lunes, 9 de enero de 2023

Herida de la injusticia


 

HERIDA DE LA INJUSTICIA

 

Comenzamos la herida de la injusticia diciendo que la injusticia es la actitud de una persona o de algo que carece de justicia, pero ¿qué entendemos por justicia?, podemos definirla como el reconocimiento y el respeto de los derechos de cada ser humano. Al hablar de justicia, estamos hablando de rectitud, equidad, imparcialidad e integridad. Ahora sí, podemos decir que la persona que sufre de injusticia es aquella que no se siente amada o respetada en su justo valor o que cree no recibir “lo que merece como parte de ese derecho” como ser humano.

Esta persona con la máscara de rígida, creerá que sufre injusticia también,  cuando recibe más de lo que “cree merecer”. En consecuencia, la herida de injusticia puede ser causada –por ejemplo- al pensar que tenemos más cosas materiales que otros, o por el contrario, que no hemos recibido lo suficiente. Esta herida despierta en el momento en que se desarrolla la individualidad del niño, es decir, entre los 3 y los 5 años de edad, cuando el pequeño toma conciencia de que es un ser individual, completamente aparte con sus diferencias. Al niño le parece injusto por ejemplo, no poder integrar bien su individualidad y no poder expresarse y ser él mismo.

Esta herida la vive sobre todo con su progenitor del mismo sexo. Sufre la frialdad de este progenitor; en otras palabras, padece la incapacidad de sentir y expresarse. Con esto no estamos diciendo que todos los padres de familia que han sufrido de injusticia son fríos no, sino que así los percibe el niño, el cual también sufre del autoritarismo de dicho padre o madre, de sus críticas frecuentes, su severidad, su intolerancia o su inconformismo.

En la mayor parte de los casos, este progenitor, sufre la misma herida de injusticia, la cual, tal vez no experimente de la misma forma o en las mismas circunstancias que su hijo, pero existe y el niño la percibe. Algunas personas rígidas, nos han contado que durante la adolescencia, todo marchaba bien con su progenitor del mismo sexo y que incluso tenían una relación de amistad con él, sin embargo, era una relación superficial en la que ni el padre ni el hijo hablaban de lo que realmente sentían.  La reacción ante la injusticia consiste en poner un muro ante lo que se siente con la idea de protegerse es decir, es algo como decir interiormente: “vas a saber de mi, lo que sabes de mi por televisión” es decir, de mi, no volverás a saber nada.

La máscara que crea el niño para protegerse en este caso es la rigidez. Más, aún cuando la persona corte de tajo con sus sentimientos, esto no significa que no sienta nada, por el contrario, las personas rígidas, son muy sensibles, pero desarrollan la capacidad de no sentir esa sensibilidad y de no mostrarla a los demás. Se engañan creyendo que nada debe tocarlos, es por ello que parecen frías e insensibles.

De los cinco tipos de caracteres, los rígidos son los más propensos a cruzarse de brazos para bloquear la región del plexo solar, con el objeto de no sentir.

La persona con la máscara de la rigidez, procura la justicia y la exactitud a toda costa. Como llega a ser perfeccionista intentará ser siempre justo. Piensa que si lo que dice o hace es perfecto, será por consecuencia justo y por tanto, aceptado. Le resulta muy difícil comprender que al actuar “perfectamente” de acuerdo a su propio criterio, puede resultar al mismo tiempo, injusto. Quien sufre de injusticia es más propenso a sentir envidia de quienes tienen más y de quienes, según él no lo merecen, por ejemplo si esa persona es de una edad mediana y escucha que otra estudió esto y esto otro, la herida de injusticia sangrará por todas las partes de su ser y no saldrá jamás de su boca ninguna palabra sincera hacia la otra persona o dirá seca y fríamente: “Qué bueno que tu pudiste hacerlo.  Siempre lo quise, pero yo nunca tuve la oportunidad”.

Es posible que esté convencido de que los demás lo envidian porque él tiene más. Los celos –que son diferentes de la envidia- son muy comunes en el dependiente  que ha recibido la herida del abandono o en el controlador que ha recibido la herida de la traición. El dependiente siente celos porque teme ser abandonado, mientras que el controlador los siente por temor a ser traicionado.

La máscara de rigidez se caracteriza por un cuerpo erecto, rígido; da la impresión que casi no tuviera movimiento y lo más perfecto posible. El cuerpo está bien proporcionado con los hombros derechos y de la misma amplitud que la cadera. El rígido también puede engordar pero su cuerpo continuará estando bien proporcionado. El rígido es quien más temor tiene a subir de peso y hará todo lo posible para no engordar aunque esté de por medio su salud como es el caso de quienes se obstinan por bajar de peso con productos que contienen fenilananina o aspartame a pesar de lo que esto pueda causar a su salud.

El rígido es el que no acepta tener el vientre abultado y cuando está de pie, tiende a sumirlo. La mujer rígida acepta –no obstante- que es natural que una mujer tenga vientre, pues “el cuerpo de la mujer debe tener curvas”, de lo contrario lo considerará no femenino.  Les gusta ponerse ropa ajustada. Inconscientemente les gusta ponerse cintos en la región de la cintura es decir en la región del plexo solar –región de las emociones, porque sentirá menos. Estas personas están llenas de vida y sus movimientos son dinámicos sin embargo, son rígidos sin gran flexibilidad y sin ser abiertos, como si tuvieran dificultades para despegar sus brazos del cuerpo.

De hecho, a una persona rígida, le es imposible concebir  -por ejemplo- que no haya reglas o mandatos, para dirigir la vida, es como un código de reglas viviente en el que la obcecación ante la apertura se hace siempre presente. Su mirada es brillante y viva. La quijada tensa y el cuello tieso, erguido orgullosamente como queriendo disfrazar la herida de la injusticia.

Desde pequeño, el rígido echa de ver que se le aprecia más por lo que hace que por lo que es,  porque creció en un ambiente en el que uno de los progenitores traía o trae todavía metida hasta los huesos, la ley de la retribución: “Te portas bien, te premio; te portas mal, te castigo”. Dicen a los pequeños: “Ya ves?, te caíste porque Diosito te castigó”. Si no te portas bien, te va a llevar el diablo. Si haces tantas obras buenas, Diosito te va a premiar”. “Tienes que ganarte esta muñeca: si te sacas 10 te la compro” etc.,  y aunque esto no sea verdad, porque no conoce lo que es el amor verdadero, está convencido de lo que le dicen. Por eso le gusta ser la estrella y comienza a arreglárselas por sí mismo rápidamente.  Hace todo por evitar tener problemas y aún cuando está en un lío, prefiere decir que no lo está para evitar el sufrimiento que esto le provoca, o si de pequeño cae, no se queja ni dice nada simplemente se levanta y dice que no pasó nada.

Es muy optimista por lo general demasiado optimista aparentemente. Cree que al decir frecuentemente: “No hay problema”, las situaciones problemáticas se solucionarán de inmediato sin darse cuenta de que se le están tatuando en su subconsciente. Además, hace lo posible por solucionarlas por sí misma. No pide ayuda más que como último recurso. Cuando se enfrenta a decepciones o a sucesos imprevistos, continúa diciendo “No hay problema”. Logra ocultar tan bien lo que siente que da a los demás la apariencia de ser imperturbable. Al igual que el controlador, el rígido con frecuencia tiene problemas de falta de tiempo, pero por motivos distintos. Al rígido le falta tiempo por pretender que todo sea perfecto, mientras que en el caso del controlador, esta falta viene de que está demasiado ocupado entrometiéndose en los asuntos de los demás. Al rígido tampoco le gusta retrasarse, pero lo hará porque le toma mucho tiempo prepararse.

Cuando el rígido está convencido de tener razón ante la autoridad o ante alguien que se cree autoridad en la materia, se justificará hasta que se le dé la razón. Aborrece a la autoridad, pues aprendió de pequeño que dicha autoridad siempre tenía la razón. Cuando los demás parecen dudar de él y le hacen muchas preguntas acerca de una situación, lo percibirá como un interrogatorio, incluso como algo personal en contra de ella terminando con una frase como. Yo nada más digo que….

Desea adquirir habilidades para ser perfecto lo más pronto posible. Si no es perfecto, deberá controlarse para no caer en el defecto que acaba de descubrir. No se da cuenta nuevamente que es injusto consigo mismo ya que se exige demasiado. Le gustaría solucionar todo en el momento. No se toma tiempo para sentirse bien, para descansar,  para darse el derecho a ser humano.

La persona que lleva la máscara de rígido, tiene la tendencia a enrojecer fácilmente, cuando relata algo que juzga incorrecto, por ejemplo cuando habla de su dificultad para perdonar a alguien que la dañó o cuando habla mal de alguien que no tolera y cuya actitud juzga como injusta.

Esto indica que esta persona se avergüenza de sí misma, de lo que hace o no hace, sin embargo ignora que éste es el motivo por el cual enrojece y en ocasiones ni si quiera se da cuenta que lo hace. Al igual que los huidizos heridos de rechazo, estas personas son las que tienen más problemas de la piel. / Este temor a equivocarse, hace que la persona rígida se ponga frecuentemente en situaciones en las que debe tomar decisiones. Por ejemplo, la persona debe tomar una decisión porque quiere comprar algo, pero no tiene mucho dinero. Se pregunta si debe permitirse comprarlo.

Por eso debe decidir si comprarlo o no. Con frecuencia pasa que la persona rígida, siente alegría al tomar una decisión determinada, aunque más adelante se lamentará por no haber tomado otra. Por ejemplo, un señor que eligió disfrutar de unas buenas vacaciones. Más adelante, se dijo que debió haber decidido utilizar ese dinero para hacer arreglos en su casa. A causa de su temor a tomar la decisión incorrecta, el rígido por lo general, duda de sí mismo después de haber tomado la determinación preguntándose constantemente si sus elecciones son las mejores para sí mismo o las más justas.

Tu que escuchas, si quieres que algo se divida equitativamente entre varias personas, como un pastel, una botella de vino, la propina en el restaurante, etc puedes tener la certeza de que la persona rígida es quien mejor realizará esta tarea. También cuando llega el momento de pagar la cuenta, el controlador se hace cargo de la situación y pregunta: “¿Creen que debemos dividirla en partes iguales? Pues sería mucho más rápido y menos complicado”. Se expresa con tal fuerza y control que todos los demás aceptan cortésmente. Calcula rápidamente y divide el total entre el número de personas para anunciar el total que cada uno debe pagar.

En ese momento reaccionan los rígidos quienes no están de acuerdo, porque dicen que es injusto que alguien deba pagar más de lo que comió y de quien ordenó los platillos más costosos y que estos últimos aprovechan de la situación. En esta circunstancia es preferible la mayor parte de las veces, hacer un nuevo cálculo.

Las personas rígidas, son muy exigentes consigo mismas en una gran parte de las diferentes circunstancias de su vida. Tienen una capacidad enorme para controlarse a sí mismas, así como para imponerse tareas. Si el controlador gusta de controlar todo lo que sucede a su alrededor, el rígido busca a tal grado la perfección que tiende incluso a controlarse a sí mismo. Actúa y se exige tanto que los demás también le exigen mucho. Una vez escuchamos a una mujer exclamar ante otras: “Dejen de considerarme la mujer biónica que todo lo puede”. Los demás existen par hacerlas reflexionar qué tanto se exigen a sí mismas.

Un joven adulto, nos platicó un día que su padre le repetía sin cesar: “No tienes ningún derecho, sólo obligaciones”. Esta frase permaneció anclada en él desde corta edad y admitía que le era muy difícil desprenderse de ella. Nunca se permite detenerse, divertirse ni descansar. Se cree obligado a estar siempre haciendo algo. De esta forma cumple con su deber. Como siempre, tiene algo que hacer en su vida cotidiana, significa que el rígido rara vez se relaja sin sentirse culpable. Se justifica cuando reposa o se divierte diciendo por ejemplo que lo tiene bien merecido por todo lo que hace. El rígido además se siente muy culpable si no hace nada mientras alguien más trabaja. Esto les parece injusto. Es por eso que su cuerpo, sobre todo sus piernas y brazos, se encuentran tensos, incluso cuando están en posición de reposo. Debe esforzarse realmente para eliminar la tensión de sus piernas y dejar que estas se relajen.

El rígido no sólo tiene dificultades para respetar sus límites, sino sobre todo para conocerlos.  Como no se toma el tiempo para sentir si lo que hizo responde o no a una necesidad, lo hace en exceso y únicamente se detiene cuando revienta, además, le resulta difícil pedir ayuda y prefiere hacer todo solo para que el resultado sea perfecto, por este motivo, el rígido es el más propenso a sufrir agotamiento profesional.

La persona herida por injusticia y que lleva la máscara de rígido, considera que la mayor injusticia es consigo mismo. Se acusa de inmediato cuando por ejemplo, compra algo que no cree necesitar realmente, especialmente si en ese momento priva a quienes ama de algo necesario. Para poder permitírselo, debe justificar la compra para sí mismo, diciendo que la merece.

¿Sabes? Se necesita superar y sanar la culpabilidad por medio del proceso de aceptación, pero déjanos decirte que la aceptación no se logra realmente sólo con hablarnos mentalmente e intentar convencernos de que merecemos algo, pues en este caso faltaría la capacidad de vivir realmente ese sentir que sí lo merecemos.

Desgraciadamente tenemos metida hasta los tuétanos, la ley de la retribución como dijimos antes: tanto me das, tanto te doy, que eso nos ha hecho creer que somos o no somos merecedores. Aquí no se trata tanto de merecer o no merecer. Simplemente se trata de hacer caso de la conciencia iluminada por el amor incondicional del Señor Dios, se trata de hacer caso a esa sabiduría es decir hacer caso de vivir la vida con sabor, eso significa sabiduría. Comprarte algo que te hace sentirte bien, no tiene por qué causarte culpabilidad ni ver un buen programa de televisión, o leer un buen libro o tener una charla en la que dos interioridades encuentran eco, y menos te tendrás que sentir culpable cuando estás ante el Señor en su Palabra.

Muchas de las personas rígidas, por ejemplo, en época de vacaciones, prefieren que sus conocidos sepan que fueron a tal y tal curso que deseaban tomar a que supieran que fueron de vacaciones. Si tienen que salir fuera, escogen el hotel menos costoso. Cuando la persona rígida intenta ocultar lo que hace o lo que compra, no sólo se siente culpable sino también avergonzado.

Al rígido, le gusta que sus conocidos estén al corriente de  todo lo que hace y lo que debe hacer. El controlador actúa de la misma manera pero no por la misma razón ya que él desea mostrar que es responsable, mientras que el rígido lo hace para mostrar que merece una recompensa, a fin de no considerarse culpable si se paga lujos o unas vacaciones. Como ves, el concepto de “mérito” para el rígido es muy importante. Le desagrada que le digan que es afortunado, ya que para él, ser afortunado no es justo.  Responderá: “Trabajé mucho para lograrlo”

Cuando una persona rígida recibe un regalo, esto lo hace sentirse endeudado y más que dar a la otra persona algo del mismo valor para ser justo, prefiere no recibir nada e incluso rechazar lo que se le da. Cuando alguien le ofrece pagarle la comida por ejemplo, prefiere rehusarse, es decir rechazar la invitación, antes que tener que recordar que la siguiente vez le tocará a ella pagar. Si acepta lo hará prometiéndose restituir algo parecido.

Hay personas que se sienten heridas por injusticia cuando siendo la hija primera –por ejemplo- les pareció injusto tener que ayudar a su madre, ocuparse de sus hermanos y sobre todo tener que ser un ejemplo para ellos. Otras personas fueron la segunda o sexta de las hijas por lo que rara vez tenían vestidos nuevos y estaban obligadas a usar la ropa de la mayor además de que ésta las manipulaba.

Hay personas que han sentido injusto haberse hecho cargo de su madre anciana y no haberse casado nunca. Hemos dicho que la persona rígida, tiene una gran capacidad de controlarse, por eso una persona rígida no puede comprender por ejemplo al masoquista herido por humillación porque no pueda seguir una dieta y no lo acepta. Puede ser el caso de un padre rígido y una hija masoquista. La motivación del rígido al crearse obligaciones es alcanzar la perfección en sí mismo, de acuerdo con su ideal de perfección.

En cambio, la persona no rígida, se acusará de no tener voluntad, pero es importante distinguir entre tener voluntad y controlarse. La persona que se controla es la que se impone algo sin que esto responda obligatoriamente a una necesidad. Detrás del control se oculta necesariamente un temor. La persona que tiene voluntad sabe lo que desea y está decidida a obtenerlo. Lo hace sin miedo.  Logra sus fines estructurándose, sin perder de vista en ningún momento su objetivo en relación con sus necesidades y límites. Cuando algún suceso se contrapone a sus planes, puede ser flexible y capaz de rehacer esos planes para alcanzar su meta.

Por su parte, la persona rígida no cuestiona si lo que desea realmente responde a una de sus necesidades y no se toma tiempo necesario como para interiorizarlo y preguntarse: ¿Cómo me siento con este deseo y con la forma en que he decidido obtenerlo?. El temor le acompaña siempre. El rígido en ocasiones, puede parecer controlador, pero cuando interviene no lo hace para controlar o llamar la atención de otros, ni para mostrarse fuerte como el controlador.  Interviene solamente si lo que se ha dicho es injusto para alguien o no le parece correcto.

El rígido, rectifica lo que acaba de decirse, mientras que el controlador, agrega a lo que acaba de decirse. El rígido puede reprender a una persona si considera sinceramente que ésta habría podido realizar mejor determinada tarea, dada la capacidad o el talento que tiene. Por su parte, el controlador, reprende a alguien si no realizó la tarea de la forma en la que él lo hubiera hecho y de acuerdo con sus gustos e intereses. Otra diferencia entre la forma de controlar del rígido y el controlador, es que el rígido se controla para no perder el control, pues piensa que al perderlo, será injusto con los demás. Por su parte, el controlador, se controla para controlar mejor la situación o a otra persona y así ser el más fuerte. A la persona rígida le gusta que todo esté bien ordenado.  Le desagrada tener que buscar algo. Algunos llegan incluso a la obsesión en su necesidad de que todo esté ordenado perfectamente.

Al rígido también se le dificulta distinguir entre rigidez y disciplina. Por ejemplo, una persona rígida que decide caminar una hora al día para tener mejor salud y estar en forma. El medio en este caso es caminar. Esta persona se impondrá caminar todos los días, haga mal tiempo o no, tenga ganas de hacerlo o no. El que es disciplinado sin ser rígido, algunos días decidirá no salir a caminar, aun cuando sepa que caminar es lo mejor que puede hacer por su salud. Forzarse a hacerlo no le perjudicará pero no se sentirá culpable –como en el caso del rígido-  si no lo hace y volverá a salir a caminar al día siguiente con el ánimo tranquilo. La persona disciplinada no abandona un proyecto porque lo interrumpió un día o porque hubo un cambio en sus planes.

El rígido a menudo sufre tensión emocional porque impone perfección en todo. El controlador herido por traición, también la sufre en gran medida pero por un motivo distinto: desea tener éxito, desea evitar el fracaso a toda costa por temor a la imagen que daría a los demás y también por temor a afectar su reputación.

La persona que lleva la máscara de rígido, rara vez se enferma. De cualquier manera, aún cuando sienta dolor en alguna parte, comenzará a percibirlo hasta que su estado empeore, ya que es muy dura con su cuerpo. Puede golpearse, lastimarse y hacerse una buena raspadura sin sentir dolor. Si siente un poco de dolor al momento en que se golpea, su mecanismo de control se activa de inmediato, lo que le proporciona una capacidad enorme para poder ocultarlo.

Seguro que tú que escuchas, habrás observado que los actores que son elegidos para torturar a alguien en las películas o para protagonizar el papel de espías, siempre tienen las características físicas del rígido. A sí mismo, es fácil reconocer a un policía por su cuerpo rígido. Estas personas también pueden tener otra herida, pero es su aspecto rígido el que las hace elegir una profesión con la que piensan que podrán dar justicia sobre la tierra, sin embargo, cuando un policía o espía –por ejemplo- parece sentir placer al mostrar su poder y su fuerza, es que su máscara es la de controlador  lo que le ha hecho elegir esa profesión.

Todos tenemos límites en los planos físico, emocional y mental. Esta es la razón por la que es común escuchar decir a una persona rígida: “No comprendo qué le sucede, nunca se enfermaba y ahora tiene un problema tras otro”. Este tipo de situación se da cuando el rígido ya no puede controlarse. La ira, sobre todo consigo mismo, es la emoción más común en el rígido. Cuando estalla en cólera su primera reacción es atacar aún cuando la ira sea consigo mismo. En realidad está enfurecido consigo mismo por no haber observado acertadamente una circunstancia o por no haber actuado bien –por ejemplo-.

Está el caso de un amigo que prestó dinero a otro amigo que tiene problemas económicos pero que le promete pagarle en dos semanas. Pasa este tiempo y el amigo no cumple. El rígido monta en cólera porque se reprocha haberle ofrecido otra oportunidad. Con frecuencia desea dar oportunidades a otros. En el caso del controlador, por ejemplo que ayuda a otra persona económicamente para que este otro viva más dignamente, pero resulta que este otro es indiferente y no agradecido, el controlador reprochará no a sí mismo sino al amigo por no haber correspondido a la ayuda, ya que la indiferencia y el no agradecerle o corresponder a la atención, le habrá despertado la herida de la traición.

El rígido es también el tipo de persona para quien es difícil dejarse amar y demostrar su amor. Por lo general piensa demasiado tarde lo que debiera haber dicho o las muestras de afecto que debería haber dado a quien amaba. Suele prometerse que lo hará cuando lo vuelva a ver, pero cuando se presenta la ocasión lo olvida, así que pasa entonces, por una persona fría y no afectuosa. Al actuar así, es injusto con los demás y sobre todo consigo mismo, ya que se priva de expresar lo que realmente siente.

Al ser tan sensible, el rígido evita que otros lo toquen psicológicamente. Este temor a ser tocado o afectado por otras personas puede ser lo suficientemente fuerte para originarle problemas en la piel.

De hecho la piel nos permite tocar y ser tocados por otros, sin embargo si  esto nos produce temor a que nos hieran, nos alejamos de los demás. La persona que tiene un problema cutáneo se avergüenza principalmente de lo que los demás pueden ver o pensar de ella. Este temor a ser tocado por otros, en ocasiones se nota en el cuerpo físico del rígido que se retrae. Los brazos pegados a lo largo del cuerpo, principalmente del codo al hombro, las manos empuñadas y las piernas pegadas, una contra la otra, son indicio de un cuerpo cerrado. Lo mismo alguien que generalmente se cruza de brazos –como ya lo hemos  mencionado-.

 

Características de una persona que ha sufrido la herida de la injusticia.
 

La comparación es otro recurso que suele utilizar el rígido para ser injusto consigo mismo. Tiende a compararse con quienes considera mejor que él, y sobre todo, más perfectos que él. Devaluarse de esta forma es una injusticia grave y una forma de rechazarse a sí mismo. Es muy común que de pequeño, el rígido se sienta comparado con sus hermanos y hermanas o con sus amigos o compañeros de escuela. En esas ocasiones acusaba a los otros de ser injustos con él, porque ignoraba si se le estaba comparando para mostrarle lo que él se hacía a su interior.

Si tu que escuchas, te reconoces en la herida de injusticia y llevas la máscara del rígido, lo primero que habrás de hacer es admitir el número de veces en que has sido injusto con los demás y sobre todo, contigo mismo, contigo misma en un solo día. Esto es lo más difícil de admitir, pero será el principio de tu curación.

Una mamá nos comentó que un día preguntó a  su hijo de 28 años: “Dime: ¿cuál ha sido mi actitud como madre, que te ha hecho sufrir más desde tu infancia?. Le respondió: ¡Tu injusticia!. Esta contestación la dejó con la boca abierta. Fue tan grande su sorpresa que no pudo decir más. Recordó todas las situaciones en que intentó ser una madre justa, sin embargo, al ponerse en los zapatos de sus hijos, ahora puede comprender, por qué algunos de sus comportamientos y actitudes les parecieron injustas. No obstante, las características físicas de su hijo, más bien indicaban que la experiencia de la injusticia que sintió con ella, en realidad despertó su herida de traición.

Ciertamente le debió parecer injusta la indiferencia de su padre ante el comportamiento que tenía con él. En su cuerpo se observaban dos heridas, la de la injusticia y la de traición y esto quiere decir que tiene algo diferente que solucionar con cada uno de sus padres: la herida de traición con el progenitor del sexo opuesto porque para el joven la indiferencia que se convertía en el abandono de su padre hacia el y sus hermanos, era una injusticia y la de la injusticia con el progenitor de su mismo sexo, porque consideraba injusticia el que su madre no se diera cuenta de lo que estaba haciendo su padre con él y con sus hermanos es decir, no les hacía caso, les mostraba indiferencia por lo tanto les abandonaba.

La frialdad es el temor más grande del rígido. Le es tan difícil aceptar su propia frialdad como la de los otros y hace todo lo posible por mostrarse cálido. Cree además que es afectuoso y no se da cuenta realmente de que los demás lo pueden considerar insensible y frío. Tampoco se da cuenta que evita tener contacto con su sensibilidad para no mostrar su vulnerabilidad es decir que es un ser humano que puede equivocarse. No puede aceptar esta frialdad, porque sería admitir que es desalmado, lo que puede significar ser injusto. Por eso es tan importante para el rígido escuchar que es bueno es decir, bueno en lo que hace y lleno de bondad.

En el primer caso, se considera perfecto es decir, invulnerable –atributo que por cierto, sólo Dios puede tener- y en el segundo, afectuoso. Le es difícil aceptar la frialdad en otras personas. Cuando alguien es frío con él, le lastima el corazón y se pregunta qué ha hecho o dicho incorrectamente para que el otro actúe de esa forma.

Le atrae todo lo que es noble. El respeto y el honor son para él de verdadera importancia. Se impresiona fácilmente con las personas que tienen títulos importantes. Si sabe que algo le puede valer un título, busca nuevamente ser la estrella en esa situación. Está dispuesto a realizar los esfuerzos y sacrificios necesarios para lograrlo, porque para el rígido no son sacrificios.

En su vida sexual, por lo general tiene dificultades. Le es difícil expresar toda la ternura que siente aunque su apariencia sea muy sensual. Gusta vestirse con ropas sensuales. La mujer rígida es explosiva y pese a que interiormente rehúsa a los hombres con frialdad, le gusta atraerlos si considera que la situación va demasiado lejos. Esto te lo decimos para que puedas orientar mejor a tus hijas, porque de adolescente, la rígida se contiene y controla muy bien, ya que desea mantenerse pura y perfecta para el afortunado que elija. Se crea con facilidad un ideal de relación sexual que no es real. Cuando llega a entregarse, usualmente se siente decepcionada porque la situación real no corresponde a su ideal. Además, la mujer rígida es particularmente hábil para fingir que goza. Mientras más intensa sea la herida de la injusticia, más rígida será la persona y más se le dificultará culminar en una relación. El varón puede sufrir eyaculación precoz o incluso impotencia sexual

A la persona rígida le es difícil comprometerse a causa de su temor a equivocarse en la elección de compañero. Este temor al compromiso es diferente al del controlador, el cual teme a la separación, a tener que deshacer el compromiso. Muchas prostitutas muestran en su cuerpo las características del rígido. Les es posible tener relaciones sexuales para obtener dinero, sólo porque pueden hacer a un lado sus sentimientos, es decir, pueden desvincularse de ellos, con mayor facilidad que otras personas.

En el plano de la alimentación, el rígido prefiere los alimentos salados a los dulces. Les gusta todo lo que es crujiente. Hay quienes disfrutan al morder hielo. Generalmente intenta equilibrar bien su alimentación. De los cinco tipos, es el primero que sin duda decidirá ser vegetariano, aunque esto no significa necesariamente que ser vegetariano responda realmente a las necesidades de su cuerpo. Recuerda que el rígido suele tomar decisiones para ser justo. Si es vegetariano porque piensa –por ejemplo- que es injusto que se mate a los animales, su organismo puede sufrir falta de proteínas, pero si lo ha decidido porque no le agrada la carne y porque además de esta forma salvará a los animales, su motivación será diferente y su cuerpo estará mejor.

Si controla demasiado su alimentación puede perder el control algunas veces con las golosinas o con el alcohol. Si esto ocurre frente a otras personas, se apresurará a explicar a todos que esto nunca le sucede y que hoy es realmente una excepción. Cuando una persona con la herida de la injusticia y que lleva puesta la máscara de rígido experimente una situación que le afecta mucho, como un aniversario o un encuentro especial, le es más difícil controlarse. En ese momento tenderá a comer lo que normalmente se prohíbe, sobre todo alimentos que le pueden engordar. Cuando esto pasa, se justifica diciendo: “No acostumbro a comer así, pero hoy lo haré para acompañarles”. Se siente culpable, se acusa y se promete volver a comenzar a controlarse al día siguiente.

Algunas enfermedades que puede atraer la persona que lleva la máscara de rígido puede ser la rigidez que siente en su cuerpo a modo de tiesura o tensión en la parte superior de la espalda o en el cuello, así como en las partes flexibles como tobillos, rodillas, cadera, codo, muñecas etc. Los rígidos gustan de hacerse crujir o tronar los huesos de los dedos de las manos, para flexibilizarlos es decir, que siente el caparazón que envuelve a su cuerpo, pero no se da cuenta que se oculta bajo él.

El agotamiento por exceso de trabajo, las enfermedades que terminan con “itis”, pues este tipo de enfermedades indica una ira interior retenida lo que es muy común en los rígidos. Es propenso a la tortícolis a causa de su dificultad para ver todos los aspectos de la situación que considera injusta. Tiene problemas de estreñimiento y hemorroides por su dificultad para ceder y por la moderación con que vive. El rígido puede sufrir calambres que se manifiestan cuando una persona se retrae o se modera por temor. Su dificultad para disfrutar de la vida, de sí mismo y de los demás, puede producirle problemas de circulación sanguínea y várices. Además suele padecer problemas de piel  seca.

Es posible que tenga espinillas en el rostro cuando teme equivocarse, desprestigiarse o no estar a la altura de sus ideales. La soriasis o problema de la piel es común en las personas rígidas pues atraen este problema para no estar demasiado bien o no ser demasiado felices lo que sería injusto en relación con los demás sobre todo durante las vacaciones o en momentos en que todo marcha bien en su vida.

Las alteraciones de hígado son frecuentes debido a su ira reprimida. El nerviosismo es común aún cuando la mayor parte del tiempo puede controlarlo para que no sea visible al exterior. Es muy usual que el rígido sufra insomnio, sobre todo para el que no se sienta a descansar, sino hasta que todo esté acabado y perfecto. Piensa tanto en todo lo que debe hacer, que se despierta y ya no puede conciliar el sueño.

También tiene problemas de vista, debido a su dificultad para darse cuenta que ha tomado una mala decisión o que quizá su percepción es decir, su manera de ver sobre alguna situación no sea la correcta.

Prefiere no ver nada de lo que considera imperfecto para no sufrir. Utiliza la expresión. “No está claro”, lo cual no ayuda a mejorar su vista.

La mayor parte de las enfermedades que aquejan al rígido no son lo suficientemente graves como para ir al médico. El rígido espera que sanen por sí mismas o intenta curarse sólo sin decirlo a los demás, ya que le resulta difícil confesar que tal vez necesita ayuda. Cuando decide pedirla, corre el riesgo de padecer un problema muy grave. Estos males y enfermedades mencionados en ocasiones se manifiestan en personas que tienen otras heridas como las que vimos anteriormente, sin embargo, parecen más comunes en las personas que sufren injusticia.

Un niño pequeño que se siente rechazado por ejemplo, por una u otra razón, intentará no serlo al ser lo más perfecto posible, utilizando también la máscara de la herida de la injusticia es decir, siendo rígido. Y después de algunos años ya no siente que lo aman, a pesar de sus intentos de perfección, lo que considerará injusto. Decide entonces, controlarse y ser tan perfecto que nunca más será rechazado. Se desconecta de sus sentidos para ayudarse a no sentir más el rechazo. La herida de injusticia, se notará más en el cuerpo que la de rechazo. Esto indicará que la persona siente más la injusticia que el rechazo, aunque hay otros en quienes puede suceder lo contrario.

Todas las personas que sufren injusticia, ocultan una herida de rechazo. Esta es la razón por la cual al envejecer, es común que el cuerpo de los varones rígidos y las mujeres rígidas pierdan volumen y tome poco a poco, las características del huidizo. La ciencia médica, llama a este fenómeno: osteoporosis.

Te recordamos que si en ti ves la herida de injusticia, tu progenitor de tu mismo sexo, la tuvo y probablemente aún la tenga  con su propio progenitor del mismo sexo. En el siguiente tema, describiremos qué hacer con este progenitor para ayudarle a sanar adecuadamente esta herida.

Y una vez más te decimos que detrás de la presencia de cualquier herida, está la incapacidad de perdonar o el hecho de no querer perdonar lo que nos hacemos a nosotros mismos o lo que hemos hecho sufrir a los demás y nos es difícil perdonarnos, porque por lo general, no tenemos conciencia de nuestros propios reproches. Mientras más importante sea la herida de injusticia, más significará que eres injusto contigo mismo, contigo misma, al exigirte demasiado, al no saber cuáles son tus límites y al no tratarte bien, amándote con le frecuencia necesaria es decir, siempre.

Reprochas a los demás lo que te haces a ti mismo, a ti misma y lo que no quieres ver. La vergüenza, es otra forma de darte cuenta de que sufres injusticia o que eres injusto, injusta con los demás. Con la vergüenza, te ocultas a ti mismo, a ti misma u ocultas un comportamiento y será normal que te avergüences de los comportamientos que reprochas a los demás, porque no quieres que los demás descubran que actúas como ellos.

Recuerda que las características y conductas que describimos en estos casetes, sólo se presentan cuando la persona decida ponerse su máscara de rígido, pues cree que de esta manera evitará vivir la injusticia, y según la gravedad de la herida y la intensidad del dolor, esta máscara puede llevarse rara vez o con frecuencia.

Las conductas propias del rígido son dictadas por el temor a revivir la herida de injusticia. Estas formas de pensar, sentir, hablar y actuar, indican una reacción a lo que sucede en la vida. Al reaccionar por medio de cualquiera de las cinco máscaras de huidizo, de dependiente, de masoquista, de controlador o de riguroso una persona no está CONSCIENTE es decir, no está en la realidad, no está despierta y por lo tanto no está bien interiormente, no es feliz.

De ahí la importancia de saber vivir la vida, disfrutando al máximo el único momento que tienes es decir, este instante o lo que llamamos, el presente. Ya habrá un tema dedicado a ello, porque el vivir intensamente el momento del instante te ayudará a no cargar con todo lo que has vivido unas horas antes y no te angustiarás por lo que pueda pasar unas horas después. Te será posible –con la gracia del Señor- transformar tu corazón en un hogar cálido en donde primeramente tu mismo, tu misma, te sientas amado, amada, por ti, por el Señor Dios, independientemente si los demás se dan cuenta o no de que eres valioso, valiosa, independientemente si los demás se dan cuenta de que eres un tesoro, de que tienes dones, de que eres un ser humano en el que el Padre Dios, ha puesto todo su amor.

Ahora bien, ya que has escuchado sobre las cinco heridas que afectan el comportamiento normal de un ser humano, respóndete en tu interior si se debe juzgar o no, a una persona….¿por qué crees que al Señor Jesús lo mataron?, porque él comprendía el corazón del hombre, por eso, a aquellos hombres que llevaron ante Jesús a la mujer adultera para matarla a pedradas, Jesús les dice: “El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”. Hoy podríamos decir: “El que esté libre de heridas, que se lance contra su hermano”. Todos los seres humanos llevamos en el subconsciente heridas, unos dos u otros los 5 tipos de heridas que se entremezclan y hacen que el corazón se desgarre, y más cuando la persona no se abre al amor gratuito de Dios.

El Padre Dios nos ha hecho para que descubramos su amor, para que lo disfrutemos, para que lo experimentemos en nuestro interior y lo compartamos a cada ser vivo de este planeta,  con la impresionante y hermosa naturaleza incluyendo a los animales.

 

Toma una actitud orante, bien sentado, sentada, con tus brazos y manos descansándolos sobre tus piernas, con tus palmas hacia arriba o hacia abajo o entre lazadas, tu cabeza recta. Cierra tus ojos y respira suave, profundo y lento….y abriéndote en fe adulta a tu Señor y Dios deja que el Espíritu Santo, marque a fuego en tus entrañas, la convicción del amor incondicional del Señor es decir, deja que marque a fuego en tus entrañas, esa certeza, esa seguridad de saberte infinitamente amado por Él, que siempre pero siempre ha sido amoroso y fiel y que nunca jamás te ha traicionado ni te traicionará jamás ni nunca ha cometido una injusticia contra ti ni contra nadie,  ni la cometerá y dile no con palabras sino interiormente:

Señor, por tu infinito amor, he comenzado un camino que recorro de tu mano en este peregrinar hacia las altas cumbres del Amor es decir, que deseo vivir a partir de hoy,  en el corazón, es decir, en mi profundidad en donde tú me habitas. Cómo deseo llegar a experimentarme realmente, un nómada, una nómada del Amor en el silencio profundo, ese a donde el egoísmo no puede llegar, en donde ninguna máscara existe, no apegando mi corazón más que a Ti, Único Dios Verdadero,  caminando como un peregrino, como una peregrina que sabe que no está aún en su "Patria Eterna", aunque ya desde aquí y ahora te experimenta a ti: ¡Oh Ser Supremo, Casa del hombre, Lugar en donde el corazón humano es saciado de Amor verdadero!…

Señor, hoy, aquí y ahora me reconozco como un humilde peregrino, como una humilde peregrina, que quiere salir de la tierra de la superficialidad, para entrar en esa tierra profunda del alma en donde la gran puerta para entrar es la fe adulta. Permite ¡Oh mi Dios!,  que desde el silencio y la humildad vaya haciendo camino hacia lo que tu mismo en tu infinito amor, me ofreces cada día para descansar, y que en realidad es mi única "Patria", la Patria que más anhelo es decir, tu Corazón ¡Oh, Dios mío!. Ahora mismo me atraes con fuerza, y me cubres con la Ternura del Espíritu…Oh Amor….

Abrázame como una brisa suave y arrebátame a ti como un huracán. Oh Vida mía, fecúndame y hazme nueva criatura en el Amor.

Señor, parece como si nada pasara en mi corazón al que tu has convertido en tu casa., sin embargo, la fe me dice que es este amor tuyo, que eres Tú mismo, el que me está invadiendo, que es tu amor el que me está sanando; la fe me dice que aquí estás, que  eres tu en mi, ¡lo se!. Se que es tu toque divino y suave el que está transformando mi corazón, en un corazón sano. Se que es tu poder el que está sanando mi subconsciente y está haciendo de mi un ser humano, verdaderamente humano y divino a la vez. 

Toma todas mis heridas….no quiero ni un día más, continuar apegado, apegada a esa forma de reaccionar causada por tanta herida, no quiero continuar apegado, apegada a mi egoísmo, a esa forma de ser o mejor, a esa forma de no ser, que tanto daño me ha hecho y a hecho a otros, a otras…

Mi Amado Señor: te suplico, ayúdame a sanar de mi subconsciente herido. Aquí estoy todo yo, toda yo, poniéndome en tus brazos Oh mi Amado Padre, con toda la confianza que me infundes, sabiendo que tus planes son siempre de amor, aún cuando has permitido en mi vida tempestades, me entrego a ti, sabiendo que aún el más doloroso de los acontecimientos, aún la más dolorosa de mis heridas, no es castigo tuyo, no. Una vez más reconozco que tu nos dejas en libertad y con toda la responsabilidad en nuestras manos.

Oh Señor. Mira cómo mi alma te desea por la noche y mi espíritu te busca por la mañana, porque tu voluntad es la luz de la tierra y me enseñas a vivir desde la santidad es decir, desde el amor.  Oh Vida mía, Amado mío, cuántas veces me he angustiado por aferrarme a comportamientos que han salido a la superficie porque precisamente han brotado también desde la superficie y todo, por apartarme de Ti. Cuántas veces lo he hecho…¡Dios mío!...he sido como una mujer que va a dar a luz, que se retuerce y grita angustiada, ¡pero lo único que he dado a luz, ha sido viento, paja!. ¡Cuántas veces he despreciado tu sabiduría, tu salvación. Señor, con tu Rocío es decir, con tu amor inmenso, ilumíname y mi corazón,, entonces sí, verdaderamente, dará a luz. ¡Bendíceme!....


 

 

 

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