrir abandono sin padecer necesariamente traición pero la persona que sufre traición también sufre abandono. Generalmente, la herida más fuerte, es la que se refleja en nuestro cuerpo y la que más usamos a diario en nuestra vida.

También sucede que varias personas cuyo cuerpo cuando eran pequeños indicaba principalmente la herida del abandono, con la edad comenzaron a desarrollar las características de la herida de la traición.

Lo contrario también es posible. Nuestro cuerpo, siempre está en constante transformación y todo el tiempo nos indica lo que sucede en nuestro interior. Las personas que temen ser abandonadas o traicionadas, tienen varias cosas en común. Además de las mencionadas anteriormente,  ambas es decir  las dos, gustan de llamar la atención. El dependiente lo hace para ser objeto de atención y para que se ocupen de él, mientras que el controlador intenta ejercer el control de una situación, exhibir su fuerza y carácter e impresionar. Con frecuencia vemos el tipo de dependiente en los actores y cantantes mientras que es más común encontrar al tipo controlador entre los comediantes y humoristas, quienes gustan de hacer reír a los demás. Los dos tipos de caracteres disfrutan de ser estrellas, pero por motivos diferentes. El controlador suele tener la reputación de una persona que “ocupa mucho lugar”. Por lo general le disgusta que su pareja ocupe más lugar que él”.

Una señora nos platicó que ella y su esposo eran socios en el negocio. Todo marchaba bien entre ellos, pero desde el momento en que ella decidió trabajar por su cuenta y comenzó a hacer mejores negocios que los de su esposo –aunque no en la misma rama-, la relación se lastimó, se deterioró y se transformó en una verdadera competencia porque su esposo se sintió traicionado y ella se acusaba a sí misma de haberlo abandonado.

Otra característica del controlador, es su dificultad para decidir cuando cree que la elección implica, es decir, lleva el riesgo de hacerle perder algo, pues de este modo, ya no tendrá control de la situación. Esta es la razón por la que en ocasiones, al controlador le resulta difícil decidirse o por la que se le acusa de reflexionar demasiado o de tardar en su respuesta. Cuando está seguro de sí mismo, sobre todo de tener el control de la situación, no existe dificultad alguna para decidirse.

La dificultad para separarse se manifiesta en el trabajo por ejemplo. Si administra su propia empresa, puede llegar hasta  involucrarse en una situación muy difícil como lo es el caso –que ya mencionamos antes-, en el que prefiere adquirir una deuda grande, antes de confesarse que no puede continuar. Cuando es empleado, el controlador por lo general ocupa puestos directivos y le resulta siempre difícil dejar una empresa; puede hacerlo pero no sin dificultades y en el caso contrario, cuando una persona de confianza que trabaja para él, para ella, desea renunciar, vive dolorosamente esta situación con coraje y agresividad.

Generalmente un controlador, tiene alma de líder; al controlador le gusta dirigir a otras personas y teme dejar de controlar pues piensa que al hacerlo ya no será más el que dirige. De hecho, ocurre lo contrario también, escucha: cuando el controlador deja de controlar y sólo se ocupa de dirigir, se convierte en mejor líder. Este es el caso de grandes predicadores o libertadores o pacifistas.

Existe una diferencia entre controlar y dirigir. Controlar es conducir, administrar o gobernar bajo el dominio del temor. Dirigir en cambio, es proporcionar un sentido de dirección sin que se desee necesariamente que las cosas se hagan a nuestra manera. Se puede ser jefe o director de una empresa o superior en algún monasterio o convento o seminario y a la vez seguir aprendiendo de las personas que tenemos a nuestro cargo. El alma del líder, de la persona con la herida de la traición que lleva la máscara de controladora, de manera frecuente, hace que llegue a dirigir una gran obra, pero sus ideales y el control que desea ejercer le hacen sufrir demasiada tensión emocional.

Mientras más difícil le sea ceder en algo, más urgente y necesario le será ponerlo en práctica. Por eso te decimos a ti que escuchas –si te identificas con le máscara de controlador-,  que sólo abriéndote al amor del Señor Dios, sólo teniendo a Jesucristo como el modelo máximo en tu vida y cultivando la amistad con el por medio de la oración, sólo dejándote amar por Él  en su palabra y en tu vida diaria, y haciendo tuyo su estilo de vida, es que sabrás realmente explotar ese don de “alma de líder”, porque sólo entonces, gracias a la acción divina y a la humildad que Dios ha puesto en ti, es que serás un gran pero gran instrumento de paz, de armonía, de unidad, de sabiduría, por el que muchos encuentren la realización verdadera, la madurez integral, la alegría de vivir, porque habrán encontrado el Gran Tesoro de Dios en su corazón. Y tú….tú te sentirás realizado, pleno, feliz.

Otro gran temor de la persona controladora es la negación, ya que para ella, el hecho de que alguien le niegue algo, amistad, amor y no le reconozca,  significa ser traicionado, aunque muchas veces no cae en la cuenta de que también niega a los demás y los elimina de su vida. Hemos escuchado a personas que dicen. “A la persona que es negativa o comienza a contarme sus broncas, sus problemas, la elimino de mi vida” “La tiro”, “Me deshago de ellas”. Tampoco da otra oportunidad a quienes les ha perdido la confianza y con frecuencia no querrá siquiera dirigirles la palabra.

Cuando se molesta o le incomoda el hecho de que las cosas no marchan como quiere, fácilmente puede dar la espalda a alguien en plena conversación o dejarlo hablando sólo en una llamada telefónica o en el chat de internet o poner cualquier pretexto para evadir la conversación.

Ya hemos mencionado que la persona controladora tiene problemas con la pereza, con la mentira y con la hipocresía. Juzga o rechaza a todas las personas que se comportan así, pero esta actitud con frecuencia se manifiesta en seguida de una separación o por temor a una ruptura. Cuántas veces escuchamos frases como: “Ya no quiero saber nada de….” Y no caen en la cuenta de que con esa actitud están negando a los demás.

Como el controlador es seductor, su vida sexual por lo general no suele ser satisfactoria más que en respuesta a la seducción es decir, no son felices, porque en realidad no han recibido el amor verdadero que esperaban sin sentirse “objeto de….”.

De hecho, muchos matrimonios o relaciones llegan al divorcio o a la separación, porque cuando se esfuma la pasión –que no es amor- busca un medio o pretexto para que la idea de finalizar la relación, venga del otro y así no se le acusará de traición.

La mujer controladora, con frecuencia tiene la impresión de que los hombres la engañan y por eso siempre está a la defensiva; tanto el varón como la mujer controladores, sólo se sentirán bien en una relación, cuando ellos lleven la iniciativa y la otra parte no se rehúse, porque de otra manera, se sentirán frustrados y traicionados.

Los problemas en las relaciones afectivas, vienen de que el complejo de Edipo no se ha resuelto, es decir, que no se ha madurado a nivel psicológico y afectivo la necesidad de un verdadero padre, de una verdadera madre que inconscientemente, por estar heridos a su vez,  causaron la herida de la traición. De ahí la explicación a tanta prostitución. Los niños y los jóvenes, los adultos, buscan inconscientemente  el apoyo sincero de un padre, de una madre –según sea el caso-muchas veces en gente más grande de edad, y si es casado, casada, será para él para ella, mejor, porque desean robar de esa familia, al padre o a la madre que nunca tuvieron debido a la traición. Las personas que han sufrido la herida de la traición, son los que más desean tener un amante porque inconscientemente alimenta su herida de traición al tener este deseo, pensado o llevado acabo. También, puede buscar una pareja de menos edad, para hacer con ella –inconscientemente-  lo que le hicieron, causándole la herida de la  traición. Y en otras ocasiones, puede llegar a negar completamente su vida sexual encontrando una razón adecuada para justificar su decisión.

Estas son las razones del por qué muchos y muchas –aunque erradamente- buscan unos brazos sinceros que acojan verdaderamente, unas caricias, unos besos dados desde el alma, se busca amor verdadero, entrega incondicional, pero sabes qué, ¿tu que escuchas?. El amor verdadero sólo te lo podrá ofrecer en primer lugar el Señor Dios, tu Padre que también tiene un rostro Materno –dirá Paulo VI- y en segundo lugar, te lo podrán ofrecer, aquellas personas que han tenido la experiencia de Jesucristo vivo en el corazón. Todos los demás, estamos en proceso de saber amar como Jesús de Nazareth, u otros no habrán comenzado aún, así que antes que nada te invitamos a que busques al Señor Dios incansablemente en tu corazón. Búscalo siempre, día y noche y pídele a cada instante que te enseñe a amar como Él te ama…Pídele humildemente que te enseñe lo que es el verdadero amor.

En lo que se refiere a la alimentación, la persona con la herida del rechazo y con la máscara de controlador, tiende a comer rápidamente porque no tiene tiempo que perder. Cuando está muy absorta o perdida en una idea importante, puede olvidarse fácilmente de comer e incluso afirma que no es importante comer, sin embargo, cuando decide comer lo hará en grandes cantidades y lo disfrutará. En ocasiones incluso perderá el control y comerá más de lo que su cuerpo requiere. De hecho, de los cinco tipos de caracteres o heridas, es el que más adereza y sala sus alimentos aún antes de probarlos. Aseguran tener la última palabra en cuanto a su alimentación y en cuanto a enfermedades se refiere, las más usuales son las siguientes:

La agorafobia que se debe al complejo de Edipo no solucionado es decir que siguen fusionados a su progenitor del sexo opuesto al igual que sucede con el dependiente herido por abandono. La agorafobia en el controlador es más bien por el temor a la locura, mientras que en quien lleva la máscara de dependiente es más bien por temor a la muerte.

Tienen problemas con las articulaciones del cuerpo, principalmente las rodillas.  Padece de hemorragias, impotencia sexual, diarrea y si se encuentra en una situación de impotencia ante cualquier situación, puede sobrevenirle una parálisis. Frecuentemente tiene problemas digestivos, sobre todo el hígado y el estómago y tiene tendencia a desarrollar esas enfermedades que terminan en “itis” como la tendonitis, bursitis, artritis, colitis etc., a causa del desánimo porque sus ideales no se han cumplido y han sentido impaciencia, cólera o frustración.

En algunos casos, el controlador sufre herpes bucal, afección que se manifiesta cuando acusa consciente o inconscientemente, al sexo opuesto de ser repugnante y para usarlo como medio de control par no tener que besar a alguien. Los males y enfermedades que se mencionan, se manifiestan en el caso de las demás heridas pero parecen ser más comunes en las personas que sufren traición.

Es importante que te des cuenta, de que el progenitor del sexo opuesto con el que vives esta herida e incluso con cualquier persona que te causó esta herida, probablemente vivió y vive aún la misma herida que tú con su propio progenitor del sexo opuesto. Nada te impide preguntárselo –si aún vive-. Hablar con nuestros padres o con quienes nos provocaron esa herida con frecuencia es una experiencia muy enriquecedora. Recuerda que la causa principal de que aún sangre una herida es, el que no quieres perdonar lo que otros te han hecho o lo que tu mismo, tu misma te continúas haciendo. Nos es difícil perdonar por que no tenemos conciencia de lo que nos reprochamos. Por ejemplo, mientras más grande sea la herida de humillación, más significará que traiciones a los demás o que te traiciones a ti mismo al no confiar o no cumplirte a ti mismo tus promesas.

Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismo y no queremos ver. La vergüenza es otro recurso para tener conciencia de que nos traicionamos a nosotros mismos o a otra persona. De hecho, vivimos un sentimiento de vergüenza cuando queremos ocultarnos u ocultar un comportamiento. Es normal que nos parezca vergonzoso tener comportamientos que reprochamos a los demás.

 

Generalmente reprochamos a los demás y no nos gusta el proceder de los demás que nosotros mismos tenemos. Lo que por encima de todo, queremos es que no descubran que actuamos como ellos. ¿Sabes? déjanos decirte que las características y las conductas descritas en estos mensajes sobre el valor del perdón que están tratando cada una de las cinco heridas, sólo se presentan cuando la persona decide llevar su máscara de controlador en el caso de la traición, creyendo que de esta manera evitará vivir la traición. Según la gravedad y la intensidad del dolor, esta máscara puede llevarse muy poco o con mucha frecuencia.

Las conductas propias del que controla, son dictadas por el temor a revivir la herida de traición. Cada una de las heridas que estamos describiendo, tiene sus respectivos comportamientos y actitudes interiores. Las maneras de pensar, sentir, hablar y actuar que se relacionan con cada una de ellas, indican, una reacción a lo que sucede en la vida. Al reaccionar desde las máscaras, una persona no está centrada y no puede estar bien ni sentir alegría de vivir. Por esto, es muy importante estar consciente de los momentos en que eres tu mismo, tu misma –que escuchas- o que estas reaccionando, porque al hacerlo te será posible convertirte –por la gracia del Señor, porque Él te ha dado ese poder- en dueño en dueña de tus reacciones,, en lugar de dejarte dirigir por tus temores.

Te repetimos que estos dos mensajes sobre la cinco heridas, tiene la finalidad de ayudarte a tomar conciencia de ellas, para que juntamente de la mano del Señor Jesús, iluminado, iluminada por su Palabra y dejándote amar por Él las 24 horas del día mediante la invocación interior: Jesús Hijo de Dios, ten misericordia de mi. Jesús, enséñame a amar como tú me amas”, tu esperanza se acreciente, tu seguridad venga de ese interior iluminado y sanado cada vez más, por el amor incondicional de ese Dios amorosísimo que siempre está pendiente de ti, que siempre está deseando tenderte la mano, que siempre pero siempre, te ama.

También te repetimos que si observas en otros, en otras las conductas descritas en estos mensajes no intentes cambiarlas sino más bien, utiliza lo que estás aprendiendo de ti mismo, de ti misma, para ser más compasivo, compasiva, para comprender mejor, para amar más. (MUS)

Toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus brazos y manos descansándolos sobre tus piernas, con tus palmas hacia arriba o hacia abajo o entre lazadas, tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento….y abriéndote en fe adulta a tu Señor y Dios deja que el Espíritu santo, marque a fuego en tus entrañas la convicción del amor incondicional del Señor es decir, deja que marque a fuego en tus entrañas, esa certeza, esa seguridad de saberte infinitamente amado por Él, que siempre pero siempre ha sido fiel y que nunca jamás te ha traicionado ni te traicionará jamás y dile no con palabras sino interiormente:

Señor….el mundo te necesita..y yo también te necesito, porque soy parte de esta humanidad. Todos necesitamos de ti …Si fuéramos conscientes de esto, todos vendríamos a ti, aquí en el corazón y nos daríamos cuenta por tu infinita misericordia, de que somos plenamente amados y dejaríamos de herirnos Oh Señor. Todos necesitamos de ti, también aquellos que no lo saben.

Necesita de ti el hambriento que piensa que debe buscar pan mientras tiene hambre de ti. Necesita de ti el sediento que busca agua mientras tiene sed de ti.

El enfermo se  ilusiona con la salud, cuando su verdadero mal ha sido olvidarte, perdiéndote en la ausencia de la no fe. Quien busca la belleza del mundo, sin darse cuenta, te busca a Ti que eres le Belleza Plena. El que en sus pensamientos busca la verdad, sin darse cuenta te desea a Ti que eres la única verdad digna de ser conocida –dirá Agustín de Hipona- y Señor, el que se esfuerza por conseguir la paz, está buscándote a Ti, única Paz en donde pueden descansar todos los corazones inquietos.

Señor, reconozco que te he buscado cuando he querido que los demás me trataran con dulzura, y me comprendieran, cuando he buscado incansablemente ser valorado, valorada, aceptado, aceptada, verdaderamente amado, amada, SE QUE TENGO NECESIDAD ABSOLUTA DE TI. Te necesito, porque se que sólo tú eres Dios, sólo tu me regalarás esa sabiduría para disfrutar de mi mismo, de mi misma porque me estoy dejando moldear de acuerdo a tus planes, a tu lógica es decir, a tu manera de pensar.

Hoy Señor me pongo como greda, como barro en tus manos. Hazme esa criatura hermosa que planeaste de mi. Se –por tu gracia- que soy un ser humano que tiene vida verdadera en su interior y esa vida eres Tú. Se que soy hermoso, hermosa no como me lo dice una sociedad consumista sino como me lo dice tu Amor que no engaña. Se que mi interior está provisto de grandes dones como la humildad, la obediencia al Amor, como la libertad que me hace libre y me desapega de lo que es egoísmo, para amar verdaderamente, como la dulzura y la compasión que me hacen ser un ser humano auténtico, que me hacen ser un ser humano lleno de luz ,de alegría divina y humana, que me hacen ser un ser humano lleno de amor divino y humano.

Gracias Señor por tanto don. Gracias por hacerme ver que mi interior está pacificado, unificado, feliz en la sencillez de la fe y que cuantas veces sea movido por las olas de la inconsciencia mía o de los demás, puede volver a casa, acá en mi corazón, en donde estás tú, siempre esperándome.

Gracias mi Dios y mi Todo. Gracias……Mi Dios y mi Todo……Mi Dios y mi Todo….Mi Dios y mi todo….. 

 

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