¿Qué es la introspección hecha desde la fe adulta, desde la esperanza que no muere, desde el amor incondicional? Es mirar en lo más profundo de la propia alma y descubrir lo que quiere decirnos nuestro ser, pero sobre todo, verme no como me veo en un momento de enojo o de desprecio, de desánimo, de gran desaliento, sino verme cómo Dios me ve. ¿Cómo te ves tú?, ¿Cómo crees que Dios te ve?
La introspección, nos ayuda a re enfocar nuestra mirada, nos ayuda a encontrar el equilibrio en nuestra vida, en todo momento. Saber ir dentro cuando quieres en un instante, y saber salir fuera en un instante, cuando es necesario. Una cara sonriente puede no siempre transmitir alegría, tus ojos comunican otra cosa, quizá tristeza o enojo.
Ser introspectivo no es quedarse ahí, dentro, cerrados, desconectados. Por eso la necesidad de mantener el equilibrio. Ser capaces de ser amorosas/os, empativas/os, comprensivas/os sin apego, sin enredarme en lo que la otra persona trae, porque si nos enredamos, entonces ya somos dos enredados.
La introspección nos ayuda a cómo poder andar en lo que la vida nos presenta, con otra actitud, más sabia, más libre, más nueva iluminada a la luz de la eternidad de Dios. No nos aislamos para huir, no rechazamos, no reprimimos el enfado, el miedo, nada.
El mundo de la introspección es un mundo enriquecedor, muy liberador, muy sanador. Desde esa respuesta que elegimos desde nuestra propia naturaleza, desde la paz. Podemos responder de mil maneras, pero cuando respondemos desde la paz, es que no queremos una atmósfera agitada ni dentro ni fuera de nosotros mismos.
Nunca podremos tratar la injusticia con una actitud injusta. Enfadarnos, reaccionar, como si fuese un boxeo, nos va a agotar, nos va a deprimir. Cuando siempre estamos luchando con lo mismo internamente o externamente, vivimos en tristeza crónica. La introspección es un interesante espejo del silencio. En ese espejo puedo ver mi propia belleza interna. Y cuando lo veo que está sucio, lo limpio. Ver mi día, mi momento, ver las cosas a mejorar. Conectar, sintonizar con una solución, con una respuesta positiva cuando reconozco que esa actitud que he tenido, no ha estado bien.
La introspección, crea puentes. Cuando hay belleza en tu ser y una
intención generosa, se pueden crear puentes incluso para otros, cuando vean mis
reacciones, mi mirada, una palabra llena de unción amorosa, sosegada, en donde
el otro, la otra se sienta apoyada/o. Con una sintonía silenciosa, y eso da la
experiencia que puedes darte en amor. La introspección crea consciencia, no
sólo estar despiertos. Y la espiritualidad no es saber sino SER. Cuando decimos
algo a alguien habrá un impacto, pero ¿cómo será ese impacto? ¿De bondad y no de pegar o impresionar a
otros?
Es importante ser honestos, auténticos. Sin querer reconocimiento, aplausos. Lo haces porque realmente ERES. Eres amor incondicional, siendo COHERENTE. Esto se puede contagiar para que los demás saquen su propia verdad. La introspección abre la puerta a un encuentro verdadero contigo, con los demás, con Dios.
Para transformar algo hay que poder “verlo” es decir, espiritualmente “verlo” es comprenderlo, no reprimiendo sino ir cerniendo, acomodando, transformando, conectando con esa Fuente Verdadera que nos ayuda a disolver las cosas, a transformarlas. Dios nuestro Amor verdadero nos ayuda siempre a poner todo bien.
La transformación propia no es cualquier cosa, se trabaja a cada instante, en cada circunstancia, en cada emoción, en cada pensamiento, en cada obra, y la introspección nos irá ayudando a ser más y más introspectivos amorosos, sabios. Dar vueltas a lo que nos sucede no para quedarnos girando en negatividades, sino precisamente para dar visión de eternidad en donde ya no es un círculo sino una espiral hacia el amor verdadero, el amor incondicional. Entonces vamos de la reflexión a concentrarme desconectando y centrarme en el Amor Verdadero.
Si estoy llena de desperdicio y yo sin querer hacer nada, y si invito a Dios a mi vida, dirá: ¿En dónde puedo sentarme? si todo está lleno, mal oliente….Permite que Él y tú hagan ese trabajo maravilloso de ir por la vida ligero, ligera de equipaje, sólo con el amor, la paz, la alegría verdadera, la solidaridad y todo lo maravilloso que ya eres con Él. Mirar con los ojos del amor, de la alegría siempre, siempre con mirada renovada.
De ahí la
necesidad de vivir “dentro” y sólo “ir hacia afuera” para ser como sería Jesús
en nuestro lugar. La introspección es un proceso personal tan necesario, para
mirar hacia el interior para analizar nuestro comportamiento y actitudes que
tenemos hacia ciertas circunstancias de la vida, sobre todo cuando nos
sorprendemos miedosas/os, inseguras/os, ansiosas/os, deprimidas/os, o muy
enojadas/os, cuando no aceptamos las cosas que suceden, ni a las personas.
Nos ayuda a comprendernos, cómo comprender nuestras vivencias del pasado y cómo eso afectó en nuestra manera de ver el mundo en el presente. Puede llevarnos a re conectar con vivencias del pasado que hace falta elaborar para poder asumir, comprender y continuar de una manera más amorosa hacia nosotras/os mismas/os. Y es que mediante este ejercicio de la introspección, podemos enfrentarnos a episodios del pasado que no se gestionaron en el momento en que se vivieron pero que hoy, tenemos la oportunidad de sanarlo.
La
introspección es reflexionar en conciencia. Sócrates decía: “es mucho más importante que te
conozcas a ti mismo que darte a conocer a los demás”. Marco Tulio Cicerón
decía: “mi
conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”. La
autocrítica pues, es básica: necesitamos querer mirarnos con el objetivo de
comprender qué cosas conviene cambiar. No es cuestión de auto culparse sino de
comprender para poder avanzar, para poder ir por esta vida, ligeras, ligeros de
equipaje.
La introspección consiste, pues, en revisar nuestros pensamientos y sentimientos, ver qué los motiva, qué ocurre en nuestra mente. Para ello, necesitamos querer ser muy honestas/os consigo mismos; tratar de ser lo más objetivos posible respecto a nuestro comportamiento, ya que sólo de esa manera lograremos aprender tanto de nuestras virtudes como de nuestros errores.
Todos, cometemos errores. Y para ser compasivos, misericordiosos, para lograrlo, lo ideal es mirarnos sin juzgarnos, simplemente tomarnos el tiempo de pensar y analizar qué sentimos, pensamos o hacemos con respecto a lo que sucedió, sucede y para reafirmar nuestra capacidad resiliente, pensar y analizar, qué harías en las circunstancias más adversas. Imagínalas y escribe para luego compartir.
Gran parte de la introspección conlleva el siempre preguntarnos por qué pasan las cosas. Haz una hoja de trabajo de autoconocimiento. A pesar de ser muy similar a llevar un diario, esta técnica es útil para tener un seguimiento de tus ideas y emociones. La esencia es que escribas tus objetivos, talentos, debilidades, metas, sueños, esperanzas, miedos y todo aquello que creas que te ayudará a mirar dentro de ti de forma realista. No olvides que al conocerte mejor y desarrollar lo que es la introspección, podrás trabajar en reforzar tu auto estima.
Recuerda: Nadie te ha amado, ni te ama, ni te amará como sólo Dios lo
hace, pero si tú no te amas? Dios te ama incondicionalmente pero, ¿Y tú? Recuerda: “Saber
estar dentro ahí, contigo misma/o y con el Verdadero Amor, Dios, para saber
salir fuera”, pues con Él, todo se sana, incluso las cicatrices más grandes y
más dolorosas, se sanan. Permite que tu mirada interior se haga dulce.