La
esperanza nos invita a empezar de nuevo. Nos ofrece otra oportunidad de
romper
inercias, de dejar atrás lo viejo y explorar lo nuevo en nuestra
existencia. Esperanza
que genera confianza en algo mejor que está por llegar y que nosotros
podemos
acelerar su llegada con nuestro corazón abierto de par en par a su
Gracia ya desde hoy, aquí y ahora; y es que lo Mejor, así con mayúscula,
es vivir en nuestra
profundidad a ese Jesús en quien creemos que es el Hijo de Dios. Y
Jesús, nos ha dicho que Dios, su Abba, su Padre, es INFINITO AMOR.
La vida es algo muy serio, pero se puede echar a perder, o truncar a manos del mismo hombre, como lo hemos visto a través de la historia y más, mucho más en estos últimos días en los que hasta hoy todavía late nuestro corazón, pero que se entristece por todo lo que estamos experimentando en nuestra misma carne o en la carne de otros: enfermedad, gran desaliento por pérdida de trabajo, ya la vida no es igual en cuestión de seguridad ni económica, ni como sociedad; honda tristeza por pérdida de seres queridos, pérdida de esa cierta seguridad de cómo podíamos salir a la calle sin que hubiera agresiones como las hay hoy, saber que en otros países o en el propio país, si ya había muchos pobres, ahora habrá más y más; cada vez más perdemos los valores que nos hacían respetarnos, respetar la vida, amarnos de verdad.
Sin embargo, Dios es quien pese a todo, nos ayuda a vivir. Jesús es quien nos orienta, y para ello nos ha dado todas las herramientas en nuestro interior para poder tener ese "coraje sano", ese empuje, esa resiliencia para decir: voy a levantarme interiormente de esto que no va a acabar conmigo ni con los míos, ni con la creación que también como yo, padece mucho a manos del egoísmo, que hemos decidido regar como una gran plaga, pero yo confío en ti Jesús, que padeciste tanto en tu paso por este mundo. Yo como tú Jesús, abriéndome al Amor del Padre, dejando que tu Espíritu de Amor y de Poder me llene de fuerza, valentía, compasión, humildad y esperanza para vivir cada instante de lo que aún me quede de vida como nunca antes lo había vivido: con amor sin condiciones, sin desalentarme, sino dando cabida a la esperanza y siendo solidario. Ayúdame a no cerrarme en mi círculo. Ayúdame a no amolarle la vida a otros, a otras con esa forma de ser tan necia, tan sin fe. Y al contrario, ayúdame a ser vida de verdad, en estos momentos en los que la ceguera de todos nos está hundiendo. Ayúdame Señor.
Para muchos y muchas, para nuestros ojos cegados y nuestros oídos sordos a un cambio de vida interior, preferimos decir que Dios no está. Y decimos que Dios es puro cuento, que nos mintieron, o "No creemos en Él porque los demás nos han dado muy mal ejemplo". En realidad todo eso no son más que excusas. No podemos verlo, ni oírle ni tocarlo, porque vivimos una vida super, super, super superficial y andamos metidos en todo y en tanta rareza que hemos dado muerte óntica a nuestro ser. Y somos en extremo indolentes, hiper egoístas. Y aparentemente la Presencia de Dios escapa a nuestros sentidos, pero Él, siempre ha sido, es y será fiel. Siempre está ahí. Sí!!! Está ahí, y podemos conectar con Él, y pese a todo, su Espíritu actúa en el mundo, a través de aquellos y aquellas que buscan el bien para sí mismos y para todo ser que respira. Dios habla y trabaja a través de los hombres y mujeres de buena voluntad y que ponen en acción todo cuanto son para que este mundo no vaya a peor.
¿Sabes? Hubo un momento en la historia en que la presencia de Jesús fue especial. En ese hombre llamado Jesús de Nazaret hubo una "explosión del Espíritu". Jesús fue y es "el hombre lleno del Espíritu", en el cual podemos intuir y descubrir al Dios verdadero: Dios que nos ama con locura y está en nuestra vida para alegrarnos, para animarnos, para fortalecernos, para sacarnos de nuestro ensimismamiento. Dios que no hace distinción de razas, ni condiciones sociales, ni creencias. En la vida de Jesús, podemos ver cómo actúa Dios que deja las 99 ovejas por aquella que más lo necesita.
Y sucedió que nació un niño. Y con ese niño, y por medio de ese niño, los que vivieron con Él conocieron mucho mejor a Dios, y cambiaron sus actitudes egoístas, por actitudes de vida. A nosotros también nos pasa lo mismo. Conocer a Jesús, aceptar a Jesús, creer en Jesús es como volver a nacer. Y esto sucede una vez y mil veces en la vida, porque Jesús va creciendo en nosotros, lo vamos conociendo mejor, lo vamos aceptando más. Sobre todo lo conocemos al comenzar a conocernos a nosotros mismos. Lo conocemos cuando entendemos que nadie fuimos a una escuela de sabiduría y que nuestros padres o nuestros tutores nos fueron inculcando lo que creyeron mejor y así, en lugar de conocer a Dios fuimos teniendo una imagen errónea de Él, pues Dios no tiene nada qué ver con castigos, diablos e infiernos, sino con amor incondicional que nos va haciendo cada vez más conscientes de que a esta vida venimos a amar compasivamente, a hacernos responsables de nosotros mismos y a cuidar de los que más nos lo permitan.
En estas épocas que llamamos Adviento y Navidad, en realidad celebramos el principio de nuestra nueva vida, eso que Jesús llamaba "el Reino de Dios, que por cierto no está en otro lado sino en nuestro corazón. Y si decidimos celebrar cada Navidad es para que Jesús vuelva a nacer en nuestro corazón con más fuerza, siendo más comprometidos en cambiar actitudes que hieren a los demás.
Para ello, la misma Palabra de Dios nos dice: "Estén preparados que el Señor ya viene. Ábranle las puertas, preparen el camino". ¿Cómo estoy, estás preparado (a)? porque entre quejas y enojos no hay más que cerrojos y más cerrojos en el corazón….
Jesús es el mismo Reino de Dios en nuestro corazón. Jesús nos habla del Reino de Dios no como una imposición sino como una elección. Hay que elegir entre acomodarse con esta vida, con sus contra valores y sus satisfacciones pasajeras y resignarse a morir viviendo enojados casi todo el tiempo o dándonos igual la vida.
Tú que lees o escuchas, aceptas a Jesús como el mayor bien, como ese Dios que nos ama y nos invita a seguirlo en una vida en donde el comienzo de una sanidad interior es lo primero, una vida en la que comiences a entregarle cada cosa tan fuerte que te ha pasado, tan dolorosa para aceptarla y no cargarla más; una vida en la que comiences a reconciliarte con todo tu pasado y tu presente; una vida en la que comiences a valorarte, a mirarte con amor verdadero, en donde el rechazo a tu persona no exista más y por lo tanto puedas ir aceptando, asumiendo las diferentes formas de ser de los demás porque ahora de la mano de Jesús comprendes que todos los seres humanos estamos heridos y muchos y muchas no han querido o no han tenido la oportunidad (porque no saben cómo) de sanar su interior y entonces han preferido fugarse de una y mil maneras.
Hoy aquí y ahora, en pleno adviento hagamos ese gran acto de fe, de aceptar que no somos sólo tierra, que vamos hacia la plenitud y que hay que caminar.
Dios está saliendo a nuestro encuentro continuamente, si continuamente estamos caminando en busca de Él. Y hay que buscarle en nuestro propio interior y en cada ser que respira y que está muriendo por falta de amor, de cariño, de ternura, de cuidados, de justicia, por falta de nuestra responsabilidad. Si vamos al encuentro de seres necesitados, ahí encontraremos a Dios.
Ser espiritual no es pues, "rezar mucho" ni ser piadosos. Ser espiritual será ser como Jesús que amó hasta el extremo y sembró el bien sin cansarse. Y sembrar el bien sin cansarnos y amar hasta el extremo será abrir el corazón (Adviento) y celebrar plenamente la Navidad: nuestro propio NACER DE NUEVO en Él.
Un obstáculo para comenzar a ser maduros es la necedad, la desobediencia.
Y
nuestro Padre Amoroso nos llama a vivir todo aquello que nos
construya y dignifique y construya y dignifique a los demás como son los
valores genuinos: el respeto por la vida, la honestidad, la
generosidad, el agradecimiento, la solidaridad, darse, entregarse sin
medida etc, etc. Pero si hay
problema de obediencia, de docilidad en ti, en mí, es que todavía hay
por allá escondidas, heridas
con nuestros progenitores o tutores; heridas surgidas de la historia
humana en donde se han cometido tantas injusticias en nombre de "dios"
así, con minúscula, porque Dios, el Dios de Jesús, nada tuvo que ver con
ello. Tanta misoginia o rechazo y hasta abuso hacia la mujer, tanta
ceguera aún hoy, aquí y ahora hasta en mi, en ti!!! ....muchas heridas
de aquí y de allá, que necesitas asumir, aceptar (que no es estar de
acuerdo pero que se aceptan al reconocer que somos humanos depredadores y
muy heridos, TODOS).
Cuando asumimos todo esto, comenzamos a vivir reconciliados, como nos enseñan muchos maestros de meditación, de contemplación como Juan de la Cruz en su camino de las "NADA" o el autor anónimo de la Nube del "No saber" por ejemplo: ACEPTAR LO INACEPTABLE. O como el Hermanito Carlos de Jesús: "Yo no se nada Padre mío (porque lo se me entrego) solamente se que me amas, entonces quedo en SILENCIO (en mi interior, en mi mente) y haz de mi lo que quieras (se que lo que quieres de mi es que sea amor incondicional) porque tú me amas, porque tú, ¡Eres mi Padre! ¡Mi Abba!
Reconocer y entregarlas a Dios escribiendo muchas veces, liberándote de tanta carga dañina, inútil. Piensa ahora mismo ¿Qué te hace seguir siendo necio, necia, desobediente insistiendo tanto en lo que te daña y daña a otros/as?
Porque Adviento es un tiempo de urgencia, un llamado amoroso a despertar si nos habíamos dormido, o si hasta hoy hemos vivido aletargados, engañados con tanto egoísmo que sólo y nadie más que nosotros lo seguimos engendrando.
Hoy, aquí y ahora, podemos sentir las olas encrespadas de la vida, pero ya no más solos, sino desde quien nos habita en lo más hondo y precioso de nosotros mismos: el Padre, Jesús, su Amor. Podemos sentir lo que parece que podría hundirnos, desde la mansedumbre de Dios, desde el Océano así con mayúscula, allá en nuestro interior en donde Él nos da la fuerza y sobre todo, el amor necesario para CAMBIAR NUESTRA FORMA DE MIRAR LA VIDA, LAS COSAS, LAS PERSONAS, TODO y actuar en consecuencia.
Cambiar
no es volver a lo de antes. CAMBIAR ES inventar soluciones no
conocidas. Supone NACER DE NUEVO, caminar hacia la raíz y descubrir las
mejoras
y ponerlas en marcha. Supone vivir en el fondo, EN EL SILENCIO AMOROSO
de Dios en nuestro interior, SIENDO UNO con la Creación, decidiendo ¡¡
amar a manos llenas!! al estilo del que ya viene: JESÚS de Nazareth, el
Amor que no es amado. Pero....sólo podrá amar y comprender sin
condiciones quien vaya estando más sano en su interior, y eso, sanar el
interior, está en nuestras propias manos.
Hoy contéstate: ¿Qué me viene del fondo, de mi hondura en donde soy habitado/a por Dios? ¿Qué me viene de las olas es decir, de mi superficialidad, de mi interior revuelto por mi propio egoísmo, soberbia, orgullo, avaricia, deshonestidad, sin sentido de vivir?
¡¡Cuídate de la inercia cognitiva!!
La inercia cognitiva ¡¡Cuánto daño nos ha hecho!! La inercia cognitiva se
refiere a la tendencia de las creencias o
conjuntos de creencias a perdurar desde que se forman. En particular, la
inercia cognitiva describe la inclinación humana de confiar en supuestos
familiares y exhibir una inhabilidad de revisar tales suposiciones,
incluso
cuando la evidencia ponga en duda su precisión o que sean “adecuados,
buenos”. ¡¡La idea de Dios castigador y justiciero, vengativo, nos ha
destruido como sociedad!! Acaso, nuestra sociedad ¿No estará inmersa y
viviendo desde esta INERCIA
COGNITIVA? ¡¡DESPERTEMOS al Dios
Amor de Jesús, Dios comprometido con la vida y que nos ha equipado con
todo en nuestro cerebro, en nuestro ser, para ser como Él: AMOR SIN
CONDICIONES!!
Yo, tú, Vivo, ¿Vives en esa inercia cognitiva? ¿En qué?
¡Es hora de crecer! ¡Es hora de madurar! ¡Es hora de avivar la fe! ¡Es hora de ser felices en Él! Y comenzar a vivir una fe adulta. Fe adulta es aquella que no se basa en emociones que hoy están y mañana ya no. Fe adulta que no se basa en si siento o no a Dios. Sino Fe adulta que se basa en la certeza de que aunque no sienta muchas veces su presencia, Dios siempre, pero siempre ha sido, es y me será fiel.
Cuando
leas en la Palabra: "¡Viene el Señor!", nunca más lo vuelvas a leer
con espanto, como si viniera el desastre, como si hubiera que esconderse. ¡¡Inercia cognitiva, creencias absurdas!! Esto
es increíble, pero ¡¡¡Le pasa a muchos y muchas!!!!
Es al revés: ¡Viene el Señor, qué alegría! Dios ES con nosotros, es un aliado, está a favor de nosotros. Dios es el Libertador: ¡¡AMOR INCONDICIONAL!! Dios es quien puede hacer pleno al último que ni siquiera alcanzó a trabajar en la viña. Mateo 21, 33-44 Léelo, te fascinará encontrarte con ese amor de Dios, que no hemos querido aceptar y comprender aún.
Pero Él no va a trabajar en tu interior si tú no comienzas a escribirle cartas y más cartas en las que le platiques tooooodo lo doloroso de tu vida y que aún no aceptas y que te hace seguir siendo agresivo, o te hace herirte y herir permanentemente.
Así que date tiempo para entregarle a Dios paso a paso, tu historia personal. Incluso dile lo que te asusta de todo cuanto sucede y verás cómo tu cerebro (esa maravilla tan desconocida por el ser humano y que Dios te dio) y que es tan importante, y tu ser, te lo agradecerá. ¡Alégrate, Jerusalén, es decir, tú que lees esto, porque llega tu luz! y te está despertando de lo que hasta ahora te impedía ver, te impedía caminar de verdad.
Aquí estoy Señor. Sin grandes palabras que decir. Sin grandes obras que
ofrecer. Sin grandes gestos que hacer. Solo aquí. Solo/a. Contigo.
Recibiré
aquello que venga: luz o sombra. Canto o silencio. Esperanza o frío.
Oportunidad
o adversidad. Alegría o zozobra. Calma o tormenta. Y lo recibiré
sereno/a, con
un corazón sosegado, porque sé que tú, mi Dios, también eres un Dios
pobre. Un Dios que no exige, sino que invita. Que no fuerza, sino
que espera. Que no obliga, sino que ama. Y lo mismo haré en mi mundo,
con todo
ser que respire, con mi vida: aceptar lo que venga como un regalo.
Eliminar de
mi diccionario cerebral la exigencia. Vivir el verbo 'dar, donarme'.
Preguntar a
menudo: "¿Qué necesitas?" "¿Qué puedo hacer por ti?", y
decir pocas veces "quiero" o "dame". Y así sigo, Dios:
Aquí, sin más, en soledad. En silencio. Contigo, mi Dios pobre, humilde,
suave, bueno. Si pienso en lo
que quieres que yo haga, si tengo que hacer caso a tus palabras, si
quieres que
te diga lo que pienso, si quieres que me quite las cadenas, que me hacen
sentir
seguro aquí en la tierra, -porque mis apegos son muchos-, sólo te pido
fuerzas
para hacer de mi debilidad, un fuerte acto de fe y de amor
incondicional, desde
el convencimiento que tal vez hoy, todo sea verdaderamente nuevo, porque
tú ya estás al llegar, aunque siempre has estado aquí en mi corazón y yo
he estado en ti desde toda la eternidad. Sé que es necesario andar
contra corriente en esta
tierra y que en el fondo merece la pena, dejarme amar siempre por ti.
¡Te amo Dios! Amén.