jueves, 8 de agosto de 2019

Acepta el reto de amar


ACEPTA EL RETO DE AMAR SIN CONDICIONES




Un solo instante de amor borra multitud de faltas del pasado, nos cura el corazón, nos transforma, nos hace más auténticos, nos hace vibrar y tener una mirada profunda de la vida, una alegría interior que surge a través de los tiempos de práctica haciendo que uno se sienta en paz, y nos llama hacia la sabiduría interior. No seamos como el que va al médico o al gimnasio o al restaurante: “Yo consumo” y a ver qué se me da a cambio. Mientras esté uno en esa dinámica, estará perdido dando vueltas a la noria. “Negociamos el amor”. A ver qué beneficios tengo…yo, yo, yo. ¡Amar es despertar! Orar, buscar la Palabra, hacer el bien, estar a solas y sentarse para orar practicar el amor. Orar y amar es despertar a la vida al estilo de Jesús. Nacer y morir, proceso en el cual has de abrirte sin negar la realidad, sin quedarte en la neurósis, contraponiéndolo con la vivencia, nacer y morir, momento en el que integras y miras desde la aceptación, desde la superación del ego, del yo. Somos amor y nos impedimos el amor incondicional. Hemos de cultivar un amor sin límites hacia todos los seres. Hacer parir lo que ya hay en uno: amor. Esta es la compasión al estilo de Jesús: “Lo que a mí me hagas, hazlo a todos los seres”. Amor no condicionado. Se es espiritual cuando se es profundamente compasivo, generoso, sin esperar que te amen, simplemente porque si. Si no estamos en ello, si hay barreras para que ese gran amante sea una realidad es decir amor, es que hay algo que está fallando en nuestro corazón. El olvido de uno mismo lleva al amor con toda la creación. A eso nos llama Jesús: a ser uno en el Amor.

Mi tarea será conocer, sentir y comprender el mundo, las emociones, a los demás, desde una perspectiva de fe adulta, al estilo de Jesús de Nazaret y no desde la pulsionalidad de lo primero que se me pone en frente. No negando, sino asumiendo, encausando, transformando, haciendo un vaciamiento, POBREZA ESPIRITUAL, DEPENDENCIA TOTAL EN Dios y puesta en práctica de todos los dones que ya tengo, vivencia interior y práctica. Cuando aprendemos a conducir, necesitamos controlar todos los movimientos de manos y pies. Cualquier paso está calculado y debe ser preciso. Más tarde cuando ya hemos incorporado la enseñanza, brota la espontaneidad de movimientos que precisamente convierten la conducción en una acción espontánea que tiende a ser pura maestría. Al caminar, solo caminar, al estar sentado sólo siéntate, al comer come y, sobre todo, no vaciles”. Mi tarea es pues, soltarme, liberarme de la atadura a las suposiciones y prejuicios que condicionan nuestra mente ordinaria. Observa la vida directamente con la plena espontaneidad original. ¿Cómo se puede vivir cada instante lo NUEVO si nuestra “gafa de ver y sentir” está inconscientemente condicionada por memorias y proyecciones? ¿Cómo es posible vivir la sorpresa que cada momento trae si no nos hemos previamente liberado de las memorias los conceptos encadenados a cada percepción? ¿cómo se puede experimentar el sí mismo con la frescura del “niño consciente” abierto al momento presente? El sí mismo no es lo mismo que el ego individual o la persona con la que habitualmente vivimos identificados creyendo que somos; la experiencia del ser en Dios es una experiencia profunda y total sobre todo en el silencio del corazón, amando incondicionalmente. En realidad, para que se produzca la liberación, el ego o persona que tiene nombre y que nace y que muere, se ve obligado a ceder espacio a una Conciencia de AMOR A TODO SER VIVO, que esté en comunión con la realidad de todas las cosas existentes. Despertar al amor. SER COMO Jesús que nada quiere, ni sabe ni tiene. ¿Qué le puede turbar? Ser seres individuales que no esté reprimidos para poder abrirnos a una comunidad mundial para acogerá bendecirla, comprenderla, amarla. ACEPTAR EL RETO DE AMAR.


“La vida es lo que está sucediendo ahora, cuando tú generalmente estás ocupado haciendo “otros planes”. La vida es como el agua, si quieres controlar su flujo y aferrarte a lo que te ha dolido te cansarás, pero si sueltas, entonces se llevará tu tristeza y quedará sólo paz interior, claridad”. Jesús nos enseñó a vivir en atención plena sólo al día de hoy, sólo a cada instante!! Sólo así se encuentra el camino y esta pedagogía divina es de lo más sencilla. Vivir atentos, despiertos es todo lo que hay que enseñar y aprender. Los prejuicios, el propio orgullo es la verdadera barrera que nos impide ser nadie y nada, lo único que nos impide reposar en Dios, vivir en el amor. Ser nadie y nada al estilo de Jesús nos hace libres, ligeros de equipaje, nos hace AMOR SIN CONDICIONES. Por ello haz de esforzarte a estar presente perseverando en “la noche” aunque sientas esto o lo otro, viviendo desde el corazón de Jesús, respirando desde el corazón de Jesús que totalmente siempre cambiará tu perspectiva. No abandones el sentarte tranquilamente en completa quietud, inhalando, exhalando, permitiéndote ser en Dios. Recuerda que la postura que tomes, ha de ser una postura despierta para cultivar la atención disciplinada pero al mismo tiempo relajada y serena. Será quedarte en fe adulta, perseverando en el amor que no piensa sino que ama. No digas “esto no es para mí” “es muy difícil”. ¡¡No huyas!! Sólo necesitas perseverar, y perseverar, y perseverar, y perseverar….Te repito que sentirás de todo pero tú consciencia y la fe adulta, ha de estar anclada al Amor Inmenso del Padre y de Jesús. Nada más. Mírate: Eres respiración, ¡vida!…..inspiras, exhalas….amas…y esto es algo que surge cuando te quedas quieto/a. Tampoco se trata de mantener la mente “en blanco” sino que se trata de que tu atención no de desvíe ni se disperse entre el montón de pensamientos, emociones, imaginaciones sino que se quede en el aquí, en el ahora y así, toda tu vida. Los pensamientos y sensaciones surgirán pero tú, persevera soltando, sin identificarte con ello como la montaña que se asienta firme en el suelo mientras las nubes y los pájaros pasan o se posan en ella. Eres esa montaña que anhela cada vez desaparecer para que sólo quede Él (Dios). Nunca dañes a nadie. Controla la furia mediante el amor. Sábete nada y nadie. Te basta su Gracia!!!


Todo lo que pienso, miro, hablo y hago, ha de ser en amor y por amor pues de otra forma todo me frustrará, me limitará, me hará portarme infantil, grosero, me hará mezquino/a, egoísta. El amor no se enoja nunca más: y no se enoja más porque comprende, y quien sabe de qué barro estamos hechos, quien conoce y comprende el cerebro, la falta o poca sabiduría desarrollada en sí y en otros….no puede enojarse más. ¡Sólo un necio, una necia seguiría haciéndolo!

Soltar, desprenderse, desligarse de la propia tontería y de la tontería ajena, pero sobre todo, de la propia, pues recordemos que no son los demás lo que “nos hacen la vida” sino nuestra manera de interpretarlos a ellos y a las circunstancias. No lo olvides: El amor perdona: todo!

 


La muerte es algo natural


La muerte es algo natural




No se trata de temer la muerte, sino de disfrutar la vida.
Aceptar la muerte para celebrar la vida. 







A pesar de que la muerte es una palabra que nos asusta y se ve como un tabú en la cultura occidental, necesitaremos comenzar a verla desde otra perspectiva si es que queremos procesar duelos sanos. Para quienes creemos en la otra vida, la muerte es un tránsito hacia “Otro lugar” así, con mayúscula, en donde viviremos en plenitud total. Si, para quienes creemos en Dios, morir será pasar a vivir en el abrazo eterno del Padre Celestial.



Pese a todo lo que las épocas y las culturas nos hayan dicho sobre la muerte, necesitamos querer comenzar a verla como algo natural.  La muerte es algo natural. Pero quizá algunos de nosotros todavía tenemos un profundo temor a la muerte por tener conceptos equivocados de ella. La vemos como algo oscuro, triste, doloroso, como algo que no podremos superar nunca. Habrá quien la vea como una acérrima enemiga que acecha por donde quiera. Incluso hay quienes llegan a decirle a las personas que “hay que aprender a vivir con el dolor”. Y decir esto, es total ignorancia, como hace muchos años que había una canción que dice: “Sufrir me tocó a mi en esta vida, llorar es mi destino hasta el morir. Si así lo quiere Dios, si así lo quiere Dios, yo tengo que sufrir”. Y lo más fuerte es que en pleno siglo XXI muchos y muchas siguen creyendo que esto ha de ser así y noooooooó!!!



En realidad, pensamos y hablamos así por ignorancia. Ignoramos, porque nos movemos en la superficialidad, vivimos en, por y para el egoísmo para la depredación, vivimos desde los mil y uno apegos. Pensamos que nos pertenecemos, y que nos pertenecen los demás. Pensamos que necesitamos tener el control de exactamente todo y por ello vivimos entre ansiedad y miedo descontrolado.



Cuando alguien muere, generalmente quien se queda siente el vacío de esa persona. Pero pensemos que muchas veces sucede que hacemos centro de nuestra vida todo lo que nos imaginamos que si no lo tuviésemos, no podríamos seguir viviendo más, y mucho menos podríamos ser realmente felices. Quizá porque la convivencia con aquella persona o ese ser que ya no está, no fue precisamente la más auténtica, la más verdadera, la más llena de amor incondicional y así, surgen los sentimientos de culpa, y los resentimientos. El resentimiento y el apego nos habla de que todavía seguimos siendo inmaduros, seres humanos depredadores, inflados de egoísmo, y que somos simplemente, infantiles.






Nuestra capacidad humana pensante, eso que llamamos “mente” es un abismo insondable de donde proviene el torrente tumultuoso de un sufrimiento multiforme: resentimientos del corazón, resistencias de la mente, rebeldías de la vida, guerras interiores, conflictos íntimos, memorias dolorosas y sin solucionar, recuerdos amargos, aspectos de personalidad no asumidos, heridas de la vida no cicatrizadas, clamores interiores, angustias y una gran pero gran pero grandísima ignorancia. Olvidamos la capacidad que tenemos de ser conscientes, sabios, humildes ante lo que no podemos cambiar. Y todo esto, no son saetas que nos disparan desde fuera, sino que nos vienen desde muy adentro. El mal pues, no es la muerte, sino mis propias, tus propias resistencias interiores.

           

El concepto de muerte que tenemos sobre todo los occidentales es pensar en la muerte como la mayor desgracia. Olvidamos o ignoramos que desde que existe vida en este mundo, siempre se ha cumplido una ley que jamás ha fallado: lo que comienza, acaba. Un antílope, una golondrina no mueren, se acaban, desaparecen y lo hacen, sin hacer ni vivir ningún drama. Cuando a un tigre le llega la hora de morir, se deja conducir por la muerte como un manso corderito; no resiste, no agoniza, no muere, simplemente desaparece. Por muy feroz que sea el tigre, se acaba como una golondrina, se apaga como una vela. Y así todos los animales del reino animal, incluyéndonos.



El único ser viviente que resiste el hecho de tener que acabar es el hombre. Inventa una palabra tétrica, la palabra “muerte”, la reviste de color negro, y la mitad de la vida se la pasa temblando, aterrorizado del hecho de tener que acabar.



Cuanto más resiste el ser humano a la muerte, tanto más terrible y poderosa en su mente será esa realidad. Y tanto la resiste que la convierte en la enemiga absoluta. Y todo por obra de la propia mente humana.






Es el mismo ser humano quien engendra un sin número de megalomanías, afanes narcisistas, sueños protagónicos,  desmedidas codicias y ambiciones, ansias de querer ser más que los demás. Total, una montaña de sueños imposibles que acabarán por inundar el corazón de envidias, rivalidades, antagonismos, apegos.



En otros casos, el ser humano, por su actividad mental movida en gran parte por la ignorancia, (aunque tenga todos los títulos Universitarios y las mejores calificaciones y premios) revive fragmentos de una historia pasada y doliente que, al hacerla presente, origina sentimientos de autocompasión o de culpabilidad, saturando su interior de brasas ardiendo. Y así, la paz en el corazón quedó ahogada por la negatividad, por los pensamientos obsesivos y faltos de sabiduría.



Probablemente lo más temible de la mente humana es la obsesión, mar sin fondo de la ansiedad. La obsesión y la angustia están de tal manera tan unidas, como un círculo de causa y efecto, donde casi nunca sabemos dónde está una y dónde está la otra. Es así que la conciencia experimenta la sensación desabrida de no poder ser señora de sí misma; al contrario: se siente interiormente vigilada y dominada por un alguien extraño, es decir la ansiedad y la angustia, con lo que la libertad queda gravemente herida, y el efecto instantáneo es la angustia. Y todo por no querer comenzar a pensar sabiamente. Todo por aferrarse a sufrir para auto flagelarse, auto castigarse, sumergiéndose en un masoquismo incontrolado. Y muchas veces la razón será no querer cambiar, preferir el falso “confort” del no hacer nada para ser libre.



La vida moderna, llena de agitación, conduce tarde o temprano a las personas a la fatiga mental. Y la muerte a todos nos llega de improviso, aunque ya sabíamos que….o porque no sabíamos que…..y así, en medio del frenesí externo y perdidos en la superficialidad interior, viene la fatiga. Esta fatiga se traduce en debilidad mental, la cual, a su vez, deriva de una incapacidad de ser dueño y señor de su actividad mental, en cuyo caso los recuerdos y presentimientos, por lo general desagradables, se instalan en la conciencia sin motivo ni razón, apoderándose fácil y completamente de toda la capacidad pensante ubicada en nuestro neocortex y lóbulo prefrontal. He aquí, el fenómeno de la obsesión.






Y siendo la obsesión más fuerte que la razón, ésta acaba siendo derrotada por aquélla. Y así, la conciencia, viéndose dominada e incapaz de expulsar al intruso, rápidamente se torna en una presa fácil de la angustia, la cual a su vez, produce mayor fatiga y debilidad; y cuanto mayor es la debilidad mental, más fuerte es la obsesión y más intensa la angustia. Y así, imposible procesar un duelo sano. Así, ¡imposible vivir!!



Este es el círculo vicioso que mantiene a tantas personas en un estado de agonía mental. No nos cansaremos de repetir que la mente humana es la fuente de toda bendición y auto realización y de toda destrucción e inmadurez, y que en nuestras manos está la vida y la muerte. Decidirnos por la necedad o la sabiduría.  Acordémonos que no es lo que nos sucede lo que nos daña, o lo que nos deprime, lo que nos hace tirarnos a morir, sino lo que nos decimos acerca de lo que nos sucede. (Epicteto filósofo del siglo I) Además Epicteto nos da un concepto de felicidad maravilloso, simple: La felicidad consiste en ser libre de apegos; la felicidad es mantenerse en actitud sabia, humilde ante los hechos de la vida que no podemos cambiar.



Será ser sabios pues, pensar que lo que duele a la hora de que otro u otros se nos adelantan, es el apego, es la costumbre, es la forma de vida que teníamos y ahora necesariamente habrá un cambio. No olvidemos que todo cambia. La naturaleza va cambiando….Sólo Dios permanece y permanecerá por siempre. Si realmente deseamos ser, y ser maduros en el amor, hemos de permitirnos soltar, dejar vivir su nuevo camino espiritual, a quienes dejan de existir de manera física, esa forma de ser que también somos nosotros en el amor hoy aquí y ahora. Y, será en el amor verdadero en donde nadie podrá separarnos, y desde donde realmente podemos y podremos ser libres y siempre solidarios.



Es obvio que nuestra vida, necesitará reajustes y entre mejor lo asumamos, lo aceptemos y comencemos a ser creativos, mejor. Lo que más nos ayudará a superar cualquier cosa en la vida, será ayudar a los seres vivos que lo necesitan, comprometernos con la vida.



Una persona madura, ecuánime, vive 24 horas al día consciente de que la muerte puede presentarse en cualquier momento. Pero esto no lo vive con miedo, sino por la consciencia que tiene de que necesita aprovechar al máximo su propia persona y a todos los seres vivos que tenga a un lado y se vayan presentando en su camino para amarles y servirles.






Hablar de muerte desde la sabiduría, será hablar de vida. Hablar de muerte es cuestionarnos a nosotros mismos qué pensamientos de vida generamos cada día. Un ser humano genera 60,000 pensamientos al día. ¿Cuáles son por ejemplo los de la mayoría? Porque lo que nosotros resistimos mentalmente, lo transformamos en enemigo.  Es decir, seguimos mirando a la muerte como un desastre, como algo “terrible”, pero ¿Acaso la muerte será en verdad un desastre, o algo tan terrible? De ninguna manera. La muerte sea de la manera que vaya a ser, es algo natural.



El miedo a la muerte se debe al miedo a la vida. Un ser humano que vive plenamente está preparado para morir en cualquier momento. No importa cómo muere un hombre, sino cómo vive. El acto de morir no es importante, dura tan poco tiempo. La muerte nos sonríe a todos, y todo lo que podemos hacer sabiamente, es devolverle la sonrisa. Marco Aurelio dijo: La muerte debe ser tan hermosa. Para yacer en la suave tierra marrón, con la hierba ondeando sobre la cabeza, y escuchar el silencio. No tener ayer ni mañana. Para olvidar el tiempo, para perdonar la vida, para estar en paz. Oscar Wilde dijo: Nacer es comenzar a morir. Teófilo Gautier expresó: Para la mente bien organizada, la muerte no es más que la próxima gran aventura. He meditado a menudo sobre la muerte y encuentro que es el menor de todos los males. Francis Bacon dice: Quién enseña al hombre a morir, le enseña a vivir. Montaigne: Las despedidas son solo para aquellos que aman con sus ojos. Porque para aquellos que aman con el corazón y el alma no existe la separación. Vive como si fueras a morir mañana. Aprende como si fueras a vivir para siempre. Mahatma Gandhi dijo: La muerte solo será triste para los que no hayan pensado en ella. Fenelon: La muerte es un despojo de todo lo que no eres tú. El secreto de la vida es “morir antes de morir” y descubrir que no hay muerte. Eckhart Tolle: Feliz el que ha muerto antes de desear la muerte. La muerte no está extinguiendo la luz; solo está apagando la lámpara porque ha llegado el amanecer. Rabindranath Tagore: La muerte no es más que un cambio de misión. León Tolstói: La llamada a la muerte es un llamado de amor. La muerte es simplemente un desprendimiento del cuerpo físico, como la mariposa que sale de un capullo… Es como quitarse el abrigo de invierno cuando llega la primavera. Una vez que aceptas tu propia muerte, de repente eres libre de vivir. Ya no te importa tu reputación. Ya no te importa, salvo que tu vida se pueda usar para promover una causa en la que creas. La muerte puede ser dulce si le respondemos afirmativamente, si la aceptamos como una de las grandes formas eternas de vida y transformación. Hermann Hesse: La muerte nunca toma al sabio por sorpresa, él siempre está listo para irse. Jean de La Fontaine: Mientras pensaba que estaba aprendiendo a vivir, he estado aprendiendo cómo morir. Leonardo da Vinci: No le temas tanto a la muerte, sino a la vida inadecuada. Bertolt Brecht: Cada día la naturaleza muestra como todo nace, crece y acaba. La mayoría de las personas nos enfrentamos a la muerte a cada instante. Pero no nos identificamos con ese hecho tan natural. Queremos ser seres sobrenaturales. Vivir una eternidad, transcender en el tiempo. En nuestra sociedad se nos educa para vivir de espaldas a la muerte. Pero la muerte forma parte de la vida y dependiendo de cómo la gestionemos, puede ayudarnos a ser más felices y a disfrutar más de la vida. La muerte forma parte de la vida y, si se nos educara para mirar a la muerte de frente, no solo dejaríamos de temerla tanto sino que, igual que se hace en otras culturas, podríamos utilizarla para crecer espiritualmente y aprender a disfrutar la vida como lo que es, un regalo maravilloso y que dura muy, pero muy poco.



¿Qué hay que hacer para alcanzar esa conciencia?






Lo primero será sanar el ego e ir tomando las cosas con la respectiva normalidad. Necesitamos comprender que lo único seguro en la vida es que todos vamos a morir. Lo ideal sería que desde pequeñitos, nos educaran en sabiduría. Eso iría diluyendo el temor a la muerte y podríamos verla como algo natural.



¿Y quién es el encargado de esa formación?



Primero la familia y luego la sociedad en donde uno se desarrolla. Si nos educáramos más en el plano natural, en lugar de los prejuicios mentales, la muerte dejaría de ser un tabú. Cuando una persona deja de existir produce tristeza por el dolor que deja su ausencia. Obviamente se produce un estado de tristeza. Pero si culturalmente entendiéramos que la muerte no existe, sino que es un cambio en el estado de la materia, no nos causaría tanto dolor. Queramos o no, tarde o temprano nos vemos obligados a mirarla de frente cuando algún ser querido muere. En esta sociedad, al dolor de la pérdida hay que añadirle el desconocimiento y el desconcierto que produce la falta de familiaridad con emociones tan intensas, por no hablar de nuestra ridícula insistencia en superarlo lo antes posible. Todo proceso para sanar, para crecer, es doloroso y lleva su tiempo. ¿Cuánto tiempo? El tiempo que sea necesario y varía dependiendo de si esta persona lleva un proceso de sabiduría interior o de si ha vivido toda su vida entre lo que la sociedad ha dictado o han dictado sus experiencias dolorosas.



¿No sería mucho más saludable familiarizarnos con la muerte antes de que nos tome por sorpresa? ¿No sería interesante y sabio estar más preparados? ¿No sería más saludable aceptar el dolor y la tristeza (que forman parte de la vida) en lugar de hacer como que no existen? Seguro que si tuviéramos menos miedo a la muerte, el dolor y la pena durarían menos y la usaríamos para convertirnos en personas más fuertes y más preparadas para gozar de la vida.






Creemos que las cosas van a durar para siempre, pero la vida es tan efímera como cualquier otra cosa. En nuestra sociedad del supuesto bienestar, necesitamos (literalmente) toda clase de productos que nos faciliten la vida, seguros de todas las clases (qué eficientes son los publicistas que consiguen hacernos creer que necesitamos seguros de vida…), creemos que el éxito consiste en tener, y vivimos teniendo mucho y creyendo que tenemos el derecho a conservar perennemente todo cuanto conseguimos: afectos, bienes materiales, que sean para siempre. Y cuando dejamos de tenerlo no lo aceptamos, y cuando alguien muere, nos aferramos enfermizamente al apego y sólo al apego.



¿No es un poco infantil vivir de espaldas a la muerte? ¿Asegurar la vida? Por supuesto, no se trata de deprimirse con constantes pensamientos horribles sobre la muerte, sino de mirarla desde otra perspectiva más amable, más amorosa, más madura. De hecho, cuando muera algún ser amado, habremos por comenzar a tratarnos a nosotros mismos con infinita ternura, cariño, cuidado.



¿Cuál es lado amoroso de la muerte? Saber que cada día es un regalo. Y la muerte nos recuerda que la vida es un regalo maravilloso. Si en lugar de quejarnos tanto, nos diésemos cuenta de que despertar cada día es una bendición; si entendiéramos con humildad que cada día que vivimos nos viene de más y que eso no significa que el mundo y las cosas deban ser como queremos que sean; si observáramos a la muerte (que forma parte de la vida) como una gran aliada que nos enseña y recuerda constantemente que no somos imprescindibles y que vamos a morir queramos o no, podríamos de verdad VIVIR así, con mayúsculas, experimentar el milagro de estar aquí cada momento, aceptar y celebrar con alegría cualquier experiencia que nos espere a la vuelta de la esquina.



Así, en lugar de sufrir sacando doscientas carreras y un máster; en lugar de perder el tiempo intentando triunfar; en lugar de preocuparnos y manipular el futuro de nuestros hijos, o de los demás, en lugar de tirar la vida en el enojo constante por todo,  simplemente nos dedicaríamos a experimentar la vida con honestidad, a vivir amorosamente, a hacer lo que nos pide el corazón siendo solidarios con todo ser que respira, a disfrutar con nuestros verdaderos anhelos, sin miedo ni culpas, dejando a los demás que también lo hagan.



La muerte y el ego.



Liberarse del ego y la arrogancia y ponerse en manos de la vida y para quienes tenemos fe, ponerse en las Manos Amorosas del Padre Dios,  supone una liberación inmensa.  No podemos evitar nuestra muerte ni la de las personas a las que queremos. Tenemos derecho a ponernos tristes sí, a tardar en superarlo, a sentir el dolor y luego, como todo, a dejarlo marchar y aprender con la experiencia. Y recordar que, tanto nuestra propia vida, como la de los demás, no nos pertenece. Nadie es nuestro. Ni nosotros mismos nos pertenecemos. Nuestras posesiones y nuestro cuerpo no nos pertenecen. Disfrutémoslo mientras lo tengamos y liberémonos de la carga que supone pretender que todo sea perfecto. Nuestra vida en la tierra es finita, y por eso precisamente, es extraordinaria y perfecta, aunque a veces no nos lo parezca. Estamos de paso.






Liberarse del ego supone ponerse en manos de la existencia, en las Manos de Dios, como dejarse abrazar por una madre, rendirse a algo que está muy encima de nosotros, y confiar en que, si las cosas son como son, será por algo, y para nuestro bien, aunque no lleguemos a comprenderlo de momento. “Lo que yo hago ahora, lo comprenderás después” –dice Jesús- Y el salmista abandonándose en el Amor del Padre dice: “Señor mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre. Por eso espero en el Señor ahora y por siempre. Y en esta entrega confiada, amorosa, surge silencio en la mente, y paz en el corazón.



El proceso del duelo sano, es decir las cinco etapas naturales por las que un ser humano pasa cuando alguien muere, muchas veces se dan conjuntas o simultáneas en algunas personas, sobre todo en aquellas más abiertas en la fe adulta, más sencillas interiormente sin tanta complicación de pensamientos derrotistas, negativos y que han trabajado sus heridas y aceptan con paz las leyes naturales de la vida.



En cambio, la mayoría de las personas el proceso va lento y en otras se complica hasta convertirse en algo patológico sobre todo cuando se ha vivido en gran inconsciencia y nunca ha habido algún proceso de sanar la historia doliente personal, y por ello hemos de tener infinita paciencia y no criticar, no enjuiciar, no etiquetar a nadie. Estas etapas son: la negación, la ira, la negociación, la tristeza que si no se acepta el hecho doloroso, puede llevar al negro pozo de una depresión reactiva crónica generada por los propios pensamientos e interpretación personal del suceso que no acepta y que generará cambios químicos en su cerebro como la baja de dopamina por ejemplo, y finalmente si se procesa adecuadamente el dolor, se llegará a la aceptación. 



El dolor del duelo en un proceso sano, va disminuyendo con el paso de las semanas, pero si la depresión persiste, significa que el hecho no se acepta, que la persona se resiste y por lo tanto, no se ha resuelto.



Nos damos cuenta de que un duelo está sin fluir, sin asumir, cuando la persona en pérdida, no puede volver a sus actividades diarias dentro de un margen de tiempo amplio y se siente incapaz de volver a su vida cotidiana. Dice: No puedo vivir sin él, sin ella, sin mi mascota etc,. Vestirse con ropa juvenil, alegre, de colores, bañarse, arreglarse, aceptar el apoyo de amigos o familiares, sonreír, se le hace imposible, quizá en el fondo porque, piensa que traicionará al ser amado ausente. Otros síntomas de no aceptación será la excesiva ansiedad y comportamiento de huida, retraimiento, enojo excesivo, la falta de apetito, la falta de sueño.



Este proceso de duelo, se da también en otro tipo de pérdidas como la pérdida de trabajo, en una catástrofe natural, en guerras, conflictos sociales, boulling, en rupturas sentimentales, amputación de alguna parte del cuerpo o pérdida de salud, llegar a cierta edad en la que ya no puedes hacer lo que hacías antes por tus huesos gastados, la soledad porque no tienes a alguien más, quizá terminar en algún asilo etc,.



En la mayoría de nuestra sociedad mundial, nuestra relación con la muerte está siempre en fase de negación: se oculta, no se habla del tema, nos incomoda, preferimos no pensar en ello. Sin embargo ¡Qué importante es ser conscientes de nuestra propia muerte! Aceptarla, verla natural, vivirla sin angustia: porque no se trata de temer a la muerte, sino de disfrutar de la vida. Es lógico no querer morir antes de tiempo, el miedo al dolor o a la enfermedad, pero necesitamos aceptar con sabiduría y paz, que algún día moriremos y ser conscientes de ello, verlo como natural, y que esto nos sirva para apreciar más la vida siendo honestos, auténticos, siempre solidarios, llenos de amor.



Para casi finalizar te decimos que mucha gente pierde el tiempo o lo malgasta como si tuviese tiempo infinito, para siempre. Vamos dejando para “mañana”  pedir perdón, cambiar interiormente, servir a esta humanidad, como si fuéramos a vivir para siempre, no cuidamos de nuestra salud, ni cuidamos a las personas, dejamos a nuestras emociones que vayan de arriba abajo, hasta que nos arrepentimos de no haberlo hecho antes cuando ya no queda tiempo, o nos acordamos cuando algo que nos duele mucho, sucede. Recordemos pues y no olvidemos que de la aceptación de nuestra propia muerte y la de los demás nos ayudará a vivir en consciencia es decir, a priorizar lo importante y darle peso a lo que realmente vale la pena, a disfrutar de la vida y del tiempo con la gente a la que queremos sirviendo a todo ser vivo que podamos.



Quedémonos pues con esta frase de Epicteto del siglo I: Deja que la muerte te realice. Dedícate a aprender a morir, y vivirás realmente. 







Terapia visual de pensamientos sabios 2